COMENTARIO RADIO STELLA MARIS / 25 DE FEBRERO 2016
Lectura del
Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas (XVI, 19-31):
“Era un hombre rico que vestía de
púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno
pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba
hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y
le tocaban las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado
por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado.
Estando en el Hades entre tormentos,
levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y,
gritando, dijo: "Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que
moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy
atormentado en esta llama." Pero Abraham le dijo: "Hijo, recuerda
que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males;
ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre
nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran
pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde
nosotros." “Replicó: "Con todo, te ruego, padre, que le envíes
a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé
testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento."
Díjole Abraham: "Tienen a Moisés y
a los profetas; que les oigan." Él dijo: "No, padre Abraham;
sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán."
Le contestó: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se
convencerán, aunque un muerto resucite.". ¡Palabra del Señor!
Inmersos en el camino
cuaresmal, venimos conociendo las enseñanzas de Jesús a sus apóstoles, la cual
hoy culmina con un severo llamado de atención nacido de su amor misericordioso:
“aunque resucite un muerto…tampoco
creerán”. ¿Hasta donde puede llegar la cerrazón del corazón del hombre? Lo
hemos visto tantas veces a lo largo de historia: Hay una lógica de quien prescinde
de Dios cuya fuerza de gravedad es
tan fuerte como la une la roca al suelo.
Quien
está instalado: Habitualmente el hombre es un ser de
costumbres, que le gusta echar raíces y con ello apegarse a personas, ambientes
y lugares Todo aquello que lo saque del foco de sus apegos suele ser mirado con
distancia y rechazo. Dice la parábola que un hombre “todos los días” estaba inmerso en la disipación, en la comodidad y
bienestar.
Quien
cuenta con seguros: Los países del primer mundo han legado
un conjunto de seguros por los cuales el hombre cree vivir liberado de toda preocupación,
de toda incertidumbre, puesto que
solamente confía en la fuerza de sus seguros. Esto se aplica a la vida
espiritual donde la “riqueza” puede transformarse
en una verdadera esclavitud que le impida contemplar la verdad y desear el
bien.
Quien
festina su vida: En la actualidad sorprende el hambre
insaciable por satisfacer la diversión,
llegando al extremo de hacer realidad sólo dos días de la semana, como si el resto de los días no fuesen una oportunidad para ser felices. El fin de semana, lejos de estar marcado por el cumplimiento del precepto dominical y por ser una instancia para compartir en familia se presenta como un constante conjunto de actividades que suelen alejar del centro el alma del cristiano y termina por enfriar la vida interior. Toda esclavitud resulta nociva siempre, también la de quien festina su vida.
llegando al extremo de hacer realidad sólo dos días de la semana, como si el resto de los días no fuesen una oportunidad para ser felices. El fin de semana, lejos de estar marcado por el cumplimiento del precepto dominical y por ser una instancia para compartir en familia se presenta como un constante conjunto de actividades que suelen alejar del centro el alma del cristiano y termina por enfriar la vida interior. Toda esclavitud resulta nociva siempre, también la de quien festina su vida.
Los tres elementos
citados: estar instalado, estar asegurado y estar festinado, llevan a un olvido de Dios, y en consecuencia de
su obra como es la creación entera. La imagen que nos presenta el Santo Evangelio
de un hombre que muere de sed y anhela una sola gota de agua nos ayuda a
pensar en las promesas de Dios, las cuales muchas veces desdeñamos por
bagatelas y simplicidades.
En tanto que las penas
del purgatorio, como lugar de purificación previo a la bienaventuranza, son una
realidad cuyo mal es superior a cualquier penuria, sufrimiento y malestar que
padezcamos en este mundo toda vez
que, lo que aquí se padece dura un
tiempo, en tanto que en el purgatorio “no hay reloj porque no hay tiempo” por
lo que aquello que se sufre, se sufre como ilimitadamente en relación a la
vida presente, resultando un abismo del cual nos habla el Santo Evangelio: “entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los
que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde
nosotros”.
Imploremos al señor
que no sólo nos libre de las penas del infierno sino que, además,
nos exima de las penurias del purgatorio para lo cual la devoción al
Santo Escapulario de la Virgen del Carmen y la práctica de los Primeros Viernes
de Mes votivos del Sagrado Corazón resultan los mejores de los seguros porque
nos han sido dados del Cielo. ¡Viva Cristo Rey!
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