viernes, 25 de diciembre de 2015

Salvados por Cristo Luz del Mundo

 SOLEMNIDAD  NATIVIDAD DEL SEÑOR AÑO 2015.

Una alegría nos ha nacido, el Mesías, el Señor está junto a nosotros. Los sones que el Coro tocaba antes de la Santa Misa nos colocaba en una curiosa novedad respecto del origen del burrito que llevó a la Virgen María hacia Belén, al decir que el burrito era oriundo de La Habana...porque la canción decía “que mi burrito es Habanero y va camino de Belén”.

Pesebre de la Parroquia de Nuestra Señora de Puerto Claro
    La realidad que encierra el pesebre de manera misteriosa se abre gradualmente a todos a quienes están a su alrededor. Así,  pedagógicamente lo celebra la Iglesia en su liturgia, así,  lo percibimos en nuestro corazón, y así, lo devela la sociedad, que no parece impermeable ante el poder del anuncio de este día preclaro.

En los más recónditos lugares de la tierra el anhelo por buscar a Dios se hace celebración de la más diversa manera:  En aquellos pueblos donde la fe ha sido proscrita por decreto,  en aquellas naciones donde la persecución resulta bestial en nuestros días, en tantos hogares donde el nombre de Cristo y su Iglesia parecen estar proscritos el resto de los días, en estos días del nacimiento de Jesucristo todo parece cubrirse de un espíritu nuevo, aun no plenamente descifrable para quienes procuran dar respuesta a las interrogantes de su vida humana. ¿De dónde vengo?, ¿hacia dónde vamos?, ¿cuál es el proyecto para nuestra vida? Nuestra vocación esencial, fue descrita con precisión por el gran santo de Hipona: “Nos hiciste para ti Señor, e inquieto está nuestro corazón mientras no descanse en Ti”  (San Agustín).

Todo esto tiene respuesta definitiva en este noche y al despuntar el alba, ante la evidencia de un recién nacido, cuyo advenimiento, marca un antes y un después. De dos almas contemplativas en aquella pesebrera, la de su madre virginal y su padre custodio,  a la cual,  prontamente se sumarían reyes y pastores, las generaciones interrumpidas hasta nuestros días han descubierto que la duda no tiene la última palabra.

El hombre puede padecer por un tiempo de la incertidumbre  y eventualmente,  sumergirse en profundas crisis, pero no es ese el  camino establecido por Dios para nuestra vida sino que,  por medio del don de la fe caminamos por la vida con la certeza de un Dios –nacido en este día- que está presente en medio nuestro.
Mas, la presencia del Señor no es como la de un cazador que nos busca sorprender para eliminarnos, ni es como la de un exclusivo juez leguleyo que se dedica a sentenciar, ni una presencia como la de un comerciante que busca convencer…No, no. Dios no nos ve como presa, ni como reo, ni como mercancía, Él nos ha creado para ser sus hijos, y nos mira desde el sacramento del  bautismo como un padre.
La certeza de la vocación al amor verdadero cual es: que Dios nos ama y que amamos a Dios, nos hace ver la luz en medio de la obscuridad, presente en nuestro mundo,  en ocasiones demasiado evidente, y que no permanece oculta en nuestra alma en virtud de tantas actitudes, pensamientos, y proyectos que reniegan de hecho al acto de “mirar la luz” que nos es dada en esta Nochebuena,  prefiriendo permanecer en tinieblas y las sombras de muerte.

En efecto, la sociedad actual  no deja de presentar atractivos sucedáneos de felicidad  y de proporcionarnos múltiples  ilusiones de verdades que terminan   cautivando nuestro corazón y oscureciendo nuestra inteligencia.

Lo anterior, por cierto, hace que de la incertidumbre pacemos a la duda;  de la duda  se transita a la suspicacia; y de la suspicacia se progresa a renegar. Quien ha recibido la verdad de Dios no tiene derecho a seguir sumergido en la duda. El error no tiene derechos, la mentira no tiene derecho, ni las crisis tienen carta de ciudadanía de nuestra vida, sólo la tiene la primacía del amor a Dios y la primacía del amor de Dios.
Entonces, así podemos comprender lo dicho por el Evangelista: “Dios es luz sin tiniebla alguna” (1 San Juan I, 5).

En este día, constatamos que la salvación que nos es dada hoy se asemeja a la luz. Esta,  tiene dos características muy especiales: descubre cada recoveco a medida que se va imponiendo. Y nada queda oculto ante su presencia. 

Por esto, nuestro Señor, es un Dios conocedor de nuestra intimidad, de hecho “es más íntimo a nosotros” de lo que creemos serlo cada uno. ¡Nos conoce perfectamente! Por esto, Él  sabe qué necesitamos, qué está de más.

Cristo es “el amor hecho carne” ha dicho el actual Pontífice.  No es un  ideal al que tendemos, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros.

Por ello, desde la encarnación el misterio del hombre hace que toda su historia sea historia de salvación, no habiendo recovecos en la cual  la supuesta autonomía del hombre no deje espacio a la gracia multiforme de Dios. Por lo que, con toda claridad diremos que: sólo o reina Cristo o reina cualquiera, y evidentemente, en caso que no sea nuestro Dios quien “primeree” lo hará el poder de las tinieblas.

Una estrella guio a los Tres Reyes venidos de Oriente en este día. Una luz irradió desde el pesebre llamando a los humildes pastores de Belén. Unos y otros, con su sabiduría y simpleza, con sus conocimientos y carencias, acudieron presurosos y constataron la promesa cumplida del Mesías esperado por generaciones: El Dios omnipotente que se hace débil; el Dios todopoderoso que se hace necesitado, para que quienes nada somos seamos todo en El.

Esto nos hace descubrir que la vivencia de la misericordia sea como una nueva creación, pues la vivencia de la caridad fraterna hace presente a Jesucristo quien en su Espíritu “hace nuevas todas las cosas”. Nuestro mundo, la sociedad en que vivimos parece naufragar por todas partes. Una vez más verificamos que la oportunidad de cambiarlo está en medio de aquel establo: en manos de un recién nacido, en manos de Jesucristo.

Imploremos a María Santísima a que nos conceda la gracia de poder recibir a Jesús en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra sociedad, para que vencidas las tinieblas y oscuridades resplandezca en todas partes y en todo nuestro ser el esplendor de la verdad de Jesucristo que ha nacido en Belén hoy. ¡Viva Cristo Rey ¡

         Padre Jaime Herrera González, Cura Párroco de Puerto Claro, Chile.



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