martes, 14 de julio de 2015

San Mateo XII, 38-42

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo XII, 38-42.

“Entonces le interpelaron algunos escribas y fariseos: «Maestro, queremos ver una señal hecha por ti.» Mas Él les respondió: « ¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. ¡Palabra del Señor!

Curso Catequesis Puerto Claro 2015
Si un día se nos invitase a una audiencia personal con el Papa, nos prepararíamos para esa cita y estaríamos muy atentos a todos los detalles. Pues bien, delante de nosotros tenemos al mismo Jesús. Lo encontramos en la Santa Eucaristía, en la Sagrada Escritura, en los siete sacramentos. Tenemos entre nosotros al Hijo de Dios. ¡Con qué reverencia, adoración, afecto y fervor debemos acercarnos a Él! Cuando acudamos a la Santa Misa, especialmente en el momento de la consagración, digamos: ¡Aquí hay alguien grande! ¡Aquí está Jesús conmigo! La conciencia de la grandeza de Dios nos ha de mover también a la conversión. Ese Dios que me ama, que murió por mí, me ofrece su gracia todos los días para que le corresponda y ame con todas mis fuerzas. El pensamiento de que un día seremos juzgados por este Dios que me da todo su amor no es una amenaza, tampoco es una verdad que ha de infundirme miedo o que me obligue a vivir asustado. No. Es una llamada a orientar nuestra libertad hacia aquello que nos hace verdaderamente santos.

Los Evangelios relatan treinta y siete milagros, de varios de los cuales fueron testigos los doctores de la ley, los biblistas de la época. Leprosos prodigiosamente sanados, el mar tempestuoso calmado, la expulsión de los demonios de algunos posesos. A pesar de la elocuente evidencia, se empecinaban en no creer en Jesucristo.
  Sacerdote Jaime Herrera Tunquén       

 En realidad,  aquellos no querían al Señor, no querían la salvación, no anhelaban la gratuidad de la gracia, se querían a sí mismos: era más importante la señal que el señalado; el esfuerzo personal que alcanzar el don de la santidad… se trataba de someter a Cristo a sus criterios, para alcanzar la virtud, a sus propios caminos,  al proyecto hecho por ellos en el cual Dios estaba de más. En efecto: allí donde el corazón humano rebalsa de egoísmo Dios no tiene cabida alguna. No hay conversión posible en aquella generación “malvada y adúltera”.


La resurrección de Cristo, luego de pasar tres días en el sepulcro, sería la señal decisiva por medio de la cual los Apóstoles optarían por el camino propuesto por el Señor, asumiendo la senda del martirio como trampolín seguro para alcanzar la bienaventuranza eterna.  Cambiaron  no sólo su manera de vivir sino –también-  de pensar, alejándose de un falso moralismo y de una vida pastoral teórica tan verificable en los escribas cebados en el orgullo de su experticia bíblica que vivían pidiendo señales olvidando a Quien ya estaba vivo en medio de ellos. ¡Viva Cristo Rey!

                    Padre Jaime Herrera Misa en Basílica  EE.UU


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