miércoles, 22 de mayo de 2013

HAGAN TODO LO QUE EL LES DIGA



HOMILIA MISA EXEQUIAL  MISS EMILIA RODRIGUEZ DE CAJAS 

"Con la mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios” (R.P. Kentenich)
 
 
 
Hace un día, junto a los padres y los alumnos de cuarto año básico que harán su Primera Comunión fuimos en Peregrinación hacia el Santuario de Santa Teresa en Auco. Luego de rezar el Vía Crucis en el cerro de Rinconada de Los Andes, nos dirigimos hacia el templo para celebrar la Santa Misa, para lo cual previamente rezamos el Santo Rosario ante el Santísimo. Fue una hermosa jornada, donde como suele ser toda actividad escolar esta jalonada de múltiples anécdotas. Hubo una que –especialmente-  me sorprendió. 
Antes del rezo del santo rosario, un padre arrodillado ante el crucifijo de la cripta donde esta el cuerpo de nuestra joven santa, y cuya esposa se mantenía a unos metros de el, era insistentemente interrumpido por su hija que con fuerza le miraba y decía: “háblale, pídele”. Luego, mirando a su padre  le repitió varias veces lo mismo. En ningún momento la pequeña dudo en la respuesta que provenía de Jesús, solo le preocupaba que su papa le hablara a Jesús.
Estando en medio de la celebración  del Ano de la Fe, nuestra querida maestra Emilia, fue llamada por el Señor a su presencia. Conversamos varias veces de la importancia de este tiempo de gracia al que el Romano Pontífice nos ha convocado con una especial indulgencia: cuantas veces, ella hace unos anos, dedicaba tiempo a estudiar las enseñanzas del Apóstol San Pablo al que le profesaba un particular afecto y sintonizaba con su espiritualidad. Sabia de memoria los viajes de San Pablo.
En un domingo, tuve la oportunidad de administrarle la extremaunción que pidió impostergablemente aquel día: allí, se alegro inmensamente al enterarse  que un alumno seria  bautizado unos minutos después, porque el bien de sus alumnos, especialmente en el plano espiritual,  era para Emilia su principal preocupación. 
Sin descuidar en nada el desarrollo en las ciencias –certeramente- avizoraba que no podía darse esta, sin la compañía necesaria de la virtud. Por esto, con agudeza miraba una y otra vez los libros de clases para ver los avances y retrocesos, de los alumnos buscando analizar cual era el origen y los caminos posibles  para enmendar rumbos. 
Sin desfallecer, estamos ciertos,  nunca cedió a dejar desamparado a los alumnos en sus etapas frágiles,  como,  también,  supo ser firme en exigir buenos resultados en aquel que percibía algo mas podía dar. Gozaba de una particular virtud que era saber tener una mano firme siempre envuelta en mano de seda, lo que la colocaba en un plano especial para ser el refugio de tantos a la hora de la dificultad y el puerto de salida para buscar gozosos nuevos rumbos. Ninguno salía de su oficina sin un consejo para la vida.
Notablemente, sus oídos, su mirada y su corazón conocieron de tantos sueños infantiles, ideales adolescentes e ímpetus juveniles durante décadas: un día sus ojos vieron al infante James Andrew, como mas recientemente vieron los pasos del pequeño Santiago. Mas allá de la experiencia y sabiduría sopesada que suele dar el paso del tiempo, la grandeza de su maestría se fundaba en el apoyo de la fe en Cristo que le permitía actuar sabia y fundamentadamente en las diversas épocas: desde cuando, por aquellos anos comenzaba en las aulas bajo el sonido de los cuatro de Liverpool hasta nuestros días,  bajo el ritmo imperante del K-POP con su pegajoso baile de gangnam style
No fue esclava de épocas pasadas, como indicando “antes se hacia así y era mejor”, tampoco,  fue servil de las modas pasajeras que como la hierba “un día están y al día siguiente han desaparecido”: Emilia vivió cada tiempo con intensidad y actualidad porque supo colocar a Cristo como centro de sus determinaciones: pues, según dice el Evangelio,  “Jesucristo, es el mismo, ayer, hoy y siempre” (carta a los Hebreos XIII, 8).
En su ahora, silente escritorio, había una pequeña imagen de la Santísima Virgen: “:La Mater” como ella la denominaba y a la que no escatimaba esfuerzos por manifestar su veneración. En efecto, se consagro a la Virgen hace décadas, e incluso recordaba con gozo cuando pudo visitar el Santuario de la Mater en las cercanías de Koblenza en Alemania.
Inmersos en medio de la celebración del tradicional Mes de María, nuestra Maestra fue llamada por el Señor. Con frecuencia hablamos de imitar a Jesucristo, en sus acciones y palabras, para que por medio de la gracia procuremos tener sus mismos sentimientos, toda vez que el mismo Cristo dijo: “aprended de mi que soy manso y humilde de corazón”
Si realmente queremos parecernos a Cristo, si anhelamos vivamente repetir las palabras del Apóstol San Pablo: “Ya no soy yo el que vivo es Cristo quien vive en mi”, será preciso demostrar nuestro afecto espiritual, nuestra piedad y devoción a la Santísima Virgen María, ya que fue el mismo Señor quien, a lo largo de su vida no escatimo esfuerzos en manifestar su cariño y obediencial filial hacia su Madre, la cual nos la encomendó en lo alto del Calvario cuando dijo a San Juan, en el  a cada creyente: “hijo, ahí tienes a tu Madre”. Hay que decirlo: la imitación de Cristo de verdad solo puede darse si honramos a la Virgen en verdad.
A lo largo de la historia ninguna mujer ha sido más recordada y querida que la Virgen Santísima. Su nombre en los cuatro puntos cardinales evoca permanentemente una invitación a cumplir lo que el Señor nos pide. Dicho nombre encierra una grandeza que no parece extinguirse, y ¿Cómo podría? si fue por el mismo Arcángel Gabriel denominada: “Tu eres la llena de gracia”.


El nombre de María en arameo significa “Señora”: 

Etimológicamente el señorío emana de la expresión “Dominus”, que nos refiere al  el Señor nuestro Dios. Cuando afirmamos que una persona “se domine” estamos diciendo que sea Dios quien encamine sus pasos, que su luz y bastón seguro sea la Palabra de Dios, para actuar con seguridad y presteza. Nuestra Emilia, tenia aquel talante que proviene de aquella virtud que le permitía actuar con señorío, por lo que sus consejos no solo eran oportunos sino casi imposibles de desatender.

El nombre de Maria en hebreo significa “Hermosa”:  

Inmersos en una cultura que parece endiosar la imagen, la búsqueda de lo bello y de la felicidad suelen quedar limitadas a la fantasía de lo que parece que es, pero no es. Y, entonces, se vive buscando una apariencia, que termina casi en una mascara. Pues, la verdadera hermosura es aquella que nace de la integridad en el alma. Cada persona vale lo que vale su corazón. Con su vida, nuestra hermana nos enseñó que la belleza pasa por el alma, tal como la Virgen Santísima, según refiere el evangelista confidente: “guardaba todo en su corazón”. Nadie que buenamente hubiese conocido a Emilia podría desconocer el hecho de que la oración ocupaba un lugar importante en su vida no solo en el tiempo que le dedicaba sino a la trascendencia que dicho dialogo con Dios tenia luego en sus acciones y determinaciones al interior del hogar y del colegio.

El nombre de María en Egipcio significa “La preferida de Dios”:  

Así, lo leemos en el libro bíblico del Éxodo (XV, 20). De algún  modo es la denominación propia de la Virgen santísima, pues Dios la escogió  entre todas las mujeres para ser la Madre del Mesías esperado, para lo cual la constituyo como “su Hija preferida”, por lo cual ocuparía un lugar principal e insustituible en el plan de salvación. 
Ninguna persona, a lo largo de la historia ha sido ni será mas querida por Dios que lo que fue, es, y será nuestra Madre Santísima. Es indudable que el don de la maternidad que Dios le concedió en sus hijos, lejos de dejar encerrado su afecto, le permitió hacer participe de su bondad a tantas generaciones de alumnos que de algún modo los tenia como sus hijos e hijas, a los que les dedicaba tiempo y cariño en todo momento, de acuerdo a la vocación que un día recibiera en orden a educar integralmente a muchos de quienes hoy le recuerdan, y  agradecidos –acompañan- en sus plegarias.

Aunque su partida conmueve nuestro corazón, su fe hecha vida nos permite tener una esperanza firme en que para ella, que tuvo el privilegio triple de partir: en el Mes de Virgen María, el Ano de la Fe, en el amanecer del día Domingo, Día del Señor, tuvo realmente su Dies Natalis en compañía de sus seres queridos. Por ello, no podemos sino repetir las palabras que Santa Isabel pronuncio al ver a la Virgen que le visitaba, y que imploramos al Buen Dios hoy Miss Emilia haya escuchado: “Bienaventurada tu por haber creído que se cumplirán las promesas del Señor” (San Lucas I, 45).

 


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