domingo, 6 de noviembre de 2022

 TEMA  :  “LA DEVOCIÓN CON AROMA Y SABOR DEL SANTO EVANGELIO”.

FECHA:  HOMILIA  55° ANIVERSARIO EGRESO COLEGIO   /  AÑO 1969- 2022

1.     “Hechos hombres les juramos al partir, serles fieles, serles fieles hasta morir”.

Con gran alegría nos reunimos en esta capilla, una vez más, para dar gracias a Dios por la educación recibida bajo el cuidado de los Sagrados Corazones de Jesús y María, cuyo símbolo llevamos  en la insignia durante los años de escolaridad, y cuyo sentido hemos procurado hacer presente a lo largo de los años como egresados hace 55 años.

Como huella indeleble parece haber quedado impresa la devoción  al Sagrado Corazón de Jesús en el alma de cada uno de los que hoy participan en esta Santa Misa, donde la gratitud se encamina al rostro de vuestros padres que un día optaron libremente para que sus hijos tuviesen una formación académica y espiritual al alero de la devoción “más segura que hunde sus raíces en el Evangelio mismo”. 



El día previo a su primera comunión Santa Teresa de Los Andes escribió una carta  a sus padres en las cual señaló: “gracias por todas las bondades que he recibido de ustedes, y por haberme puesto en este Colegio. Aquí me enseñan a ser buena y piadosa y sobre todo me han preparado para hacer mi Primera Comunión” (10 septiembre 1910). Los cortos años de vida no fueron obstáculo para conocer la bondad del sacrificio que hizo su padre y su madre para posibilitarle la mejor formación que deviene de la fe.

La devoción al Sagrado Corazón encuentra en las tres horas del Calvario su mayor manifestación, que anunciada por Jesús al decir: “Cuando sea elevado atraeré a todos hacia mí” (San Juan XII,32), invitaría no sólo a contemplar “mirando” sino a participar “bebiendo” del cáliz eucarístico colmado con su sangre derramada para el perdón de los pecados. 

Notablemente verificamos que si una niña (Teresa de Los Andes) es capaz de agradecer el sacrificio de sus padres a temprana edad, de modo similar, sería el más joven de los apóstoles –San Juan Evangelista-  quien,  como testigo inmediato junto a la cruz, vería y viviría el Corazón traspasado por la lanza como máxima y definitiva expresión del amor: “! Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (San Juan XV, 3).

 

Lo anterior nos hace mirar los años de nuestra “infancia, adolescencia y juventud” como un tiempo de gracia que el Señor nos permitió tener, y que marcó de manera imborrable lo que luego viviríamos, asumiendo que el denominado “espíritu del colegio” es una realidad que se ha manifestado entre otros aspectos, en la fragua de la amistad; en la disponibilidad a la generosidad; y en la inclinación del retorno a lo esencial.

La formación fue y es el camino que da sentido a un colegio, más aún,  si esta tiene como “raíz” dar a conocer el Sagrado Corazón que constituye la respuesta definitiva dada por el Cielo a cualquier  interrogante de la vida del hombre, pues sólo el misterio de Dios es capaz de dar explicación a las dudas y búsquedas que tiene la persona a lo largo de su vida, recordando que –en palabras de San Agustín de Hipona- somos “Dei capax”, es decir, con un alma facultada para recibir el amor de Dios y entregarlo a quienes son nuestro prójimo.

2.      “Las coronas y laureles que yo pueda conquistar, las espinas siempre crueles que tal vez pueda encontrar, a ofrecerlas volveré, con humilde amor y fe” (R.P.Damian Symon, SSCC).



Aunque han pasado los años -¡quién lo duda!- lo recibido en el primer tercio de nuestra vida no ha quedado inscrito en la vitrina de los recuerdos, sino que ha tenido ocasión de reencantarse con el paso del tiempo y dar paso a la virtud de la esperanza por lo que hemos podido verificar que la lozanía de un  corazón irrigado por la fe y devoción a Sagrado Corazón, mantiene frescos los ideales enseñados ayer y que procuramos vivir en el presente.

Por ello, asumimos que cuando adoramos el Corazón de Jesús y veneramos el Corazón de la Virgen María lo hacemos por piedad, con la convicción que no es una moda pasajera sino la que ha nutrido la devoción de generaciones de creyentes en las más diversas épocas. Es esto último lo que nos hace renovar hoy, a más de 55 años, habiendo cada uno transitado por innumerables vicisitudes, el compromiso de ser fieles al don recibido.

El himno de nuestro Colegio, compuesto por el R.P. Damián Symon nos invita a ofrecer con fe y amor aquellas “coronas y laureles” que a lo largo de la vida se puedan conquistar. ¡A ofrecer hemos vuelto! ¡A ser ofrenda viva, que puestos en las manos de Dios somos objeto de su cuidado providencial! …”a ofrecerlas volveré, con humilde amor y fe”.

Pasados 55 años de entonar estas estrofas cada uno puede recordar los momentos de gozo, de plenitud, de éxito alcanzados, que en ocasiones –quizás- pudimos pensar estar en la cima del mundo, mas –prontamente- la experiencia nos enseña –hoy- que las espinas son parte de nuestro caminar.



Hace unos años pude celebrar la Santa Misa en el Cubilete de Guanajuato en México. Es un cerro coronado por una imponente imagen del Sagrado Corazón que a sus pies dos ángeles sostienen dos coronas: Una de laureles y otra de espinas. Recordé en ese lugar el himno de nuestro Colegio y cómo el Señor Jesús ha permitido navegar por la vida sin marearse con el aroma de los laureles ni doblegarse ante las espinas, pues es Dios quien siempre puede más y es quien mejor escribe nuestro caminar. ¡Cómo desearía que la riqueza de la fe recibida en las aulas con tarima y pupitre, con extensas pizarras verdosas y tiza, pudiese hacerse vida –también- en este tiempo!

Alejándonos de todo lo que no me lleva a Dios y acercándome siempre a lo que me une a Él, podemos tener la seguridad de ir por buen camino, como fue el que los jóvenes peregrinos de Emaús recorrieron la tarde del día de la Resurrección. En medio de su caminar, colocando sus anhelos y tristezas en el corazón de aquel peregrino desconocido, luego de estar con Él y compartir su caminar, escuchándolo largo rato, lo reconocieron en la Fracción de Pan, y pasó a ser huésped permanente cuando le imploraron “Mane nobiscum Domine”…!Quédate con nosotros Señor!

Fue esa convicción la que hizo un día encender en el fundador de los Sagrados Corazones –el Buen Padre, José María Coudrain- el ofrecer una educación en la cual Dios fuera prioritario: “En Jesús encontramos todo” solía decir. Ello ha permitido ver el efecto multiplicador que tiene la fe cuando se promueve como certeza, a la vez que juntar un buen número de alumnos en torno a la celebración de la Santa Misa pasados 55 años. Sin duda, una bendición que se hace alabanza. ¡Que Viva Cristo Rey! ¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos Confío! ¡Dulce Corazón de María sed la salvación mía!






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