miércoles, 30 de noviembre de 2022

TEMA: “EN PRIMERA LINEA PARA AMAR A JESÚS SACRAMENTADO”.

FECHA: HOMILIA PRIMERA COMUNIÓN SAINT PETER SCHOOL / AÑO 2022

Queridos niños: Este templo cuya estructura parece naturalmente elevar nuestro corazón a las realidades más altas y trascendentes, en este mes se reviste de flores para honrar diariamente a la Madre de Dios en su condición de medianera universal de toda gracia, asumiendo que “hacia Jesús vamos por medio de María”.



Como para un creyente nada es casual ni fruto del azar, sino que todo viene de las manos de Dios que o lo quiere o lo permite, el hecho que de los doce Apóstoles, fuese el menor de ellos quien permaneciese fiel al pie de la cruz, y recibiese el encargo de “recibir a la Madre en su casa”, marca un momento fundamental en la vida de la Iglesia cuya identidad no se comprende a cabalidad si acaso no tiene relación con la Vida de nuestra Madre Santísima.

Afirmar nuestra realidad de creyentes católicos implica necesariamente asumir nuestra identidad mariana, pues ¿cómo podría aceptar a Cristo desdeñando a su madre?, y ¿cómo prodigar amor y obediencia hacia Aquella quien quiso y adoró a su hijo como Dios?

Por esto, nuestra devoción a la Virgen María no mutila el amor a Cristo sino que lo supone y perfecciona, tal como lo han experimentado los Santos a lo largo de la vida durante más de dos mil años: Ningún santo ha  dejado de venerar a la Virgen como la Purísima que llevó en sus entrañas al Salvador del Mundo, a quien,  concibió primero en su corazón que en su cuerpo.



Por ello, fue primero la pureza de su fe y la  humildad la que “cautivo” la mirada del Cielo que creo su alma liberada de todo atisbo de pecado original y personal: !Purísima debía ser la que llevaría en su cuerpo al autor de la salvación del mundo!.

De esa fe y humildad, revestida de una pureza sin igual, es la que tradicionalmente han tenido las almas de niños y jóvenes que han reconocido a Jesús, tal como aconteció a la llegada de Jesús a las puertas de la ciudad de Jerusalén cuando con palmas, olivos y vítores reconocieron a el Señor como el “Bendito es el que viene en el nombre de Dios”.

 

 

No fueron los expertos en la Escritura, ni los levitas servidores del templo, ni los más ancianos del pueblo elegido por Dios, quienes primero lo aclamaron, sino los más pequeños –los niños y jóvenes-  que hicieron realidad las primeras enseñanzas dadas por Jesús en el sermón de la montaña: “Bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios”.



Durante la predicación –en aquella hermosa escuela presencial de Galilea- desplegada en tantas localidades por las cuales pasó Jesús, enseñando y haciendo el bien, hubo dos mensajes explícitos dedicados a los niños en primera persona: “Gracias Padre porque has dado a conocer estas cosas a los pequeños”, añadiendo –luego- la severa advertencia a quienes “escandalizasen a estos niños más les valiera ser atados a una piedra de molino y lanzados al mar”.

La severidad de sus palabras va en directa relación a la garantía de sus afectos, por lo que estamos seguros que vosotros niños hoy ocupan un lugar muy especial en el Sagrado Corazón de Jesús ¡Que tanto nos quiere y en quien confiamos!

Estamos seguros que en esta etapa de la vida, en la cual ya han podido experimentar momentos de gran paz y alegría como de incertidumbre y sufrimiento, comprenderán con mayo hondura el misterio que acontece hoy sobre este altar a cuyos pies y centro esta una imagen de la Ultima Cena.

¡Y no es fortuito! Es porque lo que celebramos aquí hoy está unido plenamente a lo sucedido sobre la mesa del cenáculo cuando el Señor tomó las especies de pan y vino transformándolas en su cuerpo y sangre, humanidad y divinidad, realmente presentes, y está unido plenamente a lo realizado sobre la cima del Calvario, donde cada gota de su sangre derramada tenía el rostro de todas las almas redimidas



Queridos niños: Ninguna persona en este mundo, ni todas juntas en toda la historia puede querernos más de lo que el Señor Jesús nos ha querido. Hay quien nos quiere con la inmensidad de la grandeza del amor de Dios; hay quien nos quiere porque está llamado a ser intérprete del amor de Dios, hay quien nos quiere para compartir aptitudes, sueños e intereses en una sana amistad, más sobre todos ellos, está Dios que se ha dado a sí mismo como testimonio de un amor cuya medida es inexistente, pues la medida del amor es amar sin medida.

 

Ese amor no se detiene en ser sólo un  pensamiento ni se diluye sólo en una sola fe dicha. El amor de Dios se muestra en aquello que profesamos y vivimos, por lo que las obras de bien realizadas son como un “termómetro” que nos indica la veracidad e intensidad de lo que proclamamos toda vez que es preciso actuar como se cree para no terminar creyendo lo que se vive.

A este respecto el Apóstol Santiago es claro: “Alguno dirá…Tu tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago II, 18).

Hoy acceden a Jesús Sacramentado por Primera vez, lo que significa que tal como si estuviesen sentados en la Ultima Cena junto al resto de los discípulos, o erguidos acompañando a la Virgen Madre al pie de la cruz, permanecen como la “primera línea” de los que desean estar con Jesús en este tiempo que es el más favorable para quienes se esfuerzan por ser fieles al Señor y su Iglesia.



Nunca han faltado almas generosas para estar con Jesús pues son numerosos los mártires y niños santos que han subido a los altares y que conocemos a lo largo de la historia de la Iglesia: Desde el joven apóstol Juan “que recibió a la Virgen en su corazón”, pasando por San Tarsicio en cuya lápida el Papa Dámaso mandó labrar: “Queriendo almas brutales a Cristo de sus manos arrancar, su tierna vida prefirió entregar, antes que los misterios celestiales”; San José Sánchez del Río -que en carta a su madre previo al martirio-  escribió: “Yo muero contento porque muero al lado del Señor” ;  Beata Laura Vicuña Pino que a los diez años por escrito se comprometió a ofrecer su vida “para reparar las ofensas que recibes de los hombres, en especial de las personas de mi familia”.

La fuerza que recibirán hoy en la Sagrada Comunión les permitirá ser parte de la larga lista de niños y jóvenes que no dudaron en tomar en serio a Jesucristo y a plasmar en las acciones cotidianas, aun en medio de las más simples, triviales y monótonas, el modo más adecuado cómo dar a conocer el amor de Dios hoy en el mundo. Por ello, pidan en este día –tan hermoso- poder estar con Jesús como si fuese la primera, la última y la única vez en la vida.

Que la Virgen María obtenga del Corazón de Jesús la virtud de la piedad por la que nuestro afecto hacia Dios nos lleve a privilegiar el cumplimiento de su voluntad en toda circunstancia y acreciente la diligencia en el servicio hacia quienes más lo necesitan, especialmente el hambre de la verdad, la sed de ser amados; la respuesta a la búsqueda de un sentido integral en la vida. ¡Que Viva Cristo Rey!




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