TEMA : “FOMENTAR LAS
VOCACIONES AL SACERDOCIO”.
FECHA: FIESTA DE LA
ANUNCIACIÓN / 25
MARZO 2024.
Dos por cuatro
metros eran suficientes para albergar a quien llegaba lleno de sueños y
eternidades al Seminario Diocesano de Valparaíso ubicado junto al lado derecho
del principal centro de culto mariano de nuestra Patria. No se necesitaba más,
el sol que generoso se colaba por las ventanas, el canto incesante de las aves,
y el bullir de otros veinticinco seminaristas que llenaban el denominado
pabellón de propedéutica, daban vida al edificio construido con el fin de originalmente
albergar una escuela agrícola que, cual
flor de un día, tan pronto partió…como un lirio del campo que un día está y al
siguiente ya se ha ido.
Ahora, el silencio
azota cada habitación de este lugar con mayor fuerza que lo haría la más impetuosa de las ventiscas. El rostro cansino del mobiliario, descubre en
su opacidad el sentido de un abandono, que por momentos resulta lacerante. Si el drama de su extinción
hubiese llegado de golpe en la quema como leña luminosa habría sido para estas
maderas más llevadero que una lenta agonía que, cual eutanasia vocacional, ha sido desplegada ante la indolencia de unos
y el incentivo perverso de otros.
La humedad y las
termitas han hecho su labor en el suelo que semanalmente recibía el cuidado
prolijo de pulido y cera que era exigido para su mantención. En estas tablas
armónicamente instaladas el tiempo no ha dejado de colocar su huella.
El eco sonoro de
cada ruido a la distancia nos lleva a tomar conciencia del tamaño señorial de
este Seminario que cobija tantos recuerdos como esperanzas que por momentos
parecen lejanas y huidizas.
Como la vida de
nuestra Iglesia que en dos milenios no ha sido extinguida por las fuerzas
ajenas como tampoco por tropeles cercanos, resiste nuestro Seminario al paso de
los años, y de tantas novedades que han esquilmado las emergentes vocaciones,
vaciándolo en una espiral invertida que lleva a ofertar su destino.
La primavera
vocacional nacida “desde un país lejano”
pareció florecer por un breve tiempo, como prístina pradera. Decenas de botones se
abrían para adornar a nuestra Diócesis con el más bello de los jardines, pues, el
Ángel lo indicaba: “es lo que se necesita” y un “ejemplo para el resto”.
Tantas veces
perseguida, al punto de ser festín de fieras y gladiadores, de la ira de
coronas y heresiarcas, a punto de
hundirse como Pedro en aquel Lago, la nave de Cristo por cabeza, salió a flote
y navegó en aguas tranquilas y profundas en la búsqueda de los peces más
preciados.
La sangre de los
mártires semilla de cristianos dijo aquel Padre de la Iglesia, como avizorando
las horas donde las lágrimas cambiarían de la tristeza al gozo inigualable e
inextinguible.
Por el camino
mariano de hacer oración y penitencia pedimos al Señor por las nuevas
vocaciones a la vida sacerdotal. ¡El invierno pasará y la primavera no tardará!
Lo vemos desde el norte de nuestro continente, sólo la fidelidad hará que
nuevamente en nuestros seminarios haya “Fiesta
en América”, pues si el Señor no se cansa en bendecir no bajaremos nuestros
brazos ni daremos descanso a nuestros pies hasta revertir el grisáceo rostro de
la actualidad.
Esta habitación me
hace “volver a los diecisiete”,
descubriendo que la llamada de Dios y la particular consagración conferida quedan
inalterables con el paso de cuatro décadas, procurando con la rigidez de una
piedra serle fiel hasta morir, a un Dios que me amó y se entregó por mí hace
dos mil años.
Un equipo de
formadores, que asuma íntegramente las enseñanzas de nuestra Iglesia, desde el
manantial de gracia de cada época, sin anquilosarse en una ni desdeñar las
restantes, por el camino de la hermenéutica de la continuidad, ajenos al
rupturismo esterilizante, unido a la savia que fluye de parroquias, colegios,
universidades y centros técnicos de educación, harán que estas habitaciones
vuelvan a reverdecer con la gracia de numerosas y sobre todo santas vocaciones
al sacerdocio. ¡Que Viva Cristo Rey!
“Casarse con un tiempo es quedarse viudo en el siguiente” (Obispo Fulton Sheen)
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