HOMILÍA DÍA DE LA MADRE / MAYO
DEL
2018.
En medio de las
celebraciones de este tiempo pascual, nos reunimos para celebrar el Día de la
Madre, que coincide –en esta oportunidad- providencialmente con la Festividad de Nuestra
Señora de Fátima, cuya imagen hoy luce especialmente engalanada, toda vez que
hace ciento un años atrás se apareció en la localidad de Cova de Iría en la aldea
de Fátima (en Portugal) a tres niños: Francisco, Jacinta y Lucía. Ellos un día vieron
sobre el tronco de una encina, la imagen de la Virgen lo cual les cambió la
vida de una vez para siempre.
PARROQUIA PUERTO CLARO |
Como San Pablo ante Jesús
camino a Damasco, los niños ante la Virgen en Fátima tuvieron un cambio de
vida, que pasado un siglo está plenamente vigente para quien desea ir a Jesús
por medio de María.
1. La Madre en la formación espiritual y
moral.
La Santísima Virgen les
muestra una visión de cómo sufren los condenados al infierno, ello sólo lo hace
luego de haberles instruido convenientemente sobre la bienaventuranza prometida
que alcanzarían al estar en el Cielo. Esa Promesa les hizo sobreponerse al
horror y pavor que les dio aquella fuerte imagen.
Vemos con ello cómo la
Virgen ejerce un aspecto del don de la maternidad advirtiendo y “rayando bien la cancha” a sus hijos
predilectos a los cuales escogió para manifestarse. Exigida por la
misericordia que lleva a practicar la obra de misericordia de enseñar al que no
sabe y corregir al que yerra, como niños aun, pero con un alma adulta para conocer lo referente
a la salvación, les hizo tomar conciencia del riesgo de condenarse y de la
grandeza de estar con Dios, no ya por un tiempo limitado sino para siempre.
En la actualidad, con no
poca frecuencia se confunde la bondad
con la complicidad; la exigencia con la dureza; la cercanía con la tibieza;
olvidando que la mayor grandeza de la mujer que ha recibido el don de la
maternidad es ser el rostro visible de
Dios que, por cierto, va más allá de una
amistad.
Por desgracia, muchas
teorías favorables a la empatía terminan sepultadas por un silencio
conformista al momento de exigir, de
promover, de corregir que son funciones propias de una madre. ¿Quién mejor
que ella pueda saber dónde acentuar los aspectos referidos a la formación
espiritual y moral en los hijos?
CERRO TORO VALPARAÍSO CHILE |
2. Fortalecer la voluntad y el espíritu de
sacrificio.
Un segundo aspecto, es
que la perdida de la fe constituye un mal mayor que cualquier holocausto
nuclear, pues la muerte muerta es
para siempre estar al margen de Dios y la muerte que conduce a la Vida es un
paso para permanecer junto a Él siempre.
Las “llamas extendidas por el mundo entero” que les dijo la Virgen
María a los tres niños videntes, según refiere el tercer secreto, no son sino
el ardor, la angustia y el hambre que padece un mundo alzado al margen de Dios,
que no acaba de descubrir que la única seguridad y la más segura confianza sólo
tienen su fundamento en buscar, encontrar y amar a Dios y su obra. Sin
duda, la Virgen Santísima invita a hacer “penitencia” y “oración” con el
fin que, por medio de una seria vida espiritual, cada hijo de la Iglesia crezca en virtud, en
perfección y en santidad, lo cual toda madre que ama a sus hijos anhela sobre
todas las cosas.
El éxito profesional, la
realización personal, la salud individual son elementos muy importantes, pero son
medios que no nos pueden hacer olvidar que habiendo sido creados por Dios,
nuestro “corazón estará e inquieto
mientras no descanse en Dios” (San Agustín de Hipona). ¡Ahí está nuestra
felicidad!
Las madres son las que
mejor comprenden aquella pregunta que un día hizo Nuestro Señor: “¿De qué le sirve al hombre ganar al mundo
entero si pierde su alma? (San Mateo XVI, 26). Los
poderes del hombre nunca sobrepasarán la omnipotencia divina,
por tanto, el espíritu de sacrificio las
madres lo pueden enseñar en primera persona porque nadie mejor que ellas saben
lo que implica llevar en su vientre durante nueve meses a su hijo, al
cual, no sin dolor, dan a luz para luego, cobijarle entre sus brazos y corazón.
En la actualidad todo se
quiere obtener de manera “rápida y fácil”, extendiendo la
gratuidad incluso al plano moral y espiritual,
con lo que se termina no valorando lo que ningún esfuerzo ha costado
obtener, por eso se deprecia con ligereza aquello que gratuitamente se ha
recibido.
Aquí las madres tienen
un papel insustituible en orden a incentivar con ternura el espíritu de
sacrificio de sus hijos, lo cual les servirá para -en el futuro- sobreponerse a
la crudeza y desafíos que implica la vida.
Por esto, la Virgen María
les dijo a los niños de Fátima: “Haced
penitencia”, aprendiendo a ofrecer a Dios todos padecimientos los cuales “completan los sufrimientos de Cristo en la
cruz para bien de su cuerpo que es la Iglesia” (Colosenses
I, 24-28)). Los niños deben saber que las cosas que más
valen en la vida son aquellas que más ha
costado obtener.
En todo plano en que
estemos: Escolar, deportivo, amistoso, y afectivo, terminamos descubriendo que: la nota más valiosa
obtenida es la que más horas de estudio implicó, que el partido más recordado
fue el que más esfuerzo nos exigió, que las amistades más valoradas son las
probadas en medio de la dificultad, y que el amor más deseado fue el que más
costó conquistar.
PADRE JAIME HERRERA 2018 |
2. Fomentar la devoción a la Virgen
María.
La devoción profesada a
Nuestra Madre del Cielo va de la mano con el acto de fe dado a Jesucristo:
Quien de verdad acepta a Cristo no puede depreciar ni ocultar el amor que Jesús
prodigó hacia la Virgen Madre, por lo que la
imitación de Cristo pasa necesariamente
por reconocer las grandezas de la Virgen y en recibirla en el corazón de
nuestros hogares y comunidades, tal como aconteció en el Calvario: “Hijo ahí tienes a tu Madre…y desde aquella
hora el discípulo la recibió en su hogar” (San Juan XIX, 27).
Sin duda, tras aquel
acto de piedad estaba como preanunciada toda la Iglesia en toda época, que
–ahora- en Fátima pedía a los niños la devoción a su Corazón Inmaculado, la
consagración de las naciones –especialmente de Rusia- y del mundo a la Virgen,
y la comunión reparadora los primeros sábados de cada mes, todo lo cual podemos
hacerlo por medio del engaste del
Cielo como es el rezo del Santo Rosario. El Papa Juan Pablo II al ser consultado
sobre los misterios de Fátima en 1980, respondió que no cediéramos a la
tentación del sensacionalismo y curiosidad malsana, para lo cual tomando un
rosario en sus manos señaló: “Aquí está
el remedio contra este mal, ore, ore, no pida nada más”.
Hoy, cada madre presente
recibe un santo rosario de regalo como testimonio del amor que tenemos a
cada una de ellas por la delicadeza y entrega irrestricta de su amor, a todo
evento, el cual nos ha permitido develar en sus enseñanzas y acciones el rostro
del Buen Dios. Sin duda, quien mejor interpreta la voluntad de Dios para
un hijo es “la madre que tiene algo de
Dios por la inmensidad de su amor y mucho de ángel por la delicadeza de sus
cuidados”. ¡Que Viva Cristo
Rey!”.
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