VIGÉSIMO OCTAVO DOMINGO / TIEMPO ORDINARIO / CICLO “B”.
1.
“Yo os aseguro: nadie que haya dejado
casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el
Evangelio, quedará sin recibir
el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos
y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, Vida Eterna”.
Padre Jaime Herrea |
La experiencia vivida
en la universidad de Upquala en Oregón hace unos días nos plantea un nuevo
cuestionamiento que va más allá de lo que incluso reconoció con dolor el primer
mandatario del país del norte en orden a que la muerte de inocentes productos
de disparos se había transformado en una
“costumbre”.
Pero en el caso que
recordamos hubo una variable inédita: el joven criminal preguntaba respecto de
qué religión profesaban los jóvenes, a los cuales, si reconocían a Cristo les daba un tiro en la
cabeza. El relato de los sobrevivientes nos hace recordar –vivamente- lo que
hemos leído en las persecuciones religiosas de distintas épocas de nuestra
Iglesia.
Aquellos jóvenes no
estaban en medio de un campo de batalla, ni estaban en condiciones de responder a una agresión injusta.
Simplemente, ese día estaban cumpliendo su deber diario de estudiar. Nada
presagiaba que deberían dar una respuesta que tendría consecuencias
definitivas, no se trataba de pasar de curso o de aprobar un examen: Era
reconocer públicamente a Jesucristo con el precio de su propia vida.
Y es que de algún modo como
católicos debemos estar preparados para el martirio, pues, ello, en nuestro tiempo, no es algo caduco sino
que está presente y eventualmente lo estará más extendido en el futuro. En
la actualidad, muchos creyentes por el hecho de portar un rosario en el Medio
Oriente hoy son crucificados; muchos por
anunciar a Cristo en China deben pasar el resto de su vida encarcelados en las
condiciones más inhumanas, en lugares donde el catolicismo hace poco sólo era
mirado con distancia e indiferencia, hoy
es manifiestamente observado con recelo y desprecio.
Urna de Santa María Goretti |
Es una realidad, el
Señor ha prometido dar el ciento por uno, pero “con persecuciones, luego la Vida Eterna”. No
hay atajos ni caminos: ni cortos, ni expeditos., ni facilitos, ni simplecitos. “Quien quiera seguirme tome su cruz y sígame”. “Cuando sea elevado sobre lo alto –de la Cruz- atraeré a todos hacia mí”.
No debemos dejarnos
cautivar por quienes promueven una
catolicismo facilito y simple, que es muy atractivo para una sociedad mediocre,
pero que no es el camino que el Señor recorrió y al que nos exhorta a su
seguimiento. Es preocupante que nuestra enseñanza
haga abstracción del martirio que finalmente es prueba de veracidad de su única
Iglesia.
Jesús en todo momento nos
invita a una vida exigente. Le dijo al joven: “vende todo
lo que tienes”, no le dice parte, ni lo que tú estimes necesario, ni lo
que se pueda requerir como necesidad ajena. Pide un desprendimiento total. En
el plano de los afectos nuestro Dios no anda con pequeñeces, es un Dios de la
radicalidad y del absoluto, que quiere una respuesta a la medida de quien es,
tal como lo leemos en el primer precepto del Decálogo : “Amaras al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con todo tu
ser, con toda tu alma”.
Nuestra catequesis
parroquial, nuestra educación religiosa escolar, nuestra formación moral impartida
a los jóvenes en la universidad , debe incluir la perspectiva del martirio y
dar a conocer el testimonio de tantos que han inmolado sus vidas en orden a
profesar la verdad de reconocer a Jesucristo como el único camino, verdad y
vida, por el cual vale la pena dedicar todo esfuerzo, y hacer todo sacrificio,
incluido el de -eventualmente- ofrecer
una vida que termina por la que no tiene fin porque es Eterna.
2.
“Maestro bueno, ¿qué he de hacer para
tener en herencia vida eterna?”
Como entonces, en la
actualidad, la pregunta hecha a nuestro Señor, por un joven resultó
sorprendente. La prisa y el afán no son elementos privativos del pasado. ¿Quién
dudaría que las realidades sobrenaturales y espirituales estén menospreciadas
en nuestros días? ¡Solo un extraterrestre podría decir lo contrario!
Para muchos la
“realidad” sólo consiste en lo tangible y en
aquello que se puede mirar, en
tanto que todo lo que diga relación con Vida Eterna resulta no sólo algo
distante sino ajeno a la vida humana. En el horizonte existencial de la
sociedad no ocupa espacio la trascendencia, sino que sólo parece primerear el materialismo.
El joven representa a
una minoría. Está interesado en el seguimiento de
Jesucristo, en alcanzar la Vida Eterna. Quizás esa pregunta hizo nacer
suspicacias, ironías y risas burlescas
en cuantos estaban a su alrededor.
Más Jesús se detuvo, y
con una atención no exenta de cariño le escuchó con afecto. ¡Cuánta necesidad
simplemente hay en nuestro tiempo de detenerse para oír lo que otro está
diciendo! Debemos crecer interiormente en dedicar no solo el tiempo
necesario sino en buscar la actitud más propicia para estar con quien lo
necesita y viene a nuestro encuentro. Parece ser que mientras más acceso
tenemos a los medios de comunicación, más nos alejamos de la vida de los demás.
Los monosílabos, las caritas del wasap, la escritura abreviada de internet, nos
muestran claramente que al hombre actual se le aplica un antiguo refrán: “quien mucho abarca poco aprieta”. Por
eso, las amistades actuales suelen ser eventuales, las relaciones humanas son
circunstanciales...los matrimonios son por un tiempo. Todo parece
proyectarse con un reloj en la mano, pues no hay tiempo para nada, tampoco para
nuestra amistad con Dios.
Jesús actúa de manera
distinta. Se ocupa en lo que le preocupa. Sin prisa
indebida, haciendo entender que lo que le están diciendo es importante, dando
lugar preferente al que lo requiere con urgencia, mirando a la cara no
ocultando su identidad, evitando recurrir a la burocracia de delegar respuestas
en terceras personas, facilitando el encuentro en un trato directo.
Debemos aprender del
Señor su estilo llano, evitando
aquellas indebidas tramitaciones. Nadie puede pedir audiencia para hablar en su
propio hogar, tampoco, para acercarse a
quien ha sido consagrado ministerialmente y vive los consejos del Evangelio en
una vida religiosa. La disponibilidad
debe ser un imperativo en nuestra vida como creyentes, sabiendo que quien sabe
escuchar a Dios no dejará de “darse
cuenta” y de atender diligentemente a quien requiere de un consejo, una
corrección, un incentivo, un espaldarazo. Nadie que viene a nosotros puede
alejarse sin una palabra y gesto de Cristo.
3.
“Se decían unos a otros: “Y ¿quién se podrá salvar?”.
A la pregunta inicial e individual, se suma ahora una comunitaria. No se
trata de qué hacer si no de quiénes se salvarán. La respuesta de Jesús es clara: y la han respondido los mártires a
lo largo dos milenios. El mismo día que los jóvenes estudiantes de Upquala
daban su vida reconociendo a Jesucristo, el cuerpo incorrupto de la mártir
italiana María Goretti era venerado en la ciudad de Nueva York en la Catedral
de Brooklyn.
Sacerdote Jaime Herrera G. |
Observando la urna de cristal, recordaba lo que aquella niña de doce años
nos enseñó hace casi un siglo atrás. Como sabemos, un joven, menor de edad, intentó
abusar de ella, mas no logrando su vil deseo, optó por dar catorce puñaladas,
las cuales dejaron en agonía a la pequeña durante un día, lo cual le permitió
rezar y repetir las palabras de perdón que rezaba en el padre nuestro: “perdona nuestras ofensas como perdonamos
a quienes nos ofenden”.
Luego de purgar su culpa por tres décadas, el asesino de María Goretti
regresó a su pueblo, buscó al Cura Párroco y fue atendido por la empleada de la
casa parroquial. Al no encontrar al sacerdote, le contó que había vivido allí y
lo que había hecho: ultimar a una pequeña…La sirvienta algo sorprendida y con gran
serenidad le dijo: ¡Soy la madre de esa niña! Y te he perdonado como mi hija lo
hizo antes de morir. Y, tomándolo del brazo lo presentó a los habitantes del
pueblo con la seguridad que nadie le haría nada si acaso ella -como madre- lo
había perdonado.
Pasó el tiempo, y el joven asesino, ya con años en su cuerpo se dedicó a
purgar su culpa llevando una vida ejemplar, con la ayuda de la oración, de la
caridad fraterna y de la penitencia.
Cuál sería mi sorpresa que al momento pasar la estampa de la mártir María
Goretti sobre esa urna de cristal, que contiene el cuerpo incorrupto de la
Santa, estaba también la imagen de su asesino cuyo proceso de santidad se ha
iniciado, con una oración de devoción privada para pedir su intercesión en el
cielo. Si, digámoslo claramente: ¡No es una plegaria para pedir por su
eterno descanso, sino para reconocer su poder de intercesión en el Cielo!
¿Qué lección sacamos de ello? Sin
duda una que refiere de la gran novedad del Santo Evangelio, y que da respuesta
hasta dónde llega el perdón de quien se reconoce como cristiano. Mientras que se alzan voces majaderas de
clamar venganza y sembrar rencor, repitiendo incesantemente “ni perdón ni olvido” nosotros
encontramos en el testimonio de Santa María Goretti una verdadera lección magistral
del perdón cristiano, que es capaz de vencer la mayor maldad humana, la cual, no posee el derecho a tener la última palabra
puesto que esa está reservada –exclusivamente- en los dictámenes de Dios, que
es tan plenamente justo como infinitamente misericordioso a la vez.
En este día queremos
detener nuestra mirada en un aspecto de lo que Jesús nos ha dicho: “dejar casas, padres hermanos, y Patria”
es algo que –ciertamente- requiere de gran espíritu de sacrificio, mas, el
Señor nos pide algo más: “dejándolo
todo”, implica saber abandonar los deseos de venganza, de odio, de rencor,
de una justicia que tiene sabor a venganza, todo lo cual hace que la vida de la
sociedad se vea crispada y el desarrollo integral de los pueblos se vea
mermado. El odio es infecundo: destruye y esteriliza.
Con acierto dirigía sus
enseñanzas el actual Romano Pontífice a los representantes del mundo entero
reunidos: “Se requiere más valor para mantener la paz que para declarar una
guerra”. Y, ¿Quién lo puede negar? Si vemos que una simple adolescente fue
capaz de dar el perdón gratuito a su victimario ganando con ello a la diabólica
espiral de la venganza.
Imploremos a Nuestra
Madre Santísima, como Refugio de los pecadores que nos obtenga la gracia de
expandir nuestro corazón ante la invitación hecha por Jesucristo en este día,
en especial, en orden a aprender a perdonar: diligente, total, y verdaderamente
las ofensas cometidas. ¡Viva Cristo Rey! Amén.
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