lunes, 5 de septiembre de 2016

El Obispo de la Primacía de Jesucristo

25º ANIVERSARIO DEFUNCIÓN ARZOBISPO EMILIO TAGLE.

1.      “Tomo, pues  Señor Dios al hombre y lo dejo en el jardín del Edén, para que lo labrase y cuidase” (Génesis II, 15).

 Obispos sin la cruz en el bolsillo: Notable ejemplo

Para muchas generaciones de nuestra quinta región la figura del recordado Arzobispo  Emilio Tagle Covarrubias quedó indeleblemente signada en el “alma mater” de la vida religiosa, no sólo por el hecho de haber pasado más de veinte años como titular de la Diócesis de Valparaíso, sino porque las diversas  instituciones católicas vigentes hasta nuestros días,  durante su gobierno pastoral se vieron fuertemente multiplicadas, gracias a la iniciativa y constancia de Monseñor Emilio Tagle.

Sin duda, su figura frágil a primera instancia no develada la fuerza interior cuyo pilar era la arraigada fe profesada desde su infancia. Nacido en tiempo de gran prosperidad en el país, donde la cultura se expresaba de maneras muy masivas, y sobre todo en momentos donde nacían almas notables para la Iglesia en Chile: Teresa de Los Andes (1900) Laura Vicuña Pino (+1904), Alberto Hurtado (1901), Fray Francisco Valdés Subercaseaux (1908). La devoción al a Santísima Virgen se vivía –intensamente- al interior de los hogares; la religión se predicaba  en los colegios y escuelas, las vocaciones eran pródigas en generosidad y número, la devoción del Sagrado Corazón se expandía con fuerza notable gracias a la iniciativa del Padre Mateo Crawley.Boevey, el Apóstol Moderno del Sagrado Corazón. Sin duda,  el Papa San Pio X hizo llegar su santidad hasta el confín de la tierra que sí “ha contemplado por -ille tempore- las maravillas de la misericordia de Dios”.

La santidad es atemporal: No es una moda, no responde a otra fuerza que la emanada del amor de Dios,  ni busca otro horizonte que la de dar fiel cumplimento a su Santa y Libérrima voluntad. El clima espiritual imperante, sin duda que favorecía la vivencia activa de las virtudes e incentivaba  el cumplimiento de los preceptos, por lo que la balanza se inclinaba a lo que fuese más positivo.

Nuestra Patria había sufrido las consecuencias de un conflicto externo (1879-1883) de varios años e interno más breve (1891), pero de una envergadura insospechada con la mayor violencia política fratricida de toda la historia con 10.000 víctimas. No sería la primera ni la última vez que moriría más gente en una guerra “puertas adentro” que “puertas afuera”.

Con una paz externa e interna el país vio entonces nacer en su seno lo que no era fruto de una ideología ni el resultado exclusivo de una componenda tranzada en pactos recíprocos.
Esta celebración de los veinticinco años de la partida de monseñor Emilio Tagle a la Casa de Padre sin duda es ocasión para rezar por su eterno descanso, retribuyendo con nuestra plegaria los innumerables desvelos que prodigó en su larga y fecunda vida pastoral en toda nuestra diócesis de Valparaíso.

De manera especial, cuando nos disponemos a celebrar el próximo año,  el 19 de Agosto el Centenario de su natalicio, lo cual, sin duda, será una oportunidad de retomar sus enseñanzas y recordar su testimonio. Sabiamente una periodista dijo respecto de él que, estando de acuerdo o desacuerdo con él,  una vez que se le conocía,  “es imposible no dejar de tenerle cariño”.
Durante su episcopado en Valparaíso fundó diecinueve parroquias (¡casi una sede cada año!), centrando la vida religiosa en torno a las comunidades de familia de familias.

Por expresa solicitud del Romano Pontífice, que exhortó vivamente a los obispos en Chile a promocionar las vocaciones sacerdotales,  Monseñor Emilio Tagle procuró dotar de sacerdotes, lo cual exigió la creación del Seminario Pontificio de Lo Vásquez, invitando a sacerdotes provenientes de la Madre Patria para complementar adecuadamente la formación de los futuros sacerdotes diocesanos. Un clero con una impronta muy particular, distintivo para toda una la región donde el mar se junta con el campo, y en la cual se ubica el principal santuario mariano de nuestro país, y hacia el cual,  si bien convergen cada ocho de diciembre sinnúmero de fieles, no es menor el hecho de la visita diaria, que a toda hora recibe la imagen evocadora del dogma de la Inmaculada Concepción, “sine labe concepta” en su atrio.

Como sabemos, durante su Episcopado se desarrolló el Concilio Pastoral Vaticano II, en el cual intervino en una de sus secciones. Con firmeza debió sortear múltiples dificultades que la segunda mitad de la década del sesenta se iniciaban, como fue la ideologización de la religión con la incipiente Teología de liberación, que afectó fuertemente la vida espiritual de nuestra parroquia durante largos años; la conmoción universitaria, el inicio de movimientos violentistas en los centros educacionales y en algunas poblaciones, el cuestionamiento al celibato sacerdotal y a la virtud de la castidad; la secularización de muchos sacerdotes y la exclaustración de religiosos y religiosas, el rechazo ad intra et ad extra ecclesia local a la encíclica Humana Vitae, lo cual tendría consecuencias insospechadas en forma posterior en una sequedad espiritual, manifestada en el desplome de la práctica religiosa frecuente y en el derrumbe del número de seminaristas y sacerdotes diocesanos inmersos en  una creciente apostasía ambiental.

Sin duda la época que él vino al mundo fue muy distinta en la cual en medio del mundo debió ejercer como Arzobispo-Obispo de nuestra diócesis porteña. La organización diocesana tuvo un gran impulso durante esos años, cuya coronación pudo testificar el sucesor de Pedro cuando visitó esta diócesis,  en una celebración masiva donde la participación de la familia y renovación de los votos matrimoniales no dejó de destacar el Santo Padre, quien con lágrimas en los ojos dijo, “verdaderamente este es el valle del paraíso”…El Vigía de la Fe observaba feliz,  como un padre orgullos,  aquella  obra que Dios le permitió realizar durante tantos años.

Una vez sacerdote siempre se es sacerdote, su paternidad no tenía fecha de vencimiento ni estaba amarrada a volátiles circunstancias o pasajeras motivaciones, con Cristo en el horizonte pudo sortear múltiples dificultades y llevar la identidad diocesana de la Iglesia en Valparaíso a lugares muy lejanos.

Afloraba por los poros lo que reinaba en su alma: al amor misericordioso de Dios llegaba en la silenciosa visita que realizaba a los enfermos en los hospitales, especialmente a los niños,  una caridad afectiva y efectiva que no se limitaba a un esporádico llamado de saludo, sino que la mayoría de las veces,  iba de la mano de un presente cuyo valor radicaba en la preocupación generosa de quien permanentemente procuraba acompañar como aquel  pastor fiel y veraz del que hablan los santos evangelios. Buenos libros a sus sacerdotes y sus seminaristas –sin excepciones-, trozos de pastel preparados por su hermana religiosa para las familias, el servicio funerario a familias de escasos recursos, un aporte económico a familias que pasaban penurias producto de diversas calamidades. Con el paso de los años uno van recaudando muchos testimonios de su silenciosa labor hecha, aplicando en todo momento aquella norma que sólo los santos saben vivir a la perfección y delicadeza necesaria: “no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”. Todo ello, muy distinto al que suele imponer la impronta farisaica del liberalismo que llega hacer de la caridad un negocio donde el marketing pasa a jugar un papel relevante.

  SACERDOTE DIOCESIS DE VALPARAÍSO CHILE
.

La  presencia del venerado Pastor de Valparaíso no estaba recluida a un sector territorial de la diócesis sino que prodigiosamente se desplegaba en toda su extensión, permitiéndole tener un conocimiento de sus fieles de la costa, del campo y la ciudad de primera fuente, a los cuales nutria espiritualmente con homilías en un estilo de frases que iban dejando espacio pata meditarlas, las cuales muchas de ellas quedaron posteriormente plasmadas en sus  numerosas cartas pastorales, en la cercana presencia con los enfermos en la Santa Misa dominical transmitida por las tardes que se editaba por aquellos años en el primer canal católico de Chile y en las frecuentes visitas que hacia especialmente a los moribundos.

Con sagrada regularidad visitaba a sus sacerdotes teniendo un alma magnánima, no elitista ni selectiva –“barrera” en la jerga local- lo que le permitía mantener una cercanía con el clero, que no sólo le respetaba como su legítimo pastor sino que le apreciaba como su propio padre y hermano.
Prueba de ello es la libertad que siempre tuvo al momento de elegir a sus inmediatos colaboradores, los cuales aun teniendo reconocidas diferencias, en modo alguno  dejaban de percibir el afecto de su Obispo logrando implementar una pastoral cruzada por varias generaciones de sacerdotes, jóvenes y experimentados, chilenos y extranjeros, diocesanos y religiosos, lo que repercutía en una pastoral de conjunto que ilustraba una identidad, un rostro preciso del clero inserto en la porción de la Iglesia diocesana en Valparaíso.

Un punto de su quehacer pastoral que alcanzó connotación mundial, fue aquella sanción dada a quienes vistiesen indecorosamente en las playas, algo que recientemente ha salido al tapete con ocasión del uso del burkini por parte de musulmanas en las costas mediterráneas. El tiempo daría la razón al Pastor que colocaba una severa sanción referida a una materia que tendría insospechadas repercusiones en la vida moral. La exacerbación de las pasiones que para algunos resultaba por entonces una “simple travesura” se manifestaría posteriormente en un estilo de vida donde el desenfreno moral se transformaría en la plaga undécima del Siglo XXI. Con dolor y molestia -por cierto- vemos que aquel canal de televisión dependiente de la Iglesia en Valparaíso emita actualmente programas degradantes. El nuevo becerro de oro que es el rating y con ello el dinero que se obtiene producto de él, evidencia la vigencia de las enseñanzas que un día proclamase el Arzobispo porteño.

Es cierto que muchas veces no se puede impedir el avance de determinadas situaciones, pero el creyente nunca puede dejarse seducir por la vía del entreguismo fácil e inmartirial de no dar oportuno y solido testimonio de lo que Dios quiere hacer por medio de su Iglesia: ¡El católico que no es apóstol es un apóstata! Y, esto nos lleva a tener presente que no somos “hijos del siglo” sino que desde el bautismo ¡sólo por medio de él- somos “hijos de Dios” e “hijos  de su Iglesia”, que es única, santa, católica, apostólica y romana, pues el actual Sumo Pontífice allí reside!

Sin duda la voz del Pastor que procuró ser fiel y veraz, resuena en nuestro tiempo, y su imagen queda impresa en la historia como aquel Obispo que en todo momento, sin dejarse avasallar por los criterios, por los reconocimientos, por los aduladores, por los respetos humanos,  implementó un estilo pastoral de la primacía de Jesucristo, tal como nos lo dice el texto del Evangelio correspondiente a este día: “Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura”.

  PADRE JAIME HERRERA EN MISIONES USA 2016


Con firmeza supo defender la verdad de Dios y de la Iglesia, aplicando sabiamente el principio que “la verdad tiene fuerza en que es verdad” (San Mateo VI, 33), por lo que no necesitó “golpear mesas”, “evadir diálogos” y “evitar saludos”, “alzar estridentemente su voz”…por el contrario: era como aquel publicano que citó Nuestro Señor en una de sus parábolas… “se sienta al final del templo sin alzar la mirada”  porque reconoce su indignidad. Se cumplía en todo su ministerio episcopal que siempre “puede más una gota de miel que mil de hiel”, lo que Dios no dejó de premiar con creces: diecinueve parroquias, un seminario pontificio, quince liceos y escuelas. Simple: Cada catorce meses una parroquia, cada dieciocho meses un colegio, y  un Seminario Pontificio que a su partida llegó a cobijar cerca de un centenar de seminaristas. A Nuestra Madre de Lo Vásquez, y a la Virgen de las Mercedes de Puerto Claro a la que confió su ministerio episcopal en Valparaíso, imploramos una vez más para que descanse en paz. ¡Que Viva Cristo Rey!

PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ / DIÓCESIS DE VALPARAÍSO
   
       
             

          

No hay comentarios:

Publicar un comentario