CUARTO DOMINGO / TIEMPO
DE PASCUA / CICLO “B”.
Jornada de Oración por las Vocaciones Sacerdotales |
1.
“Ha sido por el nombre de Jesucristo, el
Nazareno” (Hechos IV, 10).
Las lecturas de este día convergen a una realidad, sintetizada en un
apelativo que Jesús dice de sí mismo: “Yo
soy el Buen Pastor”. En efecto, ese nombre da origen a la celebración
del día del Buen Pastor que hunde su raíz en la misma era
apostólica, y en los años inmediatamente posteriores donde arreciaba la persecución
de los primeros discípulos. Sin duda es una de las devociones más arraigadas en
el pasado como también en el presente, en efecto, las imágenes de un hombre que
lleva una oveja sobre sus hombros se encuentra con frecuencia en las catacumbas
romanas de San Calixto en tanto que la denominación
de Buen Pastor da origen a los primeros
escritos sobre la fe como es el Pastor de Hermas, escrito por un creyente de
Roma, hermano del Papa Pio I el año 130 después de Cristo.
Ya el Antiguo Testamento nos habla Dios como un Buen Pastor: Lo
encontramos en el Salmo: “El Señor es mi
Pastor nada me habrá de faltar” (XXIII, 1). Luego, leemos
en el profeta Ezequiel: “Dice Dios: como
el pastor vela por su rebaño, así velaré yo por mis ovejas, la oveja perdida
buscaré" (XX”IV,
12). De la misma manera el profeta: anuncia que
Dios “como
Pastor pastorea su rebaño” (Isaías
XL, 11). Entonces, descubrimos que en la preparación para el
advenimiento del Señor la figura del Buen Pastor es manifestada por Dios, anunciada
por los profetas y reconocida por
los hombres. La viva expectación del Mesías pasaba por la proclamación de quien
sería un rey victorioso por cierto, pero que tendría las características de un
pastor ocupado por su rebaño.
En la plenitud de los tiempos, al revelar Dios su vida misma en
Jesucristo, descubrimos que las características de nuestro Dios, que leemos en
la naturaleza que nos habla de Él, y que
no dejamos de mirar su mano a lo largo de la historia, nos
esbozan el rostro de un Dios, todopoderoso, eterno, que todo lo sabe, y que,
revestido de una divina misericordia –como celebramos hace dos semanas- hoy se nos
presenta como Quien “apaña sin límites”,
“recibe a toda hora”, “acoge a todos”, “tiende su protección a los más débiles”
y “no deja de iluminar a los más fuertes”.
Nadie se salva sino es por medio de Cristo: ni la indigencia redime, como
tampoco lo hace la falsa sabiduría, es el Señor con su gracia que siempre puede
más, el único que da seguridad para alcanzar la salvación, puesto que “Él es
el Camino, la Verdad y la Vida”.
Caminando hacia la celebración del Jubileo de la Misericordia, al que
el Romano Pontífice nos ha invitado a inaugurar en la Solemnidad de la
Inmaculada Concepción, la figura del Buen Pastor se alza como el ejemplo a
seguir y la fuente desde donde tomar la sabia necesaria para testimoniar los
sentimientos que palpitaban en el Corazón de Jesús que nos dice: “Aprended de mí que soy manso y humilde”
¿Qué aprendemos hoy del Buen Pastor?
Sacerdote Jaime Herrera Procesión del Carmen |
2.
“La piedra que los constructores desecharon en
piedra angular se ha convertido” (Salmo CXVIII, 22).
Es que el Pastor está vinculado vitalmente con sus ovejas, como Dios
ha querido estarlo desde que el Verbo asumió en todo la condición humana menos
el pecado, haciendo que cada página de la vida humana no pueda ser comprendida
sino desde el camino de la salvación. En Cristo, la historia del hombre es
historia de salvación, por ello nada que sea plenamente humano puede ser neutro
a la mirada y la acción de Jesús como Buen Pastor, quien es el primero en estar
anheloso de que seamos santos.
¿Olvidaremos acaso que Cristo es el Pastor que derramó su sangre en la
cruz para salvarnos?
¿Olvidaremos que ninguna ave cae del cielo a tierra sin que Dios lo
permita, por lo que, cuánto no dejará de hacer para rescatar a aquellas almas
al borde del precipicio del infierno?
Hay una profunda unión entre la Divina Misericordia y la presencia del
Buen Pastor: no existe un verdadero pastor que no sienta en su corazón el
devenir de sus ovejas. La alegría anunciada por la conversión de un solo
pecador que se arrepiente es repicada en el cielo mismo, qué decir de las
gracias que Dios concederá a los que puestos en los hombros del Buen Pastor y a
quienes rescatados desde el ocaso de las seguridades, tengan una vida nueva que
les permita transmitir el amor experimentado del Buen Pastor ahora expresado
hacia quienes más lo necesitan.
La historia nos enseña el poder inmenso que tiene un alma que vive en
la gracia de Dios, cómo luego manifiesta la convicción del perdón recibido
hacia quienes lo necesitan con urgencia, porque, si todo don recibido es de suyo dado a la
Iglesia entera, entonces, se hace realidad la exhortación de Apóstol: “La caridad de Cristo nos urge” (2 Corintios V, 14).
El Buen Pastor está urgido…de:
buscar, de alimentar, de sanar, de acompañar, especialmente a las ovejas
débiles y descarriadas, para lo cual no escatima esfuerzos por fortalecerlas y
dejarlas bien encaminadas. No teme accidentarse en su búsqueda, no espera un
tiempo favorable para ir en su búsqueda, no repara en otros apoyos ni audaces soluciones,
simplemente sabe que es el amor el imperativo definitivo. Es el amor
el que tiene la última palabra, y es el amor el que pone el punto final en las
determinaciones y acciones que emprende el Buen Pastor.
Cada uno de los que está aquí presente, y que ha sido bautizado, tiene
conciencia que al final de nuestros días seremos juzgados por una realidad:
La primacía del amor a Dios y la primacía del amor en Dios al prójimo.
Entonces, como en un espejo, hoy miramos la figura del Buen Pastor como el ícono al que procuraremos imitar y la piedra sobre la cual nos hemos de apoyar
para ser contados como parte del rebaño de Jesús el Buen Pastor.
3.
“Seremos semejantes a Él” (1 San Juan III, 2).
La Segunda lectura es breve. Y, contiene una frase de mucho contenido
para los creyentes: “seremos semejantes a
Él”. Y, es que desde las primeras páginas de la Santa Biblia leemos que, formados por las manos de Dios, el hombre y la
mujer, poseen un origen y un destino que necesariamente nos lleva al Creador y
Redentor, por lo que sólo desde el misterio de Dios se explica cada uno de los
misterios de la vida humana. La luz de Cristo resucitado no deja recoveco
alguno de nuestra vida que no tenga sentido desde y hacia la persona de Cristo.
Lo anterior tiene múltiples consecuencias en el plano de la vida
espiritual, de la vida cristiana y de la vida sacerdotal, pues no escapa a
cualquier análisis que en la actualidad subsisten dos acendradas tentaciones:
la tendencia a endiosar el progreso y la pretendida autonomía del hombre de
todo, incluso de su creador. En efecto,
entre los dogmas del hombre actual
está el pseudoreconocimiento del avance constante y la idolatría de la novedad. Por desgracia, no
sólo fuera sino que –también- al interior de nuestra Iglesia no faltan quienes
proponen falsas novedades que
terminan minando las seguridades y las convicciones enseñadas y sostenidas por
la Iglesia durante dos milenios, y que gozan de la certeza que emerge de la
inerrancia bíblica y de la infalibilidad prometida por Jesucristo: “El poder del mal no prevalecerá”.
Entonces, aquella fe que es un don que hemos de implorar, es la única que puede anclar al hombre en la certeza
que da la persona de Jesucristo y la convicción de estar navegando en aguas
turbulentas en la única nave que, zarandeada y herida en su andar, nos conduce
al puerto cuya claridad no tiene ocaso y cuya firmeza no se diluye ni merma.
En la lectura primera el testimonio de San Pedro es muy elocuente. Un
momento parecía estar seguro en una barca y Jesús le pide dar un paso en un mar
tempestuoso y un viento huracanado. Lo hizo, pero por un instante se hundió
hasta que sólo depositó la mirada en Jesús y sólo escucho las palabras del
Señor sobre el rugir de las agua. Su fe no mermó por su debilidad sino que
terminó consolidándose, al igual que habiendo prometido la compañía fiel
terminó negando ¡tres veces seguidas! el hecho de haber conocido al Señor. ¡Y, Dios
pudo más! Y, Simón Pedro logró colocarse de pie por la fuerza de la fe y por la
vivencia de saberse perteneciente a la Iglesia, de la cual sería guía y
testigo.
¿Qué llevó a Simón Pedro anunciar a Cristo hasta el martirio? Sin duda
no fie su humana sabiduría, si su fuerza, ni su experiencia, tampoco, su
locuacidad ni sus virtudes políglotas, ¿Qué fue? Recordemos que ir a anunciar el Evangelio de
Cristo al imperio más poderoso de la tierra requería de algo muy especial… ¿Qué
era? Indudablemente, la fe recibida y profesada. Eso convirtió y convenció, con
presteza a los primeros creyentes, los
cuales no se encandilaron con las novedades, ni se apoyaron en sus capacidades,
sino que repitieron aquella plegaria: “Señor,
¿dónde podemos ir? ¡Sólo Tú tienes palabras de Vida Eterna!”.
“El buen pastor da su vida por las ovejas” (San Juan X, 11).
Uniéndonos a la
plegaria de la Iglesia, en este día celebramos la Jornada Mundial de Oración
por las vocaciones al sacerdocio. Nuestra Iglesia enfrenta una grave crisis
vocacional desde hace décadas. El número actual de vocaciones no da el ancho
necesario para suplir la partida de los sacerdotes que mueren, que se enferman,
que son muy ancianos, y que por desgracia no permanecen fieles a las promesas
hechas, de quienes traicionan su vida consagrada y bautismal con conductas
reprobables y delictivas.
Por el número de
habitantes de nuestra diócesis, y la cantidad de parroquias, se requiere de
tener por lo menos tres ordenaciones anuales, lo cual implica tener por lo
menos unos sesenta seminaristas habida consideración que la perseverancia en
nueve años es de un tercio. En la actualidad, el Pontificio Seminario Mayor de
San Rafael en Lo Vásquez tiene sólo una veintena de seminaristas. Tres décadas
atrás se empinaba a casi un centenar.
Entonces, la oración de
la comunidad católica de la diócesis es tan urgente como necesaria: ¡Toquemos
el cielo con la plegaria de cada comunidad! ¿Por qué somos capaces de hacer
oración por los enfermos, por las víctimas de catástrofes, y no por el drama de
tener hipotecada la atención sacerdotal de las futuras generaciones?
Si en la Diócesis de
Valparaíso encontramos varios colegios bajo su conducción, a través de un Departamento
de Educación Católica… ¿Dónde están las vocaciones?
Si en la Diócesis de
Valparaíso hay una Universidad Católica Pontificia, y dos Centro de Formación
Técnico Profesional confesionales ¿Dónde
están las vocaciones?
Si la Diócesis de
Valparaíso tiene una radio que irradia sus ondas a toda la región y un canal
dependiente de la Universidad Pontificia, que es el más antiguo del país…
¿Dónde están las vocaciones?
Los medios están… Las
personas están… ¿Qué nos falta para revertir la crisis vocacional? Fe,
convicción y fantasía, por esto, durante
esta semana -todos los días- procuraremos hacer una oración por las vocaciones
a las diez de la noche pidiendo tener numerosos y santos sacerdotes en el Seminario
Mayor de Lo Vásquez. ¡Una cadena de oración vocacional!
En segundo lugar:
Golpear las puertas del Corazón de la Virgen María, que como buena madre desea
lo mejor para su Hijo y Dios, por ello, a través del Santo Rosario, su oración
predilecta, le pediremos tener sacerdotes según el Sagrado Corazón para cuiden
a Jesucristo, el Hijo de María con sincera devoción eucaristía y la diaria
celebración de la Santa Misa en la cual se expresa en toda su grandeza la vida
sacerdotal: ¡Tal Misa, tal sacerdote! Amén.
Sacerdote
Jaime Herrera González /Cura Párroco de Puerto Claro /Valparaíso /Chile
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