DOMINGO DÉCIMO CUARTO / TIEMPO ORDINARIO /
CICLO “A”
1. “Su dominio ira de mar a mar, desde
el Rio hasta los confines del mundo” (Zacarías
IX, 10).
En esta semana hemos
visto una triste realidad en nuestra Patria. De acuerdo a un
informe entregado públicamente, se ha constatado que unos mil trescientos niños entregados para ser custodiados por el Estado
perecieron. Una cifra dramática por donde se le mire. Algunos hemos tenido
la oportunidad de intervenir para evitar que esa cifra aumentase. Como Cura
Párroco me correspondió en una oportunidad acoger durante unos días a un joven
que huyó de uno de esos centros para evitar ser violentado por sus pares. Debió
saltar un muro de cinco metros para lograr su libertad. Al refugiarse en
nuestra comunidad, contando con la autorización de sus padres y de la justicia
local, relató la crudeza de lo que acontecía
hace unos veinte años atrás en uno de sus centros más reconocidos.
A esa institución acudían
regularmente sacerdotes a confesar, religiosas a acompañar, colegios de Iglesia que llevaban a sus alumnos
a compartir con los jóvenes internos, dando un barniz de espiritualidad que con sigilo se iba sembrando.
Con el paso de los años
esa institución se fue secularizando en la misma medida que las ideologías
estatistas marginaban todo auxilio espiritual colocando el inmanentismo en las
virtudes teologales. Una mirada jibarizada ocasionó una realidad que
prontamente nivelaba hacia abajo. El abajismo en toda su extensión. Los más vulnerables de la sociedad
terminaban muriendo tempranamente, tal como acontece con la legislación que quiere imponerse por
medio de la legalización del aborto por medio del pseudo derecho de decidir quién debe morir,
cuándo debe morir, y por qué debe morir.
Las vestiduras se rasgan con
prontitud ante los jóvenes muertos en el Senane, ¿lo harán también por quienes
no están en un frio edificio estatal sino en el cálido vientre materno
esperando poder nacer? ¿Serán expulsados del banquete de la vida quienes ya son
comensales?
Sin duda, que la formación parte de una mirada de lo que
es el hombre, la familia, la sociedad en relación con Dios. Esto confiere una antropología que no olvida
su origen y su destino trascendente, poseedora de un alma, que es: una, inmortal e irrepetible.
La primera lectura es
esencialmente profética. En ella leemos que:
“Él suprimirá los cuernos de Efraín, y los caballos de Jerusalén. Sera
suprimido el arco de combate, y Él proclamará la paz en las naciones” (Zacarías
IX, 10).
Es una nota
característica de quienes seguimos a Jesucristo descubrir en estos anuncios la
voluntad de Dios, pues,
ellos forman parte de la revelación. Y la segunda venida de Cristo será precedida
de múltiples signos, entre los cuales reinará un tiempo la paz, y toda
violencia será desterrada. Por ello, resulta evidente descubrir como un “anticipo” de los signos de los tiempos
de Dios el hecho de procurar alejar toda violencia desde el Sagrario de la Vida
como es el vientre materno. El oponerse al aborto en favor de la vida forma
parte de la enseñanza infalible del magisterio de la Iglesia que, en todo
momento llama a defenderla desde su gestación hasta su muerte natural.
La voz de una perversa
ideología hizo que las lágrimas
derramadas por la muerte de tantos jóvenes se evaporaran con prontitud;
que el delantal usado como vestimenta característica de quien busca la salud de
los niños como profesión propiciase -sin miramiento- leyes que impiden el nacimiento mismo. ¿Qué
nombre recibe quien permite que los
instrumentos hechos para proteger una vida sean utilizados para ultimarla?
“Dios
sostiene a todos los que caen, a todos los encovados endereza” (Salmo
145, 14).
Los jóvenes y
adolescentes que integran los diversos centros del Sename, extendidos a lo
largo del país, tienen la posibilidad de salir adelante en diversos hogares
dependientes de nuestra Iglesia Católica, tales como: el Refugio
de Cristo, las Aldeas SOS, el Hogar
Arturo Prat, el Hogar de la Divina Providencia, el Pequeño Cottolengo, e
innumerables centros que bajo el alero de nuestra Iglesia que de una u otra
forma se esfuerza en suplir las carencias que conlleva el permanecer internado
por las razones que fuere.
A pesar de puntuales
deficiencias, sin lugar a dudas, prima
el hecho de procurar hacer el bien a los más pequeños, a los predilectos de Dios, porque se les
mira por su inmensa dignidad que emerge de su condición de hijos de Dios e
hijos de su Iglesia, en consecuencia, se
les protege como verdaderos hermanos de cuya formación se dará grave cuenta
ante Dios en el juicio final, por lo que es necesario cuidarles como el tesoro que son a los ojos del Señor por quienes
se entregó en lo alto de la Cruz.
Por eso, el cuidado material debe ir de la
mano con la necesaria protección
espiritual, toda vez que el cuerpo y el alma del joven avanzan por la misma
vereda y no cada uno por su lado…Sin duda, muchos de los dramas escritos
al interior de los centros del Sename han partido por una debilitada vida
espiritual que, en ocasiones, ha sido
deliberadamente puesta al margen. Los resultados son evidentes, y por ello
se debe cambiar el rumbo, no puede seguir experimentándose con los niños ni
aplicando sistemas de formación sumergidos en una aparente neutralidad
confesional donde se termina alzando el monoteísmo
del ateísmo, con sus consabidos resultados.
“No
puede dar frutos buenos un mal árbol”: No puede ser
presentado como proyecto de educación un sistema que excluya la dimensión
religiosa y la vida espiritual de los niños y jóvenes. Ello es una fantasía
que inevitablemente terminará transformándose en una pesadilla.
Como católicos debemos
optar por la vida, debemos optar por el Evangelio de la Vida, que permite
crecer y desarrollarse en la armonía conquistada por Nuestro Señor que se
entregó por cada uno de nosotros para purificar y fortalecer nuestra alma. Hoy
nos dice: “Tomad sobre vosotros mi
yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras amas. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana” (San
Mateo XI, 29-30).
Iniciado el Mes de
Nuestra Patrona y Reina como es la Santísima Virgen del Carmen, encomendamos en
esta Santa Misa a que bajo su manto protector se cobijen los niños y jóvenes
que, por diversas razones, permanecen
actualmente internos en algún hogar en nuestra Patria. Que no falte
la mano amiga, el consejo oportuno, la oportuna corrección fraterna, y la
plegaria por cada uno de ellos. ¡Que Viva Cristo Rey!
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