HOMILIA MISA EXEQUIAL MISS EMILIA
RODRIGUEZ DE CAJAS
"Con la mano en el pulso del tiempo y el oído
en el corazón de Dios” (R.P. Kentenich)
Hace un día, junto a los padres y los alumnos de cuarto año básico que
harán su Primera Comunión fuimos en Peregrinación hacia el Santuario de Santa
Teresa en Auco. Luego de rezar el Vía Crucis en el cerro de Rinconada de Los
Andes, nos dirigimos hacia el templo para celebrar la Santa Misa, para lo cual
previamente rezamos el Santo Rosario ante el Santísimo. Fue una hermosa
jornada, donde como suele ser toda actividad escolar esta jalonada de múltiples
anécdotas. Hubo una que –especialmente-
me sorprendió.
Antes del rezo del santo rosario, un padre arrodillado ante el crucifijo de
la cripta donde esta el cuerpo de nuestra joven santa, y cuya esposa se
mantenía a unos metros de el, era insistentemente interrumpido por su hija que
con fuerza le miraba y decía: “háblale, pídele”. Luego, mirando a su padre le repitió varias veces lo mismo. En ningún
momento la pequeña dudo en la respuesta que provenía de Jesús, solo le
preocupaba que su papa le hablara a Jesús.
Estando en medio de la celebración
del Ano de la Fe, nuestra querida maestra Emilia, fue llamada por el
Señor a su presencia. Conversamos varias veces de la importancia de este tiempo
de gracia al que el Romano Pontífice nos ha convocado con una especial
indulgencia: cuantas veces, ella hace unos anos, dedicaba tiempo a estudiar las
enseñanzas del Apóstol San Pablo al que le profesaba un particular afecto y
sintonizaba con su espiritualidad. Sabia de memoria los viajes de San Pablo.
En un domingo, tuve la oportunidad de administrarle la extremaunción que
pidió impostergablemente aquel día: allí, se alegro inmensamente al
enterarse que un alumno seria bautizado unos minutos después, porque el
bien de sus alumnos, especialmente en el plano espiritual, era para Emilia su principal preocupación.
Sin descuidar en nada el desarrollo en las ciencias –certeramente- avizoraba
que no podía darse esta, sin la compañía necesaria de la virtud. Por esto, con
agudeza miraba una y otra vez los libros de clases para ver los avances y
retrocesos, de los alumnos buscando analizar cual era el origen y los caminos
posibles para enmendar rumbos.
Sin desfallecer, estamos ciertos,
nunca cedió a dejar desamparado a los alumnos en sus etapas
frágiles, como, también,
supo ser firme en exigir buenos resultados en aquel que percibía algo
mas podía dar. Gozaba de una particular virtud que era saber tener una mano
firme siempre envuelta en mano de seda, lo que la colocaba en un plano especial
para ser el refugio de tantos a la hora de la dificultad y el puerto de salida
para buscar gozosos nuevos rumbos. Ninguno salía de su oficina sin un consejo
para la vida.
Notablemente, sus oídos, su mirada y su corazón conocieron de tantos sueños
infantiles, ideales adolescentes e ímpetus juveniles durante décadas: un día
sus ojos vieron al infante James Andrew, como mas recientemente vieron los
pasos del pequeño Santiago. Mas allá de la experiencia y sabiduría sopesada que
suele dar el paso del tiempo, la grandeza de su maestría se fundaba en el apoyo
de la fe en Cristo que le permitía actuar sabia y fundamentadamente en las
diversas épocas: desde cuando, por aquellos anos comenzaba en las aulas bajo el
sonido de los cuatro de Liverpool hasta nuestros días, bajo el ritmo imperante del K-POP con su
pegajoso baile de gangnam style.
No fue esclava de épocas pasadas, como indicando “antes se hacia así y era mejor”, tampoco, fue servil de las modas pasajeras que como la
hierba “un día están y al día siguiente
han desaparecido”: Emilia vivió cada tiempo con intensidad y actualidad
porque supo colocar a Cristo como centro de sus determinaciones: pues, según
dice el Evangelio, “Jesucristo, es el mismo, ayer, hoy y siempre” (carta a los Hebreos
XIII, 8).
En su ahora, silente escritorio, había una pequeña imagen de la Santísima
Virgen: “:La Mater” como ella la
denominaba y a la que no escatimaba esfuerzos por manifestar su veneración. En
efecto, se consagro a la Virgen hace décadas, e incluso recordaba con gozo
cuando pudo visitar el Santuario de la Mater en las cercanías de Koblenza en
Alemania.
Inmersos en medio de la celebración del tradicional Mes de María, nuestra
Maestra fue llamada por el Señor. Con frecuencia hablamos de imitar a
Jesucristo, en sus acciones y palabras, para que por medio de la gracia
procuremos tener sus mismos sentimientos, toda vez que el mismo Cristo dijo: “aprended de mi que soy manso y humilde de
corazón”.
Si realmente queremos parecernos a Cristo, si anhelamos vivamente repetir
las palabras del Apóstol San Pablo: “Ya
no soy yo el que vivo es Cristo quien vive en mi”, será preciso demostrar
nuestro afecto espiritual, nuestra piedad y devoción a la Santísima Virgen
María, ya que fue el mismo Señor quien, a lo largo de su vida no escatimo
esfuerzos en manifestar su cariño y obediencial filial hacia su Madre, la cual
nos la encomendó en lo alto del Calvario cuando dijo a San Juan, en el a cada creyente: “hijo, ahí tienes a tu Madre”. Hay que decirlo: la imitación de
Cristo de verdad solo puede darse si honramos a la Virgen en verdad.
A lo largo de la historia ninguna mujer ha sido más recordada y querida que
la Virgen Santísima. Su nombre en los cuatro puntos cardinales evoca
permanentemente una invitación a cumplir lo que el Señor nos pide. Dicho nombre
encierra una grandeza que no parece extinguirse, y ¿Cómo podría? si fue por el
mismo Arcángel Gabriel denominada: “Tu
eres la llena de gracia”.
El nombre de María en arameo
significa “Señora”:
Etimológicamente el señorío emana de la expresión “Dominus”, que nos refiere al
el Señor nuestro Dios. Cuando afirmamos que una persona “se domine” estamos diciendo que sea
Dios quien encamine sus pasos, que su luz y bastón seguro sea la Palabra de
Dios, para actuar con seguridad y presteza. Nuestra Emilia, tenia aquel talante
que proviene de aquella virtud que le permitía actuar con señorío, por lo que
sus consejos no solo eran oportunos sino casi imposibles de desatender.
El nombre de Maria en hebreo
significa “Hermosa”:
Inmersos en una cultura que parece endiosar la imagen, la búsqueda de lo
bello y de la felicidad suelen quedar limitadas a la fantasía de lo que parece
que es, pero no es. Y, entonces, se vive buscando una apariencia, que termina
casi en una mascara. Pues, la verdadera hermosura es aquella que nace de la
integridad en el alma. Cada persona vale lo que vale su corazón. Con su vida,
nuestra hermana nos enseñó que la belleza pasa por el alma, tal como la Virgen
Santísima, según refiere el evangelista confidente: “guardaba todo en su corazón”. Nadie que buenamente hubiese
conocido a Emilia podría desconocer el hecho de que la oración ocupaba un lugar
importante en su vida no solo en el tiempo que le dedicaba sino a la trascendencia
que dicho dialogo con Dios tenia luego en sus acciones y determinaciones al
interior del hogar y del colegio.
El nombre de María en
Egipcio significa “La preferida de Dios”:
Así, lo leemos en el libro bíblico del Éxodo (XV, 20). De algún modo es la denominación propia de la Virgen
santísima, pues Dios la escogió entre
todas las mujeres para ser la Madre del Mesías esperado, para lo cual la
constituyo como “su Hija preferida”, por lo cual ocuparía un lugar principal e
insustituible en el plan de salvación.
Ninguna persona, a lo largo de la historia ha sido ni será mas querida por
Dios que lo que fue, es, y será nuestra Madre Santísima. Es indudable que el
don de la maternidad que Dios le concedió en sus hijos, lejos de dejar
encerrado su afecto, le permitió hacer participe de su bondad a tantas
generaciones de alumnos que de algún modo los tenia como sus hijos e hijas, a
los que les dedicaba tiempo y cariño en todo momento, de acuerdo a la vocación
que un día recibiera en orden a educar integralmente a muchos de quienes hoy le
recuerdan, y agradecidos –acompañan- en
sus plegarias.
Aunque su partida conmueve nuestro corazón, su fe hecha vida nos permite
tener una esperanza firme en que para ella, que tuvo el privilegio triple de
partir: en el Mes de Virgen María, el Ano de la Fe, en el amanecer del día
Domingo, Día del Señor, tuvo realmente su Dies
Natalis en compañía de sus seres queridos. Por ello, no podemos sino
repetir las palabras que Santa Isabel pronuncio al ver a la Virgen que le
visitaba, y que imploramos al Buen Dios hoy Miss Emilia haya escuchado: “Bienaventurada tu por haber creído que se
cumplirán las promesas del Señor” (San Lucas I, 45).
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