jueves, 3 de septiembre de 2020

 

Exmo. Señor Obispo de San Rafael

Mons.  Eduardo Maria Taussig.

Presente.                                                          Vallis Paradisi, 7 de Agosto del 2020

 

De nuestra consideración,                            

                                              Deseando pueda encontrarse bien de salud en medio de este tiempo, me dirijo a Ud. con motivo de haber tomado conocimiento por medio de las redes sociales y los diversos Mass-Media de la situación surgida en el Seminario Diocesano San Rafael Arcángel de vuestra diócesis, que ha terminado con vuestra determinación, ratificada por el organismo correspondiente de la Santa Sede de cerrar el Seminario en el curso de unos meses.

                                              Mi interés inicial al momento de escribir estas líneas a V.E. nace del hecho de tener un hermano sacerdote como miembro del clero de la Diócesis de San Rafael (de Mendoza)  desde el año 1997, habiéndolo conocido desde su infancia (1986), al igual que la numerosa y ejemplar familia con la que suelo compartir, en la que nació y forma parte.

                                              En segundo lugar, tuve la oportunidad de conocer y conversar con V.E. durante su visita a la ciudad de Viña del Mar hace unos años, en la compañía de algunos seminaristas de vuestra diócesis. Adjunto imágenes tomadas del encuentro con Ud. en esos días en Viña y Reñaca.

                                             Y, en tercer lugar, me mueve escribir el haber tenido la experiencia durante mi etapa de formación dónde hubo una grave crisis en el Pontificio Seminario Mayor San Rafael de Lo Vásquez el cual,  perdió un número importante de sus integrantes debido al cambio de sus formadores, quienes terminaron renunciando todos.

                                             Transcurrido treinta y cinco años desde que se inició esa situación en nuestro Seminario Diocesano, puedo decirle que nuestra diócesis se terminó desplomando en diversos planos: espiritual, pastoral, social y hasta económicamente, al punto que ahora tenemos que enfrentar el desafío de constatar varias parroquias sin la posibilidad de tener un sacerdote que las acompañe, de los colegios que antaño solían tener varios capellanes hoy no cuentan ya con la asistencia de consagrados.

 

                                              Muchas  prácticas religiosas y devociones como procesiones han caído en el olvido más doloroso y las que se hacen cada vez pierdan más su genuino sentido religioso sumergiéndose en meros actos culturales y novedosos eventos de turismo  con menguado interés del pueblo de Dios. Varios templos se encuentran cerrados con amenaza de ruina que no ha sido provocado por los terremotos que nos caracteriza sino por algo mayor como es la falta de piedad y una fe convencida y convincente.

                                               Nuestro Pontificio Seminario Mayor  de llegar a contar con casi noventa integrantes en 1988, hoy tiene sólo cuatro integrantes, con inminente posibilidad de su cierre, tratándose de una institución que cumplió medio siglo de existencia hace sólo un año porque llevamos cinco años sin que ninguna vocación  ingrese, y todo parece indicar que el año que viene deberemos sumar a seis. Nunca hubo menos vocaciones que lo que tenemos actualmente en nuestra Diócesis.

                                              A esto, se debe sumar la precaria salud de muchos sacerdotes sobre exigidos ante la debacle descrita, el grupo numeroso de los consagrados que han desertado en su sacerdocio, sin olvidar que un número considerable han sido expulsados por abusos en el pasado. Realmente el panorama es dramático, y hace tres décadas le envié una extensa carta al Obispo Auxiliar Mons. Javier Prado Aránguiz –recientemente fallecido y por quien guardo sólo gratitud- advirtiendo que si no se modificaba el camino tomado se produciría una crisis que hoy puedo verificar en primera persona. Creo que ni en la peor pesadilla habría experimentado el abismo que hoy percibo respecto de la vida del Seminario.

                                              Respecto de lo que he visto, sólo me atrevo humildemente a repetir a V.E. aquello que el santo pastor de Valparaíso, Arzobispo-Obispo Emilio Tagle Covarrubias, solía enseñar en orden a que “el Seminario es el corazón de una diócesis”, por lo que,  cualquier esfuerzo en orden a mantenerlo y cuidarlo, se justifica toda vez que en ese lugar (Seminario) se sienta la base de lo que será la vida espiritual de la porción del santo Pueblo de Dios que peregrina en esa diócesis.

                                               Por diversas razones, sea porque se formaron con nosotros siendo  de otras diócesis, porque se incardinaron en otras diócesis, porque abandonaron el ministerio o han recibido sanciones canónicas, de toda la sección de teología que pertenecí (1986-1989)  me considero un sobreviviente de la misericordia divina, porque el ambiente clerical ha sido tan adverso que habría resultado tan comprensible, a los ojos del mundo, haber desistido tempranamente.

 

 

                                               En vuestra Diócesis de San Rafael he leído que sólo un sacerdote ha desertado en quince años, aquí solamente puedo decirle que superan con facilidad la treintena los “exconsagrados” en casi igual periodo, lo que evidencia la necesidad de procurar un sano clima de formación que constituye el caldo de cultivo más favorable de una mayor perseverancia en la vida sacerdotal, que en parte habla de un “estilo formativo”, el cual, es menester recordar, que no sin vuestra autorización se ha impartido a lo largo del mayor tiempo de su gobierno pastoral, lo que es objeto de reconocimiento.

                                              Mirando el número de sacerdotes de su Diócesis en relación a la población total que tendría unos 210 mil habitantes hay por lo menos ochenta sacerdotes diocesanos y numerosos religiosos. Aquí en la Diócesis de Valparaíso tenemos una población cercana a un millón y medio de habitantes con casi 50 sacerdotes diocesanos y un número similar de religiosos.  Siendo generoso en sumarlos porque pueden ser menos. Hay un fiel cada 30.000 habitantes y en su Diócesis hay un sacerdote secular cada 2.650 habitantes.

                                             Como Cura Párroco hace veinticinco años al servicio en una misma parroquia, sin contar con especialización de sociología religiosa ni planificación pastoral,  le comparto mi aprehensión respecto del drama que es experimentar la falta de sacerdotes después de la gran crisis que tuvimos en 1988 de la cual,  nunca más muestra Diócesis ha podido recuperarse plenamente.

                                             Excelencia: Estoy cierto que si algo nuestro Buen Dios premia es cuidar las vocaciones como un verdadero tesoro, por ello, nada solicitaré ni recomendaré a V.E. sino sólo decirle que cuenta con mi oración Ud., cada uno de sus sacerdotes,  seminaristas  y,  obviamente el Pbro. Andrés Santiago Widow Lira, que –muy bien recuerdo- a sólo dos meses de mi ordenación, estando a los pies de la imagen de la Santísima Virgen en un cerro de un pueblo rural,   me dio la inmensa alegría de decirme que quería ser sacerdote, lo cual,  ha cumplido notablemente.

                                            Sin otro particular, Dios guarde a V.E.

 

Pbro. Jaime Herrera González

Cura Párroco de Puerto Claro

 

 

 

Parroquia Puerto Claro   /  Santos Tornero 215   /   Valparaíso   /   Fono: 997402707   /   Mail: padrejaimeherrera@gmail.com

werwr  

   SEMINARIO  SAN  RAFAEL ARCÁNGEL MENDOZA                    SACERDOTE CHILENO JAIME HERRRERA

 
CURA PÁRROCO  JAIME HERRERA GONZÁLEZ           SANTA MISA RITO TRADICIONAL CATÓLICO 


     

 UN VERDADERO SACRIFICIO       MISA DE SAN PIO V CHILE                PARROCO DE PUERTO CLARO


No hay comentarios:

Publicar un comentario