jueves, 8 de junio de 2017

“EL FUTURO DEL MUNDO SE FRAGUA EN LA FAMILIA”.


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 HOMILIA MISAI N MEMORIAN PABLO ANDUEZA GUZMÁN 2017.


Para quien es sacerdote el enfrentarse ante la realidad de la muerte es algo permanente, hay parroquias que tienen un funeral al día, y otras que tienen algunas celebraciones al mes, pero en uno u otro caso, forma parte de la vida parroquial, de la vida sacerdotal y de la vida eclesial., lo que hace tener una visión amplia de este misterio.

Socialmente para nosotros ¿Qué es una muerte prematura? Hoy en Chile, hablamos de setenta años, con lo que se cumple la promesa bíblica a los hijos de tus hijos los verás. En tanto que si uno vive en Mónaco el promedio de vida supera los noventa años, en tanto que en África no sobrepasa las cinco décadas. En tiempos de Jesús la “ancianidad” era considerada casi a partir de las cuatro décadas.

Por otra parte, antaño se iniciaba la vida laboral casi con la adolescencia, hoy se posterga casi una década después. Igual cosa acontece con la vida esponsal: nuestros padres contrajeron matrimonio con una década de diferencia de lo que es actual…de hecho, sorprendentemente,  hablamos de jóvenes de treinta años y  de muchachos veinteañeros habituándolos a la vivencia de una adolescencia casi permanente.

Un gran amigo ha muerto. Podría decir… “ha partido”, “se ha adelantado”, “vive su pascua”, para no recurrir a una terminología que a los ojos modernos resulta tan fuerte por su carácter absoluto: ha muerto. Se zanja –entonces- una brecha insondable que tiene un eco entre vida y muerte, gracia y pecado, juicio y misericordia.

La llegada al denominado “Colegio grande” de una generación iniciada el año que el hombre llegaba a la luna, había fortalecido los primeros lazos de amistad en la infancia durante ocho años. Pero ahora, el pantalón corto daba paso al pantalón largo, el overol a la capa, y de ser los reyes del colegio chico al último eslabón del colegio grande. En medio de esta navegación irrumpe la llegada de un risueño e histriónico rostro, que nos acompañará los seis años restantes, marcando con su presencia el rostro indeleble de toda una generación.

Siempre pensamos que otras familias pierden a sus seres queridos, que otros son los que parten, mas,  hoy constatamos que “uno de los nuestros”, de la primera línea en el plano de los recuerdos y los afectos de una generación, ha sacado lágrimas por lo inesperado de su partida.

Distinción entre lo trascendental e inmanente: Nunca se perdió en esta realidad. Dios, su Iglesia, sus padres, su familia, sus amigos no se tranzaban ni perdían. Así lo experimenté la última vez que estuve con él, donde una vez más –al sazón de una buena mesa- conversamos de lo divino, de lo humano, y de lo “extraterrestre” habida consideración de tanto espécimen extraño que hay en la actualidad, entre los cuales no nos restamos…

Aquel día, durante largo tiempo, reímos distendidamente, recordamos episodios de la infancia y juventud, nos proyectamos con nuevos desafíos, incluso,  hablamos de la realidad que estábamos “invictos” de defunciones como generación, aunque entre los comensales éramos varios los candidatos por dolencias y operaciones, por lo que ninguno se avizoró a preguntar, como lo hizo un apóstol  al Señor: “¿Seré yo maestro?”.

Bueno, la Divina  Providencia dispuso fuese él, que veía navegar por la vida a sus hijas con resolución y a su esposa con entereza e irrestricta entrega; que una vez más, como en tantas otras ocasiones,  daba luchas, a veces con espíritu francamente quijotesco, contra molinos que una y otra vez emergían en una sociedad marcada de intereses que no estaban inscritos en su ADN formativo y en su realidad existencial.

La familia como programa de vida: Compartiendo parte de su niñez, infancia y juventud, vimos irrumpir a un verdadero modelo de amor a su familia. De carácter fuerte y decidido,  -indudablemente- tuvo diferencias con sus padres, más jamás olvidó tributarles el trato, cariño, respeto y preocupación, tal  como lo hizo hasta la última jornada donde llevó a su señora madre a la Santa Misa dominical y luego a almorzar con ella. De la Misa a la mesa cumplía el precepto aprendido en su primera infancia: “Honrarás a tu  padre y a tu madre”.

Ello es sin duda un signo elocuente en la vida de quien ha partido, y constituye una rica enseñanza para estos tiempos en que la familia y las generaciones se encuentran atomizadas. Con fuerza el actual Sumo Pontífice recuerda a la juventud no alzar muros infranqueables entre ricos y pobres, entre jóvenes y adultos. Siguiendo la lógica que las fronteras terminan donde otras se alzan, constatamos una reciprocidad que debe ser superada a la luz de la gracia que viene de lo alto procurando hogares integradores, familias amplias donde a cada uno se le reconozca una importancia y dignidad insustituible. El amanecer y el ocaso han de encontrar cabida en el día de la vida y en la vida de cada día. Si es tan obvio para un católico no aceptar  las injustas desigualdades y las obtusas injusticias, entonces ¿Por qué aceptarlas cuando se trata de nuestros adultos? ¿Por qué permitirlas como aquel día donde  el primer marginado fue puesto en una cruz? ¿Por qué actuar como cómplices activos cuando nuestra fe es violentada y despreciada?

Habitualmente escuchamos decir que el “alma mater” de un persona es la casa de formación de su educación superior, más en este caso, simplemente diremos que lo fue su familia. Allí, en la intimidad del hogar paterno, junto a sus numerosos hermanos supo del rigor por el trabajo, de la responsabilidad con los desafíos asumidos, de la austeridad y honradez intransable, de la preocupación por las necesidades  de los demás, del respeto a los más débiles, todo lo cual, forjó su alma de manera imborrable. Quizás no sepamos todo lo que hizo, en cuantas organizaciones participó, pero si intuimos dónde sacaba la fuerza interior para enfrentar la vida cotidiana: su fe en Dios, el legado familiar, y la educación recibida…y asumida.

La política como servicio: Sin duda, las últimas tres décadas las empleó para fortalecer la vida social y comunitaria, tanto desde la perspectiva de la ciudad,  como de su célula fundamental que fue, es y será la familia, tal como lo dijo vehementemente Juan Pablo II en su visita a nuestra ciudad un día  dos de abril de 1987: “El futuro dl mundo se fragua en la familia”, pues desde la creación del mundo sigue vigente el designio divino en orden a “poblar la tierra” y en su nombre encauzar la creación según sus voluntad y no de manera sesgada o abusiva como suele constatarse tan frecuentemente en nuestros días. Los designios de Dios son inmutables: “El hombre se unirá a su mujer y serán uno solo”. ¡No hay otro camino!

Aunque desde joven tuvo un carácter acelerado, en modo alguno podemos olvidar que actuaba de manera consiente y reflexiva: no le bastaba conocer sobre mucho sino que encontraba necesario profundizar, saborear,  tanto racional como espiritualmente,  lo visto, por ello, era un gran conversador y sin duda un experimentado docente en centros tan diversos como en los que colaboró durante largos años y distintas épocas.

La vida como dice el himno de su colegio de los Sagrados Corazones le deparó “coronas de laureles y espinas”, las cuales no dudó en ofrecer a Dios cuando tuvo que optar por una independencia y a veces sana distancia de aquellas prácticas que aunque ampliamente generalizadas,  han causado tanto daño a la credibilidad y el fortalecimiento del tejido de la vida social y comunitaria actual.

Con entereza personal y no sin la colaboración de su mujer navegó las convulsionadas aguas de la vida laboral y política sin actitudes serviles con el estado de las cosas (establishment) que a tantos suele cautivar. Renunció dos veces a trabajos que consideraba, no postuló a cargos en los cuales habría sido electo sobradamente por ir en la búsqueda de ideales que están fuera de billeteras y sobre los títulos,   pergaminos y gratificaciones que para el mundo resultan tan gravitantes. Renunció a un partido donde tempranamente militó porque requería mayores espacios de real integración,  pero,  también,  porque sus mejores sueños no lograban despertar en la vida partidista de la actualidad…la política ya no parecía dar el ancho para la generosidad de su corazón, no considerándola como un fin sino como un medio, y en cuanto tal, transitorio y pasajero.

Sin duda,  fue un hombre amante de la vida política desde su infancia, pero que desde su espíritu libre y buscador  no permaneció esclavo a ella. Supo descubrir la grandeza de una fe, de una vida familiar y conyugal, supo realizarse como padre amoroso y dedicado a sus hijas, asumiendo tempranamente un rol de “padre y madre” de ellas por lo que al cuidado y atención debió sumar la delicadeza y ternura. ¡Estoy cierto que a cada hija le tendría un apelativo único que denotaba el afecto paternal! ¡Su particular sentido del humor haría pasar momentos imborrables a sus seres queridos!

Espíritu abierto a los desafíos: Quien está inserto en las aguas bautismales, a lo largo de su vida descubre que la vida como católico consiste en una permanente maduración de su condición bautismal, en la cual fuimos constituidos como hijos de Dios, miembros de una Iglesia, purificados del pecado original y hechos partícipes de la gracia, que como presencia de Dios nos permite ir “pareciéndonos” e identificándonos con mayor perfección. Este camino lo recorremos apoyados en la gracia que nunca falta y que  nos es siempre necesaria. 

Por ello,  nunca podemos tenernos como instalados, tranquilos con el desarrollo de los acontecimientos a nuestro alrededor, o creyendo que estamos lo suficientemente convertidos y que ya nada puede cambiar.

Nuestra alma debe ser buscadora incansable de la verdad, del bien, del amor, para que el nombre de Jesucristo no resulte lejano ni adverso a nuestra sociedad por lo que un empeño realmente misionero y un espíritu verdaderamente apostólico pasa  necesariamente por una conversión del corazón que conduzca a un estilo de vida que sin confusiones dé a conocer a Cristo vitalmente, mostrando la fe en un seguimiento de los preceptos divinos hacia quienes están a nuestro alrededor.

La muerte abrupta que hoy nos ha traído a esta celebración en memoria de nuestro hermano difunto, pasados días de su partida, nos hace recordar que todos los presentes nos presentaremos –igualmente- ante el tribunal de Dios un día próximo. ¿Y cómo nos preparamos para ello? La vida como cristiano que se da “en lagrima y canción”, es el único camino que no debemos olvidar aunque para muchos resulte extraño y diferente. La Santidad no es una moda, sino que constituye un imperativo para nuestro tiempo que no podemos postergar más.

Dios quiere que seamos perfectos. No temamos decirlo, el Señor desea que todos seamos santos…esa es su libérrima voluntad para cada uno, por ello, la esperanza marca esta celebración en memoria (sufragio)  de quien ya no está físicamente  en medio nuestro, y por el cual,  el mejor homenaje que podemos tributar y el más necesario presente,   es ofrecer esta Santa Misa por su alma, en compañía e intercesión de la Virgen Santísima a la cual –ciertamente- tantas veces recurrió lleno de confianza y amor filial. ¡Que Viva Cristo Rey!            


PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ / CURA PÁRROCO DE PUERTO CLARO / VALPARAÍSO










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