TEMA : “YA RABBI YASSON”…”OH, MI SEÑOR JESÚS”.
FECHA:
HOMILÍA DOMINGO VIGÉSIMO PRIMERO AGOSTO 2023
Habiendo trascurrido un
tiempo, marcado por milagros y enseñanzas de Jesús que como un cometa fueron
dejando una “estela” de comentarios a
su paso, el Señor decide detenerse un momento para rectificar el camino que
iban recorriendo. En efecto, muchos con gran entusiasmo le seguían luego de los
numerosos milagros que realizaba, atribuyéndole un carácter mesiánico temporal
que les serviría para recobrar su independencia perdida, otros quedaban
deslumbrados por la novedad de sus enseñanzas dando importancia a lo que decía
como algo estrictamente transitorio. En uno y otro caso nada de reconocer el
ser divino y humano de Jesús.
Jesús hace una primera pregunta,
la cual, obtendrá profusión de
respuestas porque se refería a lo que terceros decían del Señor, por lo que
nada perdían con evidenciar lo que otros decían sobre Cristo, de modo particular
si lo vinculaban con algún personaje del pasado bíblico como fue el caso.
En el mundo de los
periodistas y en las redes sociales se pueden escuchar ácidos comentarios de
personas cuando se refieren a terceros,
llegando al punto que uno piensa si quien las emite está en su sano juicio por
el alto grado de falta de lógica y odiosidad.
Nadie negará que estamos
en medio de una sociedad que hipervaloriza
el grado de conocimiento que se tengan de las acciones realizadas con “me gusta”, “número de comentarios” y “visitas”
a las redes sociales, todo lo cual –en ocasiones- hace creer que lo más conocido
y reconocido es sinónimo que es verdad, como si esta (verdad) estuviese anclada en el número de cuántos la
sostienen que en la certeza misma de la verdad. Una mentira sostenida por una mayoría
nunca será verdad, por lo que la sabiduría y fortaleza de los mártires es una
verdadera escuela para descubrir cómo saber oponerse ante el error masificado hecho estilo de vida.
Lo anterior, nos lleva a
las respuestas dadas por los Apóstoles. Uno afirmó que lo comparaban con Juan Bautista,
por el estilo de vida, de manera
especial, por la exigencia del bautismo
para alcanzar la Vida Eterna, como ejemplarmente enseñó en la riberas del Rio Jordán
y luego, en el dialogo con aquel
magistrado judío de nombre Nicodemo a quien dijo: “Si no renaces del agua y del Espíritu Santo no tendrás vida
verdadera”…Muy claro el sentido de las palabras de Jesús: ¡Fuera de la
Iglesia no hay salvación! ¡Extra Ecclesian nulla salus!
Otro indica que es el
profeta Elías: Nacido en Tishbé cercano al Rio Jordán. Fue un verdadero
“soldado de Dios” frente a las
idolatrías de su tiempo, imperantes en gobernantes y en el pueblo infiel a la
alianza con Dios. Esa radicalidad in dujo a que muchos homologasen la figura de
Jesús expulsando a los mercaderes del templo con aquel profeta que desafió a
los adoradores baalaistas.
Finalmente, uno de los
discípulos recuerda haber escuchado que a Jesús lo asimilaban al profeta Jeremías,
en virtud a que éste como Jesús desenmascaraba la corrupción social,
recriminaba a quienes rompían la alianza con Dios y hablaban de paz y no había.
Sin duda, Jesús como los tres personajes citados por los Apóstoles era un“signo de contradicción” que resultaba
molesto a estas alturas para muchos, por ello, los
judíos lo querían prender, de los pueblos sebastenos o samaritanos
era cuestionado, los habitantes gadarenos
“le pidieron que se fuera de sus tierras”
(San
Lucas VIII, 34) y hasta en su ciudad Nazaret “intentaron despeñarlo por un barranco” (San
Lucas IV, 29).
Cuando todos respondieron
a lo que Jesús preguntó se produjo un silencio, como esperando su aprobación, más
surgió una segunda pregunta: “¿Y ustedes,
quién dicen que soy?”. Nuevo silencio, esta vez más evidente, porque comprendieron
que Jesús requería una respuesta personal, lo cual, los involucraba, a partir
de ese momento de manera decisiva.
La gracia transmitida por
el Espíritu Santo se posa en la mente y corazón de Simón Pedro, a quien Jesús
erigiría como “piedra sobre la cual
edificaría su Iglesia” (San Mateo XVI, 16). Sin duda, el don
del Espíritu Santo de Entendimiento relacionado directamente con la Fe, por
medio del cual, comprendemos lo que de
Cristo refieren las Sagradas Escrituras.
No fue una respuesta
nacida del simple entusiasmo, no fue una respuesta irreflexiva, sino unas
palabras que tienem raíz en Dios que las inspiró: “Esto que dices no te lo ha revelado ni la carne sino Dios” (San
Mateo XVI, 17).
La confesión de fe de San
Pedro no es algo individual, sino que habla a Jesús a título personal y a
nombre del resto de los Apóstoles, cuyo silencio no era porque nada tuvieran
que decir, sino para ceder que Simón Pedro afirmara con ellos y sobre ellos, lo que le había sido revelado. Este punto
resulta basilar en Cafarnaúm, porque muestra un aspecto fundamental de la fe
que ha de ser vivida en comunidad evitando un individualismo que a la postre
siempre es estéril.
Sin duda, lo anterior
constituye la gran tentación de nuestro tiempo al interior de la vida eclesial,
puesto que, desde hace medio milenio se
instauró desde el protestantismo un individualismo que tiene diversas
variantes, entre otras en el mundo cultural, familiar y cultual. La “solo fe” hace que se esgrima hoy que
podemos tener una perfecta relación con Jesús al margen de la Iglesia, lo que
conlleva olvidar que fue (precisamente) el mismo Jesús quien habló de “instituiré mi Iglesia” (San
Mateo XVI, 18), estableciendo la comunidad de creyentes
como una verdadera embarcación que zarandeada por el secularismo no deja de
navegar con vientos favorables y adversos.
La confianza que muestra
Simón Pedro al reconocer a Jesús como el Mesías esperado, al ser dada, acompañado del resto de los discípulos, nos enseña que la fe se fortalece creyendo, y que
sólo un creyente puede contagiar a quien se encuentra dubitativo y temeroso,
tal como fue esta primera intervención de San Pedro, y como lo haría luego de la irrupción del
Espíritu Santo en el Cenáculo de Jerusalén a nombre de los Apóstoles,
cumpliendo el mandato dado por Jesús: “!
Tú ve y confirma en la fe a tus hermanos! (San Lucas XXII,
31).
¡Cómo cambio la vida de
San Pedro y los Apóstoles al reconocer a Jesús!
Sostenidos por la gracia implorada por Jesús directamente al Padre
Eterno: “Yo he pedido a Dios que te ayude
para que te mantengas firme”( San Lucas XXII, 32) nos esforzaremos por contagiar
esta certeza de sabernos sostenidos por
el Señor en todo momento sabiendo que –como recordábamos la semana pasada en el
episodio de la mujer cananea- al comienzo,
durante y fin de todo acto meritorio siempre permanece el aroma de la
bondad de Dios y su diestra tan poderosa como providente.
Ni ocultos ni
arrinconados: El tiempo que vivimos, con toda sus contradicciones es la mejor
oportunidad que el Señor nos ha dado para vivir la fe que en la Iglesia hemos
recibido, y de la cual, estamos llamados a ser testigos sin dobleces ni
“recreos morales”.
El mundo del relativismo
debe ver en cada católico un ser
irreductible que procura vivir de la gracia de Dios, haciendo (Él
mismo) que nuestros tropiezos y caídas sirvan para nuevos anhelos
y metas de perfección y santidad. No olvidemos que fue a San Pedro quien Jesús
le prometió el don de la infalibilidad, lo que implica no caer en error por
contar con la asistencia directa del Espíritu Santo a la hora de formalmente
enseña una verdad que ha de ser creída, pero Jesús nunca le ofreció el ser
impecable, lo que implica ausencia de pecado. ¿Puede haber un Pontífice
pecador? Sí, San Pedro –el Primer Papa- fue uno.
Conversando con un
conductor de Didi me preguntó algo muy serio: “¿Qué pasa con los chilenos que son tan incrédulos?” afirmando
luego que “de cada diez personas que
llevo, ocho se declaran no solo ateos sino que la gran mayoría son contrarios a
Dios, emitiendo duros epítetos –incluso- a Dios mismo”.
En media hora de viaje
desde Viña del Mar a mi parroquia tuve una muy seria conversación sobre el don
de la fe, recurriendo al testimonio de los Apóstoles tanto como hoy en Cafarnaúm
como luego en el mismo Jerusalén.
¡Que fuerza interior de
San Pedro! Lo vemos en la vida de los mártires y de los mejores hijos de la
Iglesia que son los Santos, que han dado su vida por profesar hasta el último
suspiro que la vida vale la pena vivirla siempre con Dios a nuestro lado.
Recientemente, el quince
de febrero del año 2015 un grupo de veintiún católicos de rito copto fueron
degollados por el grupo islámico Isis en Libia. Al momento de morir se ve que
cada uno de ellos, sin desesperación alguna, repitieron moviendo sus labios: “Ya Rabbi Yassou”, lo que significa: ”Oh, Mi Señor Jesús”.
No sé si puede haber un
momento de mayor crueldad como es la que vivieron este grupo de santos
creyentes, pero estoy cierto que ellos alcanzaron la Bienaventuranza eterna con
un pie puesto en la tierra y otro en el Cielo al momento de ofrecer
voluntariamente su alma a Dios.
Es verdad que son pocos
los casos de martirio en relación al número de creyentes que hay en el mundo,
más, es creciente la cantidad de naciones donde la
fe se encuentra excluida, cuestionada y perseguida. Silenciado por los medios
de comunicación y como naturalizando los hechos que marginan a los creyentes vemos que el Señor nos ofrece una nueva oportunidad de ser sus testigos.
En Nicaragua esta semana
fueron confiscados o “estatizados” todos
los bienes de la Congregación de los Jesuitas; en Estados Unidos fueron recortados
los fondos para las Religiosas de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta porque se oponen a
las prácticas abortivas propiciadas por el actual presidente…que se declaró
católico y lloró en medio de un discurso del actual Sumo Pontífice: “¿Qué dirá el Santo Padre que vive en Roma?,
y en Chile desde el 2016 a la fecha unas cincuenta capillas y parroquias
han sido quemadas, siendo uno de los países con mayores actos terroristas
adversos a la fe en el mundo.
¡A tiempos recios, corazones recios! San Pedro en Cafarnaúm nos
enseña a “defender nuestra fe” en
toda circunstancia. Mas, el ejemplo de San Bartolomé, Patrono de Galicia, nos
recuerda que el camino del apostolado pasa por una fe que permee toda nuestra
vida, sin dejar al margen nada, sin que haya “cajoneras secretas” a las cuales ni el mismo Dios parezca tener
acceso. Dar al Señor un espacio total en nuestro corazón, otorgar a Dios la primacía
de nuestros pensamientos y afectos, permite que la fe se expanda por aquellas
obras descrita por Jesús en el sermón denominado juicio de las naciones: “Una fe sin obras, es una fe muerta”.
Por esto la clave actual
consiste en integrar la fe en el día a día, pues sólo cuando Dios está en el
centro, las cosas salen mejor y se vive mejor. ¡Por qué sentirse coartados de
decir “voy a la Santa Misa” y no
hacerlo cuando practicamos un deporte cualquiera. ¡Vergüenza para pecar,
más nunca por hacer el bien!
¡Que Viva Cristo Rey!
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