jueves, 28 de marzo de 2024

 

TEMA  : “FOMENTAR LAS VOCACIONES AL SACERDOCIO”.

FECHA:  FIESTA DE LA ANUNCIACIÓN   /  25  MARZO  2024.

Dos por cuatro metros eran suficientes para albergar a quien llegaba lleno de sueños y eternidades al Seminario Diocesano de Valparaíso ubicado junto al lado derecho del principal centro de culto mariano de nuestra Patria. No se necesitaba más, el sol que generoso se colaba por las ventanas, el canto incesante de las aves, y el bullir de otros veinticinco seminaristas que llenaban el denominado pabellón de propedéutica, daban vida al edificio construido con el fin de originalmente albergar una escuela agrícola que,  cual flor de un día, tan pronto partió…como un lirio del campo que un día está y al siguiente ya se ha ido.

Ahora, el silencio azota cada habitación de este lugar con mayor fuerza que lo haría la  más impetuosa de las ventiscas.  El rostro cansino del mobiliario, descubre en su opacidad el sentido de un abandono, que por momentos  resulta lacerante. Si el drama de su extinción hubiese llegado de golpe en la quema como leña luminosa habría sido para estas maderas más llevadero que una lenta agonía que, cual eutanasia vocacional,  ha sido desplegada ante la indolencia de unos y el incentivo perverso de otros.

La humedad y las termitas han hecho su labor en el suelo que semanalmente recibía el cuidado prolijo de pulido y cera que era exigido para su mantención. En estas tablas armónicamente instaladas el tiempo no ha dejado de colocar su huella.

El eco sonoro de cada ruido a la distancia nos lleva a tomar conciencia del tamaño señorial de este Seminario que cobija tantos recuerdos como esperanzas que por momentos parecen lejanas y  huidizas.

Como la vida de nuestra Iglesia que en dos milenios no ha sido extinguida por las fuerzas ajenas como tampoco por tropeles cercanos, resiste nuestro Seminario al paso de los años, y de tantas novedades que han esquilmado las emergentes vocaciones, vaciándolo en una espiral invertida que lleva a ofertar su destino.

 

 

 

La primavera vocacional nacida “desde un país lejano” pareció florecer por un breve tiempo,  como prístina pradera. Decenas de botones se abrían para adornar a nuestra Diócesis con el más bello de los jardines, pues, el Ángel lo indicaba: “es lo que se necesita” y un “ejemplo para el resto”.

Tantas veces perseguida, al punto de ser festín de fieras y gladiadores, de la ira de coronas y heresiarcas,  a punto de hundirse como Pedro en aquel Lago, la nave de Cristo por cabeza, salió a flote y navegó en aguas tranquilas y profundas en la búsqueda de los peces más preciados. 

La sangre de los mártires semilla de cristianos dijo aquel Padre de la Iglesia, como avizorando las horas donde las lágrimas cambiarían de la tristeza al gozo inigualable e inextinguible.

Por el camino mariano de hacer oración y penitencia pedimos al Señor por las nuevas vocaciones a la vida sacerdotal. ¡El invierno pasará y la primavera no tardará! Lo vemos desde el norte de nuestro continente, sólo la fidelidad hará que nuevamente en nuestros seminarios haya “Fiesta en América”, pues si el Señor no se cansa en bendecir no bajaremos nuestros brazos ni daremos descanso a nuestros pies hasta revertir el grisáceo rostro de la actualidad.

Esta habitación me hace “volver a los diecisiete”, descubriendo que la llamada de Dios y la particular consagración conferida quedan inalterables con el paso de cuatro décadas, procurando con la rigidez de una piedra serle fiel hasta morir, a un Dios que me amó y se entregó por mí hace dos mil años.

Un equipo de formadores, que asuma íntegramente las enseñanzas de nuestra Iglesia, desde el manantial de gracia de cada época, sin anquilosarse en una ni desdeñar las restantes, por el camino de la hermenéutica de la continuidad, ajenos al rupturismo esterilizante, unido a la savia que fluye de parroquias, colegios, universidades y centros técnicos de educación, harán que estas habitaciones vuelvan a reverdecer con la gracia de numerosas y sobre todo santas vocaciones al sacerdocio.    ¡Que Viva Cristo Rey!

“Casarse con un tiempo es quedarse viudo en el siguiente” (Obispo Fulton Sheen)









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