HOMILÍA DOMINGO / VIGÉSIMO SEXTO / CICLO “B”.
1.
“No
se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que
luego sea capaz de hablar mal de mí” (San Mateo IX, 39).
Padre Jaime Herrera en Fort Washington, U.S.A Septiembre 2015 |
Las lecturas de esta
semana nos hablan de una realidad que está presente casi permanentemente en
nuestra vida social, comunitaria y familiar. El Santo Evangelio responde a dilucidar
la tensión que muchas veces se constata entere las exigencias de la fidelidad
en relación a la virtud de la paciencia. Unos hablan de tolerancia y radicalidad.
Habitualmente se habla de tolerancia como la aceptación de un determinado
estilo de vida, de la anuencia a modos que en oportunidades van en contra de lo
que la Iglesia enseña y el sentido común nos indica. ¿Hasta qué punto podemos
ser fieles ¿Se puede ser tolerante ante
los pecados cometidos? ¿Se puede aceptar un estilo de vida disoluta? ¿Da lo
mismo?...
Padre Jaime Herrera con Patricia Maldonado |
“No
problema”: Es parte de la cultura del descarte de
la verdad. No hacerse problema es una actitud huidiza que evita dar a conocer la
verdad en toda su riqueza. Sólo se puede superar una división
cuando se reconocen las diferencias, sólo se puede tender la mano cuando se
asume que hay una dificultad. No inmiscuirse es el camino del cobarde y
egoísta.
“El
ghetismo”: Implica encerrase para no contaminarse con el
contacto de los demás. Un contacto que conlleva el desafío de redescubrir la
parte del vaso lleno que tiene quien está a nuestro lado más que lo que le
falta. La obra de misericordia de corregir al que no sabe es válida siempre. Quien
no corrige se hace cómplice culpable
de la condenación de su hermano, semejante a la de un médico que permanece -junto
a un enfermo moribundo- sin hacer nada, sin hablar, sin sanar, sin ayudar al
que con desesperación clama por una mejor atención. ¡No enseñar al que está
en el error es dejarle morir
espiritualmente!
“Haz
lo que quieras”: Es el camino fácil de desentenderse del
bien ajeno, buscando el bien personal sobre el de los demás. La tolerancia en
favor de un mal implica siempre una intolerancia a la verdad. El médico
debe sanar, el guardia debe cuidar, el maestro debe enseñar.
THE HAMPTONS FATHER
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Responder con lo que uno
ha recibido, para lo que se ha sido elegido, llamado y constituido, aunque ello implique
ser parte del signo de contradicción
respecto de los criterios, voluntades y deseos y sueños de cuantos se afanan en
alzar un mundo sin dios ni ley.
En cualquier parte del
mundo un miembro de un equipo de fútbol vestirá orgullosamente la camiseta de
su equipo favorito; en cualquier parte del mundo un hijo agradecido llevará
como el mayor honor el apellido de sus padres, cualquier empresa hace denodados
esfuerzos para dar a conocer su imagen corporativa al mayor número de personas,
entonces, ¿por qué razón los católicos vamos a ocultar nuestra condición,
nuestra identidad, nuestros signos, nuestro nombre? ¡Nunca nos avergoncemos de
Cristo ni de su Iglesia santa!
La persona, divina y humana de Jesucristo es
nuestra mayor grandeza. No, Cristo no
puede ser tratado como un extraterrestre que se le oculte, como Alf, aquel
personaje televisivo que se escondía cuando llegaban visitas con el fin de no importunarlas.
¡Cristo nunca inoportuna! Él siempre está de menos nunca de más en nuestra
vida.
Los discípulos cuando
salieron a la calle luego de haber permanecido en el cenáculo esperando la
venida del Espíritu Santo no los imaginamos tímidos al hablar o renuentes a
manifestar sus convicciones. Ellos hablaron de lo que vieron; la historia de sus
vidas tuvo un antes y un después desde que conocieron a Cristo, en
consecuencia, lejos de su espíritu más genuino el sostener una tolerancia con los errores que ocasiona
horrores. Digámoslo claramente: ¡Todo horror viene de un error cometido o
consentido!
En nuestra Patria la
sabiduría y el sentido común se suele expresar en el refranero. Uno de ellos
dice “más vale que sosobre, que fafalte”.
Si esto lo referimos a la fidelidad veremos que no se puede optar por buscar
solamente “algo” de fidelidad, no se
puede pretender ser “en parte” fiel,
sino que el anhelo debe ser mantenerse fiel de manera íntegra, sin dobleces ni
mezquindades.
La invitación que el
Señor nos hace en este día centra la mirada precisamente en la integridad de
nuestro actuar y en la convicción de nuestras opciones,
las cuales, -deben en todo momento ser
depuradas bajo el espíritu de discernimiento que sólo puede encontrarse -válidamente
enriquecido- a través de una plegaria confiada, humilde y perseverante.
Everton alrededor del mundo, U.S.A, Septiembre 2015 |
El Espíritu Santo sopla
en el corazón desde nuestro bautismo, y fortalece nuestra vida con sus siete
dones desde la confirmación. El mirar con ojos
de fe los acontecimientos no es algo que se dé espontáneamente, sino que
debe haber un ámbito en la vida nuestra
en la cual la manera de pensar y lo que se quiere se ordenen mutuamente. Es uno
mismo quien ama y quien conoce, por lo cual el Espíritu viene a dar “anchura”, “profundidad”, “centralidad” no
como una realidad ajena sino como quien resulta más cercano a nosotros de lo
que cada uno cree estarlo; a la vez que más íntimo a nosotros que nosotros
mismos.
Esta mirada
enriquecida, y aún más plenificada es la que tuvieron los apóstoles de Jesús, y
de la que participado cada santo a lo largo de la historia de la Iglesia. Han
sido almas grandes, profundas, cuya perspectiva converge y emerge desde el amor
de Dios hacia el amor a Dios.
Entonces supieron
incorporar con acierto a los nuevos discípulos, encomendaron la misión a quienes
a los primeros conversos. No les aminoró la debilidad de unos ni les deslumbraron
las virtudes de otros, más bien, supieron exigir a aquel que podía dar algo mas y no menospreciar al que
avanzaba lentamente. El común denominador es que la condición de bautizados lejos
de ser causa de soberbia resultaba ser un impulso renovado de mayor servicio.
Padre Jaime Herrera con matrimonio norteamericano |
Hermanos: Los
sacramentos del bautismo y la confirmación no son medallas que se ostentan sino que implican una mejor participación
con Dios, una cercanía que en todo momento llama y encamina al compromiso del
creyente, entonces, ser partícipe del Espíritu de Dios conlleva a participar
de la vida de Dios, no sólo como una promesa para ser cumplida en el futuro sino
como verdadero anticipo de una realidad anhelada.
2. “Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua
por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa” (San Marcos IX, 41).
Sólo una vez que hemos
visto quién es Cristo; y una vez que hemos asumido quién es cada uno, bajo la mirada de Dios, podemos descubrir qué –realmente-
es lo que el Señor espera de cada uno. No se trata de responder con un activismo filantrópico que gire por el humanitarismo, sino que, la actividad a la que somos convocados ha de
nacer y sostenerse desde el amor de Dios. ¡Él es la motivación de nuestras
obras y la razón de nuestra existencia!
Así, todo lo que no se
oponga a Cristo debe ser tenido en cuenta. En ocasiones, se suele menospreciar en los ámbitos del
apostolado la grandeza que encierra la vida cotidiana, haciendo una suerte de indebida
separación entre “lo pastoral” y la
vida común y corriente de cada día.
Para muchos el
apostolado termina quedando cautivo al interior de las cuatro paredes de los templos
y sólo allí parece tener permiso puede
manifestarse. Es el espíritu del
liberalismo el que esclaviza a Cristo en nuestras iglesias: Cristo en
la calle, Cristo, en la familia, Cristo en la educación; Cristo en el congreso;
Cristo en los hospitales; Cristo en el trabajo; Cristo en los regimientos;
Cristo en los campos. En realidad, para un creyente no hay realidad donde el
nombre y la persona de Jesucristo no pueda ser proclamado.
Santa Teresa de Ávila
decía con frecuencia que a Cristo también se le encuentra “entre las ollas”, con lo cual deseaba mostrar –como explícitamente
lo haría luego San Francisco de Sales- que nuestro apostolado debe expresarse
allí donde “nos movemos y existimos”. Si Cristo es Rey, entonces, lo ha de
ser en referencia a todo y en relación a todos. Nada que no sea plenamente de
Jesucristo puede ser menospreciado; en tanto que todo aquello que a Cristo le
importe dejara ser parte de nuestro
primer interés.
Las opciones del Señor Jesús
han de ser las nuestras; los caminos que transite el Señor han de guiar
nuestros pasos; en tanto que, donde el Corazón de Cristo anhele palpitar estará allí palpitando el
nuestro. ¡Viva Cristo Rey!
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