25º ANIVERSARIO DEFUNCIÓN ARZOBISPO EMILIO TAGLE.
1.
“Tomo, pues Señor Dios al hombre y lo dejo en el jardín
del Edén, para que lo labrase y cuidase” (Génesis
II, 15).
Obispos sin la cruz en el bolsillo: Notable ejemplo |
Para muchas
generaciones de nuestra quinta región la figura del recordado Arzobispo Emilio Tagle Covarrubias quedó indeleblemente
signada en el “alma mater” de la vida religiosa, no sólo por el hecho de haber
pasado más de veinte años como titular de la Diócesis de Valparaíso, sino
porque las diversas instituciones
católicas vigentes hasta nuestros días, durante su gobierno pastoral se vieron
fuertemente multiplicadas, gracias a la iniciativa y constancia de Monseñor
Emilio Tagle.
Sin duda, su figura
frágil a primera instancia no develada la fuerza interior cuyo pilar era la
arraigada fe profesada desde su infancia. Nacido en tiempo de gran prosperidad
en el país, donde la cultura se expresaba de maneras muy masivas, y sobre todo
en momentos donde nacían almas notables para la Iglesia en Chile: Teresa de Los
Andes (1900) Laura Vicuña Pino (+1904), Alberto Hurtado (1901), Fray Francisco Valdés
Subercaseaux (1908). La devoción al a Santísima Virgen se vivía –intensamente-
al interior de los hogares; la religión se predicaba en los colegios y escuelas, las vocaciones eran
pródigas en generosidad y número, la devoción del Sagrado Corazón se expandía
con fuerza notable gracias a la iniciativa del Padre Mateo Crawley.Boevey, el
Apóstol Moderno del Sagrado Corazón. Sin duda, el Papa San Pio X hizo llegar su santidad
hasta el confín de la tierra que sí “ha
contemplado por -ille tempore- las maravillas de la misericordia de Dios”.
La santidad es atemporal:
No es una moda, no responde a otra fuerza que la emanada del amor de Dios, ni busca otro horizonte que la de dar fiel cumplimento
a su Santa y Libérrima voluntad. El clima espiritual imperante, sin duda que favorecía
la vivencia activa de las virtudes e incentivaba el cumplimiento de los preceptos, por lo que la
balanza se inclinaba a lo que fuese más positivo.
Nuestra Patria había
sufrido las consecuencias de un conflicto externo (1879-1883)
de varios años e interno más breve (1891),
pero de una envergadura insospechada con la mayor violencia política fratricida
de toda la historia con 10.000 víctimas. No sería la primera ni la última vez
que moriría más gente en una guerra “puertas
adentro” que “puertas afuera”.
Con una paz externa e
interna el país vio entonces nacer en su seno lo que no era fruto de una ideología
ni el resultado exclusivo de una componenda tranzada en pactos recíprocos.
Esta celebración de los
veinticinco años de la partida de monseñor Emilio Tagle a la Casa de Padre sin
duda es ocasión para rezar por su eterno descanso, retribuyendo con nuestra plegaria
los innumerables desvelos que prodigó en su larga y fecunda vida pastoral en toda
nuestra diócesis de Valparaíso.
De manera especial,
cuando nos disponemos a celebrar el próximo año, el 19 de Agosto el Centenario de su natalicio, lo cual, sin duda, será una oportunidad
de retomar sus enseñanzas y recordar su testimonio. Sabiamente una periodista
dijo respecto de él que, estando de acuerdo o desacuerdo con él, una vez que se le conocía, “es
imposible no dejar de tenerle cariño”.
Durante su episcopado
en Valparaíso fundó diecinueve parroquias (¡casi una sede cada año!), centrando
la vida religiosa en torno a las comunidades de familia de familias.
Por expresa solicitud
del Romano Pontífice, que exhortó vivamente a los obispos en Chile a promocionar las vocaciones sacerdotales,
Monseñor Emilio Tagle procuró dotar de
sacerdotes, lo cual exigió la creación del Seminario Pontificio de Lo Vásquez,
invitando a sacerdotes provenientes de la Madre Patria para complementar
adecuadamente la formación de los futuros sacerdotes diocesanos. Un clero con
una impronta muy particular, distintivo para toda una la región donde el mar se
junta con el campo, y en la cual se ubica el principal santuario mariano de
nuestro país, y hacia el cual, si bien
convergen cada ocho de diciembre sinnúmero de fieles, no es menor el hecho de
la visita diaria, que a toda hora recibe la imagen evocadora del dogma de la
Inmaculada Concepción, “sine labe
concepta” en su atrio.
Como sabemos, durante
su Episcopado se desarrolló el Concilio Pastoral Vaticano II, en el cual
intervino en una de sus secciones. Con firmeza debió sortear múltiples
dificultades que la segunda mitad de la década del sesenta se iniciaban, como
fue la ideologización de la religión con la incipiente Teología de liberación,
que afectó fuertemente la vida espiritual de nuestra parroquia durante largos
años; la conmoción universitaria, el inicio de movimientos violentistas en los centros
educacionales y en algunas poblaciones, el cuestionamiento al celibato
sacerdotal y a la virtud de la castidad; la secularización de muchos sacerdotes
y la exclaustración de religiosos y religiosas, el rechazo ad intra et ad extra ecclesia local a la encíclica Humana Vitae,
lo cual tendría consecuencias insospechadas en forma posterior en una sequedad
espiritual, manifestada en el desplome de la práctica religiosa frecuente y en el
derrumbe del número de seminaristas y sacerdotes diocesanos inmersos en una creciente
apostasía ambiental.
Sin duda la época que
él vino al mundo fue muy distinta en la cual en medio del mundo debió ejercer como Arzobispo-Obispo de nuestra diócesis
porteña. La organización diocesana tuvo un gran impulso durante esos años, cuya
coronación pudo testificar el sucesor de Pedro cuando visitó esta diócesis, en una celebración masiva donde la participación
de la familia y renovación de los votos matrimoniales no dejó de destacar el
Santo Padre, quien con lágrimas en los ojos dijo, “verdaderamente este es el valle del paraíso”…El Vigía de la Fe observaba
feliz, como un padre orgullos, aquella obra que Dios le permitió realizar durante
tantos años.
Una vez sacerdote
siempre se es sacerdote, su paternidad no tenía fecha de vencimiento ni estaba
amarrada a volátiles circunstancias o pasajeras motivaciones, con Cristo en el
horizonte pudo sortear múltiples dificultades y llevar la identidad diocesana de la Iglesia en Valparaíso a lugares muy
lejanos.
Afloraba por los poros lo que reinaba en su alma:
al amor misericordioso de Dios llegaba en la silenciosa visita que realizaba a
los enfermos en los hospitales, especialmente a los niños, una caridad afectiva y efectiva que no se
limitaba a un esporádico llamado de saludo, sino que la mayoría de las veces, iba de la mano de un presente cuyo valor
radicaba en la preocupación generosa de quien permanentemente procuraba
acompañar como aquel pastor fiel y veraz del que hablan los santos
evangelios. Buenos libros a sus sacerdotes y sus seminaristas –sin excepciones-,
trozos de pastel preparados por su hermana religiosa para las familias, el
servicio funerario a familias de escasos recursos, un aporte económico a
familias que pasaban penurias producto de diversas calamidades. Con el paso de
los años uno van recaudando muchos testimonios de su silenciosa labor hecha,
aplicando en todo momento aquella norma que sólo los santos saben vivir a la
perfección y delicadeza necesaria: “no
sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”. Todo ello, muy distinto al
que suele imponer la impronta farisaica
del liberalismo que llega hacer de la caridad un negocio donde el marketing
pasa a jugar un papel relevante.
SACERDOTE DIOCESIS DE VALPARAÍSO CHILE |
.
La presencia del venerado Pastor de Valparaíso no
estaba recluida a un sector territorial de la diócesis sino que prodigiosamente
se desplegaba en toda su extensión, permitiéndole tener un conocimiento de sus fieles de la costa, del campo y la ciudad de primera
fuente, a los cuales nutria espiritualmente con homilías en un estilo de frases
que iban dejando espacio pata meditarlas, las cuales muchas de ellas quedaron posteriormente
plasmadas en sus numerosas cartas
pastorales, en la cercana presencia con los enfermos en la Santa Misa dominical
transmitida por las tardes que se editaba por aquellos años en el primer canal
católico de Chile y en las frecuentes visitas que hacia especialmente a los
moribundos.
Con sagrada regularidad
visitaba a sus sacerdotes teniendo un alma magnánima, no elitista ni selectiva
–“barrera” en la jerga local- lo que
le permitía mantener una cercanía con el clero, que no sólo le respetaba como su
legítimo pastor sino que le apreciaba como su propio padre y hermano.
Prueba de ello es la
libertad que siempre tuvo al momento de elegir a sus inmediatos colaboradores,
los cuales aun teniendo reconocidas diferencias, en modo alguno dejaban de percibir el afecto de su Obispo
logrando implementar una pastoral cruzada por varias generaciones de
sacerdotes, jóvenes y experimentados, chilenos y extranjeros, diocesanos y
religiosos, lo que repercutía en una pastoral
de conjunto que ilustraba una identidad, un rostro preciso del clero
inserto en la porción de la Iglesia diocesana en Valparaíso.
Un punto de su quehacer
pastoral que alcanzó connotación mundial, fue aquella sanción dada a quienes
vistiesen indecorosamente en las playas, algo que recientemente ha salido al
tapete con ocasión del uso del burkini
por parte de musulmanas en las costas mediterráneas. El tiempo daría la razón
al Pastor que colocaba una severa sanción referida a una materia que tendría
insospechadas repercusiones en la vida moral. La exacerbación de las pasiones
que para algunos resultaba por entonces una “simple
travesura” se manifestaría posteriormente en un estilo de vida donde el desenfreno moral se transformaría en la plaga
undécima del Siglo XXI. Con dolor y molestia -por cierto- vemos que aquel canal
de televisión dependiente de la
Iglesia en Valparaíso emita actualmente programas degradantes. El nuevo becerro de oro que es el rating y
con ello el dinero que se obtiene producto de él, evidencia la vigencia de las
enseñanzas que un día proclamase el Arzobispo porteño.
Es cierto que muchas
veces no se puede impedir el avance de determinadas situaciones, pero el
creyente nunca puede dejarse seducir por la vía del entreguismo fácil e inmartirial
de no dar oportuno y solido testimonio de lo que Dios quiere hacer por
medio de su Iglesia: ¡El católico que no es apóstol es un apóstata! Y, esto nos
lleva a tener presente que no somos “hijos
del siglo” sino que desde el bautismo ¡sólo por medio de él- somos “hijos de Dios” e “hijos de su Iglesia”, que
es única, santa, católica, apostólica y romana, pues el actual Sumo Pontífice
allí reside!
Sin duda la voz del
Pastor que procuró ser fiel y veraz, resuena en nuestro tiempo, y su imagen
queda impresa en la historia como aquel Obispo que en todo momento, sin dejarse
avasallar por los criterios, por los reconocimientos, por los aduladores, por
los respetos humanos, implementó un
estilo pastoral de la primacía de
Jesucristo, tal como nos lo dice el texto del Evangelio correspondiente a
este día: “Buscad primero su Reino y su
justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura”.
PADRE JAIME HERRERA EN MISIONES USA 2016 |
Con firmeza supo defender la verdad de Dios y de la
Iglesia, aplicando sabiamente el principio que “la verdad tiene fuerza en que es verdad” (San
Mateo VI, 33), por lo que no necesitó “golpear mesas”, “evadir diálogos”
y “evitar saludos”, “alzar estridentemente su voz”…por el contrario: era como
aquel publicano que citó Nuestro Señor en una de sus parábolas… “se sienta al final del templo sin alzar la
mirada” porque reconoce su
indignidad. Se cumplía en todo su ministerio episcopal que siempre “puede más una gota de miel que mil de
hiel”, lo que Dios no dejó de premiar con creces: diecinueve parroquias, un
seminario pontificio, quince liceos y escuelas. Simple: Cada catorce meses una
parroquia, cada dieciocho meses un colegio, y
un Seminario Pontificio que a su partida llegó a cobijar cerca de un
centenar de seminaristas. A Nuestra Madre de Lo Vásquez, y a la Virgen de las
Mercedes de Puerto Claro a la que confió su ministerio episcopal en Valparaíso,
imploramos una vez más para que descanse en paz. ¡Que Viva Cristo Rey!
PADRE JAIME HERRERA
GONZÁLEZ / DIÓCESIS DE VALPARAÍSO
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