COMENTARIO RADIO STELLA MARIS / 23 DE FEBRERO 2016.
Lectura del
Evangelio de Nuestra Señor Jesucristo según San Mateo (XXIII, 1-12):
“Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: “En la cátedra de Moisés
se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su
conducta, porque dicen y no hacen. Atan
cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el
dedo quieren moverlas. Todas sus
obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias
y bien largas las orlas del manto; quieren
el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que
la gente les llame "Rabbí". “Vosotros,
en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro
Maestro; y vosotros sois todos hermanos.
Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno
solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni
tampoco os dejéis llamar "Directores", porque uno solo es vuestro
Director: el Cristo. El mayor
entre vosotros será vuestro servidor. Pues
el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado”.
¡Palabra del Señor!
Al inicio de la Santa
Cuaresma recordábamos que nuestra Iglesia nos pide hacer una penitencia
comunitaria a todos los fieles bautizados: comer menos y no comer carne dos
días. A muchos parece algo extemporáneo y extraño que la Iglesia imponga una
carga sobre sus fieles en medio de una sociedad abiertamente libertina y ajena
todo espíritu de sacrificio.
A este respecto, conviene
recordar que hay múltiples creencias a lo largo del mundo que piden a sus fieles una conducta especial
en determinadas materias: un mes sin comer carne, no comer jamás carne de
vacuno ni de cerdo, contribuir con el diez por ciento de sus bienes, vestir
decorosamente, usar la burka femenina, abstenerse siempre de tomar todo tipo de
café, té, y alcohol. La lista parece ser interminable. Si observamos lo que
nuestra Iglesia pide hoy parece ser el mínimo indispensable, que –incluso-
hasta puede ser considerado como demasiado, exagerado, y fanático.
El tema central al que
apunta Jesús es mirar cómo se cumple, es decir, procurar espiritualizar el
cumplimiento, para lo cual es necesario ser exigente con uno mismo, en primer
lugar, en tanto que a la vez se debe buscar e todo momento actuar con rectitud
de intención, evitando hacerlo por modas, publicidad, o conveniencias. Hay que
agradar a Dios antes que a las muchedumbres!
Dios no necesita de
nuestra publicidad para saber lo que hacemos o negligentemente dejamos de
hacer: ve en lo secreto, mira nuestro corazón mejor de lo que nosotros podemos
hacerlo.
Como bautizados sabemos
que el servicio no es algo facultativo
para quienes formamos parte de la Iglesia. Es un deber, una obligación en
vistas al camino de santidad que Dios nos invita, por medio de una cada vez más
perfecta identificación con la persona de Jesucristo.
Para ello, debemos constantemente debemos implorar la
gracia de ser fieles, a la vez que con “determinada
determinación” (Santa Teresa de Ávila)
dejaremos que Cristo impere en nuestras resoluciones, sabiendo que si alguien
quiere nuestro bien es el Señor. Además, no sólo sabe más que nosotros sino que
lo sabe a la perfección, por lo que podemos estar seguros de su voluntad.
Para ello, sin duda se
requiere de crecer en la oración. El servicio del creyente es orar con las
manos, vale decir, se fortalece no haciendo más cosas ni siendo más novedoso, sino
amando más a quien se sirve, de tal manera que se realice lo que San Pablo
escribió tan hermosamente. “ya no soy yo
quien vive sino que es Cristo quien vive en mí”.
Por esto, para evitar
caer en el simple activismo multiplicador de acciones, ni de dejarnos seducir
por la tentación de la visibilidad de las obras hechas que sirvan de una cancerígena vanagloria, en todo momento
el servicio debe partir de una oración, procurando discernir la mejor manera de
colaborar buscando -sobre todo- la perfección y santidad de la persona a la que
se sirve, luego, para que en medio del servicio las fuerzas humanas no decaigan,
es necesario “rezar sirviendo” y “servir
rezando”, y finalmente, para que los honores no recaigan donde no corresponde
es necesario una oración de gratitud y ofrecimiento al Señor.
La grandeza de que
sirve es descubrir a quién sirve y por qué sirve. Sobre esto, el ejemplo de
los mejores hijos de la Iglesia que son los Santos, nos enseñan inequívocamente
que mientras más se ahonda en el misterio de la vida cristiana, que mientras más
se crece en espíritu de oración, más y mejor se sirve al prójimo, cumpliéndose
a cabalidad la bienaventuranza que nos enseña el Santo Evangelio de este día: “El mayor entre vosotros será vuestro
servidos, pues el que se humille será ensalzado”. ¡Viva Cristo Rey!
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