TEMA : “IMITAR
JUNTOS EL AMOR DE CRISTO POR SU IGLESIA”.
FECHA: HOMILÍA MATRIMONIO GASTÓ & CARRASCO / ENERO DEL 2021
Queridos novios: Raimundo y Cecilia. Padrinos y madrinas:
Con inmensa alegría nos hemos reunidos en esta mañana para celebrar
la Santa Misa en la cual estos jóvenes recibirán el sacramento del santo matrimonio,
en la Sede Parroquial que está bajo el patronazgo espiritual de Nuestra Señora
de las Mercedes, advocación que evoca el poder de intercesión de la Virgen María,
y que lo ha ejercido permanentemente en la vida de la Iglesia, y por cierto, en
cada uno de nosotros.
Sin duda, el relato del primer milagro realizado por Jesús
encierra dos grandes lecciones: Un Hijo que nada niega a su madre, y una madre
que todo lo hace por sus hijos. Ambas son realidades que se complementan, y se
exigen mutuamente, toda vez que la grandeza recibida por la Virgen, al ser
alzada como Madre de Dios, Madre del Verbo que asumió la humanidad en el ADN
corporal y espiritual de la Virgen, nada dejará de lado con el fin de consentir
sus requerimientos, por lo que, una vez más
recordamos la oración compuesta por San Bernardo de Claraval en la tradicional
plegaria: “Acordaos, oh piadosa Virgen
María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Vos,
implorando tu asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de
Vos”.
Ambos han debido sortear múltiples “novedades” para poder llegar
a las gradas de este altar, sorteando imprevistos producto de una realidad que
parece haberse enseñoreado en muchas naciones, de la cual, nuestra Patria no ha
estado exenta. Si reconocible ha sido vuestra humildad y perseverancia para
esperar este tiempo de gracia como es el que vivimos en esta Santa Misa, loable
y venerable es la acción intercesora de la Virgen María que a velado por ambos
para que nada impidiera que en el ámbito íntimo de la presencia de vuestros
padres, pudiesen hoy sellar la certeza anidada en el alma: Pasar el resto de
los días que el Señor les conceda siendo signos visibles e indeleble del amor de Dios.
Lo anterior, sólo ha sido posible porque el Señor fue quien les indicó el camino a
seguir. Recuerden siempre que sobre los deseos y razones, está aquella llamada
inicial trazada en vistas a una real participación de la vida divina que ya en
este mundo podemos “saborear” anticipadamente
cada vez que comulgamos y llevamos a la practica el Mandato de la Caridad.
San Pablo, al referirse al sacramento que ambos reciben en este día
dijo: “Gran misterio es este que yo lo
refiero al amor de Cristo por su Iglesia”, según lo cual, vemos que el
fundamento del amor conyugal nace y converge desde y hacia el amor de Dios, sin
cuya gracia no es posible el mérito, la
santidad y la virtud. Más, por medio de esa gracia el corazón de los esposos –benditos
en el sacramento del matrimonio- está
dispuesto, como preparado, en orden a implementar la nueva realidad de “ser uno sólo” viviendo juntos para
siempre.
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SANTA MISA DE MATRIMONIO ENERO 2021 |
¿Por qué decimos para siempre? Porque el amor verdadero así lo
exige, toda vez que Jesús no se entregó sólo por un tiempo; porque Jesús no
exigió más allá de lo que previamente el asumió, y –en tercer lugar- porque dijo el Señor: “Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”, según lo cual, el
acto libre de los novios se ve aceptado por el mismo que Dios que lo ratifica.
¡Esto no es entre dos, es entre tres: el esposo, la esposa y Dios!
Vuestra condición de creyentes, que han recibido los sacramentos
a lo largo de la vida, les ha permitido priorizar lo esencial, distinguiendo entre lo que es necesario e importante: “Una cosa es necesario y han elegido –como
María de Betania- la mejor parte”, lo que tiene un valor digno de destacar
–particularmente- en este tiempo de tanto temor, incertidumbre y menosprecio
hacia todo lo que encierra Dios, su Iglesia y la fe. Prueba de ello, es que hoy
hacen realidad el antiguo refrán: “El que
la sigue la consigue”, lo que para un hombre de fe lleva a tener presente
la parábola del “Tesoro encontrado”: “Allí
donde está tu tesoro, ahí estará –también- tú corazón” (San Mateo VI, 23). A este respecto un gran
monje benedictino irlandés, Dom Columba Marmion -del siglo pasado- decía que “el hombre vale lo que busca, a lo que él se
vincula”.
Entonces, si somos lo que buscamos asumimos –como estos novios lo
han hecho- que dar prioridad a Dios al inicio de su caminar juntos como familia
implica una opción por la cual, cualquier sacrificio se justifica en vistas a
lo que se busca, no como una oportunidad novedosa ni como una aventura incierta, sino como una “página en blanco”
donde es Dios quien quiere escribir su voluntad por medio de vuestra vida en
común, y que responde a una fe en común.
La sociedad en la cual Raimundo y Cecilia inician su caminar como familia está
erosionada, donde lo malo se presenta como bueno y lo bueno como malo,
evidenciándose en una interminable lista de falta de criterio y de consecuencia
lo que será un desafío para ambos a la hora de avanzar como creyentes en medio
de un oleaje adverso a un proyecto de vida que incluye casarse por la Iglesia y
ser creyentes. Estamos en un país donde las mascotas tienen más derecho que un
niño en un vientre materno; donde esta pandemia hoy permite que en un bus local
puedan ir cincuenta personas en pocos
metros cuadrados y, en este templo, sólo pueden asistir diez personas en un
matrimonio. A unos metros de este lugar podemos consumir algún producto del mar
mirando “este mar que tranquilo nos baña”
pero, en esta misma ciudad, en su mayor
camposanto a la hora de orar por quien ha partido de este mundo está
prohibido celebrar la Santa Misa y hasta comulgar ¿Tiene sentido todo esto?
Queridos novios: Hay una certeza que deben recordar en cada
jornada que viene, en este caminar nunca estarán solos si dejan que Jesucristo
guie sus pasos y el ritmo de su avance, toda vez que, puestos en las manos del Señor, las metas por
conseguir y el tiempo en lograrlas dependerán de Quien dijo de sí mismo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.
Esto es lo que hicieron aquellos novios en Cana de Galilea,
donde Jesús eligió celebrar su primer milagro, que está llano a repetir cada
vez que ustedes den lugar para el Señor en vuestra vida familiar y conyugal, de
tal manera que, no lo traten como un desconocido como lo hicieron en aquella
pequeña localidad betlemita donde no otro hubo lugar para Él más que un establo
–como revivimos hace tres semanas-.
Tampoco, traten al Señor como un forastero que viene por un momento y al que soliciten partir del
hogar como lo hicieron en un pueblo de Samaría, sino que procuren tratar a
Jesús como el que toma morada en medio vuestro. ¡Que nunca Cristo sea visita
sino que siempre sea local al interior de la familia y de vuestro corazón!
La segunda lectura que hemos tomado en esta mañana es el Himno
de la Caridad, que constituye un verdadero programa de vida para estos novios, como lo es
para todo bautizado por cierto, donde la perspectiva está marcada por el amor
de Dios, que amerita un estilo de vida acorde al modo como han sido tratados
por el Señor: El amor verdadero se aprende de quien lo es de verdad y
eternamente, por lo que junto a procurar imitarle como inspiración debemos
abandonarnos como a la fuente de donde brota todo:
Ser comprensivos: Tal como Dios lo es con nosotros, al interior de la vida como
esposos se dan múltiples oportunidades de mutuo crecimiento que pasa por el
cedazo de asumir que están en camino de la santidad, por lo que es necesario
entender que dicha perfección sólo se alcanzará terminado nuestro caminar.
Ser serviciales: En una sociedad tan individualista, en la cual la convivencia
se ve ampliamente superada por la competencia, las vocaciones de ayudar y
servir se han visto jibarizadas. Se
ha olvidado que Jesús dijo: “El Hijo de Dios no vino para ser servido sino para
servir”. Se aplica a cabalidad en lo que se refiere al santo matrimonio que “quien vive para servir sirve para vivir”.
Gozar en la verdad: En el camino a la santidad que implica el matrimonio se
experimenta que la mentira al tener pasos cortos prontamente es descubierta y
que la verdad permite avanzar en seguridad y diligencia. Sabiendo que son uno
solo se esforzarán por mantener una comunicación donde la verdad sea la que
ilumine toda decisión.
Estar llanos a perdonar ilimitadamente: Cuando el Señor enseñó a orar a sus apóstoles del dijo: “Perdona nuestras ofensas como nosotros
perdonamos a quienes nos ofenden”, a la vez que conocedor a la perfección
respecto de cuál es nuestra naturaleza,
al ser consultado respecto de cuántas veces hemos de perdonar al que nos
ha ofendido señaló: “Hasta setenta veces
siete”, lo cual, no es una cifra sino una disposición permanente en nuestra
vida.
Imploremos a la Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de
las Mercedes que en todo momento proteja a estos novios que hoy –ante este
altar y ante Jesús Sacramentado- sellan indeleblemente sus vidas asimiento la
invitación que repite una vez más como entonces en Caná: “Haced todo lo que Jesús os diga” . Amén.
¡Que Viva Cristo Rey!
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¡NADA NOS SEPARA DEL AMOR DE DIOS! |
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