A
SEGUIR LUCHANDO POR LA VIDA
“Hermanas y hermanos en Jesucristo:
El Gobierno volvió a darle suma urgencia al trámite
de la ley “Bachelet”, por la que se quiere asesinar a los niños, abortándolos.
La intención es llegar al aborto libre, es decir, que la mujer decida matar a
su hijo porque ella así lo quiere. La legalización del aborto es la tragedia
más grande que puede acaecerle a un país, con la agravante de que será con el
voto decisivo y mayoritario de diputados y senadores “católicos” de la Democracia
Cristiana.
Frente a la posibilidad de aprobar esta ley,
todavía queda mucho por hacer. Lo más importante es continuar orando al Señor,
para que Él convierta a nuestras autoridades y legisladores, dándoles su
sabiduría a fin de que se den cuenta que la misión de la ley es defender al más
débil del poderoso, y no al revés, como pasa con esta ley. Además, hemos de
seguir manifestándonos en privado y en público a favor de la vida y en contra
de la muerte. Por último, en las elecciones que vienen tenemos que votar por
los candidatos pro vida y pro familia. Es una obligación grave de conciencia no
votar por los abortistas y anti familia. Si a nosotros nos duele el aborto, a
ellos les duele el voto.
Tenemos que informarnos en profundidad qué ley se
está aprobando. El Papa Francisco ha repetido que es la aprobación de un
asesinato. Además, cuando se lee el texto, uno se queda horrorizado al
comprobar que será una de las peores leyes posibles. Así, entre otros, se
establece que si el niño brutalmente abortado nace vivo, el médico debe dejarlo
morir. ¿Acaso no es esto infanticidio?
Al personal médico se le obliga a practicar el
aborto, aunque eso vaya contra sus más íntimas convicciones. De no hacerlo, se
le discriminará injustamente y se le obligará a dejar su trabajo. En nombre del
falso derecho de la mujer de decidir si abortar o no, se le impide al personal
de salud el legítimo derecho a decidir en conciencia a no colaborar en el
aborto. Nadie puede obedecer el mandato de matar a un ser inocente e indefenso.
Ante una ley así, hay que responder como los Apóstoles: ”¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!” (Hechos de los Apóstoles V,29).
El impulso espontáneo de toda persona normal es
tratar de salvar por todos los medios posibles la vida de quien está en peligro
de perderla, por ejemplo, si se está ahogando, incluso sabiendo que puede morir
en el intento. Más aún, un cristiano, a semejanza de Cristo, está dispuesto a
morir para que otro viva y prefiere morir antes que matar. La ley del aborto
inducirá a la mujer a ir contra lo más profundo de su instinto maternal, con
las traumáticas secuelas que con el pasar del tiempo irán aflorando en ella”.
+Francisco Javier Stegmeier Sch.
Obispo de Villarrica, Chile.
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