PALABRAS DE BENEDICTO XVI, PAPA emeritus 2017.
"AUNQUE A VECES LA BARCA
ESTÁ A PUNTO DE ZOZOBRAR".
En estas horas en las que la Iglesia de Colonia y los
creyentes de todas partes se despiden del cardenal Joachim Meisner, también yo
estoy con ellos en mi corazón y en mi mente y por eso cumplo con agrado el
deseo del cardenal Woelki de dirigirles a ustedes unas palabras de reflexión.
Cuando el miércoles pasado me llegó por teléfono la
noticia del fallecimiento del cardenal Meisner, mi primera reacción fue de
incredulidad, ya que el día anterior habíamos hablado por teléfono. A
través de su voz resonaba el agradecimiento por el hecho que ahora estaba de
vacaciones, luego de haber participado el domingo anterior en la beatificación
del obispo Teofilius Martulionis, en Vilna.
El amor a
las Iglesias en los países vecinos del Este que habían sufrido bajo la persecución
comunista, así como el agradecimiento por el haberse mantenido firmes durante
los padecimientos de esa época lo marcaron a lo largo de su vida. Por eso no es casual que la última visita en su
vida fue para rendir homenaje a uno de los confesores de la fe en esos países.
Lo que me impresionó especialmente en la última
conversación con el fallecido cardenal fue la serenidad sosegada, la alegría
interior y la confianza que él había encontrado. Sabemos que para él,
pastor y cura apasionado, fue difícil dejar su oficio, justamente en una época en la Iglesia necesita en forma especialmente apremiante pastores
convincentes que resistan la dictadura del espíritu de la época y vivan y
piensen decididamente la fe.
Pero mucho más me conmovió percibir que en este último período de su vida él
había aprendido a soltarse y vivía cada vez más de la profunda certeza que el
Señor no abandona a su Iglesia, aunque a
veces la barca está a punto de zozobrar.
En el último tiempo hubo dos cosas que lo dejaban cada
vez más contento y convencido: Por un lado, me contaba una y otra vez cómo
lo llenaba de una alegría profunda experimentar en el sacramento de la
penitencia la forma en que justamente hombres jóvenes –ante todo también
varones jóvenes- viven la gracia del perdón –el regalo de haber encontrado
realmente la vida que sólo Dios puede darles.
Por otro lado, lo que lo conmovía y alegraba era el silencioso crecimiento de la adoración
eucarística. En la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia éste fue
para él un punto central: que haya adoración, un silencio en el que sólo el
Señor habla a los corazones. Algunos expertos en pastoral y en liturgia
opinaban que no se puede alcanzar un silencio tal si se contempla al Señor en
medio de una cantidad tan enorme de personas. Algunos opinaban también que la
adoración eucarística como tal está superada desde el momento en que el Señor
quiere ser recibido en el pan eucarístico y no quiere ser mirado. Pero no se
puede comer este pan como cualquier alimento y “recibir” al Señor en el
sacramento eucarístico reclama todas las dimensiones de nuestra existencia… que
el recibir debe ser adoración se ha vuelto mientras tanto muy claro. Así el momento de la
adoración eucarística en la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia se
convirtió en un acontecimiento interior que no sólo fue inolvidable para el
cardenal: para él este momento se mantuvo siempre presente y se convirtió para
él en una gran luz.
Cuando en su última mañana el cardenal Meisner no
apareció en la Misa fue encontrado muerto en su habitación. El Breviario se
había escurrido de sus manos: él
falleció rezando, a los ojos del Señor, en diálogo con el Señor. El modo de
morir que le fue concedido señala una vez más cómo él vivió: a los ojos del
Señor y en diálogo con él. Por eso podemos encomendar confiados su
alma a la bondad de Dios.
Señor, te damos gracias por el testimonio de tu siervo
Joachim. Permítele ser ahora
intercesor para tu Iglesia de Colonia y para todo el mundo.
¡Requiescat in pace!
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