TEMA : “NO OS LLAMO SIERVOS SINO MIS AMIGOS”.
FECHA: HOMILÍA MISA (+) BENJAMIN PIAZZANO & CARLOS GÓMEZ
2023
Queridos hermanos: Porque
nuestros queridos Benjamín y Carlos vivieron de manera intensa los años de vida
que Dios les concedió, porque sabían disfrutar juntos en momentos favorables
como adversos, porque fueron partícipes de una fe común, es que hoy nos reunimos
para celebrar la Santa Misa, en medio de la cincuentena de Pasca de
Resurrección, en el día de la Festividad de María Madre de la Iglesia, para
rezar por el descanso eterno del alma de nuestros hermanos en el primer
aniversario de su llamada a la Vida Eterna.
El camino recorrido por Benjamín
y Carlos Augusto estaba cincelado por una férrea amistad, la cual es fuente y
canal de virtudes. En efecto, vemos que en la vida una sana amistad es
realmente un tesoro que debe ser custodiado, como de hecho se hace con todo
objeto que para nosotros tiene valor.
De una amistad surge
–como de una vertiente- el frescor de la
generosidad, que permite ampliar lo que anida en el corazón humano, que tantas
veces permanece encerrado en sí mismo, ensimismado en sus capacidades y
eventuales talentos haciendo que el egoísmo impere en los criterios y opciones
al momento de privilegiar las amistades, reinando el sólo interés personal.
Esto hace que, en determinados ambientes impere la ausencia
de la amistad con mayúscula, de la amistad que permite madurar y crecer en
virtudes, porque siempre permanece anclada en sí mismo, olvidando que sólo
preocupándose del prójimo y saliendo a buscar el bien de los demás, uno crece
realmente.
Quizás podríamos decir
que las amistades que tenemos son como el termómetro
de nuestra vida espiritual porque si acaso son sólidas y duraderas en el
tiempo nos evidencian que estamos en el camino que corresponde. La grandeza de
la amistad va en estricta relación con los bienes que permite y potencia
alcanzar, por lo que toda aquella que nos conduzca a crecer espiritualmente y
nos lleve a Dios tendrá el valor de un don inestimable.
Igualmente una sana
amistad no sólo es fuente que permite que florezcan las virtudes sino que
además es un rio virtuoso que comunica y desarrolla haciendo de la amistad un
eficaz instrumento de apostolado.
Para nuestro tiempo
marcado por el individualismo, el cultivo de la sana amistad es aún más
incidente que en otras épocas, púes muchas veces la falta de pares y espacios
en el hogar hace que los lazos de amistad sean más necesarios, y ocupen un
lugar preponderante en nuestra vida.
Pasado un año desde el
día de la partida de Benjamín y Carlos Augusto, verificamos que aunque ha
pasado un tiempo, este ha sido sigiloso por lo que fue como ayer aquellas horas
que golpearon el corazón y que hoy nos ha convocado para no solo hacer un
recuerdo, elevar una plegaria, sino fundamentalmente para estar con Jesucristo,
que viene a nosotros como verdadero Pan de Vida, en momentos que lo necesitamos
Para ninguno de los que
estamos aquí es desconocido que por
quienes rezamos esta Santa Misa dieron en su vida gran importancia a la
amistad, la cual, no sólo se quedaba anclada
en lo lúdico sino que con frecuencia se abría hacia lo importante y
trascendente, tal como era conversar respecto de sus estudios, de la política
de “pantalón largo”, y la religión entre otros.
Sin duda, ambos Benjamín
y Carlos Augusto, eran capaces de pasarlo bien y de inventar panoramas con una
sorprendente facilidad, por lo que la diversión, alegría, y el sólo hecho de
compartir con los demás, llevó a los dos a tener en la amistad como un camino
de vida lo cual, queda plasmado en la
cantidad de jóvenes que les acompañaron en sus respectivas misas de exequias y
en las incesantes oraciones elevadas por sus amigos a lo largo de todo este
año.
La amistad es un don, que
entraña una grandeza venida de lo alto, pues el mimo Jesús dijo a sus
discípulos “no los llamo siervos, sino
mis amigos”…”pues un siervo no sabe lo que hace su Señor”. Sin duda, la amistad
involucra confianza, adaptación, conocimiento, lo cual, les permitió a los Doce Apóstoles descubrir
en el Señor, el “Amigo que nunca falla”,
dispuesto a “apañarlos” en cualquier
circunstancia.
Por tanto, la amistad es
un don que es tan necesario “cultivar” como “custodiar”,
pues implica multiplicarlo responsablemente toda vez que si lo consideramos
como un don o regalo venido de Dios hay que cuidarlo como un tesoro valioso que
se tiene.
Sin lugar a dudas la
amistad involucra intereses comunes, que van desde los más esenciales hasta los
más secundarios, a la vez que exige la adaptación a eventuales diferencias, que
en caso de Benjamín y Carlos Augusto se daban en que eran apasionados amantes
del futbol, uno de la Universidad Católica y el otro del insuperable Everton;
ambos eran estudiantes de leyes, uno de la UDD y el otro en la PUCV; el uno montemarino, el otro macayino.
Imploramos al Señor que
acoja en su Reino a quienes, enfrentados
juntos al momento decisivo, y sin vuelva atrás, de partir de este mundo, les
conceda la gracia de poder contemplar el rostro deslumbrante del Señor, de
escuchar su voz pacificadora, y percibir el palpitar del Corazón de Jesús, que
fue consuelo de aquella madre y aquel joven amigo que de pie ante la cruz serían preámbulo de cuantos
han de presentarse un día ante un Dios que como Padre Eterno nos ama entrañablemente.
Sin duda, nuestros
hermanos Benjamin y Carlos desde lo alto desearían que nuestras plegarias
mutasen en alabanzas, que las lágrimas de dolor cambiasen a lágrimas de
alegría, lo cual, sólo es posible si
abrimos nuestra mente y corazón a las promesas cumplidas que enseñan los
evangelios: “Yo soy la resurrección y la vida, todo aquel que se une a mí con fe vida, no muere para siempre” (San
Juan XI, 25)…”Confiad, tened animo yo
he vencido al mundo” (San Juan XVI, 33).
Son estas palabras las
que hoy resuenan en este templo, y permiten ver que en ese horizonte donde el mar parece darse de la mano con el
cielo, es como un anuncio de aquella realidad donde sí –efectivamente- se une
el cielo y la tierra en nuestra alma en la cual, el Dios hecho hombre –Jesucristo- viene a
él, como luego a nuestra alma al
recibirlo hecho sacramento.
Nuestra Madre del Cielo,
bajo la advocación de la Santísima Virgen del Carmen, acoja en su manto maternal
a Benjamín y Carlos Augusto, que usaban habitualmente el santo escapulario, y
de la conformidad espiritual a su familia y amigos presentes.
¡Que Viva Cristo Rey!
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