TEMA :
“LLAMADOS EN UN TIEMPO PARA CREER”. (15:00 PM)
FECHA: PRIMERA MEDITACIÓN / RETIRO ESPIRITUAL/
OCTUBRE 2018
1.
La
aventura de creer en el llamado al sacerdocio.
Tres
de la tarde. Para todo creyente es una hora decisiva. ¡Que decir para quien
esta consagrado y para quien está en camino! Jesús anunció que cuando yo sea
elevado hacia lo alto atraeré a todos hacia mi…El anciano Simeón dijo:“mirarán al que traspasaron”.
SACERDOTE
JAIME HERRERA GONZÁLEZ
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La
Virgen en su alma guardaba aquellas palabras del anciano Simeón: “a ti una espada dolor atravesará tu alma”. Esa
hora revelaba el sentido de aquel anuncio, del cual “algo” ya vislumbraba y que se iría entretejiendo de manera
misteriosa durante la vida oculta y pública de su Hijo y Dios.
¿Entendía
todo? Sabiamente el Papa Juan Pablo II dice: “la fe se fortalece creyendo”. Semejante a cuando pasamos de la
bruma espesa y matinal de este lugar a cómo con el paso de las horas al llegar
el mediodía se disipa, la fe como un regalo de Dios nos permite asumir las
etapas de “neblina” de “incertidumbre” y de “cuestionamientos”… ¿Por qué? ¿Cómo?
¿Cuándo? ¿Con quién? La Virgen ha de haberse puesto en innumerables escenarios
a futuro, ¿Quién no lo ha hecho como futuro sacerdote estando en el seminario?
Solemos
imaginar desde nuestra lógica (humana) que el llamado de Dios es como un libro
que contiene todo de manera detallada. Nuestro orgullo humano quisiera dejar
cualquier eventualidad “atada y bien atada”, como si la programación de los
acontecimientos dependiera de las humanas capacidades, mirando la virtud de la
confianza en Dios casi como un “negocio
de la fe” el cual, sujeto a diversas
variables preestablecidas
Si
realmente queremos revitalizar nuestro itinerario vocacional hemos de fortalecer
nuestra condición de creyente. Si la fe mueve montañas ¿No es acaso capaz de cautivar
nuestra mente y corazón?
Sin
duda, la hora de la Cruz constituye un punto
de inflexión para el creyente. Hay un antes y un después, asumiendo una
realidad sin retorno. Hay que estar ahí
para ello, por lo que el papel de la experiencia es indispensable en este
caso. (Relato episodio puente de
Brooklyn ¿avanzo o retrocedo?).
2.
Necedad
y locura de los llamados al sacerdocio.
La
espada de dolor anunciada a la Virgen la hizo entrar en la lógica divina, asumida
por unos como necedad y locura. En efecto muchas veces en la
actualidad desde los criterios humanos se ve nuestra vida de consagrados como
una “pérdida de tiempo” toda vez que el exitismo, el individualismo, y el materialismo con su natural radicalidad
son referentes celosos. Habitualmente aquello que no se conoce es incluido en
el mundo del absurdo, del cual solo queda mofarse.
Durante
años la Virgen María ha de haber experimentado la burla y el sarcasmo de
vecinos los cuales con una suspicacia no
exenta de desdén miraban distantes cómo se hilvanaba la vida en la humilde casa
de Nazaret, que al decir de Pablo VI. “Es
la escuela del más rico humanismo”.
Como
Ella nosotros que dimos el primer paso. ¿Cómo Dios lo va a llamar a él con la
vida que ha llevado? ¿Cómo si no tiene dedos para el piano? ¿Cómo si proviene
de tal hogar?...”conocemos de dónde viene” decía la vecindad. Bueno serían innumerables las afirmaciones.
No
pocos tienden a ver ante un “consagrado” una especie extraña, cuya vida en si misma
les resulta desafiante, contradictoria, difícil de comprender, tanto más cuanto
más se opone al establishment
cultural, social y hasta religioso.
Lo
leemos en la Sagrada Escritura, en el Antiguo Testamento.
En
una película reciente se presenta la realidad de un joven que opta por ingresar
a un seminario, que humorísticamente fue imitado en un sketch español en el
cual a un hijo se le podía perdonar todo menos que optase en serio por
Jesucristo.
Si
para unos el acto de entrega a Dios resulta una simple locura, para quien lo
hace exige una convicción ilimitada, una disponibilidad que constituye una
página en blanco que responda a la medida de Aquel que nos llama y le
pertenecemos.
A
un niño pequeño le basta lo que su padre le diga para tener la seguridad de lo
que afirma a los demás. Jesús lo dijo:
“Si no os hacéis como niños no entrareis en el Reino de los Cielos”. Entonces,
nuestra confianza va de la mano con el reconocimiento de la grandeza del ser
más amado, que en el caso del llamado a ser sacerdote es Dios mismo. “Yo te he
llamado” (Jeremías).
PARROQUIA
PUERTO CLARO OCTUBRE 2018
3. El ámbito de la fe en el llamado al sacerdocio.
a).
El acto de creer abarca toda la vida.
Actualmente hay dos valores que parecen rivalizar en las prioridades: el dinero
y el tiempo. Los economistas dicen que la economía el arte de manejar bienes limitados. Aunque hay
que reconocer que se vive pensando en que son ilimitados…Con el “tiempo”
acontece algo similar, y somos muy mezquinos en aprender a compartir
gratuitamente el tiempo con quienes vienen a nosotros.
Hemos de aprender el
ejemplo de Jesús, que se detenía a conversar, iba y se quedaba largo rato
enseñado: “Los Apóstoles se reunieron con
Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él
entonces, les dice: “Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para
descansar un poco”. Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba
tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.
Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta, y fueron allá corriendo,
a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio
mucha gente, sintió compasión de ellos, pues restaban como ovejas que no tienen
pastor, y se puso a enseñarles largo rato”(San
Marcos VI, 30-34).
Jesús se colocaba a
caminar hasta el atardecer con los jóvenes emausitas: “Aquel
mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de
Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que
había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y
se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él
les dijo: “¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? Ellos
se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le
respondió: “¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no0 sabes lo que ha
pasado allí estos días? Él les dijo: “¿Qué?”. Ellos le contestaron: ¨Lo de
Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y
ante todo el pueblo, cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes
para que lo condenaran a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él
iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde
que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado,
pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su
cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles,
que dicen que está vivo.
Algunos
de los nuestros fueron también al sepulcro que dicen que está vivo. Algunos de los
nuestros fueron también al sepulcro, y lo encontraron como habían dicho las
mujeres; pero a Él no lo vieron. Entonces Él les dijo: “¡Qué necios y torpes
sois para creer lo que dijeron los profetas!”. ¿No era necesario que el Mesías
padeciera esto y entrara así en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo
por todos los profetas, les explicó lo que se refería a Él en todas las Santas
Escrituras” (San
Lucas XXIV, 13-25).
Nada hay más valioso,
aunque nos den una reprimenda, aunque nos cueste sacrificio, aunque debamos
sufrir incomodidades, que percibir que contamos con el tiempo suficiente para
ser escuchados y escuchar a los demás. También aquí es aplicable procurar hacer
a los demás lo que a nosotros nos agrada y evitar molestar a los demás en lo
que a nosotros nos desagrada.
Para esto debemos
revestirnos de la certeza del don de la fe ha de ser ilimitada, que el tiempo pasa
volando para quien ama y cree, por lo que no coloquemos horas y momentos al
acto de confianza en Dios. Toda época es favorable para el que ama a Dios.
El estar con Jesucristo,
que nos ha llamado durante nuestra vida en el Seminario ha de ser la razón fundamental para seguir
avanzando en nuestro caminar, sabiendo que el acto de creer si bien se hace en
un momento preciso, forma parte de un todo que nos hace descubrir, de modo
preciso aquello que viviremos en la bienaventuranza eterna. El creer tiene
aroma de eternidad.
MISA SANTUARIO LO VASQUEZ CHILE |
b).
El acto de creer incluye todo nuestro ser: La
fe en cuanto gracia de Dios implica un regalo
implorado, el cual es fruto del amor gratuito del Señor que concede a quien
quiere. Por esto, cuando Simón Pedro confiesa en Cafarnaúm a nombre de toda la
Iglesia naciente que Jesús es “el Cristo,
el Hijo del Dios vivo”, recibe como respuesta del mismo Jesús: “Bienaventurado eres, Simón Barjona, porque
esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los
cielos” (San Mateo XVI, 17). Aquel
Apóstol sabía lo que implicaba reconocer a Cristo como el Mesías. Eventualmente
sería cuestionado por unos y otros, había riesgo en esa respuesta, por la cual
La elección que Cristo nos
hizo para ser sus sacerdotes, implica un principio de totalidad, que se expresa
en la radicalidad de nuestra opción libremente asumida. La fe como acto humano que
es no es contrario ni a libertad ni a la inteligencia nuestra, llamados a
depositar toda nuestra confianza adhiriendo a cada una de las verdades
reveladas.
Así, nada puede escapar
al acto de creer, el cual debe permear
nuestra alma y nuestro cuerpo, pues quien cree es cada uno como persona. Por el
don de la fe nuestra inteligencia y voluntad cooperan con la gracia divina, no
pudiendo hacer una escisión, una separación,
entre la vida y la fe, entre el ser y la persona. Somos creyentes y
estamos convocados a serlo en todo.
c).
El acto de creer es un don que debemos implorar.
No nos cansemos de crecer en fe, lo que implica rezar con insistencia porque la
medida del amor pasa por la medida de la fe. Son inseparables.
Los discípulos del Señor
lo entendieron y por ello al ver de qué se trataba la misión a la que Jesús les
convocaba, imploraron con insistencia: “¡Señor, auméntanos la fe!” (San
Lucas XVII, 5-6).
Para esto hay que asumir
desde nuestra indigencia, desde nuestra incapacidad, desde nuestra
vulnerabilidad, que necesitamos cada día creer, no pensando que ya estamos listos, como instalados.
El
acto de creer como miembro de la Iglesia.
La Sagrada Biblia nos enseña la importancia del don de la como miembros de la
Iglesia, según lo cual podemos “sumar” o “restar” en nuestra comunidad, de la
cual somos parte viva y responsables.
Por la fe vivimos (Habacuc
II, 4); Por medio de ella recibimos al Señor y
andamos en Él (Colosenses II, 6);
sin la fe es imposible agradar a Dios (Hebreos XI, 6); por
medio de ella somos justificados (Romanos V,1);
la fe es un escudo contra Satanás (Efesios VI,, 16);
por la fe conocemos la gracia de Dios (Efesios II, 8); por
la fe conocemos la gracia de Dios y hacemos buenas obras (Santiago
II, 17); por la fe vencemos al mundo (1
San Juan V, 4); una fe autentica nos ayuda a distinguir
a los falsos hermanos (1 Timoteo IV, 1)
Sin duda el reconocernos creyentes es
lo que nos tiene en este lugar. Una fe que ha ido moldeando nuestros actos, que
ha puesto cota a las pasiones, nos permite vislumbrar que cuando la fe se ve
debilitada no tardamos en experimentar las consecuencias: No agradamos a Dios;
somos manipulados por Satanás; no servimos a Dios; no alcanzamos sus
promesas; no recibimos lo que
imploramos; no distinguimos a los falsos
hermanos; no crecemos espiritualmente; estamos inseguros; prontamente llegamos
a la lógica del engaño. ¡Señor haz que crea!
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