TEMA : “UNIDOS EN AROMAS
DE ETERNIDAD”.
FECHA: HOMILÍA MATRIMONIO
PUERTO CLARO / FEBRERO 2020
Queridos novios: Pablo Víctor y Elizabeth.Lorena.
Qué
alegría ha de haber en el cielo y en la tierra contemplar esta celebración que en
todo momento nos lleva a vincular aquello que está naturalmente llamado a permanecer unido. Desde el atrio de nuestro
templo, ya centenario, en el horizonte podemos
ver cómo el cielo parece unirse junto al mar, sin olvidar que, desde el otro
extremo, cada amanecer parece hacerlo el cielo y la tierra en las
altas cumbres dibujadas por un sol que tímido parece despuntar hasta mostrar
toda su fuerza al mediodía.
Este
marco –todo un privilegio ante quienes laboran en cuatro paredes-nos permite
ver la grandeza, la belleza y el poder, de una creación emanada de las manos de
Dios cuyos atributos nos hacen repetir
con la Escritura Santa: “Todo lo hizo
bien”. Así lo experimentaba nuestra Teresa de los Andes, en cuya adolescencia
desde la virtud de la fe, le hizo escribir: “Todo lo que veo me lleva a Dios”.
Lo
anterior no sólo hemos de descubrirlo en el plano físico, como acontece con
aquellos lugares que nos hablan de Dios, sino sobre todo y ante todo, en el plano espiritual, toda vez que cada
uno, al momento en que Dios pensó en
nosotros, trazó un itinerario preciso, que no admite pestañazos ni
distracciones, pues el Señor cuida preferencialmente de cada uno de nosotros,
según lo cual, nuestra seguridad se
funda en su fidelidad, garantizada en sus palabras: “Yo soy un Dios fiel” y en sus acciones, pues, en Cristo “nos
amó hasta el extremo”.
MATRIMONIO CATÓLICO PUERTO CLARO CHILE
Desde
la fe, tanto la naturaleza, el alma, como la liturgia, nos vinculan a lo sacro
por voluntad del mismo Dios.
Poseedores
de un alma única, inmortal e irrepetible asumimos que todos los actos
realizados en esta vida y las opciones asumidas
tienen un eco que no se diluye
en la temporalidad de lo material, pues somos más que ello, y aunque tenemos un
inicio estamos en un camino cuyo término no termina… toda vez que el alma
pertenece a Dios desde nuestro bautismo, momento en el cual el Señor tomó
morada en nuestro corazón por medio de la gracia santificante.
Ni
fruto de un azar tan ciego como irracional, ni zarandeados por el vaivén de una
suerte tan generosa como mezquina a la vez, vemos que Dios encamina
nuestra vida, tal como ahora lo
descubren los novios que, mirando el camino
recorrido sólo pueden vislumbrar que la Divina Providencia ha actuado para que, en este día y ante el altar de Dios, reafirmen las palabras por las que juran
vivir unidos para siempre.
No
sólo la naturaleza nos habla de permanencia, también ahora vuestras palabras
adquieren un poder inmenso de hacer que lo expresado de manera voluntaria y consciente
se revista de una solemnidad, belleza, y duración ajena a lo que de suyo es
desechable y mutable. ¡Aquí estamos para lo que importa! ¡Aquí venimos para lo
que no pasa de moda! ¡Aquí no somos esclavos de la contingencia!
Y,
esto acontece porque aquel Dios que nos creó sin nosotros, no nos salvará sin
nosotros. Expresión pronunciada por el gran San Agustín de Hipona en el Siglo
IV cuya vigencia se funda en la estricta verdad. ¿Hemos asumido que Dios quiere
contar con nosotros? ¿Hemos pensado que no somos títeres del mundo ni de los sentidos porque el Señor nos ha dado
participación de su misma vida trinitaria por medio de la gracia?
Cuando
estos novios pronuncien –en unos momentos- con plena libertad lo más hondo de
sus deseos, percibiremos que en este
mundo estamos –según jerga futbolística- para “grandes ligas”, pues Dios actúa en nosotros con nosotros,
no siendo un desconocido, ni un visitante, ni un peregrino ocasional, sino como
Quien anhela vivir en medio nuestro de modo permanente y aún más, de manera
perpetua.
Entonces,
quien posibilita y garantiza vuestra determinación es el Señor que vive en
vuestro corazón, que a partir de hoy les bendecirá abundantemente en orden a
cumplir los fines propios del santo matrimonio como son vuestra felicidad y satisfacción
como el eco de vuestro amor que son los hijos, ante los cuales están llamados a
ser intérpretes fidedignos del amor de Dios, tal como nos lo enseña el apóstol San Pablo.
TEMPLO DE VALPARAÍSO CHILE
En
efecto, aquel discípulo educado en la más prestigiosa de la escuelas de su
época, que pasó de perseguidor de Cristo a ser su fiel pregonero ante el mundo
de la gentilidad, locuaz como ninguno, compara el amor de Cristo
a su Iglesia, con el amor del hombre y la mujer al decir: “Gran sacramento es este que yo lo refiero al amor de Cristo por su Iglesia”,
deviniendo las caracterizadas de todo matrimonio en orden a la unidad e indisolubilidad.
Si
Cristo no puede dejar de amar lo que un día no dejó de crear, entonces, el amor verdadero sólo puede ser para toda la
vida. ¡Cristo no firmó una libreta en lo alto de la cruz para garantizar su
amor irrestricto sino que con su sacrificio selló de una vez para siempre esa
entrega!
Inmersos
en una cultura que avanza a pasos agigantados hacia un neo-paganismo que
reniega de Dios y su obra, donde hasta la misma bondad y amistad parecen
eclipsar encontrando en el presente sus horas más discretas. Es por esto que la
realidad del santo matrimonio suele presentarse culturalmente sino como algo
superado, al menos al margen de lo que
la sociedad requiere, lo cual, esconde
un feroz engaño toda vez que la familia es la célula de la sociedad, tal como
lo señaló Su Santidad Juan Pablo II en
su recordada visita a nuestra ciudad en 1987: “El futuro del mundo se fragua en la familia”, por lo que el acto
al que ambos optan hoy es un paso decisivo que se incluye en el designio de
Dios para la salvación y santidad vuestra.
El
matrimonio es un camino de santidad que en los tiempos actuales presenta múltiples
desafíos, los cuales, parecen
multiplicarse con más fuerza en un ambiente relativista. Para ello, sepan que
no están solos ni permanecen desprovistos del auxilio necesario, porque Cristo
nunca defrauda, sino que su bendición llega a la hora de Dios y al modo de Dios
que siempre excede toda súplica y no está sujeto a premuras ni tardanzas.
Queridos
novios: Casi sin darnos cuenta, desde el comienzo de estas palabras, tal como un abanico se abre, se despliega en
esta celebración litúrgica la realidad de: Lo trascendente, de lo eterno, de lo
que permanece, de lo que es de fiar en todo momento. Y ello no puede ser de
otra manera toda vez que el bien es de suyo difusivo, y todo lo que a Dios se refiere y es de su interés y
libérrima voluntad –necesariamente- tiene relación, se comunica, se difunde,
según lo cual, ambos deben, a partir de
este día y en virtud del juramento
que harán ante Dios, hacer presente el
amor del Señor! Vuestro mutuo amor debe ser en sí mismo testimonio del amor de
Dios!
Por
medio del trato cotidiano revestido en virtudes, cercaos al Corazón de Jesús en cuyo refugio
la familia encuentra su fortaleza, deberán sortear múltiples desafíos, no ya desde una autonomía limitada sino desde
una permanente comunidad de vida y amor, en la cual, la complementariedad involucra todo vuestro
ser en vistas a una mayor perfección y santidad desde la vida en común. En
efecto, la experiencia del amor es una experiencia de unión, una conciencia de
que Dios hace que dos se hagan uno en virtud de la gracia que viene de lo alto:
“Estad juntos, unos a otros en el respeto a Cristo “ (Efesios
V, 21).
Por
esta razón, el templo se reviste de flores y nuestra oración se eleva hacia lo
alto con la certeza que ambos parten hoy una etapa basilar. Ante la bella
imagen, cuya advocación precede incluso a la misma denominación de nuestra
ciudad, imploramos por ambos, que sean fieles, que vivan para ser y hacer
feliz, que sean padres atentos y cariñosos procurando que vuestra descendencia
sea educada en el esplendor de la verdad emanada de la Sagrada Escritura, que
compartan no sólo las lágrimas de una alegría ilimitada sino también de aquellas
que la hora de la prueba les haga brotar en amargura, que la comunicación les mantenga esta nueva expresión que hoy
descubren a la luz de la fe como es lo nuestro.
Que
Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro obtenga las gracias necesarias
para que desde la perspectiva de la fe escriban la historia de un matrimonio y
una familia que buscó a Cristo, encontró a Cristo y vivió en Cristo.
¡Que
Viva Cristo Rey!
IGLESIA DE PUERTO CLARO 2020
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