TEMA : “DIOS SIEMPRE NOS AMA MÁS”
FECHA
: TERCER DOMINGO / TIEMPO ORDINARIO / CICLO “C”
En
tiempos de ambigüedad la solidez de la promesa hecha por nuestro Señor adquiere
mayor relevancia en cuanto a su necesidad y urgencia, toda vez que para quien
se encuentra en medio de una navegación
requiere de la seguridad de un buen
capitán, de una buena embarcación
y de un buen puerto que lo cobije
Algo semejante acontece con nuestra alma cuya seguridad se funda en la promesa
hecha por nuestro Señor de “estar junto a
nosotros hasta el fin del mundo”, lo cual cumple cotidianamente al hacerse
presente en su humanidad y divinidad indivisas en nuestros altares como alimento
para es peregrino en este mundo y permaneciendo expectante en cada sagrario de
nuestra visita, y para ir en auxilio de quienes enfermos se ven consolados con
su visita que alienta y sana.
Una
“buena” embarcación es la Iglesia en la que fuimos bautismalmente incorporados
y de la que, por medio de las gracias depositadas en Ella, podemos repetir con
plena seguridad: “Se en quien me he
confiado”. Nuestra Iglesia, cuya cabeza es Cristo, y que es inspirada por
el Espíritu Santo tiene un cuerpo, del que nos refería la segunda lectura, que
no es el resultado de una casualidad sino que responde de la intencionalidad,
tan poderosa como generosa de la Divina Providencia a cuya mirada protectora
podemos acogernos como la más segura embarcación que es capaz de sobreponerse a
los embates mas furiosos del oleaje secularizante.
El
Apóstol San Pablo nos describe en sus cartas sobre las vicisitudes que debió
superar en su misión de dar a conocer a Cristo, naufragando en varias
oportunidades…para lo cual describe llegó a un “kali limenes” –puerto de
claridad- expresión de la cual deviene la advocación patronal de nuestra
Parroquia. Llegar a aquel puerto era guarecerse, llegar a un lugar seguro luego
de una navegación, que revistió el dramatismo de pasar por el naufragio,
experiencia de la cual algunos llegan a sobrevivir.
Existe
una Fiesta en la sagrada liturgia que conmemora el Naufragio de San Pablo que
se celebra cada diez de febrero...”Los
naufragios de la vida son parte del proyecto de Dios para nosotros que permiten
nuevos inicios de nuestra vida” (S.S. Benedicto
XVI).
Sabemos
que la tripulación de la embarcación en que iba el Apóstol San Pablo, para
tratar de salvarse, se desprendió de todo lo que consideraron superfluo,
incluso de los aparejos y del trigo, que era el único alimento que poseían.
Precisamente en ese momento, el Apóstol San Pablo les motivó a colocar toda su
confianza sólo en Dios, en momentos que la embarcación parecía una simple nuez
en medio de las olas. Al igual que ellos, debemos colocar nuestro pasado,
presente y futuro en Dios, en momentos que las oportunidades de la ciencia y
tecnología parecen responder a todas nuestras necesidades y salvándonos de
todos los peligros, lo cual sabemos que es una simple fantasía, porque ningún
bien llega por sólo un abrir y cerrar de ojos, ni la felicidad está a la mano
por un celular que parece cautivar…esclavizar…cegar la mente, corazón y vida
sustituyendo cualquier realidad a la de responder
IGLESIA SAN PABLO DE “KALI LIMENES” 1911 CRETA |
En
ocasiones no falta quien durante la celebración de la Santa Misa responde el teléfono,
aquel que en medio del Colegio estando en clases permanece preocupado de los
diálogos del wasap, quien en medio de una comida familiar, estando abuelos,
padres, tíos y hermanos presentes más que procurar escuchar y aportar al
dialogo en familia prefiere lo que eventualmente puede surgir desde un ahora endiosado celular.
En
el pasado se culpó a la radio de distraer la debida atención y piedad de las
personas, luego fue el cine y la televisión, luego el teléfono al cual en los
hogares había que sacar hora para poder hablar. Hoy, el cambio que se ha dado en la comunicación, el tener acceso a internet unido a los
teléfonos móviles sin duda nos hace tomar conciencia que el quiebre de una
comunicación no se da por el uso de un aparato sino por el desinterés de lo que
nuestro interlocutor representa, por lo que la verdadera razón de porque no
dedicamos más atención a nuestros seres queridos es simplemente porque no los
colocamos como prioridad en nuestro corazón.
Recuerdo
cuando un sacerdote nos decía en el Seminario Pontificio de Lo Vásquez, donde
estudié, que la razón de la ausencia reiterada a la Santa Misa no era porque se
tenía mucho que hacer sino que, era consecuencia –simplemente- porque Dios no primeriaba en nuestro interés. En otras
palabras: no voy a Misa siempre porque Dios
no me interesa lo suficiente. Esta frase, fuerte por cierto, requiere de
matices –posiblemente- pero es indudable que encierra una gran verdad,
lamentablemente extendida en nuestro tiempo. En la vida de muchos bautizados la
voluntad de Dios no es algo relevante, es el drama de nuestro tiempo y el gran
desafío pastoral a revertir con urgencia.
En
el mejor de los casos, la generosidad se suele reducir a dar el tiempo que nos sobra
a las cosas de Dios, en circunstancias que deberían ser las que más nos
importara realizar. No es la abundancia de medios el problema, no son los
minutos libres del celular los problemáticos…es la falta de fe en Jesús el
origen de tanta torpeza y cerrazón espiritual, la cual termina irremediablemente
manifestándose en un libertinaje moral, como es el que galopa en nuestra
cultura actual.
Quien
de verdad ama procura buscar por todos los medios permanecer junto con el ser amado: El denominado “pololeo”, que etimológicamente proviene
de la lengua mapudungun, significa “revolotear”, y es una expresión
genuinamente “hurtadiana”, porque fue
acuñada por San Alberto Hurtado en alguno de sus escritos, recuerda la
insistencia con que aquel coleóptero busca su alimento, semejante a la
insistencia de los pololos a estar juntos. Pues bien, nadie entendería que unos
pololos, novios o esposos no deseasen estar juntos, saber dónde está, cómo
está, qué necesitan, qué los alegra.
El
fiel católico casi como “connaturalmente”
debe tender a hablar con Dios por medio de la oración frecuente, que no es
un añadido en nuestra vida, sino el camino para conocer, amar y vivir según la
voluntad de Dios. Por esto, hemos de ver la oración como el medio preciso para
identificarnos con la persona de Jesús, quien no sólo es modelo a imitar sino
fuente segura de nuestra propia realización, toda vez que por medio de la
gracia santificante nos permite asemejarnos a Él, que es: “Camino, Verdad y Vida”.
ACCESO
GRUTA DE REFUGIO DE SAN PABLO EN CRETA
El
Santo Evangelio de este día nos presenta a Jesús en medio del templo: toda una
lección pues ¿Quién mejor que Él sabía todo? ¿Quién más que Él podía conocer
respecto del sentido más oculto que encerraban las Escrituras? ¿Por qué el
Unigénito de Dios hecho hombre estará en un templo?
Sin
duda, para darnos una lección. Si
Cristo, siendo Dios y Hombre verdadero, acude al templo para escuchar aquella
Palabra que viene de lo alto, ¿cuánto más nosotros lo necesitaremos? El acto de
“abrir los escritos” (rollos) implica leer la Biblia, según lo cual no
basta con tenerla arrumbada en una esquina del hogar como si su fin fuese cosmético (un adorno) o funcional (por si la exigen llevar clase). ¡Nuevamente vemos que rebajamos a Dios
en nuestro trato, prescindiendo de su auxilio en medio de la vida cotidiana!
Si
sabemos que la Santa Biblia no sólo nos habla de Dios, sino que en Ella Dios
nos habla… ¡Cómo no prestar la atención suficiente! Si acaso nadie nos ama
mejor y más que nuestro Dios, lo cual no es poco decir habida consideración del
amor que recibimos de nuestros seres queridos. ¿Más que una madre? ¡Mas! ¿Más
que un padre? ¡Mas! Dios siempre puede más y nos ama más.
Por
esto, la avidez con que respondemos los wasap y mails de los demás nos debe
hacer cuestionar por qué no actuamos con la misma y mayor diligencia cuando se
trata de aquel “wasap” que Dios nos escribe desde hace más de dos milenios, como
es la Santa Biblia.
De
nuestra Madre Santísima podemos aprender que “todo lo guardaba en su corazón”, por ello nutrió su fe con la
meditación atenta de las antiguas promesas hechas a los patriarcas, reyes y profetas,
pudiendo descubrir que los acontecimientos a lo largo de toda su vida respondían
a un proyecto de vida que Dios había trazado para alcanzar la salvación del
mundo.
De
la misma manera hoy, al inicio de un nuevo milenio el Señor quiere intervenir
en el mundo a través de quienes permanecen unidos a Jesucristo por medio de su presencia
eucarística, y sintonizando con todas
sus enseñanzas dadas, tanto en el
Antiguo como el Nuevo Testamento: No hay un Dios “antiguo” y un Dios “nuevo”,
no hay una Iglesia “antigua” y una “nueva”, porque la revelación de Dios es un
acto ininterrumpido, y la vida de la Iglesia Católica ha tenido un desarrollo
que -como la vida humana- es continua, por lo que olvidar la tradición viva de
la intervención del Espíritu en cada época, con sus riquezas y miserias, sólo puede
llevar a mutilar el rostro de Cristo en su Cuerpo que es nuestra
Iglesia, la misma de ayer, de hoy y de siempre.
Imploremos
que la Virgen Madre nos obtenga la gracia de ser fieles a las enseñanzas de
Dios por medio del Magisterio perenne de la Iglesia, a estar atentos e
interesados en lo que nos dice cotidianamente en las Sagradas Escrituras. ¡Que
Viva Cristo Rey!
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