miércoles, 29 de enero de 2020


TEMA  : “UNIDOS EN AROMAS DE ETERNIDAD”.
FECHA:  HOMILÍA MATRIMONIO PUERTO CLARO  /  FEBRERO  2020
Queridos novios: Pablo Víctor y Elizabeth.Lorena.  
Qué alegría ha de haber en el cielo y en la tierra contemplar esta celebración que en todo momento nos lleva a vincular aquello que está naturalmente llamado a permanecer unido. Desde el atrio de nuestro templo, ya centenario,  en el horizonte podemos ver cómo el cielo parece unirse junto al mar, sin olvidar que, desde el otro extremo,  cada amanecer  parece hacerlo el cielo y la tierra en las altas cumbres dibujadas por un sol que tímido parece despuntar hasta mostrar toda su fuerza al mediodía.
Este marco –todo un privilegio ante quienes laboran en cuatro paredes-nos permite ver la grandeza, la belleza y el poder, de una creación emanada de las manos de Dios cuyos atributos  nos hacen repetir con la Escritura Santa: “Todo lo hizo bien”. Así lo experimentaba nuestra Teresa de los Andes, en cuya adolescencia desde la  virtud de la fe,  le hizo escribir: “Todo lo que veo me lleva a Dios”.
Lo anterior no sólo hemos de descubrirlo en el plano físico, como acontece con aquellos lugares que nos hablan de Dios, sino sobre todo y ante todo,  en el plano espiritual, toda vez que cada uno,  al momento en que Dios pensó en nosotros, trazó un itinerario preciso, que no admite pestañazos ni distracciones, pues el Señor cuida preferencialmente de cada uno de nosotros, según lo cual,  nuestra seguridad se funda en su fidelidad, garantizada en sus palabras: “Yo soy un Dios fiel” y en sus acciones, pues,  en Cristo “nos amó hasta el extremo”.

MATRIMONIO CATÓLICO PUERTO CLARO CHILE

Desde la fe, tanto la naturaleza, el alma, como la liturgia, nos vinculan a lo sacro por voluntad del mismo Dios.
Poseedores de un alma única, inmortal e irrepetible asumimos que todos los actos realizados en esta vida y las opciones asumidas  tienen un eco que no se diluye en la temporalidad de lo material, pues somos más que ello, y aunque tenemos un inicio estamos en un camino cuyo término no termina… toda vez que el alma pertenece a Dios desde nuestro bautismo, momento en el cual el Señor tomó morada en nuestro corazón por medio de la gracia santificante.

Ni fruto de un azar tan ciego como irracional, ni zarandeados por el vaivén de una suerte tan generosa como mezquina a la vez, vemos que Dios encamina nuestra  vida, tal como ahora lo descubren los novios que,  mirando el camino recorrido sólo pueden vislumbrar que la Divina Providencia  ha actuado para que, en este día y  ante el altar de Dios,  reafirmen las palabras por las que juran vivir unidos para siempre.
No sólo la naturaleza nos habla de permanencia, también ahora vuestras palabras adquieren un poder inmenso de hacer que lo expresado de manera voluntaria y consciente se revista de una solemnidad, belleza, y duración ajena a lo que de suyo es desechable y mutable. ¡Aquí estamos para lo que importa! ¡Aquí venimos para lo que no pasa de moda! ¡Aquí no somos esclavos de la contingencia!
Y, esto acontece porque aquel Dios que nos creó sin nosotros, no nos salvará sin nosotros. Expresión pronunciada por el gran San Agustín de Hipona en el Siglo IV cuya vigencia se funda en la estricta verdad. ¿Hemos asumido que Dios quiere contar con nosotros? ¿Hemos pensado que no somos títeres del mundo ni de los sentidos porque el Señor nos ha dado participación de su misma vida trinitaria por medio de la gracia?
Cuando estos novios pronuncien –en unos momentos- con plena libertad lo más hondo de sus deseos,  percibiremos que en este mundo estamos –según jerga futbolística- para “grandes ligas”, pues Dios actúa en nosotros con nosotros, no siendo un desconocido, ni un visitante, ni un peregrino ocasional, sino como Quien anhela vivir en medio nuestro de modo permanente y aún más, de manera perpetua.
Entonces, quien posibilita y garantiza vuestra determinación es el Señor que vive en vuestro corazón, que a partir de hoy les bendecirá abundantemente en orden a cumplir los fines propios del santo matrimonio como son vuestra felicidad y satisfacción como el eco de vuestro amor que son los hijos, ante los cuales están llamados a ser intérpretes fidedignos del amor de Dios,  tal como nos lo enseña el apóstol San Pablo.

TEMPLO DE VALPARAÍSO CHILE 

En efecto, aquel discípulo educado en la más prestigiosa de la escuelas de su época, que pasó de perseguidor de Cristo a ser su fiel pregonero ante el mundo de la  gentilidad,  locuaz como ninguno, compara el amor de Cristo a su Iglesia, con el amor del hombre y la mujer al decir: “Gran sacramento es este que yo lo refiero al amor de Cristo por su Iglesia”, deviniendo las caracterizadas de todo matrimonio en orden a la unidad e indisolubilidad.  
Si Cristo no puede dejar de amar lo que un día no dejó de crear, entonces,  el amor verdadero sólo puede ser para toda la vida. ¡Cristo no firmó una libreta en lo alto de la cruz para garantizar su amor irrestricto sino que con su sacrificio selló de una vez para siempre esa entrega!
Inmersos en una cultura que avanza a pasos agigantados hacia un neo-paganismo que reniega de Dios y su obra, donde hasta la misma bondad y amistad parecen eclipsar encontrando en el presente sus horas más discretas. Es por esto que la realidad del santo matrimonio suele presentarse culturalmente sino como algo superado,  al menos al margen de lo que la sociedad requiere, lo cual,  esconde un feroz engaño toda vez que la familia es la célula de la sociedad, tal como lo señaló Su Santidad  Juan Pablo II en su recordada visita a nuestra ciudad en 1987: “El futuro del mundo se fragua en la familia”, por lo que el acto al que ambos optan hoy es un paso decisivo que se incluye en el designio de Dios para la salvación y santidad vuestra.
El matrimonio es un camino de santidad que en los tiempos actuales presenta múltiples desafíos, los cuales,  parecen multiplicarse con más fuerza en un ambiente relativista. Para ello, sepan que no están solos ni permanecen desprovistos del auxilio necesario, porque Cristo nunca defrauda, sino que su bendición llega a la hora de Dios y al modo de Dios que siempre excede toda súplica y no está sujeto a premuras ni tardanzas.
Queridos novios: Casi sin darnos cuenta, desde el comienzo de estas palabras,  tal como un abanico se abre, se despliega en esta celebración litúrgica la realidad de: Lo trascendente, de lo eterno, de lo que permanece, de lo que es de fiar en todo momento. Y ello no puede ser de otra manera toda vez que el bien es de suyo difusivo, y todo  lo que a Dios se refiere y es de su interés y libérrima voluntad –necesariamente- tiene relación, se comunica, se difunde, según lo cual, ambos deben,  a partir de este día y en virtud del juramento que harán ante Dios,  hacer presente el amor del Señor! Vuestro mutuo amor debe ser en sí mismo testimonio del amor de Dios!
Por medio del trato cotidiano revestido en virtudes,  cercaos al Corazón de Jesús en cuyo refugio la familia encuentra su fortaleza, deberán sortear múltiples desafíos,  no ya desde una autonomía limitada sino desde una permanente comunidad de vida y amor, en la cual,  la complementariedad involucra todo vuestro ser en vistas a una mayor perfección y santidad desde la vida en común. En efecto, la experiencia del amor es una experiencia de unión, una conciencia de que Dios hace que dos se hagan uno en virtud de la gracia que viene de lo alto: “Estad juntos,  unos a otros en el respeto a Cristo “ (Efesios V, 21).
Por esta razón, el templo se reviste de flores y nuestra oración se eleva hacia lo alto con la certeza que ambos parten hoy una etapa basilar. Ante la bella imagen, cuya advocación precede incluso a la misma denominación de nuestra ciudad, imploramos por ambos, que sean fieles, que vivan para ser y hacer feliz, que sean padres atentos y cariñosos procurando que vuestra descendencia sea educada en el esplendor de la verdad emanada de la Sagrada Escritura, que compartan no sólo las lágrimas de una alegría ilimitada sino también de aquellas que la hora de la prueba les haga brotar en amargura, que la comunicación  les mantenga esta nueva expresión que hoy descubren a la luz de la fe como es lo nuestro.
Que Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro obtenga las gracias necesarias para que desde la perspectiva de la fe escriban la historia de un matrimonio y una familia que buscó a Cristo, encontró a Cristo y vivió en Cristo.
¡Que Viva Cristo Rey!

IGLESIA DE PUERTO CLARO 2020


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