jueves, 26 de noviembre de 2015

Fiel es Dios a sus promesas


HOMILÍA CENTENARIO NATALICIO PRESIDENTE PINOCHET 2015.

1.      “He aquí que pongo en tu boca mis palabras. Mira que te constituyo hoy sobre naciones y reinos para arrancar y destruir, para arruinar y asolar, para edificar y plantar” (Jeremías I, 8-0).

Una simple placa de mármol fue colocada el 1936 en el Santuario de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro: “Gracias Madre mía. Ayúdame siempre. Alférez. A. Pinochet.1936”. Aquel día recibía el primer grado como oficial del Ejército al que estaría formalmente vinculado durante sesenta y cinco años, llegando a ser el soldado con más años en servicio activo en todo el mundo.

Sin lugar a dudas,  aquella filial confianza puesta en la Madre de Dios tendría la respuesta maternal a lo largo de toda una vida conocedora de lo dulce y agraz; donde no faltó -en momento alguno- la mirada providente, particularmente en las horas de mayor dificultad como fue padecer un secuestro en tierra extranjera durante 503 días, y el haber salido ileso de un atentado que humanamente parecía terminal. Los gestores del fracasado magnicidio olvidaron un detalle: el hombre puede equivocarse y olvidar, Dios no, por lo que “cielo y tierra pasarán pero su Palabra no pasará”. ¡Fiel es Dios a sus promesas!

Para los creyentes nada pasa por que si, todo tiene un sentido, en los cuales el poder y la bondad de nuestro Dios nunca permanecen ajenos. Sólo así es posible enfrentar la vida y hacer que los sueños sean una realidad.  
Misa Centenario Presidente Pinochet

Con gozo y renovada esperanza celebramos el centenario del nacimiento del Presidente Pinochet, quien nació en la ciudad evocadora del Valle del Paraíso cobijada bajo la protección patronal de Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro.

Bautizado tempranamente, sus padres, don Augusto Alejandro  y doña Avelina,  se esmeraron en que su primogénito recibiera una arraigada educación religiosa, procurando estrablecimientos confesionales como fueron: el Colegio Episcopal Seminario Menor San Rafael, el Instituto de Formación de los Hermanos Maristas en Quillota, y el Colegio de los Sagrados Corazones en Valparaíso.

Allí supo de misas, de Adoración al Santísimo, de devoción a la Virgen María, de confianza en la Divina Providencia, como –también- de las virtudes humanas de amistad, fidelidad, espíritu de sacrificio, todo lo cual, se impregnó en el seguimiento de la vocación al servicio de la Patria para culminar con la proclamación del solemne juramento hecho ante el emblema Patrio: “Juro por Dios y por esta bandera, servir fielmente a mi Patria, ya sea en mar, en tierra o en cualquier lugar hasta rendir la vida si fuese necesario”. El cielo y la tierra serían testigos del cumplimiento de estas palabras a lo largo de toda su vida.

Mientras que en la actualidad muchos anhelan extender  su juventud hasta bien entrada la segunda y tercera década de vida, evitando compromisos y responsabilidades, tenemos a nuestro Presidente que desde los quince años descubrió la vocación al servicio de la Patria a la que Dios le llamaba. Por ello,  no dudó en cumplir su palabra en toda circunstancia: Su amor al poder consistió en poder amar a Dios, poder amar a su Patria y poder amar a su Familia: En consecuencia: una vez bautizado siempre bautizado, por ello permaneció fiel como hijo de Dios e hijo de la Iglesia; una vez militar, siempre militar, al servicio de una vocación más que de una profesión, y  una vez esposo y padre, preocupado y ocupado de su  familia, vivero del alma y de la ciudad.

2.       “Hazme justicia, Señor, porque yo he andado en integridad y he confiado en Dios sin vacilar” (Rey David).
Padre Jaime Herrera

El Salmo que hemos escuchado, fue escrito por el Rey David, y nos habla del premio a quien deposita toda su confianza en Dios, que es amor. No da lo mismo en quien creemos, y no da lo mismo en que qué creemos: Finalmente, la vida de cada uno de nosotros termina siendo expresión de ausencias y presencias respecto de aquello en que hemos creído.

En efecto, constatamos que la ausencia de Dios en el mundo se manifiesta por un creciente espíritu deshumanizador. No da lo mismo mirar al cielo y descubrir a un Dios todopoderoso, omnicomprensivo, misericordioso, que marginar la dimensión religiosa del hombre con una supuesta neutralidad que siempre es inexistente. Quien no alaba a Dios irremediablemente se termina alabando a sí mismo, en sus capacidades y limitaciones. Esto catapulta la soberbia, la violencia, y la insensibilidad hacia los demás.

Durante siete décadas el imperio de una ideología definida por el magisterio pontificio como “intrínsecamente perversa(Divini Redemptoris, Pío XI)  encontró guarida en una sociedad que comenzó a renegar de Dios, de sus mandamientos, y de los caminos propuestos en el Santo Evangelio, constatando que podemos por un tiempo  tener la ilusión de alzar un mundo al margen de Dios, mas, prontamente percibimos los efectos de la pesadilla a la que conduce alejarse del Reino de Cristo en la sociedad.

Una y otra vez la Iglesia nos recuerda, entonces, que Cristo no es rival de la libertad del hombre sino que es su primer garante. ¡Nada nos quita todo nos da!  Hacer de lado a Dios necesariamente conlleva a ampliar el abanico de los marginados, de los que quedan al margen de la mirada y preocupación de la sociedad. Y como siempre acontece,  son los más débiles los que más sufren. Los niños, los huérfanos, los ancianos, los enfermos. El mundo ateo, que se olvida de un Dios que es amor termina negando su obra por los caminos de la indiferencia,  el menosprecio y finalmente el desprecio.

Con pavor y dolor hemos visto los tristes sucesos que el terrorismo recientemente ha causado en la ciudad de las luces y otras partes del mundo.  El mundo “moderno” despierta sorprendido y verifica que lo que algunos antaño motejaban  como ilusión y observaban hasta con quimérica simpatía,  hoy sale del closet para mostrar las garras y fauces que dejan una estela de lágrimas, temor, y desazón.

CURA PÁRROCO JAIME HERRERA 

La guerra siempre ha de ser evitada porque es un camino sin retorno por eso,  nunca serán suficientes los esfuerzos hechos para conservar y alcanzar una paz estable e integradora entre las naciones.  Generalmente,  las guerras no las declaran los hombres de uniforme, las declaran civiles de cuello y corbata como lo recordaba años atrás nuestro Presidente al culminar exitosamente el proceso de la mediación papal: “Los militares debemos por formación prepararnos para la guerra, también debemos buscar la forma de evitarla. Una de nuestras importantes misiones es la paz en la justicia y me enorgullezco de haber contribuido a alcanzarla” (29 de Noviembre de 1989).

Es cierto, se requiere más valentía en mantener la paz que en declarar una guerra, por lo que cuantos han portado el uniforme del Ejército “siempre vencedor,  jamás vencido” ostentan la convicción de llevar en sus corazones la certeza de la misión cumplida donde resuena la invitación hecha por el Divino Redentor: “Bienaventurados los pacíficos porque serán llamados hijos de Dios” (San Mateo V, 9).
Con la fuerza que le caracteriza, en la última Audiencia Papal, Su Santidad Francisco decía: “Bienvenidos los operadores de paz, pero los que trabajan por la guerra, que hacen la guerra, son malditos, son delincuentes(19 de Noviembre del 2015). Nunca será suficiente recordar que nuestra Patria evitó las consecuencias inimaginables de sufrimiento, que habrían causado diversos conflictos armados,  tanto ad intra como ad extra de sus fronteras.

Pero, el terrorismo es una guerra en migajas: que en nuestra Patria ha causado, en un pasado reciente,  múltiples sufrimientos. Nunca habrá justificación moral suficiente para una agresión a inocentes, nunca una justificación para mutilar la historia personal, familiar y social. Nuestra sociedad padeció durante décadas, los actos de un terrorismo coludido en torno a la exclusión de Dios de la sociedad.
Por ello, constatamos que el mayor mal del comunismo no es de quién es la propiedad, sino de quién uno es en propiedad. Más que afectar los bolsillos afecta el alma de cada uno y el alma de la Patria entera. De ahí que la crispación que verificamos en la sociedad tiene su origen estrictamente en la intención y en la acción permanente de sacar a Dios de la nuestra vida, de nuestra cultura, de nuestra arte, de nuestra familia, de nuestra educación.
Misa por Presidente Pinochet



   3.      “Si alguien piensa que está en la luz mientras odia a su hermano, está aún en las tinieblas” (San Lucas VII, 1-10).
En nuestro corazón de creyentes hay por naturaleza un espíritu de esperanza, de perdón y de cristiana resignación, tal  como proclamamos a lo largo de las plegarias tradicionales de éste Bendito Mes de María. No son los puños alzados y cerrados los que dan la mano para acoger; no son los puños cerrados y agresivos los que invitan a construir, son las manos abiertas las que prodigan generosidad, las manos extendidas las que estrechan amistad, todo lo cual deviene de una visión de las cosas del cielo y de la tierra, que colocadas en la debida perspectiva hacen posible una verdadera reconciliación y amistad cívica.

Bajo el lema “ni perdón ni olvido” sólo se termina cultivando la crispación social. ¡Siembra vientos y cosecharás tempestades! (Oseas VIII, 7). La segunda lectura del Nuevo Testamento ha dicho que: “Si alguien piensa que está en la luz mientras odia a su hermano, está aún en las tinieblas” (1 San Juan II, 7-9).
A la luz de la fe imploramos al Buen Dios tener un alma abierta a la trascendencia, donde no demos cabida al rencor ni al odio. Que nos conceda el buen ánimo y el sano sentido del humor, propio de quien vive en la esperanza cristiana. A este respecto, hace 42 años atrás, tenía yo nueve años de edad…y medía lo mismo…aunque pesaba mucho menos, es verdad. Vivía en el país del no: no hay carne, no hay diarios, no hay pan, no hay verduras, no hay locomoción…no hay clases –a esa edad eso no me era tanto problema, me podía sacrificar- pero, como muchos hice extensas filas con mis hermanos para conseguir algo: de regreso a casa como teníamos tiempo pasábamos a la plaza a jugar y veíamos los carteles sobre el pasto que suelen colocar los encargados de jardines hoy: “por favor no pisar el pasto”, por entonces,  el cartel decía: “por favor no se coma el pasto”.

4.        “Yo os digo que tal fe como ésta no la he hallado en Israel” (San Lucas VII, 10).

Si nuestra vida como creyentes implica el itinerario de buscar, encontrar y vivir en Cristo, entonces, el encuentro que  tuvo  Jesucristo con un oficial de ejército, constituye un verdadero icono de la vivencia en la fe.

Es un detalle significativo el hecho que quienes se acercan a Jesús le digan: “Es digno que le concedas todo porque ama a nuestra Nación”. La gratitud expresada en la súplica de intercesión de aquellos subalternos del centurión, atrae la mirada del Señor y propicia el milagro hacia quien estaba gravemente enfermo.

Ciertamente,  la fe aumenta al escuchar, por lo que aquel soldado romano que se acerca a hablar con Jesús,  con seguridad oyó en el pasado hablar sobre un tal Jesús de Nazaret, por ello, sin dudarlo,  la grandeza de su fe le hizo no sólo implorar la gracia de salir del pozo profundo que le aquejaba, que era la necesidad de uno de los suyos,  sino,  además, de aspirar a llegar a la cumbre a la que era invitado, y que San Pablo describe estupendamente: “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Romanos VIII, 10).

Estamos cercanos a iniciar el Año de la Misericordia. Será un tiempo excepcional de la gracia de Dios, que siempre puede más que nuestro pecado, pues, sólo  Jesucristo es capaz de “transformar un corazón de piedra en un corazón de carne” (Ezequiel XI, 19), que pueda hacerse parte de las miserias humanas que cada uno sobrelleva en su vida. Imploramos tener un corazón misericordioso, donde la caridad no sea sólo una moda, un slogan, o unas horas de beneficio.

¡Que la misericordia llegue para quedarse! Esto hará que las tinieblas de un mundo que camina de espaldas a Dios, se disipen por la vivencia de una fe que evidencia la claridad de las enseñanzas y de vida de aquel que dijo: “Yo soy la luz del mundo, quien vive en mí no andará en tinieblas”  (San Juan VIII, 12).

Hemos comenzado recordando a la Madre de Dios. Y, no podía ser de otra manera, pues, la Redención del mundo vino de la mediación de la Santísima Virgen María, la cual, como “aurora de salvación” y “estrella de la mañana”, nos trajo al Divino Redentor.

Dice el refrán: “Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”…Nació en una ciudad consagrada desde su origen a la Virgen María en medio de la celebración del Mes de María; fue bautizado en una parroquia dedicada a la Virgen María; estudió en tres colegios donde se venera a la Virgen María; consagró su vida militar a la Virgen María, fue llamado por Dios en una festividad de la Virgen María (Nuestra Señora de Loreto) y sus funerales se realizaron en un  día de la Virgen María (Nuestra Señora de Guadalupe).

Imploramos, en esta celebración de los primeros cien años del recuerdo del natalicio del Señor Presidente Augusto Pinochet, le obtenga, nuestra Madre del Cielo, el don de la Bienaventuranza a la cual anhelamos recibir y nos preparamos  alcanzar. ¡Viva Cristo Rey!

HOMENAJE PRESIDENCIAL

                                          
                       Pbro. Jaime Herrera González / Diócesis de Valparaíso / /Fono: 9-7402707 /  mail: padrejiameherrera@gmail.com




1 comentario:

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