lunes, 22 de febrero de 2016

Festividad de San Policarpo, Obispo Mártir


COMENTARIO RADIO STELLA MARIS / 23 DE FEBRERO 2016.

Lectura del Evangelio de Nuestra Señor Jesucristo según San Mateo (XXIII, 1-12):



Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí". “Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar "Directores", porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado”. ¡Palabra del Señor!

Al inicio de la Santa Cuaresma recordábamos que nuestra Iglesia nos pide hacer una penitencia comunitaria a todos los fieles bautizados: comer menos y no comer carne dos días. A muchos parece algo extemporáneo y extraño que la Iglesia imponga una carga sobre sus fieles en medio de una sociedad abiertamente libertina y ajena todo espíritu de sacrificio.

A este respecto, conviene recordar que hay múltiples creencias a lo largo del mundo  que piden a sus fieles una conducta especial en determinadas materias: un mes sin comer carne, no comer jamás carne de vacuno ni de cerdo, contribuir con el diez por ciento de sus bienes, vestir decorosamente, usar la burka femenina, abstenerse siempre de tomar todo tipo de café, té, y alcohol. La lista parece ser interminable. Si observamos lo que nuestra Iglesia pide hoy parece ser el mínimo indispensable, que –incluso- hasta puede ser considerado como demasiado, exagerado, y fanático.

El tema central al que apunta Jesús es mirar cómo se cumple, es decir, procurar espiritualizar el cumplimiento, para lo cual es necesario ser exigente con uno mismo, en primer lugar, en tanto que a la vez se debe buscar e todo momento actuar con rectitud de intención, evitando hacerlo por modas, publicidad, o conveniencias. Hay que agradar a Dios antes que a las muchedumbres!

Dios no necesita de nuestra publicidad para saber lo que hacemos o negligentemente dejamos de hacer: ve en lo secreto, mira nuestro corazón mejor de lo que nosotros podemos hacerlo.

Como bautizados sabemos que el servicio no es algo facultativo para quienes formamos parte de la Iglesia. Es un deber, una obligación en vistas al camino de santidad que Dios nos invita, por medio de una cada vez más perfecta identificación con la persona de Jesucristo.

Para ello,  debemos constantemente debemos implorar la gracia de ser fieles, a la vez que con “determinada determinación(Santa Teresa de Ávila) dejaremos que Cristo impere en nuestras resoluciones, sabiendo que si alguien quiere nuestro bien es el Señor. Además, no sólo sabe más que nosotros sino que lo sabe a la perfección, por lo que podemos estar seguros de su voluntad.

Para ello, sin duda se requiere de crecer en la oración. El servicio del creyente es orar con las manos, vale decir, se fortalece no haciendo más cosas ni siendo más novedoso, sino amando más a quien se sirve, de tal manera que se realice lo que San Pablo escribió tan hermosamente. “ya no soy yo quien vive sino que es Cristo quien vive en mí”.


Por esto, para evitar caer en el simple activismo multiplicador de acciones, ni de dejarnos seducir por la tentación de la visibilidad de las obras hechas que sirvan de una cancerígena vanagloria, en todo momento el servicio debe partir de una oración, procurando discernir la mejor manera de colaborar buscando -sobre todo- la perfección y santidad de la persona a la que se sirve, luego, para que en medio del servicio las fuerzas humanas no decaigan,  es necesario “rezar sirviendo” y “servir rezando”, y finalmente, para que los honores no recaigan donde no corresponde es necesario una oración de gratitud y ofrecimiento al Señor.

La grandeza de que sirve es descubrir a quién sirve y por qué sirve. Sobre esto, el ejemplo de los mejores hijos de la Iglesia que son los Santos, nos enseñan inequívocamente que mientras más se ahonda en el misterio de la vida cristiana, que mientras más se crece en espíritu de oración, más y mejor se sirve al prójimo, cumpliéndose a cabalidad la bienaventuranza que nos enseña el Santo Evangelio de este día: “El mayor entre vosotros será vuestro servidos, pues el que se humille será ensalzado”. ¡Viva Cristo Rey!

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