martes, 30 de mayo de 2023

 

 TEMA  :  “NO OS LLAMO SIERVOS SINO MIS AMIGOS”.

FECHA: HOMILÍA MISA  (+) BENJAMIN PIAZZANO & CARLOS GÓMEZ 2023 

Queridos hermanos: Porque nuestros queridos Benjamín y Carlos vivieron de manera intensa los años de vida que Dios les concedió, porque sabían disfrutar juntos en momentos favorables como adversos, porque fueron partícipes de una fe común, es que hoy nos reunimos para celebrar la Santa Misa, en medio de la cincuentena de Pasca de Resurrección, en el día de la Festividad de María Madre de la Iglesia, para rezar por el descanso eterno del alma de nuestros hermanos en el primer aniversario de su llamada a la Vida Eterna.

El camino recorrido por Benjamín y Carlos Augusto estaba cincelado por una férrea amistad, la cual es fuente y canal de virtudes. En efecto, vemos que en la vida una sana amistad es realmente un tesoro que debe ser custodiado, como de hecho se hace con todo objeto que para nosotros tiene valor.

De una amistad surge –como de una vertiente-  el frescor de la generosidad, que permite ampliar lo que anida en el corazón humano, que tantas veces permanece encerrado en sí mismo, ensimismado en sus capacidades y eventuales talentos haciendo que el egoísmo impere en los criterios y opciones al momento de privilegiar las amistades, reinando el sólo  interés personal.

Esto hace que,  en determinados ambientes impere la ausencia de la amistad con mayúscula, de la amistad que permite madurar y crecer en virtudes, porque siempre permanece anclada en sí mismo, olvidando que sólo preocupándose del prójimo y saliendo a buscar el bien de los demás, uno crece realmente.

Quizás podríamos decir que las amistades que tenemos son como el termómetro de nuestra vida espiritual porque si acaso son sólidas y duraderas en el tiempo nos evidencian que estamos en el camino que corresponde. La grandeza de la amistad va en estricta relación con los bienes que permite y potencia alcanzar, por lo que toda aquella que nos conduzca a crecer espiritualmente y nos lleve a Dios tendrá el valor de un don inestimable.

Igualmente una sana amistad no sólo es fuente que permite que florezcan las virtudes sino que además es un rio virtuoso que comunica y desarrolla haciendo de la amistad un eficaz instrumento de apostolado.

 

Para nuestro tiempo marcado por el individualismo, el cultivo de la sana amistad es aún más incidente que en otras épocas, púes muchas veces la falta de pares y espacios en el hogar hace que los lazos de amistad sean más necesarios, y ocupen un lugar preponderante en nuestra vida.

Pasado un año desde el día de la partida de Benjamín y Carlos Augusto, verificamos que aunque ha pasado un tiempo, este ha sido sigiloso por lo que fue como ayer aquellas horas que golpearon el corazón y que hoy nos ha convocado para no solo hacer un recuerdo, elevar una plegaria, sino fundamentalmente para estar con Jesucristo, que viene a nosotros como verdadero Pan de Vida, en momentos que lo necesitamos

Para ninguno de los que estamos aquí es desconocido que por  quienes rezamos esta Santa Misa dieron en su vida gran importancia a la amistad, la cual,  no sólo se quedaba anclada en lo lúdico sino que con frecuencia se abría hacia lo importante y trascendente, tal como era conversar respecto de sus estudios, de la política de “pantalón largo”, y  la religión entre otros.

Sin duda, ambos Benjamín y Carlos Augusto, eran capaces de pasarlo bien y de inventar panoramas con una sorprendente facilidad, por lo que la diversión, alegría, y el sólo hecho de compartir con los demás, llevó a los dos a tener en la amistad como un camino de vida lo cual,  queda plasmado en la cantidad de jóvenes que les acompañaron en sus respectivas misas de exequias y en las incesantes oraciones elevadas por sus amigos a lo largo de todo este año.

La amistad es un don, que entraña una grandeza venida de lo alto, pues el mimo Jesús dijo a sus discípulos “no los llamo siervos, sino mis amigos”…”pues un siervo no sabe lo que hace su Señor”. Sin duda, la amistad involucra confianza, adaptación, conocimiento, lo cual,  les permitió a los Doce Apóstoles descubrir en el Señor, el “Amigo que nunca falla”, dispuesto a “apañarlos” en cualquier circunstancia.

Por tanto, la amistad es un don que es tan necesario “cultivar”  como “custodiar”, pues implica multiplicarlo responsablemente toda vez que si lo consideramos como un don o regalo venido de Dios hay que cuidarlo como un tesoro valioso que se tiene.

 

 

Sin lugar a dudas la amistad involucra intereses comunes, que van desde los más esenciales hasta los más secundarios, a la vez que exige la adaptación a eventuales diferencias, que en caso de Benjamín y Carlos Augusto se daban en que eran apasionados amantes del futbol, uno de la Universidad Católica y el otro del insuperable Everton; ambos eran estudiantes de leyes, uno de la UDD y el otro en la PUCV; el uno montemarino, el otro macayino.

Imploramos al Señor que acoja en su Reino  a quienes, enfrentados juntos al momento decisivo, y sin vuelva atrás, de partir de este mundo, les conceda la gracia de poder contemplar el rostro deslumbrante del Señor, de escuchar su voz pacificadora, y percibir el palpitar del Corazón de Jesús, que fue consuelo de aquella madre y aquel joven amigo que de  pie ante la cruz serían preámbulo de cuantos han de presentarse un día ante un Dios que como Padre Eterno nos ama entrañablemente.

Sin duda, nuestros hermanos Benjamin y Carlos desde lo alto desearían que nuestras plegarias mutasen en alabanzas, que las lágrimas de dolor cambiasen a lágrimas de alegría, lo cual,  sólo es posible si abrimos nuestra mente y corazón a las promesas cumplidas que enseñan los evangelios: “Yo soy la resurrección y la vida, todo aquel que se une a mí con fe vida, no muere para siempre” (San Juan XI, 25)…”Confiad, tened animo yo he  vencido   al mundo” (San Juan XVI, 33).

Son estas palabras las que hoy resuenan en este templo, y permiten ver que en ese horizonte  donde el mar parece darse de la mano con el cielo, es como un anuncio de aquella realidad donde sí –efectivamente- se une el cielo y la tierra en nuestra alma en la cual,  el Dios hecho hombre –Jesucristo- viene a él,  como luego a nuestra alma al recibirlo hecho sacramento.

Nuestra Madre del Cielo, bajo la advocación de la Santísima Virgen del Carmen, acoja en su manto maternal a Benjamín y Carlos Augusto, que usaban habitualmente el santo escapulario, y de la conformidad espiritual a su familia y amigos presentes.

¡Que Viva Cristo Rey!  






 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario