miércoles, 23 de diciembre de 2015

Formación en la Misericordia

  VIGÉSIMA  MEDITACIÓN DEL MES DE MARÍA MACKAY 2015.

                          

En la escuela de Jesucristo la Virgen Madre es la formadora. Hay una diferencia ente “instruir” y “educar”: en el primer caso, se trata de entregar conocimientos que se desconocen, como una realidad extrínseca, que implicar “recibir algo”, en el caso de la educación implica permitir acceder a un conocimiento asumido como sacado de “uno mismo”. El instructor es muy diverso del formador, tal como no es comparable la misión de un “profesor”, en relación a la de un maestro. Nuestra Madre no es una “profesional” de la misericordia, sino una verdadera maestra en la formación de la misericordia en cada uno de sus hijos, de los cuales no tiene un estereotipo común a todos, sino que enseña –como madre verdadera- a la medida de cada uno el camino para una vida nueva en Cristo.
Hagan lo que Él les diga esa una frase que solo tiene un sentido: cumplan los mandamientos de Dios. Procurar ser fiel a Dios en el seguimiento de sus preceptos es de suyo un acto misericordioso, que derriba los límites de lo que se coloca al momento de conceder el perdón o  bien,  de  implorarlo.
Nuestra Madre de Misericordia nos enseña a amar de verdad:

a). Haciendo el bien a los que están cercanos. La caridad es ordenada, parte en casa no se detiene den ella. Las necesidades ajenas no pueden hacer olvidar aquellas evidentes que tenemos al interior de nuestros hogares en nuestras comunidades y en la sociedad a la que pertenecemos.

b). Perdonando diligentemente: Dar rápidamente vuelta la página. Si cada día tiene su afán no puede el anochecer encontrarnos enemistados. El rencor solo se nutre de la falta de un amor verdadero. Una vida superficial de fe es el aperitivo del odio. Es caldo de cultivo para la enemistad la falta de una vida espiritual coherente. La crispación social no se debe primordialmente tanto a los vaivenes económicos ni a la implementación de determinadas cartas magnas cuanto principalmente a la ausencia de Dios en el alma y en la vida social. 

c). No ofenderse de liviandades: Dios sabe de qué estamos hechos., conoce nuestra naturaleza. Se requiere de  una actitud permanente en esta materia. Ella sabe de perdón porque tuvo que hacerlo con quienes insultaron, apresaron, maltrataron y mataron a su hijo. De mucho más nos ha perdonado de lo que debemos perdonar, para ello es necesario no darse por ofendido por pequeñeces, María fue fuerte no solo para exigir lo que humanamente parecía justo sino para conceder lo que  era propia del cielo, el perdón misericordioso.
  
Hoy recordamos las palabras de Su Santidad, Juan Pablo II, el cual dijo de Nuestra; Madre Santísima: “Dirigimos nuestra mirada a María Santísima a la que hoy invocamos con el título dulcísimo de “Mater Misericordiae”. María es Madre de la Misericordia porque es la Madre de Jesús en el que Dios reveló al mundo su “corazón” rebosante de amor. La compasión de Dios por el hombre se comunicó al mundo precisamente mediante la maternidad de la Virgen María, iniciada en Nazaret por obra del Espíritu Santo, la maternidad de María culminó en el misterio pascual, cuando fue asociada íntimamente a la pasión, muerte y resurrección de su Hijo Divino. Al pie de la cruz la Virgen se convirtió en madre de los discípulos de Cristo, Madre de la Iglesia y de toda la humanidad Madre misericordia” (Regina Coeli, domingo 22 de Abril del 2001).

                           

De lo anterior entendemos que De todas las gracias que Dios pudo conceder a su Madre, la misericordia fue de las principales y primeras concedidas para que el mundo, en todas las generaciones la reconociera como  Bendita y Santa. Por esto, la Virgen es la única creatura capaz de un amor perfecto y puro sin atisbo de egoísmo desordenado. El nivel del amor misericordioso de la Virgen sería entonces el único capaz de ser objeto de la mirada preferencial del Buen Dios que  es la misericordia misma.

Imploramos: María, Madre de misericordia, cuida de todos para que no se haga inútil la cruz de Cristo, para que el hombre no pierda el camino del bien,  no pierda la conciencia de pecado y crezca en la esperanza en Dios, siempre rico en misericordia, para que haga libremente las buenas obras que Él le asignó y, de esta manera, toda su vida sea un himno a su gloria. Amen.
Un grupo importante de católicos en Chile, ha salido a la calle a mostrar la alegría de su condición bautismal, en tiempo donde muchos vacilan y enjuician a aquella institución, divina y humana instituida por Jesucristo que la llamó “mi Iglesia”. La misericordia nos invita a llevar el amor de Cristo a quienes más lo necesitan.


El amor debe darse “en lágrima” y “en canción”, es decir nacer desde lo más hondo del corazón y manifestarse como una melodía en las obras que sean fiel expresión de lo que anida en cada uno de nosotros al proclamar nuestra fe. Ante la mirada de María Santísima entendemos que ningún pecado del hombre puede cancelar la misericordia de Dios. ¡Viva Cristo Rey!

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