Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según San Mateo XII, 38-42.
“Entonces le interpelaron algunos escribas y fariseos: «Maestro,
queremos ver una señal hecha por ti.» Mas
Él les respondió: « ¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no
se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del
cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el
seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la
condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí
hay algo más que Jonás. La reina
del Mediodía se levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque
ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí
hay algo más que Salomón. ¡Palabra del Señor!
Curso Catequesis Puerto Claro 2015 |
Si un día se nos invitase a
una audiencia personal con el Papa, nos prepararíamos para esa cita y
estaríamos muy atentos a todos los detalles. Pues bien, delante de nosotros
tenemos al mismo Jesús. Lo encontramos en la Santa Eucaristía, en la Sagrada
Escritura, en los siete sacramentos. Tenemos entre nosotros al Hijo de Dios.
¡Con qué reverencia, adoración, afecto y fervor debemos acercarnos a Él! Cuando
acudamos a la Santa Misa, especialmente en el momento de la consagración, digamos:
¡Aquí hay alguien grande! ¡Aquí está Jesús conmigo! La conciencia de la
grandeza de Dios nos ha de mover también a la conversión. Ese Dios que me ama,
que murió por mí, me ofrece su gracia todos los días para que le corresponda y
ame con todas mis fuerzas. El pensamiento de que un día seremos juzgados por
este Dios que me da todo su amor no es una amenaza, tampoco es una verdad que
ha de infundirme miedo o que me obligue a vivir asustado. No. Es una llamada a
orientar nuestra libertad hacia aquello que nos hace verdaderamente santos.
Los Evangelios relatan
treinta y siete milagros, de varios de los cuales fueron testigos los doctores
de la ley, los biblistas de la época.
Leprosos prodigiosamente sanados, el mar tempestuoso calmado, la expulsión de
los demonios de algunos posesos. A pesar de la elocuente evidencia, se
empecinaban en no creer en Jesucristo.
Sacerdote Jaime Herrera Tunquén |
En realidad, aquellos no querían al Señor, no querían la
salvación, no anhelaban la gratuidad de la gracia, se querían a sí mismos: era
más importante la señal que el señalado; el esfuerzo personal que
alcanzar el don de la santidad… se trataba de someter a Cristo a sus criterios,
para alcanzar la virtud, a sus propios caminos, al proyecto hecho por ellos en el cual Dios
estaba de más. En efecto: allí donde el corazón humano rebalsa de egoísmo Dios
no tiene cabida alguna. No hay conversión posible en aquella generación “malvada y adúltera”.
La resurrección de Cristo,
luego de pasar tres días en el sepulcro, sería la señal decisiva por medio de
la cual los Apóstoles optarían por el camino propuesto por el Señor, asumiendo
la senda del martirio como trampolín
seguro para alcanzar la bienaventuranza eterna.
Cambiaron no sólo su manera de
vivir sino –también- de pensar,
alejándose de un falso moralismo y de
una vida pastoral teórica tan
verificable en los escribas cebados en el orgullo de su experticia bíblica que vivían pidiendo señales olvidando a Quien ya
estaba vivo en medio de ellos. ¡Viva Cristo Rey!
Padre Jaime Herrera Misa en
Basílica EE.UU
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