jueves, 31 de agosto de 2023

 

TEMA  :  “YA RABBI YASSON”…”OH, MI SEÑOR JESÚS”.

FECHA: HOMILÍA DOMINGO VIGÉSIMO PRIMERO AGOSTO 2023

Habiendo trascurrido un tiempo, marcado por milagros y enseñanzas de Jesús que como un cometa fueron dejando una “estela” de comentarios a su paso, el Señor decide detenerse un momento para rectificar el camino que iban recorriendo. En efecto, muchos con gran entusiasmo le seguían luego de los numerosos milagros que realizaba, atribuyéndole un carácter mesiánico temporal que les serviría para recobrar su independencia perdida, otros quedaban deslumbrados por la novedad de sus enseñanzas dando importancia a lo que decía como algo estrictamente transitorio. En uno y otro caso nada de reconocer el ser divino y humano de Jesús.

Jesús hace una primera pregunta, la cual,  obtendrá profusión de respuestas porque se refería a lo que terceros decían del Señor, por lo que nada perdían con evidenciar lo que otros decían sobre Cristo, de modo particular si lo vinculaban con algún personaje del pasado bíblico como fue el caso.

En el mundo de los periodistas y en las redes sociales se pueden escuchar ácidos comentarios de personas cuando se refieren a  terceros, llegando al punto que uno piensa si quien las emite está en su sano juicio por el alto grado de falta de lógica y odiosidad.

Nadie negará que estamos en medio de una sociedad que hipervaloriza el grado de conocimiento que se tengan de  las acciones realizadas con “me gusta”, “número de comentarios” y “visitas” a las redes sociales, todo lo cual –en ocasiones- hace creer que lo más conocido y reconocido es sinónimo que es verdad, como si esta (verdad)  estuviese anclada en el número de cuántos la sostienen que en la certeza misma de la verdad. Una mentira sostenida por una mayoría nunca será verdad, por lo que la sabiduría y fortaleza de los mártires es una verdadera escuela para descubrir cómo saber oponerse ante el  error masificado hecho estilo de vida.

 

 

 

 

Lo anterior, nos lleva a las respuestas dadas por los Apóstoles. Uno afirmó que lo comparaban con Juan Bautista, por el estilo de vida,  de manera especial,  por la exigencia del bautismo para alcanzar la Vida Eterna, como ejemplarmente enseñó en la riberas del Rio Jordán y luego,  en el dialogo con aquel magistrado judío de nombre Nicodemo a quien dijo: “Si no renaces del agua y del Espíritu Santo no tendrás vida verdadera”…Muy claro el sentido de las palabras de Jesús: ¡Fuera de la Iglesia no hay salvación! ¡Extra Ecclesian nulla salus!

Otro indica que es el profeta Elías: Nacido en Tishbé cercano al Rio Jordán. Fue un verdadero “soldado de Dios” frente a las idolatrías de su tiempo, imperantes en gobernantes y en el pueblo infiel a la alianza con Dios. Esa radicalidad in dujo a que muchos homologasen la figura de Jesús expulsando a los mercaderes del templo con aquel profeta que desafió a los adoradores baalaistas.

Finalmente, uno de los discípulos recuerda haber escuchado que a Jesús lo asimilaban al profeta Jeremías, en virtud a que éste como Jesús desenmascaraba la corrupción social, recriminaba a quienes rompían la alianza con Dios y hablaban de paz y no había. Sin duda, Jesús como los tres personajes citados por los Apóstoles era un“signo de contradicción” que resultaba molesto a estas alturas para muchos, por ello,  los judíos lo querían prender, de los pueblos sebastenos o samaritanos era cuestionado, los habitantes gadarenos “le pidieron que se fuera de sus tierras” (San Lucas VIII, 34) y hasta en su ciudad Nazaret “intentaron despeñarlo por un barranco” (San Lucas IV, 29).

Cuando todos respondieron a lo que Jesús preguntó se produjo un silencio, como esperando su aprobación, más surgió una segunda pregunta: “¿Y ustedes, quién dicen que soy?”. Nuevo silencio, esta vez más evidente, porque comprendieron que Jesús requería una respuesta personal, lo cual, los involucraba, a partir de ese momento de manera decisiva.

La gracia transmitida por el Espíritu Santo se posa en la mente y corazón de Simón Pedro, a quien Jesús erigiría como “piedra sobre la cual edificaría su Iglesia” (San Mateo XVI, 16). Sin duda, el don del Espíritu Santo de Entendimiento relacionado directamente con la Fe, por medio del cual,  comprendemos lo que de Cristo refieren las Sagradas  Escrituras.

No fue una respuesta nacida del simple entusiasmo, no fue una respuesta irreflexiva, sino unas palabras que tienem raíz en Dios que las inspiró: “Esto que dices no te lo ha revelado ni la carne sino Dios” (San Mateo XVI, 17).

La confesión de fe de San Pedro no es algo individual, sino que habla a Jesús a título personal y a nombre del resto de los Apóstoles, cuyo silencio no era porque nada tuvieran que decir, sino para ceder que Simón Pedro afirmara con ellos y sobre ellos,  lo que le había sido revelado. Este punto resulta basilar en Cafarnaúm, porque muestra un aspecto fundamental de la fe que ha de ser vivida en comunidad evitando un individualismo que a la postre siempre es estéril.

Sin duda, lo anterior constituye la gran tentación de nuestro tiempo al interior de la vida eclesial, puesto que,  desde hace medio milenio se instauró desde el protestantismo un individualismo que tiene diversas variantes, entre otras en el mundo cultural, familiar y cultual. La “solo fe” hace que se esgrima hoy que podemos tener una perfecta relación con Jesús al margen de la Iglesia, lo que conlleva olvidar que fue (precisamente) el mismo Jesús quien habló de “instituiré mi Iglesia” (San Mateo XVI, 18), estableciendo la comunidad de creyentes como una verdadera embarcación que zarandeada por el secularismo no deja de navegar con vientos favorables y adversos.

La confianza que muestra Simón Pedro al reconocer a Jesús como el Mesías esperado,  al ser dada,  acompañado del resto de los discípulos, nos  enseña que la fe se fortalece creyendo, y que sólo un creyente puede contagiar a quien se encuentra dubitativo y temeroso, tal como fue esta primera intervención de San Pedro, y  como lo haría luego de la irrupción del Espíritu Santo en el Cenáculo de Jerusalén a nombre de los Apóstoles, cumpliendo el mandato dado por Jesús: “! Tú ve y confirma en la fe a tus hermanos! (San Lucas XXII, 31).

¡Cómo cambio la vida de San Pedro y los Apóstoles al reconocer a Jesús!  Sostenidos por la gracia implorada por Jesús directamente al Padre Eterno: “Yo he pedido a Dios que te ayude para que te mantengas firme”( San Lucas XXII, 32)  nos esforzaremos por contagiar  esta certeza de sabernos sostenidos por el Señor en todo momento sabiendo que –como recordábamos la semana pasada en el episodio de la mujer cananea- al comienzo,  durante y fin de todo acto meritorio siempre permanece el aroma de la bondad de Dios y su diestra tan poderosa como providente. 

 

Ni ocultos ni arrinconados: El tiempo que vivimos, con toda sus contradicciones es la mejor oportunidad que el Señor nos ha dado para vivir la fe que en la Iglesia hemos recibido, y de la cual, estamos llamados a ser testigos sin dobleces ni “recreos morales”.

El mundo del relativismo debe ver en cada católico un ser irreductible que procura vivir de la gracia de Dios, haciendo (Él mismo)  que nuestros  tropiezos y caídas sirvan para nuevos anhelos y metas de perfección y santidad. No olvidemos que fue a San Pedro quien Jesús le prometió el don de la infalibilidad, lo que implica no caer en error por contar con la asistencia directa del Espíritu Santo a la hora de formalmente enseña una verdad que ha de ser creída, pero Jesús nunca le ofreció el ser impecable, lo que implica ausencia de pecado. ¿Puede haber un Pontífice pecador? Sí, San Pedro –el Primer Papa- fue uno.

Conversando con un conductor de Didi me preguntó algo muy serio: “¿Qué pasa con los chilenos que son tan incrédulos?” afirmando luego que “de cada diez personas que llevo, ocho se declaran no solo ateos sino que la gran mayoría son contrarios a Dios, emitiendo duros epítetos –incluso- a Dios mismo”.

En media hora de viaje desde Viña del Mar a mi parroquia tuve una muy seria conversación sobre el don de la fe, recurriendo al testimonio de los Apóstoles tanto como hoy en Cafarnaúm como luego en el mismo Jerusalén.

¡Que fuerza interior de San Pedro! Lo vemos en la vida de los mártires y de los mejores hijos de la Iglesia que son los Santos, que han dado su vida por profesar hasta el último suspiro que la vida vale la pena vivirla siempre con Dios a nuestro lado.

Recientemente, el quince de febrero del año 2015 un grupo de veintiún católicos de rito copto fueron degollados por el grupo islámico Isis en Libia. Al momento de morir se ve que cada uno de ellos, sin desesperación alguna,  repitieron moviendo sus labios: “Ya Rabbi Yassou”, lo que significa: ”Oh, Mi Señor Jesús”.

No sé si puede haber un momento de mayor crueldad como es la que vivieron este grupo de santos creyentes, pero estoy cierto que ellos alcanzaron la Bienaventuranza eterna con un pie puesto en la tierra y otro en el Cielo al momento de ofrecer voluntariamente su alma a Dios.

Es verdad que son pocos los casos de martirio en relación al número de creyentes que hay en el mundo, más,   es creciente la cantidad de naciones donde la fe se encuentra excluida, cuestionada y perseguida. Silenciado por los medios de comunicación y como naturalizando los hechos que marginan a los creyentes   vemos que el Señor nos ofrece una nueva  oportunidad de ser sus testigos.

En Nicaragua esta semana fueron confiscados o “estatizados” todos los bienes de la Congregación de los Jesuitas; en Estados Unidos fueron recortados los fondos para las Religiosas de la Caridad de la  Madre Teresa de Calcuta porque se oponen a las prácticas abortivas propiciadas por el actual presidente…que se declaró católico y lloró en medio de un discurso del actual Sumo Pontífice: “¿Qué dirá el Santo Padre que vive en Roma?, y en Chile desde el 2016 a la fecha unas cincuenta capillas y parroquias han sido quemadas, siendo uno de los países con mayores actos terroristas adversos a la fe en el mundo.

¡A tiempos recios,  corazones recios! San Pedro en Cafarnaúm nos enseña a “defender nuestra fe” en toda circunstancia. Mas, el ejemplo de San Bartolomé, Patrono de Galicia, nos recuerda que el camino del apostolado pasa por una fe que permee toda nuestra vida, sin dejar al margen nada, sin que haya “cajoneras secretas” a las cuales ni el mismo Dios parezca tener acceso. Dar al Señor un espacio total en nuestro corazón, otorgar a Dios la primacía de nuestros pensamientos y afectos, permite que la fe se expanda por aquellas obras descrita por Jesús en el sermón denominado juicio de las naciones: “Una fe sin obras, es una fe muerta”.

Por esto la clave actual consiste en integrar la fe en el día a día, pues sólo cuando Dios está en el centro, las cosas salen mejor y se vive mejor. ¡Por qué sentirse coartados de decir “voy a la Santa Misa” y no hacerlo cuando practicamos un deporte cualquiera. ¡Vergüenza para pecar, más  nunca por hacer el bien!

¡Que Viva Cristo Rey!

Noso Pai, que estas no Ceo. Santificado sexa o teu Nome. Veña a Nos o teu Reino. Fagase a tua vontade, asi na terra, coma no Ceo. Danos hoxe o noso pan, de cada día. E perdoa a nosas ofensas, coma nos perdoamos a quenes nos teñen ofendido. Non nos deixes caer na tentación, e libranos do mal. Amén.
















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