domingo, 31 de enero de 2021

 

TEMA  :     “AL SERVICIO HUMILDE DEL DIOS VERDADERO”.

FECHA: HOMILÍA CUARTO DOMINGO / TIEMPO ORDINARIO 2021

Queridos hermanos: llegamos a la cuarta semana del tiempo ordinario de nuestro Año Litúrgico. Hemos visto los primeros convocados al seguimiento como discípulos que hizo nuestro Señor. Luego de una oración, Jesús va llamando a cada uno por su nombre, y en algunos casos, por medio del testimonio y gozo contagioso de los propios hermanos, como es el caso de los hermanos: Simón (Pedro) y Andrés, como de Santiago y Juan. A pesar de estar inmersos en sus trabajos y acompañando a los suyos, asumieron de inmediato como prioridad dar respuesta favorable a la invitación de Jesús por lo que “dejándolo todo fueron tras Él”.

Esta semana el Santo Evangelio nos lleva nuevamente a las orillas de un lago.

La ciudad de Cafarnaúm era, por aquellos años, un lugar donde Jesús se instalará luego de dejar la localidad de Nazaret donde vivió treinta años junto a su padre y su madre.  Era un poblado ubicado  a orillas del Mar de Galilea, próspera –los exégetas lo señalan como de “clase media”- donde residían varios de los primeros Apóstoles, cuyo oficio de pescador era el común denominador de la mayoría de ellos.

No era inhabitual que Jesús ingresara a una sinagoga, toda vez que varios episodios del relato de su vida en los evangelios acontecen en su interior y alrededores. En algunos casos realizó notables milagros, tal como es el que acabamos de escuchar donde libera a un poseso de las amarras de Satanás, aun que en otras ocasiones, sirva ello de advertencia clara para nosotros,  el mismo Jesucristo no hizo nada a causa de la falta de fe de ellos, tal como aconteció en la Sinagoga de Nazaret (San Marcos VI, 1-6).  

Los fariseos considerarían a Jesús como la “encarnación” de un sacrilegio por oponerse a sus modos, a sus creencias y a sus costumbres. Son muchos los ejemplos del enfrentamiento que hubo, el cual,  sólo terminó en el signo elocuente del  castigo y la muerte que se transforma, desde el sacrificio voluntariamente asumido por Cristo,  en señal de mérito y vida…

 

Capellán Jaime Herrera González 2021

 

 

La novedad de Jesús es que enseña con una autoridad propia emanada de su divina condición, tal como quedó ratificado el día del bautismo en las riberas del Jordán, cuando Dios se dirige a su Hijo diciendo: “Este es mi Hijo amado”, con lo cual la grandeza de toda persona, y la vocación de todo bautizado consistirá en  crecer o “madurar” en esa condición recibida, por lo que somos “hijos en el Hijo”.

Quienes acudían a las sinagogas y explicaban las Sagradas Escrituras solían hacerlo citando a “otros”, por lo que al momento de  reconocer que Jesús “enseña con autoridad”, lo hacen destacando que es no sólo algo distinto, y novedoso, sino especifico y propio. Ya no se trataba de la habilidad de citar a otros diciendo: “como dijo aquel”, ni de credenciales recibidas por otros: La autoridad con la que Jesús hablaba venia de su condición divina, y era evidente que en nuestro Señor “salía por los poros”.

 La incuestionable existencia del demonio aparece en el texto de San Marcos con toda su crudeza al no hacer mayor distinción entre espíritu inmundo y demonio. Algunos biblistas  modernos hijos del liberalismo –y algunos del libertinaje- suelen colocar al endemoniado del relato que hemos escuchado  como sujeto de una enfermedad física, otros lo mencionan como una persona que actúa violentamente porque recibió una formación traumática que le hace responder de esa manera, o a un simple desorden químico.

A muchos católicos les incomoda hablar de vida espiritual, de alma, de demonio, de ángeles, porque están amarrados a la herejía naturalista, que les resulta atractiva porque la solución en todo depende de cada uno y nada de Dios, que en el mejor de los casos,  ocupa un lugar “cosmético”,  de “adorno” en la vida del creyente (que en este caso no lo es tal).

La ciencia médica no responde a los problemas del mal. No es problema médico ni es tema del pasado es tema espiritual y, a ello debe apuntar la búsqueda de una solución a la medida y realidad del problema. Recordemos siempre que  “a tales males,  tales remedios”. Por ello, el demonio no se doblega con pastillas ni vacunas, sólo se vence con el poder de Dios tal como acontece en el episodio descrito: “El espíritu inmundo se puso a gritar ¿qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Sé quién eres Tú: El Santo de Dios!”.   

 

Algo de esto hemos visto cuando hace unos días un obispo de sur de nuestra  Patria hizo, lo que denominó un “exorcismo” sobrevolando una ciudad y,  la reacción de la prensa y de la gran mayoría de las personas entrevistadas fue muy adversa, ridiculizando la acción como algo perteneciente al pasado, indicando que era propio de una caricatura mitológica. Mas, la persona del Maligno como ser angelical, de naturaleza espiritual es real, y es el que en nuestro tiempo busca hacer lo mismo que hizo en el Paraíso hacia nuestros primeros padres Adán y Eva, y ha hecho desde entonces: contagiar su vida odiosa, lo cual, entre otras señales se experimenta en nuestros días, de manera diversa pero elocuente y persistente, tanto en la vida personal como en la vida de nuestra sociedad.

Obispado Valparaíso Pbro. Jaime Herrera


Adoración al exitismo: Para obtenerlo se sacrifica tiempo, vocaciones, principios, y afectos. Todo parece valer cuando algo se asume con un valor supremo que “todos” desean alcanzar. El éxito no se concibe como el desarrollo de lo que buenamente podemos alcanzar sino que se mide por cuantos van quedando atrás y bajo nuestro. El humo aromático de la santidad se consume ante la tentación de lograr posesionarse sobre todos los demás,  olvidando que no es sinónimo de ser número uno que ser el mejor. La cualidad no se mide con una regla, por lo que el éxito no es subir una escala sino que  es la consecuencia del mejor esfuerzo seguido por el mejor camino. La adoración del “éxito” es una característica en nuestra sociedad del siglo veintiuno, y en su pretendida búsqueda se entrelazan sinnúmero de envidias y orgullos malsanos emanados de quiméricas comparaciones inconducentes para un creyente. Nuestro consejo es simple: Haz lo que debes (con Dios), y vive en paz. 

Culto al individualismo: En este tiempo de pandemia como nunca antes ha tenido un crecimiento exponencial el individualismo que constituye una fantasía que busca prescindir de la vida en sociedad. Con un móvil (celular)  inteligente, con aplicaciones que ni siquiera se usan, con una accesibilidad a información que llevaría varios siglos poder conocer una mínima parte, el hombre actual sigue las incidías del demonio por el camino de una autonomía que parece olvidar que aquel que hoy cree no necesitar de nadie, nadie necesitará de él mañana.

 

 

 

El culto al individualismo lleva necesariamente a una vida solitaria, que vivirá rivalizando a Dios y buscará con denuedo destruir la base de la sociedad como es la familia, distorsionando su origen, finalidad y composición: es decir,  no se reconoce como obra maestra de Dios, no se busca la perfección y santidad de cada uno de sus miembros a imagen de la Santísima Trinidad, y no teniendo claro de dónde viene y a dónde va, prostituye y banaliza quienes la componen, al extremo que estamos a un punto de permitir llamar “familia” a personas y animales. No faltará un “pobrecito mortal” que desde el parlamento promueva el reconociendo de mascotas como parte de una familia.  ¡Bien saben quiénes me conocen lo que cuido a la mascota de nuestra parroquia, pero nunca la equipararía a un solo miembro de mi familia! El quiebre de la vida en sociedad es consecuencia de un individualismo salvaje donde la relación con Dios ha diluido  la dimensión comunitaria de nuestra fe.

Reverencia a la masividad: Para muchas personas nacidas en las últimas décadas, la vida fuera de las Redes Sociales no existe. Si se carece de vida “redal” (Redes Sociales)  no se tiene vida social. Subyace en nuestra cultura una suerte de idolatría hacia lo que la mayoría estima, tiene y utiliza. Esto que suele ser una característica en acotadas etapas de nuestra vida nos hace descubrir actualmente una adolescencia extendida de manera impropia en virtud de las redes sociales, En estas,  el valor de lo “conocido” suele ser  sinónimo de veracidad. La verdad está esclavizada a su masivo reconocimiento, por ello,  es bueno recordar que la mentira es mentira incluso si todos lo creen, en tanto que la verdad, es verdad aunque nadie la crea.

Nuestro Señor nos invita a amar apasionadamente la verdad, más allá de lo que el mundo, las Redes Sociales (Facebook y Twitter) –que develaron su voraz y mortal talón de Aquiles al censurar burdamente  las opiniones publicadas por un mandatario hace unas semanas- los diversos Medios de Comunicación (Mass Media)  sujetos a intereses ideológicos y económicos, puedan promover en medio nuestro. La verdad de Dios no necesita de propaganda como sí lo hacen las Redes Sociales que viven de ello y viven para ello. Recordemos lo que nos dice la Santa Biblia: “! La Verdad os hará libres!”.  

Debemos pedir al Señor en este día domingo que nos libere de las amarras de la masividad, que no cedamos ante el error de muchos ni que los respectivos humanos cohíban en modo alguno a ser testigos valientes, de primera línea , de lo que Nuestro Señor Jesús hoy quiere decir al mundo entero.                               ¡Que Viva Cristo Rey! Amén.

Padre Jaime Herrera Chile 2021


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