domingo, 20 de septiembre de 2020

 

TEMA  :  “MENTE ABIERTA PARA AMAR Y OBEDECER A DIOS”.

FECHA: HOMILÍA DOMINGO VIGÉSIMO SEGUNDO AGOSTO 2020

“Tus pensamientos no son los de Dios sino los de los hombres”. Dura expresión del Señor Jesús hacia aquel que horas antes recibió el encargo de apacentar las ovejas siendo piedra de apoyo y no un corcho que baile al oleaje de los tiempos y poderes de este mundo.

Esta expresión fue precedida por una aún más fuerte: “apártate de mí Satanás”, lo que todo bautizado debe meditar hasta qué punto la mayor cercanía con Jesucristo implica un mayor grado de compromiso y responsabilidad. ¡Con Dios nadie puede jugar!

¿Qué criterios podemos tener para discernir correctamente esta invitación que nos hace el Señor?

a). “Escuchar al Señor”: A diferencia de otras épocas la actual carece del aroma de Dios a nivel social, más bien,  subyace un elemento putrefacto que se esparce por las redes de una sociedad que en ocasiones adquiere la forma de una “alcantarilla” más que “redes sociales”. En nuestra sociedad actual todo parece importar menos lo que realmente lo es, llegando a converger determinados “paradigmas” del mundo secularizado (globalismo ateo) con el neoliberalismo-sicologista en amplios ambientes ad intra ecclesia, entre los cuales, el de los autodenominados “consagrades” parece ser su primera línea.

Por medio de esto,  se busca con denuedo todo aquello que hace “ruido” y que mantiene permanentemente ocupado, conduciendo a la vorágine de un activismo vacío, que ocupa tiempo pero no satisface, que se presenta como fecundo pero en el fondo es estéril…que hace mucho sin  hacer nada….mucha obra social sedienta de vida espiritual…mucha misión sin pasión.   

Este es, en parte, el origen del drama del creyente en sociedad hoy, que prefiere escuchar los dictámenes de las mayorías volátiles, que quema incienso a lo creado olvidando de hacerlo hacia su Creador como tantas veces los salmos y profetas lo señalaron en un lenguaje tan figurado como es menester recordar una vez más: “Sus ídolos son de plata y oro obra de mano de los hombres:  Tienen boca , y no hablan; ojos, y no ven; orejas, y no oyen; narices, y no huelen; sus manos no palpan, sus pies no andan; no sale de su garganta un murmullo. Semejantes a ellos serán los que los hacen, y todos los que en ellos confían” (Salmo CXV, 4-8).

¿Será ésta la causa de verificar una pastoral  que parece llenarse de protocolos para abrir “por goteo” los templos habiendo emitido sólo un párrafo para cerrarlos “a raudales”?

¿Será acaso esto el real querer de Dios? O más bien, puede ser parte de la mirada solapada, “con chanfle”, o “ladina”, de quienes obsecuentes hacia una ideología liberacionista, fuertemente desplegada en Chile desde la década del sesenta, han preferido el servilismo al mundo antes que el servicio al Único y Verdadero Señor por quien sí vale la pena vivir y arriesgarlo todo?

La severa reprimenda que hoy hace Nuestro Señor a Simón Pedro, que no dudo algún exégeta renombrado  traducirá como un simple consejo,  es una llamada a cada uno de nosotros en orden a escuchar al Señor, a dejarle hablar en nuestro corazón y en nuestra vida, incluida la que se despliega en sociedad evitando tantos complejos como falsos respetos humanos.

Mas aquí (en Chile) los católicos amordazamos a Dios para que permanezca mudo, para que su voz no tenga repercusión alguna en la vida social excepto en lo referente a aquello que no resulte molesto como perdonar hasta  setenta veces siete, comer y beber su Cuerpo y Sangre en cada Eucaristía, medir a los demás con la medida de Dios para ser tratados en misericordia, cargar con la cruz de cada día, visitar al que está detenido, dar de comer al que tiene hambre, o anunciar la necesidad de la conversión de vida por medio del apostolado.

b). “El Señor lo llevó aparte, a solas”: Toda oración implica siempre un cierto grado de “aplicarse” o “focalizarse” –dirán algunos- , es decir,  de apartarse de lo que nos resulta habitual, para centrarse en el amor de Dios y simplemente conversar con Él, asumiendo que a ese encuentro más vamos a escuchar su voz que a repetir la nuestra.

Esto hace que nuestra sociedad deba aprender lo que es orar para saber que nuestra naturaleza está dotada de dos orejas y una boca para escuchar más de lo que decimos, asumiendo que en el camino de la oración las alas de la alabanza y adoración han de ir a la par con las de la súplica y petición. Una vida espiritual madura, que no dice relación con la dimensión etaria, no deja de exponer lo que necesita reconociendo la grandeza, y la primacía de la voluntad de Dios en nuestra vida orante, tanto a nivel personal como comunitario.

 

 

Particular énfasis damos al valor que tiene la oración litúrgica, en este tiempo de pandemia muy postergada, con toda la sublimidad que encierra,  con la riqueza bimilenaria de textos nutrientes tanto de la Sagrada Escritura como de la vida orante  de los Santos. Esa experiencia concede a cada parte del Misal a erigirse como  trampolín eficaz para aprender en la escuela más segura de oración, donde la que la voz tenue del Espíritu Santo parece resonar con fuerza en cada corazón.  

c). “Negarse a sí mismo”: Sin duda entre los criterios reinantes en la vida actual, está la centralidad del hombre como fin de todo, lo que conlleva dos elementos que la develan inequívocamente: el individualismo y el egoísmo. Ambos guían la conducta particularmente de las generaciones más jóvenes, donde el voluntariado gratuito, -no sólo de lo pecuniario sino de todo lo relacionado a la fama y lo lúdico-  cada vez parece ubicarse entre las especies en extinción.

Y es algo evidente porque la falta de fe en Dios y de reconocimiento de su primacía lleva al hombre a encerrarse en sí mismo olvidando que sólo el amor a Dios libera a cada creyente de la cárcel del egoísmo haciendo de la realeza de Cristo una rareza en nuestros días.

Quien se “niega a sí mismo” es capaz de dar sentido pleno a su vida, a cada momento que vive asumirlo como una oportunidad para hacer algo meritorio por amor a Dios, y en consecuencia, en beneficio de los que están a su alrededor procurando estar atento a las diversas necesidades espirituales y materiales, anticipándose a sus requerimientos, salvaguardando su dignidad desde la gestación hasta la muerte natural, nutriendo de espiritualidad la sociedad de la que forma parte, y se sabe parte en vistas a procurar que siempre Reine el Rey.

d). Tomar la cruz: Luego de los milagros y hermosas palabras de reconocimiento en Cafarnaúm que conocimos la semana anterior, donde todos estaban felices por lo dicho a Simón Pedro, en orden a que nunca el mal prevalecerá sobre la Iglesia, lo señalado por Jesús vino literalmente a “aguarles la fiesta” de la lógica que no acababan de desprenderse. ¿Para qué tomar el signo ignominioso de los condenados por los mayores crímenes como estandarte de vida? ¿Qué sentido tendría “tomar un crucifijo”? ¿Para qué sufrir  si puedo gozar?  Indudablemente, el camino de perfecta configuración con el Señor Jesús pasa por ir con Él por la senda que recorrió. ¡Por medio del atajo “negacionista” del calvario  simplemente no se llega al cielo!

e). Seguir a Jesucristo: Es lo que hicieron los apóstoles y lo que han hecho particularmente los santos mártires que prefirieron vestirse con la indumentaria moral del profeta Jeremías que hemos escuchado en la Primera Lectura que con el disfraz de bufón de las cortes del liberalismo y progresismo. Notable lección del joven Jeremías que reconoce ser “la irrisión (burla) cotidiana: todos me remedan (parodia)” (v8), mas ello constituye  un anticipo de lo que luego enseña el Apóstol en la Segunda Lectura  respecto del seguimiento fiel a Cristo: “No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto” (Romanos XII, 2).

f). Perder la vida por amor al Señor: El último punto nos refiere a nuestra Madre del Cielo, aquella que en la antigüedad se solía representar con el motivo iconográfico de  la odighitria es decir,  la que (con su mano derecha) nos indica el camino. Ese es el papel de nuestra madre de guiar, abrir senderos, encaminar con  sabiduría, suavidad y constancia, tal como lo hace la Virgen con cada uno y con la Iglesia, cumpliendo la misión encomendada por Jesús en la Cruz: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, a la vez que tomando morada en el hogar del joven apóstol Juan Evangelista que “la recibió en su hogar”.

Por singular designio de Dios –que siempre es libre para hacer el bien que quiera- fue la Virgen la que desde el amanecer de su vida fue capaz de donar su vida, por lo que no solo es el mejor ejemplo que podemos tener sino la más eficaz intercesora para obtener cuanto requiere nuestra alma para crecer en santidad, de modo especial, sintoniza con el que deposita todo su interés por cumplir la voluntad de Dios.

Lo anterior conduce al creyente a una disposición permanente de servicio hacia los demás, con el claro propósito de ser un medio facilitador de la bendición de Dios preferencialmente hacia quienes deambulan en el cruce de caminos  entre la nostalgia de lo sagrado esquina pesadumbre del egoísmo.

Para ello, vemos que como toda madre, la Virgen ejerce una eficaz e insustituible mediación en orden a sacar “brillo” a aquellos talentos concedidos por el Señor, los cuales,  de suyo,  son dados para bien toda la Iglesia, por lo que así como la madre “saca el trote” a sus hijos en orden al cumplimiento de los deberes, la Madre del Cielo lo hace respecto a la abnegación, entrega y sacrificio, realidades tan postergadas frecuentemente en el léxico y cultura actual. Por esto, Jesús indica que “aquel que pierda su vida –por su causa- la encontrará”, y es –precisamente- lo que celebramos hace unos días cuando contemplamos el misterio de la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma a los cielos, recibiendo el premio de la bienaventuranza…ganando lo que perdió. Una vez más, pedimos a nuestra Madre Santísima la gracia de la perseverancia, particularmente en este tiempo. ¡Que Viva Cristo Rey!  Amén.





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