sábado, 26 de septiembre de 2015

Pues, que reine el Rey

 HOMILÍA DOMINGO / VIGÉSIMO SEXTO / CICLO “B”.

1.        “No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí” (San Mateo IX, 39).

Padre Jaime Herrera en Fort  Washington, U.S.A Septiembre 2015

Las lecturas de esta semana nos hablan de una realidad que está presente casi permanentemente en nuestra vida social, comunitaria y familiar. El Santo Evangelio responde a dilucidar la tensión que muchas veces se constata entere las exigencias de la fidelidad en relación a la virtud de la paciencia. Unos hablan de tolerancia y radicalidad. Habitualmente se habla de tolerancia como la aceptación de un determinado estilo de vida, de la anuencia a modos que en oportunidades van en contra de lo que la Iglesia enseña y el sentido común nos indica. ¿Hasta qué punto podemos ser fieles  ¿Se puede ser tolerante ante los pecados cometidos? ¿Se puede aceptar un estilo de vida disoluta? ¿Da lo mismo?...
Padre Jaime Herrera con Patricia Maldonado
“No problema”: Es parte de la cultura del descarte de la verdad. No hacerse problema es una actitud huidiza que evita dar a conocer la verdad en toda su riqueza. Sólo se puede superar una división cuando se reconocen las diferencias, sólo se puede tender la mano cuando se asume que hay una dificultad. No inmiscuirse es el camino del cobarde y egoísta.

“El ghetismo”: Implica encerrase para no contaminarse con el contacto de los demás. Un contacto que conlleva el desafío de redescubrir la parte del vaso lleno que tiene quien está a nuestro lado más que lo que le falta. La obra de misericordia de corregir al que no sabe es válida siempre. Quien no corrige se hace cómplice culpable de la condenación de su hermano, semejante a la de un médico que permanece -junto a un enfermo moribundo- sin hacer nada, sin hablar, sin sanar, sin ayudar al que con desesperación clama por una mejor atención. ¡No enseñar al que está en el error es  dejarle morir espiritualmente!

“Haz lo que quieras”: Es el camino fácil de desentenderse del bien ajeno, buscando el bien personal sobre el de los demás. La tolerancia en favor de un mal implica siempre una intolerancia a la verdad. El médico debe sanar, el guardia debe cuidar, el maestro debe enseñar.
  THE HAMPTONS FATHER          

Responder con lo que uno ha recibido, para lo que se ha sido elegido,  llamado y constituido, aunque ello implique ser parte del signo de contradicción respecto de los criterios, voluntades y deseos y sueños de cuantos se afanan en alzar  un mundo sin dios ni ley.

En cualquier parte del mundo un miembro de un equipo de fútbol vestirá orgullosamente la camiseta de su equipo favorito; en cualquier parte del mundo un hijo agradecido llevará como el mayor honor el apellido de sus padres, cualquier empresa hace denodados esfuerzos para dar a conocer su imagen corporativa al mayor número de personas, entonces, ¿por qué razón los católicos vamos a ocultar nuestra condición, nuestra identidad, nuestros signos,  nuestro nombre? ¡Nunca nos avergoncemos de Cristo ni de su Iglesia santa!

 La persona, divina y humana de Jesucristo es nuestra mayor grandeza. No,  Cristo no puede ser tratado como un extraterrestre que se le oculte, como Alf, aquel personaje televisivo que se escondía cuando llegaban visitas con el fin de no importunarlas. ¡Cristo nunca inoportuna! Él siempre está de menos nunca de más en nuestra vida.

Los discípulos cuando salieron a la calle luego de haber permanecido en el cenáculo esperando la venida del Espíritu Santo no los imaginamos tímidos al hablar o renuentes a manifestar sus convicciones. Ellos hablaron de lo que vieron; la historia de sus vidas tuvo un antes y un después desde que conocieron a Cristo, en consecuencia, lejos de su espíritu más genuino el sostener  una tolerancia con los errores que ocasiona horrores. Digámoslo claramente: ¡Todo horror viene de un error cometido o consentido!

En nuestra Patria la sabiduría y el sentido común se suele expresar en el refranero. Uno de ellos dice “más vale que sosobre, que fafalte”. Si esto lo referimos a la fidelidad veremos que no se puede optar por buscar solamente “algo” de fidelidad, no se puede pretender ser “en parte” fiel, sino que el anhelo debe ser mantenerse fiel de manera íntegra, sin dobleces ni mezquindades.

La invitación que el Señor nos hace en este día centra la mirada precisamente en la integridad de nuestro actuar y en la convicción de nuestras opciones, las cuales,  -deben en todo momento ser depuradas bajo el espíritu de discernimiento que sólo puede encontrarse -válidamente enriquecido- a través de una plegaria confiada, humilde y perseverante.
Everton alrededor del mundo, U.S.A, Septiembre 2015
El Espíritu Santo sopla en el corazón desde nuestro bautismo, y fortalece nuestra vida con sus siete dones desde la confirmación. El mirar con ojos de fe los acontecimientos no es algo que se dé espontáneamente, sino que debe haber  un ámbito en la vida nuestra en la cual la manera de pensar y lo que se quiere se ordenen mutuamente. Es uno mismo quien ama y quien conoce, por lo cual el Espíritu viene a dar “anchura”, “profundidad”, “centralidad” no como una realidad ajena sino como quien resulta más cercano a nosotros de lo que cada uno cree estarlo; a la vez que más íntimo a nosotros que nosotros mismos.

Esta mirada enriquecida, y aún más plenificada es la que tuvieron los apóstoles de Jesús, y de la que participado cada santo a lo largo de la historia de la Iglesia. Han sido almas grandes, profundas, cuya perspectiva converge y emerge desde el amor de Dios hacia el amor a Dios.

Entonces supieron incorporar con acierto a los nuevos discípulos, encomendaron la misión a quienes a los primeros conversos. No les aminoró la debilidad de unos ni les deslumbraron las virtudes de otros, más bien, supieron exigir a aquel que  podía dar algo mas y no menospreciar al que avanzaba lentamente. El común denominador es que la condición de bautizados lejos de ser causa de soberbia resultaba ser un impulso renovado de mayor servicio.

Padre Jaime Herrera con matrimonio norteamericano
Hermanos: Los sacramentos del bautismo y la confirmación no son medallas que se ostentan sino que implican una mejor participación con Dios, una cercanía que en todo momento llama y encamina al compromiso del creyente, entonces, ser partícipe del Espíritu de Dios conlleva a participar de la vida de Dios, no sólo como una promesa para ser cumplida en el futuro sino como verdadero anticipo de una realidad anhelada.
2.     “Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa” (San Marcos IX, 41).

Sólo una vez que hemos visto quién es Cristo; y una vez que hemos asumido quién es cada uno,  bajo la mirada de Dios, podemos descubrir qué –realmente- es lo que el Señor espera de cada uno. No se trata de responder con un activismo filantrópico que gire por el humanitarismo, sino que,  la actividad a la que somos convocados ha de nacer y sostenerse desde el amor de Dios. ¡Él es la motivación de nuestras obras y la razón de nuestra existencia!

Así, todo lo que no se oponga a Cristo debe ser tenido en cuenta.  En ocasiones,  se suele menospreciar en los ámbitos del apostolado la grandeza que encierra la vida cotidiana, haciendo una suerte de indebida separación entre “lo pastoral” y la vida común y corriente de cada día.

Para muchos el apostolado termina quedando cautivo al interior de las cuatro paredes de los templos y sólo allí parece tener permiso  puede manifestarse. Es el espíritu del liberalismo el que esclaviza a Cristo en nuestras iglesias: Cristo en la calle, Cristo, en la familia, Cristo en la educación; Cristo en el congreso; Cristo en los hospitales; Cristo en el trabajo; Cristo en los regimientos; Cristo en los campos. En realidad, para un creyente no hay realidad donde el nombre y la persona de Jesucristo no pueda ser proclamado.

Santa Teresa de Ávila decía con frecuencia que a Cristo también se le encuentra “entre las ollas”, con lo cual deseaba mostrar –como explícitamente lo haría luego San Francisco de Sales- que nuestro apostolado debe expresarse allí donde “nos movemos y existimos”. Si Cristo es Rey, entonces, lo ha de ser en referencia a todo y en relación a todos. Nada que no sea plenamente de Jesucristo puede ser menospreciado; en tanto que todo aquello que a Cristo le importe dejara ser  parte de nuestro primer interés.
Las opciones del Señor Jesús han de ser las nuestras; los caminos que transite el Señor han de guiar nuestros pasos; en tanto que, donde el Corazón de Cristo  anhele palpitar estará allí palpitando el nuestro. ¡Viva Cristo Rey!


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