sábado, 24 de septiembre de 2016

Lo primero es lo primero

 DOMINGO VIGÉSIMO QUINTO / TIEMPO ORDINARIO / CICLO “C”.

En la primera lectura del  profeta Amós leemos la fuerte condena que Dios hace a quienes abusan del prójimo en sus bienes. Las múltiples artimañas usadas entonces para engañar y estafar no parecen haber variado ostensiblemente con las que se hace n en nuestros días: “achicar las medidas” y “aumentar el peso falsificando balanzas de fraude”, “comprar al débil y al pobre por un par de sandalias”, “vender el salvado del trigo”.

Padre Jaime Herrera, Chile


Dios tiene siempre presentes las obras que buscan “pisotear al pobre” y “hacer desaparecer a los humildes de la tierra” (Amós VIII, 4-7).

La primera observación es que tanto el profeta Amós,  como el inicio del evangelio (San Mateo V) no identifican ni homologan la pobreza  material con la sencillez y humildad, pues hay ricos que son humildes y pobres que son orgullosos. La humildad es mayor que la simple carencia de bienes. La humildad es mayor que el desprendimiento, pues tiene su raíz en el amor mismo, podríamos dar todos nuestros bienes y si no hay amor ¿De qué nos serviría?

El pobre es el que carece de seguridades, que voluntaria y libremente asume un estilo de vida que tiene el resguardo de la divina providencia, la cual en todo momento viene a nuestro auxilio porque en todo momento nos mira y sostiene. De tal manera que como hijos de Dios nada podemos hacer al margen de ella.

Sin duda cada uno debe esforzarse por producir, según el mandato dado por Dios a nuestros primeros padres –Adán y Eva- , y en ellos a la humanidad completa. Desde ese momento, el trabajo tuvo una parte integrante en la vida humana no pudiendo ser considerado como un añadido sino cono una realidad propia de la vida humana, que no podía ser tenida como una realidad gravosa.

A causa del pecado original, las consecuencias “cósmicas”…-holísticas al decir de algunos contemporáneos- afectaron la relación del hombre con su Dios, con el prójimo, consigo y con su entorno…En efecto, la impiedad, que lleva a desconocer el amor misericordioso de Dios; la falta de caridad, de la cual emanan divisiones, violencias, y menosprecios; las claudicaciones, depresiones y tibieza, que evidencian una voluntad impermeable a la gracia; y el abuso con la naturaleza, en la cual no se termina por descubrir la huella divina en cada rincón, sino el abuso, el descuido  y olvido del hombre.

Jaime Herrera González


Frente a Dios, solemos ser mezquinos en todo orden de cosas: en nuestro tiempo, en nuestros afectos, en nuestros bienes, dando un valor diferente a lo que efectivamente nos interesa en relación con quien es el único Dios verdadero, que se ha revelado como un Dios celoso: “Yo seré para ti tu único Dios, y tú serás para mí el único pueblo”. Es un Dios que no quiere corazones partidos o divididos sino que apunta a una realidad absoluta, donde sea realmente el primero y lo primero en todo….!the first is the first!

Al interior de nuestra Patria, por diversos caminos se está procurando implantar una sociedad donde el primer marginado de la vida pública es Dios mismo, todo lo cual se pretende imponer por una doble dictadura: la de una mayoría temporal y la del relativismo, por medio de  un conjunto de leyes que atentan directamente con la vida del hombre, desde su gestación hasta su muerte natural.
El desinterés por la vida política responde a un la “mala onda” hacia las prácticas de lo cosa pública, que ve el servicio como el camino para satisfacer los apetitos de poder, de placer y de poseer, han llevado a mirar en menos la política como politiquería y demagogia, ya denunciada desde hace décadas..

La sociedad está en riesgo de un cuadro de esquizofrenia porque sistemáticamente hemos excluido a Dios y pretendido  abusar de su paciencia. Como creyentes católicos, que somos mayoritariamente aún en nuestra Patria, no podemos tentar a Dios con nuestras actitudes neutrales y abúlicas ante el avance del progresismo ideológico. El igualitarismo es anticristiano; el generismo es anticristiano; el laicismo es anticristiano.

Con nuestros billetes sacados de un cajero automático  mantenemos funcionando el pub de moda o la botillería del barrio, pero a nuestros templos y al culto divino le asignamos –exclusivamente- las resonantes monedas sobrantes de un vuelto. Con claridad sentencia la Biblia: “Da con generosidad y serás rico, sé tacaño y lo perderás todo” (Proverbios XI, 24); “Cada uno debe dar según se lo haya propuesto en su corazón, no debe dar con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Corintios IX, 7).! Qué distinta la religiosidad de Abel que concedía a Dios las primicias de sus frutos con relación a nuestras mezquinas actitudes de tratar a Dios con las sobras de nuestras acciones, palabras e intenciones! Su generosidad le costó la vida ante la envidia desenfrenada de su hermano Caín que no entendía la rectitud de intención de su hermano menor. Para el creyente la generosidad con Dios es imitable,  para el no creyente sólo le resulta envidiable.

La mezquindad a la que nos inclina habitualmente la concupiscencia, nos hace no sólo olvidarnos del Dios uno Trino y postergar nuestro culto debido a su Persona Divina y su obra, sino –también- a olvidar la humanidad por la cual su propio Hijo Unigénito murió en el Calvario.

 El profeta Amós entrega un mensaje muy claro frente a la presente cultura anticristiana que irremediablemente conduce a abusar de los más débiles y necesitados. Si a la mezquindad sumamos la limitación natural de los recursos, entonces tendremos una sociedad que excluye, que separa, y que segrega, de manera particular favoreciendo un igualitarismo que siempre ha terminado por provocar severas crisis al interior de las naciones. La situación es muy clara: como sucede en toda familia, el hogar común de los compatriotas –que es la Patria-  tiene ingresos limitados.

Muchas veces, como acontece con un niño pequeño  que pide bienes ilimitadamente a sus padres pensando en una disponibilidad total e inmediata de recursos, entonces, no faltan quienes promueven una economía estilo “Robin Hood”, que tiende a quitar bienes a los que tienen más, porque –a fin de cuentas- a los pobres ya les quitaron todo, y no tienen nada más que sacarles.  Por ese camino en vez de generar mayores riquezas, diversificando los recursos,  se termina simplemente repartiendo la pobreza.

Padre Jaime Herrera, Chile

Sin duda dar a quien necesita es prestar a Dios; y quitar a quien le corresponde es abofetear a Dios, de manera particular en no dar un sueldo digno y estable a quien trabaja con esfuerzo y dedicación. ¡Es uno d los pecados que claman al cielo!  

Es cierto que el sueldo siempre se presenta menor a nuestros requerimientos, y en oportunidades constatamos diversos tipos de sueldo: Así, está el sueldo cebolla…usted, lo ve, lo toma y se pone a llorar; sueldo canalla: sólo hace sufrir pero no se puede vivir sin él; sueldo mago: hace un par de movidas y desaparece; sueldo ateo; Ya uno duda de su existencia; Sueldo humor negro: uno ríe para no llorar; sueldo dietético: nos hace comer cada vez menos; sueldo Walt Disney: hace treinta años está congelado; sueldo tormenta: no sabemos cuando va a venir, ni cuánto va a durar; Sueldo desodorante: cuando más lo necesitamos, más nos abandona.

Más allá del sentido de humor, subyace una realidad que exige una mutua responsabilidad, una creciente fuerza de voluntad, y sin duda un acto de fe, pues “en vano se cansan los albañiles, si el Señor no construye la casa”. La buena voluntad es importante, el grado de participación en las decisiones es importante, el servicio a la comunidad es importante, la amistad cívica es importante,  pero lo que finalmente termina inclinando la balanza es el espíritu de piedad, la amistad de cada persona con Dios, y la capacidad de incidencia de la fe en las obras cotidianas.

No nos perdamos…no perdamos a otros…ni nos dejemos perder por otros: Sin Jesucristo no hay desarrollo humano posible en ninguna sociedad. Puede haber sucedáneos de progreso, puede crearse una fantasía de sana convivencia, pero si ello no parte en la gracia, si no se nutre con la gracia y no tiene como destino vivir en la gracia, cada uno y todos, nuestra vida social no será más que una campana vacía. Por esto, el Apóstol San Pablo no dejaba de exhortar vivamente a uno de sus más cercanos colaboradores: “Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad” (1 Timoteo II, 1-2). ¡Que Viva Cristo Rey!


SACERDOTE JAIME HERRERA GONZÁLEZ / PARROQUIA PUERTO CLARO CHILE
    

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