martes, 30 de mayo de 2023

 

TEMA  : “UN DIOS CERCANO E ÍNTIMO A NOSOTROS”.

FECHA:   HOMILÍA FIESTA ASCENCIÓN DEL SEÑOR / AÑO 2023

En medio de la celebración de la cincuentena pascual, recordamos en este día la Fiesta de la Ascensión del Señor, la cual,  es una de las más importantes del Año Litúrgico, porque Nuestro Señor entra a la mansión del Cielo de una vez para siempre, donde estará sentado a la derecha de Dios Padre intercediendo ante el Padre por cada uno de nosotros.

¡Se ha ido para quedarse! Lo que a la mente de los hombres puede resultar contradictorio es posible para Dios, de tal manera que desde la fe proclamamos que tan real y presente está junto al Padre como en medio de nuestros altares hechos Eucaristía, como Palabra verdadera proclamada en la Biblia, como vida en el alma que permanece en gracia.   

Nuestro Señor retorna junto al Padre y deja la misión de extender su obra a cada uno de sus discípulos. Lo hace con la seguridad puesta en que el Espíritu Santo “capacitará” a los Apóstoles con los siete  de dones: Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y santo Temor de Dios, los cuales permiten sostener nuestra vida moral haciéndonos receptivos al seguimiento de la voluntad de Dios.

Durante un breve tiempo –intenso por cierto- de tres años los apóstoles se prepararon para la misión que en este día les confiaría Jesús desde lo alto del Monte de la Ascensión: ¡Yo os envío! ¡Id al mundo entero! Para ello, sólo los envió  cuando estos lo vieron y reconocieron resucitado, con expresiones tan llenos de gozo como de fe: “Hemos visto al Señor”, “Ha resucitado realmente”, “Señor mío y Dios mío”, resultando imposible no vincular esta misión con la venida del Espíritu Santo que “hace nuevas todas las cosas”.

Con ello, esa comunidad formada y enviada por Jesús está revestida de una coraza que le defiende desde lo alto, lo que les hace enfrentar los ambientes adversos y persecutorios no con la violencia sino con las palabras y medios que enseñó Jesús tanto por los caminos de Galilea como por los sinuosos senderos conducentes al Calvario donde no respondió a los golpes, insultos, desprecios ni traiciones, sino con el bálsamo del perdón y el perfume del silencio.

 

Mas, para poder tener un talante apostólico y misionero al estilo de Jesús se requiere poseer un alma regada por la gracia y unión con el Señor, lo cual, se fortalece por la oración y la penitencia. Son estos dos últimos medios –quizás- los que más urgentemente necesitamos para el apostolado y evangelización en nuestros días, toda vez la autosuficiencia y el hedonismo hechos cultura mutilan cualquier esfuerzo por hacer que las almas tengan como prioridad a Dios y sus caminos. ¡Dios no entra allí donde el hombre está lleno de sí mismo!

Por esto, el testimonio de vidas comprometidas con Jesucristo, signadas con la verosimilitud de lo realizado tiene una fuerza apostólica  que no sólo conmueve sino que mueve  eficazmente a un cambio de vida. Es lo hecho por los Apóstoles que bajando del Monte de la Ascensión, y llenos del Espíritu santo salieron a las calles regadas con la sangre de Jesús ahora impregnadas con su palabra y ejemplo de vida en plena sintonía con el Señor. Del encierro temeroso fueron presurosos a las plazas, de la seguridad de un ambiente conocido al descubrimiento de horizontes inexplorados.

Podríamos pensar que se apoyarían en sus fuerzas autónomas, en sus capacidades personales, pero humanamente no eran líderes ni superhombres. La grandeza de la misión de los apóstoles fue que se apoyaron en la gracia del Señor, que se dejaron moldear por el “Escultor del alma” que es el Espíritu Santo, por lo que sus frutos fueron fecundos.

Hay muchas cosas y momentos de los cuales hoy podemos dar gracias a nuestros jóvenes misioneros de Punto Corazón que partirán de regreso a su tierra natal luego de haber servido un tiempo en nuestras comunidades.

Sin lugar a dudas, nada se obtendría si no hubiesen tenido en sus corazones el latido eucarístico de la comunión frecuente, de la oración comunitaria del Breviario y de la adoración personal, cara a cara ante el Santísimo, sin la lectura espiritual de los santos y, finalmente sin una sana formación en la tradición y enseñanzas continuas del Magisterio de la Iglesia.

Para nadie es un misterio que son menguadas las vocaciones en nuestro tiempo, para la vida consagrada, para el sacerdocio, para diversos voluntariados. Por lo que, tener a jóvenes capaces de dar el paso decisivo de intervenir el camino trazado, colocando un tiempo de servicio y misión, constituye un ejemplo de vida cristiana en momentos donde las prioridades suelen estar muy lejanas de lo que nos enseña el Evangelio.

¡Gracias jóvenes por hacer de nuestras calles un Evangelio! ¡Gracias por llevar esperanza y consuelo a tantos lugares y personas! ¡Gracias por ese tiempo que hizo de nosotros parte del vuestro! ¡Gracias por enseñar que hay jóvenes que cruzan océanos sólo por el interés de dar amistad y cercanía a quienes lo necesitan!

Como los discípulos enviados por Jesús aquel día de la Ascensión debieron ir a lugares muy lejanos, ustedes retornan a las tierras lejanas desde donde provienen, sabiendo que Jesús indicó que aún un simple vaso de agua dado con amor no quedará sin recompensa, aquello que han hecho en este tiempo cada uno recibirá con creces aquel “céntuplo” anunciado en los Evangelios, pues ¡Dios no se deja vencer en generosidad!

El recordado Papa Benedicto XVI decía en Alemania que “los verdaderos revolucionarios son los santos”. No necesitamos de los puños cerrados del egoísmo y la violencia, urge de manos abiertas y generosas,  limpias para dar y sostener, para acoger y guiar.

Es el camino sembrado por quienes les han precedido, es la senda que ustedes han seguido, y rezaremos para que por mucho tiempo hayan numerosas nuevas vocaciones de jóvenes misioneros que surjan para que el Santo Evangelio tenga el frescor de la caridad de los jóvenes desde una vida santa y virtuosa.

Nuestra Madre del Cielo será la Madre y Maestra que guíe vuestros pasos y determinaciones, a la vez que agradecida porque han dado a conocer el nombre de su Hijo y Dios, obtendrá las gracias que imploren y necesiten.

“Dobry powrót do domu” (dobry pobrut do domu) “Niech cie Bóg blogoslawi” (Niech chie Bug Buwosuami)

¡Que Viva Cristo Rey!





 

 

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