TEMA
: “DEL INVIERNO A LA PRIMAVERA DE LA FE”.
FECHA: HOMILÍA FESTIVIDAD
PATRONAL PUERTO CLARO 2019
Queridos
hermanos: El hecho de estar celebrando la fiesta Patronal de nuestra Parroquia
es a causa de recordar que el Evangelio y la Cruz llegaron a nuestro
continente acompañados por la devoción de un pueblo donde el amor hacia la
Virgen es algo esencial, habida consideración que la primera aparición
reconocida por la Iglesia de la Virgen luego de ser asunta en cuerpo y alma a
los cielos se presentó ante el apóstol Santiago el año 42 después de Cristo.
Desde
entonces hasta nuestros días la piedad mariana ha sido una huella
identificadora del mundo creyente, por lo que incluso en los momentos de
mayor crisis e incertidumbre el pueblo de
Dios no ha dejado de contar con la presencia y protección de la Virgen,
por lo cual, pasados los crudos
inviernos de la incredulidad a lo largo de la historia, llega la primavera que ha sido anunciada por
la alborada de la presencia de la Virgen
como Maestra y Madre.
Guerras,
herejías, cismas, inmoralidades, y
múltiples persecuciones no han sido
capaces ni lo serán de doblar la mano a lo que Cristo prometió a Pedro:
“El poder del mal no prevalecerá en contra
de ti”, lo que implica que nunca cederá ante el mal pero ello, no implica el hecho de ser tentados y
zarandeados fuertemente en sus convicciones y certezas. La impecabilidad
doctrinal no va siempre por la misma vereda del que la anuncia: un pecador
si puede decir la verdad de Dios. Sin duda, es deseable y la historia de dos
milenios suele ratificarlo, que quien está llamado a “confirmar en la fe a sus hermanos” lleve una vida santa y ejemplar
muchas veces, no olvidando que fue el propio Simón Pedro quien negó a Cristo en
tres oportunidades…”No lo conozco”…”No sé
quién es”…”No lo he visto”.
Hace
unas horas iniciamos el tiempo de la primavera. De algún modo, hasta la misma naturaleza parece ilustrar la verdad
que, - luego del frio invierno cede al esplendor, de modo similar-, la aguda crisis al interior de la Iglesia
que vivimos en las últimas décadas, cuya existencia no es exclusiva en
ella, toda vez que se percibe –también- en
el resto de la sociedad, ha de ser superada con la presencia de la Virgen
María, verdadera Primavera de la fe para la Iglesia y el mundo.
En
efecto, Ella es experta en “dificultades”, pues como una madre busca todos
los medios para ir en auxilio de todas las necesidades de cada uno de sus
hijos, deducimos que, si la Virgen pudo anticipar
el primer milagro de Jesús y solucionar el drama que vivía una familia en Cana
de Galilea, ¿Cuánto más no podrá Ella obtener de su hijo y Dios ahora que
está en el Cielo como Reina del Universo? A este respecto escribió San
Bernardo: “Jamás se ha oído decir que
ninguno de los que ha recurrido a tu protección, implorando tu auxilio haya
sido desamparado”.
La
llama humeante de la fe en nuestra Patria, cuyo mes celebramos, se acrecienta
de modo misterioso por la piedad mariana, por lo que muchas gracias y
bendiciones devienen de Cristo a quienes son devotos cariñosos de su madre. ¡Nada
niega Jesús a María! y todo lo concede con rapidez al que implora confiada,
cariñosa y humildemente a aquella que desde la Cruz invitó: “Mujer he ahí a tu hijo”, a lo cual
respondió el discípulo llevándola a su casa, lo que la tradición y
magisterio han visto a toda la Iglesia.
Para
nuestra Sede Parroquial el Mes de Septiembre encierra momentos de mucha esperanza,
por ser el mes del año litúrgico que contiene más celebraciones votivas en
honor a la Santísima Virgen.
Si
el viejo continente honra a la Madre de Dios durante Mayo y en nuestra Patria
lo hacemos en Noviembre, la liturgia de nuestra Iglesia, que es celebración de
lo que creemos, lo hace en este Mes, por lo que el día de Nuestra Señora de las
Mercedes de Puerto Claro, se suma a la Natividad, a la de María Reina del
Universo, al Dulce Nombre de María, al de Nuestra Señora de los Dolores, y a la
Solemnidad externa de la Virgen del Carmen.
Como
miembros de la única Iglesia verdadera, injertados
por medio del sacramento bautismal -necesario
para alcanzar la salvación- estamos llamados a dar razón de nuestra condición
de hijos de Dios y de la Iglesia en una cultura crecientemente secularizada,
la cual, inexorablemente parece
precipitarse por el derrotero de la incredulidad con consecuencias que nos
resultan impensables de momento.
Lo
anterior, lejos de aminorar nuestros esfuerzos de apostolado, a los creyentes
nos devela que es la hora que el mundo “que
camina en tinieblas” vea el esplendor de la verdad en la persona de
Cristo, que da respuesta definitiva a toda inquietud del hombre, de las
comunidades y de nuestra Iglesia. ¡No somos mendigos de verdades! ¡No podemos
dejarnos seducir por la pretensión de superponer otras salvaciones a la única que nos ha dado y es Jesucristo!, quien,
ayer, hoy y siempre, es el Camino, la
Verdad y la Vida.
Entendámoslo
claramente: Una “Iglesia en salida”
es aquella que tiene hambre de salvar
almas para Cristo, que tiene sed de
beber la sabiduría de la tradición y el Magisterio perenne, y que no olvida la fantasía propia de ser un alma que
guiada por el amor a Dios, lo procura exteriorizar
en el amor al prójimo, dando al ser católico una identidad que el mundo
inmerso en la oscuridad, puede ver como faro seguro al que seguir y una piedra
sólida donde apoyarse en medio de esta verdadera dictadura del relativismo
moral, religioso y político.
Con
la fuerza sacada de la Comunión frecuente, con el Evangelio en la mano, es
necesario en esta Fiesta Patronal hacer presente la vigencia de la tentación
neopelagiana que niega toda evangelización sustituyendo la gracia por cualquier baratija que implique el olvido de Dios.
Esto
se ve en algunos párrafos del instrumento de trabajo en vistas al Sínodo de las
Amazonas a realizarse en Octubre próximo. Si el 85 % hoy es evangélico en esa
región es porque nuestra Iglesia Católica no cumplió su misión por dejarse
llevar por los postulados de la denominada Teología de Liberación, que optó por
una promoción social sin Cristo. Y, sabemos que las buenas practicas no
son necesariamente signo o fruto de una verdadera conversión que deviene de la
fe que sí salva, que sí redime, que sí sana la pobreza espiritual y material.
Un
párrafo especial constituye el tema del sacerdocio. Nuestra diócesis recordará
la fundación del Pontificio Seminario Mayor San Rafael en cinco días más con
sólo cinco seminaristas mayores, toda
vez que en los cinco últimos años no ha
ingresado ninguno. Sí, es un drama, signo elocuente de una crisis feroz, que
como creyentes sentimos como un severo llamado de atención del Señor que
concede vocaciones con generosidad pero que la incredulidad y superficialidad
del liberacionismo eclesial y teológico
sofoca aquí en Chile y en el Amazonas.
Hace
medio milenio se discutía en el viejo continente respecto si podía haber sacerdotes nativos de América
porque no estaban facultados para la vida celibataria. Luego de quinientos
años, se vuelve a discutir lo mismo y se dan soluciones desde el viejo
continente que convergen en menospreciar la capacidad del clero en América en
orden a tener suficientes sacerdotes célibes por lo cual, se quiere liberalizar el don que Dios concede
a su Iglesia, como figura y anuncio del amor de Jesucristo.
El
sacerdocio no es sólo un servicio, no es sólo un trabajo, no es sólo una
misión, sino que primero y sobre todo es una configuración con Jesucristo
Sacerdote, que vivió célibemente, y que llamó a cada uno de sus apóstoles a
vivir célibemente, que nació de un célibe padre adoptivo, que tuvo un primo
–Juan Bautista que practicó y predicó el celibato, realidad que inequívocamente
ha sido vivida desde su fundación al interior de nuestra Iglesia.
Siempre
recordemos que el sacerdocio es un don, y el celibato es un don que se
confiere para su ejercicio ministerial, por lo que nadie puede abrogarse el
derecho a ser sacerdote, tampoco una comunidad puede pretender “elegir” al sacerdote ni el estilo de vida
que éste ha de llevar. Los carismas en nuestra Iglesia se reconocen a la
luz de la fe no por medio de encuestas ni sujeto a votaciones toda vez que es
menester “obedecer la voz de Dios antes
que las de los hombres”.
En
ninguna circunstancia la falta de sacerdotes puede ser tomada como
justificación válida para desfigurar las palabras y el estilo de vida que
Cristo vivió y pide vivir a cada uno de sus sacerdotes, particularmente por
medio del celibato que es un tesoro de la Iglesia que trae múltiples
bendiciones y nunca es causa en sí de eventuales infidelidades
Contra
todo lo que se nos pueda presentar como imposible e irrevocable, tenemos al “Dios de los imposibles”, porque cuatro
milenios de fidelidad con su pueblo elegido, ha mostrado que somos discípulos de
Cristo resucitado, causa de toda
esperanza, especialmente en los gélidos tiempos del invierno que Dios nos
permite superar año con una nueva estación, lo cual vemos que luego de cada
época álgida respecto de la fe, donde la
relajación de las costumbres parecía insalvable, ha sido -no sin la
intervención de la Virgen María- donde el mundo entero ha logrado salir del pozo del pecado extendido en la
sociedad, por la particular intervención de la Virgen, a la que honramos
nuevamente como Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro ¡Que Viva Cristo
Rey!.
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