Exmo. Señor Obispo de San Rafael
Mons. Eduardo Maria Taussig.
Presente.
Vallis Paradisi, 7 de Agosto del 2020
De nuestra consideración,
Deseando pueda encontrarse bien de salud en medio de este tiempo, me
dirijo a Ud. con motivo de haber tomado conocimiento por medio de las redes
sociales y los diversos Mass-Media de la situación surgida en el Seminario
Diocesano San Rafael Arcángel de vuestra diócesis, que ha terminado con vuestra
determinación, ratificada por el organismo correspondiente de la Santa Sede de
cerrar el Seminario en el curso de unos meses.
Mi interés inicial al momento de escribir
estas líneas a V.E. nace del hecho de tener un hermano sacerdote como miembro
del clero de la Diócesis de San Rafael (de Mendoza) desde el año 1997, habiéndolo conocido desde
su infancia (1986), al igual que la numerosa y ejemplar familia con la que
suelo compartir, en la que nació y forma parte.
En segundo lugar, tuve la
oportunidad de conocer y conversar con V.E. durante su visita a la ciudad de
Viña del Mar hace unos años, en la compañía de algunos seminaristas de vuestra
diócesis. Adjunto imágenes tomadas del encuentro con Ud. en esos días en Viña y
Reñaca.
Y,
en tercer lugar, me mueve escribir el haber tenido la experiencia durante mi etapa
de formación dónde hubo una grave crisis en el Pontificio Seminario Mayor San
Rafael de Lo Vásquez el cual, perdió un número
importante de sus integrantes debido al cambio de sus formadores, quienes
terminaron renunciando todos.
Transcurrido
treinta y cinco años desde que se inició esa situación en nuestro Seminario
Diocesano, puedo decirle que nuestra diócesis se terminó desplomando en
diversos planos: espiritual, pastoral, social y hasta económicamente, al punto
que ahora tenemos que enfrentar el desafío de constatar varias parroquias sin la
posibilidad de tener un sacerdote que las acompañe, de los colegios que antaño
solían tener varios capellanes hoy no cuentan ya con la asistencia de consagrados.
Muchas prácticas religiosas y
devociones como procesiones han caído en el olvido más doloroso y las que se
hacen cada vez pierdan más su genuino sentido religioso sumergiéndose en meros actos
culturales y novedosos eventos de turismo con menguado interés del pueblo de Dios.
Varios templos se encuentran cerrados con amenaza de ruina que no ha sido
provocado por los terremotos que nos caracteriza sino por algo mayor como es la
falta de piedad y una fe convencida y convincente.
Nuestro Pontificio Seminario Mayor de llegar a contar con casi noventa integrantes
en 1988, hoy tiene sólo cuatro integrantes, con inminente posibilidad de su
cierre, tratándose de una institución que cumplió medio siglo de existencia hace
sólo un año porque llevamos cinco años sin que ninguna vocación ingrese, y todo parece indicar que el año que
viene deberemos sumar a seis. Nunca hubo menos vocaciones que lo que tenemos
actualmente en nuestra Diócesis.
A
esto, se debe sumar la precaria salud de muchos sacerdotes sobre exigidos ante
la debacle descrita, el grupo numeroso de los consagrados que han desertado en
su sacerdocio, sin olvidar que un número considerable han sido expulsados por abusos
en el pasado. Realmente el panorama es dramático, y hace tres décadas le envié
una extensa carta al Obispo Auxiliar Mons. Javier Prado Aránguiz –recientemente
fallecido y por quien guardo sólo gratitud- advirtiendo que si no se modificaba
el camino tomado se produciría una crisis que hoy puedo verificar en primera
persona. Creo que ni en la peor pesadilla habría experimentado el abismo que hoy percibo respecto de la
vida del Seminario.
Respecto de lo que he visto, sólo me atrevo humildemente a repetir a
V.E. aquello que el santo pastor de Valparaíso, Arzobispo-Obispo Emilio Tagle
Covarrubias, solía enseñar en orden a que “el
Seminario es el corazón de una diócesis”, por lo que, cualquier esfuerzo en orden a mantenerlo y
cuidarlo, se justifica toda vez que en ese lugar (Seminario) se sienta la base
de lo que será la vida espiritual de la porción del santo Pueblo de Dios que
peregrina en esa diócesis.
Por
diversas razones, sea porque se formaron con nosotros siendo de otras diócesis, porque se incardinaron en
otras diócesis, porque abandonaron el ministerio o han recibido sanciones
canónicas, de toda la sección de teología que pertenecí (1986-1989) me considero un sobreviviente de la misericordia divina, porque el ambiente clerical ha sido tan adverso que habría resultado
tan comprensible, a los ojos del mundo, haber desistido tempranamente.
En
vuestra Diócesis de San Rafael he leído que sólo un sacerdote ha desertado en
quince años, aquí solamente puedo decirle que superan con facilidad la treintena
los “exconsagrados” en casi igual
periodo, lo que evidencia la necesidad de procurar un sano clima de formación que
constituye el caldo de cultivo más favorable de una mayor perseverancia en la
vida sacerdotal, que en parte habla de un “estilo
formativo”, el cual, es menester recordar, que no sin vuestra autorización
se ha impartido a lo largo del mayor tiempo de su gobierno pastoral, lo que es
objeto de reconocimiento.
Mirando
el número de sacerdotes de su Diócesis en relación a la población total que
tendría unos 210 mil habitantes hay por lo menos ochenta sacerdotes diocesanos
y numerosos religiosos. Aquí en la Diócesis de Valparaíso tenemos una población
cercana a un millón y medio de habitantes con casi 50 sacerdotes diocesanos y
un número similar de religiosos. Siendo
generoso en sumarlos porque pueden ser menos. Hay un fiel cada 30.000 habitantes
y en su Diócesis hay un sacerdote secular cada 2.650 habitantes.
Como
Cura Párroco hace veinticinco años al servicio en una misma parroquia, sin
contar con especialización de sociología religiosa ni planificación pastoral, le comparto mi aprehensión respecto del drama
que es experimentar la falta de sacerdotes después de la gran crisis que
tuvimos en 1988 de la cual, nunca más
muestra Diócesis ha podido recuperarse plenamente.
Excelencia:
Estoy cierto que si algo nuestro Buen Dios premia es cuidar las vocaciones como
un verdadero tesoro, por ello, nada solicitaré ni recomendaré a V.E. sino sólo
decirle que cuenta con mi oración Ud., cada uno de sus sacerdotes, seminaristas y,
obviamente el Pbro. Andrés Santiago Widow Lira, que –muy bien recuerdo- a
sólo dos meses de mi ordenación, estando a los pies de la imagen de la
Santísima Virgen en un cerro de un pueblo rural, me dio la inmensa alegría de decirme que
quería ser sacerdote, lo cual, ha cumplido
notablemente.
Sin otro
particular, Dios guarde a V.E.
Pbro. Jaime Herrera González
Cura Párroco de Puerto Claro
Parroquia Puerto Claro /
Santos Tornero 215 / Valparaíso
/ Fono: 997402707 /
Mail: padrejaimeherrera@gmail.com
SEMINARIO SAN RAFAEL ARCÁNGEL MENDOZA SACERDOTE CHILENO JAIME HERRRERA
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