TEMA : “TIEMPO PROPICIO PARA VIVIR EN LA ESPERANZA “.
FECHA:
TEMA II° / RETIRO ESPIRITUAL /
SEMINARIO LO VÁSQUEZ 2018
La
virtud de la esperanza debe encauzar nuestros proyectos y nuestras alegrías.
Hemos visto en el primer tema que estamos en el Seminario porque somos
creyentes, y en cuanto tal hemos percibido el llamado del Señor a continuar su
misión como sacerdotes.
SANTA MISA CHILE 2018 |
El
seminario es lugar de esperanza. Lo fue, lo es y lo será. La promesa hecha por
nuestro Señor se cumple: “La mies es
mucha y los operarios son pocos. Orad al dueño de la mies que envíe operarios a su campo de trabajo” (San
Lucas X, 2). Para ello miremos a nuestra Madre
Santísima, que se venera bajo la advocación de la Purísima de Lo Vásquez.
Recorriendo
la vida de la Virgen descubriremos que
como una melodía de fondo la
esperanza marcó todo su caminar. ¡Spes nostra salve!
Tranquila
estaba en la casa de sus padres, san Joaquín y santa Ana. Podemos verla obediente como lo indica el precepto de “honrar padre y madre”, por medio del
cual escuchaba con atención y prodigaba una
devoción respetuosa a cada uno de ellos, pues en sus palabras descubría la
voz de Dios. Así creció, desde su infancia y adolescencia. Todo en ella
expresaba la disponibilidad muy lejana a la mentalidad contemporánea de partir
desconfiando respecto de los demás. Hay una línea que por medio de la oración
se descubre de qué lado esta inclinada nuestra vida. La respuesta si acaso es
bueno “desconfiar” o “confiar” de todos ha de hacerse en cada caso por medio de
la oración.
En
Nazaret la Virgen crecía, transitaba desde el amor a Dios sobre todas las
cosas, en las cosas aparentemente más triviales.
a). Esperanza y alegría:
Quien espera tiene en su alma un gozo que nadie le puede arrebatar. Mientras
mayor es el bien esperado tanto más es la alegría del corazón, por eso, no podemos dejar de ver al Señor en los santos
evangelios que vive lleno de gozo. Mirando los santos de nuestros templos, a
veces muy artísticos lo vemos tan solemnes, tan serios que lo era por cierto,
pero es innegable que cada uno de ellos debe hacer sido en sus acciones una
verdadera fuente de alegría. El “Ángel de la sonrisa” de la Catedral de Reims,
y la Virgen sonriente del “altar prima” (de la misa matutina) en la Catedral de
Toledo. Bellas imágenes que encierran silentes una invitación a la alegre
esperanza del creyente, y de modo especial al que está en camino de su
consagración.
A
través del ejercicio del ministerio sacerdotal he podido conocer a personas de
diversas edades que tienen una chispa
vital notable, y suele coincidir con el sano buen humor. Niños, jóvenes,
adultos y ancianos, no parece haber edad para que el gozo en el alma deje de
manifestarse aun en los momentos de mayor prueba y humana dificultad.
Esto
lo sabe el demonio, por eso suele tentarnos por el camino de la nostalgia, la
desazón, y la tristeza. Las prevenciones y resguardos espirituales ante el
demonio nunca debemos darlas por supuestas, como pensando que la incursión va a
pasar casi como por generación espontánea.
Recordemos que Satanás “anda como león
rugiente buscando a quien devorar” (1
San Pedro V, 8-9), por lo que no dudará en sobrevenir
una y otra vez colocando, en este caso, razones para estar tristes.
Un
alma triste es un alma anémica,
sujeta a cualquier dolencia espiritual, resultando el mejor caldo de cultivo
para la irrupción de tentaciones y pecados.
La
virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad que Dios ha puesto en
nuestro corazón, por medio de ella podemos tener la seguridad que la asistencia
del cielo no faltará respecto de la bienaventuranza eterna y el seguimiento de
nuestra vocación al sacerdocio.
No
se trata de limitarnos a un humano optimismo, que cede ante las primeras
dificultades, es la convicción de saber quién nos cuida, a quién pertenecemos,
por donde vamos y hacia donde nos dirigimos. Nuestra vida actual no se despliega
como una veleta zarandeada por el viento inoperante, ni por las modas
pasajeras. Dios nos llama, y por eso, el responder con prontitud a su llamada
nos llena de felicidad.
b). Esperanza y santo temor de Dios: Una
pequeña ha comido en exceso chocolates
sin permiso, negando a su padre el haberlo hecho. Su padre, que la quiere
entrañablemente le dice: “puedes
ocultarlo a tu abuela, a tu madre y a mí. Pero Dios te está mirando y Él lo
sabe”. Al poco rato su hija se acerca
y reconoce que fue ella la que los comió, recobrando casi
de inmediato la alegría”. Este episodio real nos ayuda a ilustrar la estrecha
vinculación que hay entre esperanza y el santo temor de Dios.
Las
múltiples dificultades e infidelidades bestiales que hemos conocido en la última
década sin duda afectan nuestra vida…seria inhumano que así no fuera, pero
quien ha puesto su esperanza en Dios, sabe que debe terminar la obra iniciada,
no de cualquier manera, sino haciendo “carne”
el gozo no sólo de saber por qué pasan
las cosas sino por quien suceden.
Job
en el Antiguo Testamento constituye un icono del primer caso. Prospero,
realizado, asentado y hacendado, su vida se desarrollaba feliz, hasta que
padeció la irrupción del tentador y la corrección de Dios.
A
lo largo de la vida del justo Job subyace un santo Temor de Dios, un respeto
por quién es Dios y por lo que hace, lo cual, unido a la virtud de la esperanza le hace
vivir de manera real, evitando tener una esperanza sin temor que es presunción y un temor sin esperanza que
es desesperación.
PADRE JAIME HERRERA GONZALEZ |
c). Esperanza y voluntad de Dios:
La fe es “garantía de las cosas que
esperamos” (Hebreos XI, 1), “sin la cual es imposible agradar a Dios”
(Ibid. V.6).
Durante toda su vida la Virgen procuró ser fiel a los designios de Dios.
Su “norte” era agradar a Dios antes
que a los hombres.
La
virtud consiste en saber hacia dónde vamos y colocar los medios necesarios para
llegar a nuestro fin último cual es la bienaventuranza eterna. Los años de
crecimiento de nuestra madre en Nazaret fueron la necesaria preparación para
enfrentar los diversos acontecimientos desplegados desde la irrupción en su hogar
del Arcángel Gabriel anunciando que sería la Madre del Mesías esperado.
Ella, la joven nazarena ¿Madre del
Mesías? Era una realidad que sólo pudo asumir porque desde pequeña procuró
cumplir la voluntad de Dios, en tiempos favorables y en tiempos adversos.
Evidentemente
navegar con viento favorable es fácil, pero hacerlo con viento en contra
requiere de un esfuerzo particular y una docilidad a la gracia que viene de lo
alto. En esta época de convulsión la vivencia de la esperanza va a primar si
somos capaces de ser fieles en las pequeñas cosas de cada día. Tal como dice
acertadamente San Josemaría Escrivá de Balaguer: “Hacer de modo extraordinario lo ordinario de cada día”.
El
valor que tiene para un consagrado saber que está cumpliendo lo que Dios quiere
llena el alma de una paz interior que va de la mano con la esperanza, en tanto
que andar buscando los caminos propios, con falsas autonomías, turba el corazón
mutilando la esperanza, apagando la alegría y contrariando lo designios de
Dios. Para ello, “No buscar quietud en cosas inquietas” (San Agustín de Hipona).
Desde
nuestra consagración somos pertenencia de Jesucristo. Cada uno de los Apóstoles
más allá de sus limitaciones procuró vivir junto a Jesús sabiendo esperar la
“hora de la gracia”.
SANTA
MISA DE TODOS LOS SANTOS 2018
|
En
el caso del seminarista son germen de
esperanza porque han puesto su vida en Aquel que nunca falla. Es feliz quien sabe hacia dónde va y conoce
cuál es su meta por ello el Magníficat es un himno que siempre debemos tener
presente (San Lucas I, 46-55):
“Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humildad de su
esclava. Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su
nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación. Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos
los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su
siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres.-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre”.
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