TEMA : “PEGA EN EL CIELO Y PEGA EN LA TIERRA”.
FECHA: HOMILÍA EXEQUIAS DIEGO MÜENCKE
FEBRERO 2019
“Uno
de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: Esos que están vestidos con
vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido? Yo le respondí: Señor
mío, tú lo sabrás. Me respondió: Esos son los que vienen de la gran
tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero”
(Apocalipsis VII, 13-14).
Queridos
hermanos: Contrario a lo que habitualmente se suele afirmar, en torno a la
lectura del libro del Apocalipsis, el texto citado contiene unas verdades tan
evidentes como congruentes, pues describe la presencia en el Cielo de quienes “están con vestiduras blancas” lo que
implica la gracia dada por Cristo en el bautismo, extendida en los demás
sacramentos de la confesión, la Eucaristía y la Unción de los Enfermos, que
Diego recibió horas antes de partir de este mundo.
Frente
a las playas de nuestra ciudad vemos muchos jóvenes que durante largas horas
procuran vencer el ímpetu de las olas deslizándose en una tabla de surf, con un
equilibrio y audacia sorprendente. ¿Qué hace que una persona enfrente desafíos
que aparentemente resultan una locura y necedad para el resto de los mortales?
¿Será sólo el deseo de ir donde otros no han estado antes?
La
naturaleza del hombre tiende siempre a lo que es más, pues las cosas del mundo
pueden entretener por un tiempo pero no llegan a satisfacer eternamente,
experimentando a lo largo de nuestra
vida aquello que San Agustín de Hipona describe en su libro autobiográfico
conocido como “Confesiones” en el Siglo IV: “Nos
hiciste para ti Señor, por lo que inquieto está nuestro corazón mientras no descanse
en ti, Señor”.
Y
es verdad, el alma inquieta por por experimentar,
por vivir, responde a la naturaleza de quien puede descubrir la verdad, de
quien puede vivir en libertad, de quien hace de la experiencia la sabiduría
propia de un alma que discierne entre lo necesario y la accesorio, entre lo
primero y secundario, entre lo que permanece y simplemente pasa.
BENDICIÓN DE NOTARÍA QUINTERO
En el alma mater del establecimiento donde estudio desde pequeño, con orgullo llevaba la insignia cuyo lema latino institucional dice: “Vincit qui se vincit”, lo que literalmente significa: “Vence el que se vence”, lo cual implica que llega a la meta el que se dedica con plenitud, conquista el que se vence a sí mismo, todo lo cual entraña un estilo de vida que digitalmente marca un estilo de formación que busca sacer lo mejor de cada uno en vistas a la superación personal, en todo ámbito: espiritual, profesional y deportivo.
Nuestro
hermano difunto fue en gran parte de su vida un destacado deportista,
particularmente en el rugby donde dedicó tanto tiempo y empeño, descubriendo
que mente sana en cuerpo sano es más que un simple axioma latino del pasado. El
deporte bien hecho puede ser una escuela eficaz de vencimiento personal, de
nuevos desafíos y de competir junto a otros y contra otros, para lo cual se
entiende que una victoria no es fruto sólo del esfuerzo personal sino de un
sacrificio colectivo pues, al interior del equipo si uno vence, todos ganan y sin uno se resta, todos pierden.
Lo
que aprendió desde pequeño en el ámbito del deporte le permitió enfrentar, no
sin dificultad, la grave enfermedad terminal que le fue diagnosticada hace
quince meses, la cual debió sobrellevar tanto en su alma como en su cuerpo.
Para
ello resultó un poderoso aliado la
cercanía hacia su numerosa familia, quienes procuraron hacer los mayores
esfuerzos para que su hijo, hermano, sobrino, y primo, sobrellevase esta prueba
que, permitida por Dios, le unió –de manera misterioso pero real- a los
padecimientos de Cristo en la Cruz para bien de su cuerpo que es la Iglesia. No
nos cansaremos de recordar, en estas circunstancias de tanto dolor para su
familia que cuando una persona sufre no es que Dios se haya olvidado de ella,
sino que es alguien a quien Dios ha
hablado y alguien en quien Dios ha
hablado.
Por
esto San Pablo respecto del sufrimiento humano dice: “Completo en mi carne los sufrimientos de Cristo en la Cruz”, lo
que implica mirar el padecer no como un muro
infranqueable sino como un puente que
nos conduce a “perfeccionar” lo que hizo Cristo, con lo cual confiere a toda
dolencia un sentido reparador, purificador y redentor.
BODA DE ORO MATRIMONIALES
|
Paralelo,
a la compañía de su familia en el paso
del “puente” de la enfermedad, Diego pudo
contar con el soporte afectivo y efectivo de sus numerosos amigos, que masivamente
hoy le acompañan. ¡Unidos en tantas juntas, tantos carretes, tantos partidos!
No podían ausentarse en los últimos minutos del partido de la vida de su amigo
Diego, donde requirió de la cercanía eficaz de aquellos que en primera persona
asumieron el desafío de acompañarle a todo evento, como en los años de
adolescencia y juventud, develando con esto la grandeza de una amistad que como
señala la Sagrada Biblia: “Quien encontró
a un amigo, encontró un tesoro” (Eclesiástico VI,
14).
Eso
fue lo que Diego no dejó de ver hasta sus últimos minutos de vida nuestro, cobijando en su corazón y en su mirada el buen
recuerdo de quienes hoy imploran a Dios que su buen amigo Diego pueda escuchar,
de labios del mismo Jesús lo que indica el Evangelio: “Venid bendito de mi Padre al lugar preparado para ti desde toda la
eternidad” (San Mateo XXV, 34).
Sin
duda, la tarea que viene es mayor que la
que hasta ahora se tuvo, pues sabemos que la vida del creyente no termina sino
que se transforma, en virtud de la resurrección de Jesucristo, vencedor del
pecado y de la muerte. Por ello, la misión es doble. Rezamos hoy para que Diego
pueda estar gozando de la bienaventuranza eterna en el Cielo, en virtud de lo
cual esta Santa Misa de Exequias es un medio
eficaz porque contiene el poder de la gracia que Cristo obtuvo con su
sacrificio en la Cruz. ¡Todo lo cual es aplicado aquí y ahora por nuestro
hermano! Por tanto, asumimos que está en las manos de la misericordia y de la
justicia divina incluir entre las almas benditas a nuestro hermano difunto,
según lo cual, aquello que Diego pudo realizar
de bien en su paso en medio nuestro, doblemente no dejará de hacerlo si acaso junto a Dios descansa su alma,
particularmente, en orden a cuidar a cada
una de sus hijas Colomba y Amparo. ¡Esa es pega de Diego en el Cielo!
DIÓCESIS DE VALPARAÏSO PBRO. JAIME HERRERA |
Mas,
los que aún estamos de viaje y somos parte de la Iglesia que peregrina,
insertos en el tiempo de la conversión, tenemos
la oportunidad de hacer mucho por cada uno de nuestros difuntos, toda vez
que Jesús señala que: “donde dos o más se
reúnan en mi nombre, yo estaré en medio de ellos” (San
Mateo XVIII, 15-20),
añadiendo luego, que “todo
lo que pidan fe os será concedido” (San
Juan XIV, 13),
invitándonos a implorar con la certeza que lo pedido ya nos ha sido previamente
concedido. ¡Esta es pega nuestra en este mundo! Por estas tres razones, que son
voz del Señor, repetimos con Jesús: “Alegraos
y regocijaos porque vuestra esperanza será grande en el Cielo” ¡Que Viva
Cristo Rey!
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