martes, 30 de octubre de 2018

LLAMADOS EN UN TIEMPO PARA CREER


TEMA  : “LLAMADOS EN UN TIEMPO PARA CREER”. (15:00 PM)
FECHA:     PRIMERA MEDITACIÓN / RETIRO ESPIRITUAL/ OCTUBRE 2018
1.     La aventura de creer en el llamado al sacerdocio.
Tres de la tarde. Para todo creyente es una hora decisiva. ¡Que decir para quien esta consagrado y para quien está en camino! Jesús anunció que cuando yo sea elevado hacia lo alto atraeré a todos hacia mi…El anciano Simeón dijo:“mirarán al que traspasaron”.
SACERDOTE JAIME HERRERA GONZÁLEZ
La Virgen en su alma guardaba aquellas palabras del anciano Simeón: “a ti una espada dolor atravesará tu alma”. Esa hora revelaba el sentido de aquel anuncio, del cual “algo” ya vislumbraba y que se iría entretejiendo de manera misteriosa durante la vida oculta y pública de su Hijo y Dios.
¿Entendía todo? Sabiamente el Papa Juan Pablo II dice: “la fe se fortalece creyendo”. Semejante a cuando pasamos de la bruma espesa y matinal de este lugar a cómo con el paso de las horas al llegar el mediodía se disipa, la fe como un regalo de Dios nos permite asumir las etapas de “neblina” de “incertidumbre” y de “cuestionamientos”… ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Con quién? La Virgen ha de haberse puesto en innumerables escenarios a futuro, ¿Quién no lo ha hecho como futuro sacerdote estando en el seminario?
Solemos imaginar desde nuestra lógica (humana) que el llamado de Dios es como un libro que contiene todo de manera detallada. Nuestro orgullo humano quisiera dejar cualquier eventualidad “atada y bien atada”, como si la programación de los acontecimientos dependiera de las humanas capacidades, mirando la virtud de la confianza en Dios casi como un “negocio de la fe” el cual,  sujeto a diversas variables preestablecidas
Si realmente queremos revitalizar nuestro itinerario vocacional hemos de fortalecer nuestra condición de creyente. Si la fe mueve montañas ¿No es acaso capaz de cautivar nuestra mente y corazón?
Sin duda, la hora de la Cruz constituye un punto de inflexión para el creyente. Hay un antes y un después, asumiendo una realidad  sin retorno. Hay que estar ahí para ello, por lo que el papel de la experiencia es indispensable en este caso.  (Relato episodio puente de Brooklyn ¿avanzo o retrocedo?).

2.     Necedad y locura de los llamados al sacerdocio.
La espada de dolor anunciada a la Virgen la hizo entrar en la lógica divina, asumida por unos como necedad y locura. En efecto muchas veces en la actualidad desde los criterios humanos se ve nuestra vida de consagrados como una “pérdida de tiempo” toda vez que el exitismo, el individualismo,  y el materialismo con su natural radicalidad son referentes celosos. Habitualmente aquello que no se conoce es incluido en el mundo del absurdo, del cual solo queda mofarse.
Durante años la Virgen María ha de haber experimentado la burla y el sarcasmo de vecinos los cuales  con una suspicacia no exenta de desdén miraban distantes cómo se hilvanaba la vida en la humilde casa de Nazaret, que al decir de Pablo VI. “Es la escuela del más rico humanismo”.
Como Ella nosotros que dimos el primer paso. ¿Cómo Dios lo va a llamar a él con la vida que ha llevado? ¿Cómo si no tiene dedos para el piano? ¿Cómo si proviene de tal hogar?...”conocemos de dónde viene” decía la vecindad.  Bueno serían innumerables las afirmaciones.
No pocos tienden a ver ante un “consagrado” una especie extraña, cuya vida en si misma les resulta desafiante, contradictoria, difícil de comprender, tanto más cuanto más se opone al establishment cultural, social y hasta religioso.
Lo leemos en la Sagrada Escritura, en el Antiguo Testamento.
En una película reciente se presenta la realidad de un joven que opta por ingresar a un seminario, que humorísticamente fue imitado en un sketch español en el cual a un hijo se le podía perdonar todo menos que optase en serio por Jesucristo.
Si para unos el acto de entrega a Dios resulta una simple locura, para quien lo hace exige una convicción ilimitada, una disponibilidad que constituye una página en blanco que responda a la medida de Aquel que nos llama y le pertenecemos.
A un niño pequeño le basta lo que su padre le diga para tener la seguridad de lo que afirma a los demás. Jesús lo dijo: “Si no os hacéis como niños no entrareis en el Reino de los Cielos”. Entonces, nuestra confianza va de la mano con el reconocimiento de la grandeza del ser más amado, que en el caso del llamado a ser sacerdote es Dios mismo. “Yo te he llamado” (Jeremías).
                                                     PARROQUIA PUERTO CLARO OCTUBRE 2018
     

3.    
El ámbito de la fe en el llamado al sacerdocio.

a). El acto de creer abarca toda la vida. Actualmente hay dos valores que parecen rivalizar en las prioridades: el dinero y el tiempo. Los economistas dicen que la economía el  arte de manejar bienes limitados. Aunque hay que reconocer que se vive pensando en que son ilimitados…Con el “tiempo” acontece algo similar, y somos muy mezquinos en aprender a compartir gratuitamente el tiempo con quienes vienen a nosotros.

Hemos de aprender el ejemplo de Jesús, que se detenía a conversar, iba y se quedaba largo rato enseñado: “Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él entonces, les dice: “Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco”. Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta, y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues restaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles largo rato”(San Marcos VI, 30-34).

Jesús se colocaba a caminar hasta el atardecer con los jóvenes emausitas:  “Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: “¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no0 sabes lo que ha pasado allí estos días? Él les dijo: “¿Qué?”. Ellos le contestaron: ¨Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo, cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está  vivo.
Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro, y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a Él no lo vieron. Entonces Él les dijo: “¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas!”. ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a Él en todas las Santas Escrituras” (San Lucas XXIV, 13-25).

Nada hay más valioso, aunque nos den una reprimenda, aunque nos cueste sacrificio, aunque debamos sufrir incomodidades, que percibir que contamos con el tiempo suficiente para ser escuchados y escuchar a los demás. También aquí es aplicable procurar hacer a los demás lo que a nosotros nos agrada y evitar molestar a los demás en lo que a nosotros nos desagrada.

Para esto debemos revestirnos de la certeza del don de la fe ha de ser ilimitada, que el tiempo pasa volando para quien ama y cree, por lo que no coloquemos horas y momentos al acto de confianza en Dios. Toda época es favorable para el que ama a Dios.

El estar con Jesucristo, que nos ha llamado durante nuestra vida en el Seminario  ha de ser la razón fundamental para seguir avanzando en nuestro caminar, sabiendo que el acto de creer si bien se hace en un momento preciso, forma parte de un todo que nos hace descubrir, de modo preciso aquello que viviremos en la bienaventuranza eterna. El creer tiene aroma de eternidad.

MISA SANTUARIO LO VASQUEZ CHILE

b). El acto de creer incluye todo nuestro ser: La fe en cuanto gracia de Dios implica un regalo implorado, el cual es fruto del amor gratuito del Señor que concede a quien quiere. Por esto, cuando Simón Pedro confiesa en Cafarnaúm a nombre de toda la Iglesia naciente que Jesús es “el Cristo, el Hijo del Dios vivo”, recibe como respuesta del mismo Jesús: “Bienaventurado eres, Simón Barjona, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (San Mateo XVI, 17). Aquel Apóstol sabía lo que implicaba reconocer a Cristo como el Mesías. Eventualmente sería cuestionado por unos y otros, había riesgo en esa respuesta, por la cual



La elección que Cristo nos hizo para ser sus sacerdotes, implica un principio de totalidad, que se expresa en la radicalidad de nuestra opción  libremente asumida. La fe como acto humano que es no es contrario ni a libertad ni a la inteligencia nuestra, llamados a depositar toda nuestra confianza adhiriendo a cada una de las verdades reveladas.

Así, nada puede escapar al acto de creer, el cual debe permear nuestra alma y nuestro cuerpo, pues quien cree es cada uno como persona. Por el don de la fe nuestra inteligencia y voluntad cooperan con la gracia divina, no pudiendo hacer una escisión, una separación,  entre la vida y la fe, entre el ser y la persona. Somos creyentes y estamos convocados a serlo en todo.

c). El acto de creer es un don que debemos implorar. No nos cansemos de crecer en fe, lo que implica rezar con insistencia porque la medida del amor pasa por la medida de la fe. Son inseparables.

Los discípulos del Señor lo entendieron y por ello al ver de qué se trataba la misión a la que Jesús les convocaba, imploraron con insistencia: “¡Señor,  auméntanos la fe!” (San Lucas XVII, 5-6).

Para esto hay que asumir desde nuestra indigencia, desde nuestra incapacidad, desde nuestra vulnerabilidad, que necesitamos cada día creer, no pensando que ya estamos listos, como instalados.

El acto de creer como miembro de la Iglesia. La Sagrada Biblia nos enseña la importancia del don de la como miembros de la Iglesia, según lo cual podemos “sumar” o “restar” en nuestra comunidad, de la cual somos parte viva y responsables.

Por la fe vivimos (Habacuc II, 4); Por medio de ella recibimos al Señor y andamos en Él (Colosenses II, 6); sin la fe es imposible agradar a Dios (Hebreos XI, 6); por medio de ella somos justificados (Romanos V,1); la fe es un escudo contra Satanás (Efesios VI,, 16); por la fe conocemos la gracia de Dios (Efesios II, 8); por la fe conocemos la gracia de Dios y hacemos buenas obras (Santiago II, 17); por la fe vencemos al mundo (1 San Juan V, 4); una fe autentica nos ayuda a distinguir a los falsos hermanos (1 Timoteo IV, 1)


Sin duda el reconocernos creyentes es lo que nos tiene en este lugar. Una fe que ha ido moldeando nuestros actos, que ha puesto cota a las pasiones, nos permite vislumbrar que cuando la fe se ve debilitada no tardamos en experimentar las consecuencias: No agradamos a Dios; somos manipulados por Satanás; no servimos a Dios; no alcanzamos sus promesas;  no recibimos lo que imploramos;  no distinguimos a los falsos hermanos; no crecemos espiritualmente; estamos inseguros; prontamente llegamos a la lógica del engaño. ¡Señor haz que crea!

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