DOMINGO
VIGÉSIMO QUINTO / TIEMPO ORDINARIO / CICLO “C”.
En la primera lectura
del profeta Amós leemos la fuerte
condena que Dios hace a quienes abusan del prójimo en sus bienes. Las múltiples
artimañas usadas entonces para engañar y estafar no parecen haber variado
ostensiblemente con las que se hace n en nuestros días: “achicar las medidas” y “aumentar
el peso falsificando balanzas de fraude”, “comprar al débil y al pobre por un par de sandalias”, “vender el
salvado del trigo”.
Padre Jaime Herrera, Chile |
Dios tiene siempre
presentes las obras que buscan “pisotear
al pobre” y “hacer desaparecer a los
humildes de la tierra” (Amós VIII, 4-7).
La primera observación
es que tanto el profeta Amós, como el inicio
del evangelio (San Mateo V) no identifican ni
homologan la pobreza material con la
sencillez y humildad, pues hay ricos que
son humildes y pobres que son orgullosos. La humildad es mayor que la
simple carencia de bienes. La humildad es mayor que el desprendimiento, pues
tiene su raíz en el amor mismo, podríamos dar todos nuestros bienes y si no hay
amor ¿De qué nos serviría?
El pobre es el que
carece de seguridades, que voluntaria y libremente asume un estilo de vida que
tiene el resguardo de la divina providencia, la cual en todo momento viene a
nuestro auxilio porque en todo momento nos mira y sostiene. De tal manera que
como hijos de Dios nada podemos hacer al margen de ella.
Sin duda cada uno debe
esforzarse por producir, según el mandato dado por Dios a nuestros primeros padres
–Adán y Eva- , y en ellos a la humanidad completa. Desde ese momento, el
trabajo tuvo una parte integrante en la vida humana no pudiendo ser considerado
como un añadido sino cono una realidad propia de la vida humana, que no podía
ser tenida como una realidad gravosa.
A causa del pecado
original, las consecuencias “cósmicas”…-holísticas
al decir de algunos contemporáneos- afectaron la relación del hombre con su
Dios, con el prójimo, consigo y con su entorno…En efecto, la impiedad, que
lleva a desconocer el amor misericordioso de Dios; la falta de caridad, de la
cual emanan divisiones, violencias, y menosprecios; las claudicaciones,
depresiones y tibieza, que evidencian una voluntad impermeable a la gracia; y
el abuso con la naturaleza, en la cual no se termina por descubrir la huella
divina en cada rincón, sino el abuso, el descuido y olvido del hombre.
Jaime Herrera González |
Frente a Dios, solemos
ser mezquinos en todo orden de cosas: en nuestro tiempo, en nuestros afectos,
en nuestros bienes, dando un valor diferente a lo que efectivamente nos
interesa en relación con quien es el único Dios verdadero, que se ha revelado
como un Dios celoso: “Yo seré para ti tu
único Dios, y tú serás para mí el único pueblo”. Es un Dios que no quiere
corazones partidos o divididos sino que apunta a una realidad absoluta, donde
sea realmente el primero y lo primero en todo….!the first is the first!
Al interior de nuestra
Patria, por diversos caminos se está procurando implantar una sociedad donde el primer marginado de la vida pública es
Dios mismo, todo lo cual se pretende imponer por una doble dictadura: la de
una mayoría temporal y la del relativismo, por medio de un conjunto de leyes que atentan directamente
con la vida del hombre, desde su gestación hasta su muerte natural.
El desinterés por la
vida política responde a un la “mala
onda” hacia las prácticas de lo cosa pública, que ve el servicio como el
camino para satisfacer los apetitos de poder, de placer y de poseer, han
llevado a mirar en menos la política como politiquería y demagogia, ya
denunciada desde hace décadas..
La sociedad está en
riesgo de un cuadro de esquizofrenia porque sistemáticamente hemos excluido a Dios y
pretendido abusar de su paciencia. Como
creyentes católicos, que somos mayoritariamente aún en nuestra Patria, no
podemos tentar a Dios con nuestras actitudes neutrales y abúlicas ante el
avance del progresismo ideológico.
El igualitarismo es anticristiano; el
generismo es anticristiano; el
laicismo es anticristiano.
Con nuestros billetes
sacados de un cajero automático
mantenemos funcionando el pub de moda o la botillería del barrio, pero a
nuestros templos y al culto divino le asignamos –exclusivamente- las resonantes
monedas sobrantes de un vuelto. Con claridad sentencia la Biblia: “Da con generosidad y serás rico, sé tacaño
y lo perderás todo” (Proverbios XI, 24); “Cada uno debe dar según se lo haya
propuesto en su corazón, no debe dar con tristeza, ni por necesidad, porque
Dios ama al que da con alegría” (2 Corintios IX, 7).!
Qué distinta la religiosidad de Abel que concedía a Dios las primicias de sus
frutos con relación a nuestras mezquinas actitudes de tratar a Dios con las
sobras de nuestras acciones, palabras e intenciones! Su generosidad le costó la
vida ante la envidia desenfrenada de su hermano Caín que no entendía la
rectitud de intención de su hermano menor. Para el creyente la generosidad con
Dios es imitable, para el no creyente
sólo le resulta envidiable.
La mezquindad a la que
nos inclina habitualmente la concupiscencia, nos hace no sólo olvidarnos del
Dios uno Trino y postergar nuestro culto debido a su Persona Divina y su obra,
sino –también- a olvidar la humanidad por la cual su propio Hijo Unigénito
murió en el Calvario.
El profeta Amós entrega un mensaje muy claro
frente a la presente cultura
anticristiana que irremediablemente conduce a abusar de los más débiles y necesitados.
Si a la mezquindad sumamos la limitación natural de los recursos, entonces
tendremos una sociedad que excluye, que separa, y que segrega, de manera
particular favoreciendo un igualitarismo que siempre ha terminado por provocar
severas crisis al interior de las naciones. La situación es muy clara: como
sucede en toda familia, el hogar común de los compatriotas –que es la
Patria- tiene ingresos limitados.
Muchas veces, como
acontece con un niño pequeño que pide
bienes ilimitadamente a sus padres pensando en una disponibilidad total e
inmediata de recursos, entonces, no faltan quienes promueven una economía
estilo “Robin Hood”, que tiende a
quitar bienes a los que tienen más, porque –a fin de cuentas- a los pobres ya
les quitaron todo, y no tienen nada más que sacarles. Por ese camino en vez de generar mayores
riquezas, diversificando los recursos,
se termina simplemente repartiendo la pobreza.
Padre Jaime Herrera, Chile |
Sin duda dar a quien
necesita es prestar a Dios; y quitar a quien le corresponde es abofetear a
Dios, de manera particular en no dar un sueldo digno y estable a quien trabaja
con esfuerzo y dedicación. ¡Es uno d los pecados que claman al cielo!
Es cierto que el sueldo
siempre se presenta menor a nuestros requerimientos, y en oportunidades
constatamos diversos tipos de sueldo: Así, está el sueldo cebolla…usted, lo ve, lo toma y se pone a llorar; sueldo canalla: sólo hace sufrir pero no se
puede vivir sin él; sueldo mago:
hace un par de movidas y desaparece; sueldo ateo; Ya uno duda de su existencia; Sueldo humor negro: uno ríe para no llorar; sueldo dietético: nos hace comer cada vez menos; sueldo Walt Disney: hace treinta años está
congelado; sueldo tormenta: no
sabemos cuando va a venir, ni cuánto va a durar; Sueldo desodorante: cuando más lo necesitamos, más nos abandona.
Más allá del sentido de
humor, subyace una realidad que exige una mutua responsabilidad, una creciente
fuerza de voluntad, y sin duda un acto de fe, pues “en vano se cansan los albañiles, si el Señor no construye la casa”.
La buena voluntad es importante, el grado de participación en las decisiones es
importante, el servicio a la comunidad es importante, la amistad cívica es
importante, pero lo que finalmente
termina inclinando la balanza es el espíritu de piedad, la amistad de cada
persona con Dios, y la capacidad de incidencia de la fe en las obras
cotidianas.
No nos perdamos…no perdamos
a otros…ni nos dejemos perder por otros: Sin
Jesucristo no hay desarrollo humano posible en ninguna sociedad. Puede
haber sucedáneos de progreso, puede crearse una fantasía de sana convivencia,
pero si ello no parte en la gracia, si no se nutre con la gracia y no tiene
como destino vivir en la gracia, cada uno y todos, nuestra vida social no será
más que una campana vacía. Por esto, el Apóstol San Pablo no dejaba de exhortar
vivamente a uno de sus más cercanos colaboradores: “Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y
acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los
constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible
con toda piedad y dignidad” (1 Timoteo II, 1-2). ¡Que
Viva Cristo Rey!
SACERDOTE JAIME
HERRERA GONZÁLEZ / PARROQUIA PUERTO CLARO CHILE
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