VIGÉSIMA MEDITACIÓN DEL MES DE MARÍA MACKAY 2015.
En la escuela de
Jesucristo la Virgen Madre es la formadora. Hay una diferencia ente “instruir”
y “educar”: en el primer caso, se trata de entregar conocimientos que se
desconocen, como una realidad extrínseca, que implicar “recibir algo”, en el
caso de la educación implica permitir acceder a un conocimiento asumido como
sacado de “uno mismo”. El instructor es muy diverso del formador, tal como no
es comparable la misión de un “profesor”, en relación a la de un maestro. Nuestra
Madre no es una “profesional” de la misericordia, sino una verdadera maestra en
la formación de la misericordia en cada uno de sus hijos, de los cuales no
tiene un estereotipo común a todos, sino que enseña –como madre verdadera- a la
medida de cada uno el camino para una vida nueva en Cristo.
Hagan lo que Él les
diga esa una frase que solo tiene un sentido: cumplan los mandamientos de Dios.
Procurar ser fiel a Dios en el seguimiento de sus preceptos es de suyo un acto
misericordioso, que derriba los límites de lo que se coloca al momento de
conceder el perdón o bien, de implorarlo.
Nuestra Madre de Misericordia
nos enseña a amar de verdad:
a).
Haciendo el bien a los que están cercanos. La caridad es ordenada,
parte en casa no se detiene den ella. Las necesidades ajenas no pueden hacer
olvidar aquellas evidentes que tenemos al interior de nuestros hogares en nuestras
comunidades y en la sociedad a la que pertenecemos.
b).
Perdonando diligentemente: Dar rápidamente vuelta la página.
Si cada día tiene su afán no puede el anochecer encontrarnos enemistados. El rencor
solo se nutre de la falta de un amor verdadero. Una vida superficial de fe es
el aperitivo del odio. Es caldo de cultivo para la enemistad la falta de una
vida espiritual coherente. La crispación social no se debe primordialmente
tanto a los vaivenes económicos ni a la implementación de determinadas cartas magnas
cuanto principalmente a la ausencia de Dios en el alma y en la vida social.
c).
No ofenderse de liviandades: Dios sabe de qué estamos hechos.,
conoce nuestra naturaleza. Se requiere de
una actitud permanente en esta materia. Ella sabe de perdón porque tuvo
que hacerlo con quienes insultaron, apresaron, maltrataron y mataron a su hijo.
De mucho más nos ha perdonado de lo que debemos perdonar, para ello es
necesario no darse por ofendido por pequeñeces, María fue fuerte no solo para
exigir lo que humanamente parecía justo sino para conceder lo que era propia del cielo, el perdón
misericordioso.
Hoy recordamos las
palabras de Su Santidad, Juan Pablo II, el cual dijo de Nuestra; Madre
Santísima: “Dirigimos nuestra mirada a
María Santísima a la que hoy invocamos con el título dulcísimo de “Mater
Misericordiae”. María es Madre de la Misericordia porque es la Madre de Jesús
en el que Dios reveló al mundo su “corazón” rebosante de amor. La compasión de
Dios por el hombre se comunicó al mundo precisamente mediante la maternidad de
la Virgen María, iniciada en Nazaret por obra del Espíritu Santo, la maternidad
de María culminó en el misterio pascual, cuando fue asociada íntimamente a la
pasión, muerte y resurrección de su Hijo Divino. Al pie de la cruz la Virgen se
convirtió en madre de los discípulos de Cristo, Madre de la Iglesia y de toda
la humanidad Madre misericordia” (Regina Coeli, domingo 22 de Abril del
2001).
De lo anterior
entendemos que De todas las gracias que Dios pudo conceder a su Madre, la
misericordia fue de las principales y primeras concedidas para que el mundo, en
todas las generaciones la reconociera como
Bendita y Santa. Por esto, la Virgen es la única creatura capaz de un amor
perfecto y puro sin atisbo de egoísmo desordenado. El nivel del amor
misericordioso de la Virgen sería entonces el único capaz de ser objeto de la
mirada preferencial del Buen Dios que es
la misericordia misma.
Imploramos: María,
Madre de misericordia, cuida de todos para que no se haga inútil la cruz de
Cristo, para que el hombre no pierda el camino del bien, no pierda la conciencia de pecado y crezca en
la esperanza en Dios, siempre rico en misericordia, para que haga libremente
las buenas obras que Él le asignó y, de esta manera, toda su vida sea un himno
a su gloria. Amen.
Un grupo importante de
católicos en Chile, ha salido a la calle a mostrar la alegría de su condición
bautismal, en tiempo donde muchos vacilan y enjuician a aquella institución,
divina y humana instituida por Jesucristo que la llamó “mi Iglesia”. La misericordia nos invita a llevar el amor de Cristo
a quienes más lo necesitan.
El amor debe darse “en lágrima” y “en canción”, es decir nacer desde lo más hondo del corazón y manifestarse
como una melodía en las obras que sean fiel expresión de lo que anida en cada
uno de nosotros al proclamar nuestra fe. Ante la mirada de María Santísima
entendemos que ningún pecado del hombre puede cancelar la misericordia de Dios.
¡Viva Cristo Rey!
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