TEMA : “HEMOS DE SERVIR A UN SEÑOR QUE NO SE MUERE”.
FECHA: HOMILÍA DOMINGO XXVI° TIEMPO
COMÚN /
AÑO 2020
Luego
del “deslumbrar” de tres milagros, y
de las novedosas exigencias que implica el seguimiento a Jesucristo, que hacen
implorar la ayuda eficaz para su fiel cumplimiento, en vistas a lo fundamental
como es cumplir la voluntad del Padre que está en los cielos.
En
la actualidad se suele evaluar todo desde el prisma estrictamente individual:
¿Me gusta? ¿Lo quiero? ¿Me conviene? ¿Lo siento? Sea para cualquier iniciativa,
estas preguntan surgen invariablemente al momento de tomar una opción en la
vida…para una elección vocacional, para un camino laboral, para un servicio a
la comunidad, y hasta el extremo de incluir nuestra vida religiosa en esta perspectiva
que conlleva la óptica de una sociedad abierta.
El
orgullo e individualismo exacerbado del que germinan la denominada open mind y una open society prescinden de la pregunta esencial que ha de hacerse
todo creyente a la luz del Santo Evangelio
que hoy hemos escuchado: ¿Lo
quiere Dios? Todo parece importar más a la hora de las decisiones que lo
que entraña cumplir la voluntad de Dios, lo cual, para un católico ha de ser en
cualquier circunstancia un imperativo. Si ello es así, entonces, no hay recreo para hacer lo que Dios nos
pide.
Como
señalamos el domingo anterior, respecto de los evangelios antecedentes, en
momentos donde Jesús se presentaba más exigente, en toda ocasión los doce apóstoles
le pidieron que les fortaleciera en la oración y la gracia, puesto que, se daban cuenta que sin estas “armas del alma” quedaban al arbitrio
ciego del enclaustramiento de sus proyectos, intereses, deseos, y pasiones,
olvidando totalmente que imitar al Señor incluía hacerlo en priorizar cumplir la voluntad de Dios y no la
nuestra. Tengámoslo claro: Es a Dios al que debemos obedecer y no Dios
obedecernos a nosotros.
La
santidad, en consecuencia, implica
atribuir a Dios el origen de todas las cosas y situaciones, lo cual, es causa de múltiples beneficios espirituales.
a). Todo por Dios y para Dios:
Esto nos da paz y seguridad, toda vez que estando como greda en las manos de un
alfarero, como madera en las de un tallador, o brocha en las de un pintor, somos capaces por la vía de la
docilidad en manos del artista, ser instrumentos
eficaces a la hora de la consecución de una obra de arte.
Una
arcilla fosilizada, una madera petrificada, y un pincel gastado impiden al
artista ejecutar su obra, del mismo modo, respecto de nuestra vida espiritual, el
orgullo hace que el corazón nuestro esté de tal manera cerrado a la gracia, que
quien llamado a ser parte de la obra de Dios –que vio todo era bueno- queda
como confinado en el abandono a sus poderes, protocolos, historias donde la voz
de Dios es relegada a ser nota disonante en el alzamiento de la fantasía de una
“sociedad abierta” que encierra la
mayor de las cerrazones, la más extendida de las persecuciones, y la más
empobrecedora de las realidades como es dejar a Cristo de lado al momento de
pensar, proyectar e implementar el desarrollo a nivel personal y social…
Una
vez más repetimos…y las veces que sea necesario lo haremos: “En vano se cansan los albañiles si Dios no
construye la casa”. Por esto, desear que todo sea para cumplir su voluntad
nos atrae múltiples gracias y sobre todo, nos fortalece en la seguridad en momentos
donde, la supuesta “sociedad abierta” nos ofrece incertidumbre, duda, cuestionamiento
y un temor ambiental que en esta hora última
del mundo resulta de suyo innegable.
b). Mortificación y penitencia:
La acción de cumplir lo que Dios quiere sobre nuestros deseos y gustos, implica
un acto pleno de ofrecimiento a Dios y de configuración con el Señor Jesús en
la vía a la que invita a caminar con Él: “Aquel
que quiera seguirme tome su cruz, y
luego, sígame”. No existe vida
católica alguna que prescinda de la penitencia, ni es posible llegar a Jesucristo
por algún atajo que reniegue de la Cruz. Es sorprendente cómo en la actualidad persisten tantos creyentes por caminos
espirituales y movimientos eclesiales que hacen de la cruz un recuerdo de pared y no el camino de su vida.
En
la escuela infalible de la vida de los mártires en la Historia de la
Iglesia, encontramos muchos ejemplos de
quienes ante la disyuntiva de obrar en consecuencia a la fe recibida prefirieron
ser asesinados antes de negar una sola verdad de Dios.
Hace
sólo una década una veintena de adultos jóvenes católicos coptos de Libia
dieron su vida ante la persecución del abortado Estado Islámico. En el
dramático video que sus verdugos filmaron se oye el suave susurro de los
mártires al decir “Señor Jesucristo”.
Para llegar a cumplir hasta ese punto la voluntad de Dios, sin duda no fue por
medio de la improvisación sino de la permanente renuncia a si mismo por medio
de la aceptación de lo que el Señor les
pedía cotidianamente.
Lleno
de sí mismo, hastiado de satisfacer sus gustos, el hombre de mente abierta y partícipe de la
autodenominada sociedad abierta,
inequívocamente se ve imposibilitado de alcanzar una verdadera libertad a la
que conlleva hacer lo que Dios quiere. El camino seguido por gran parte del
mundo de hoy olvida que la “aritmética
del cielo” enseña que mientras mas nos neguemos a nosotros (mismos) más aceptaremos lo que Dios nos propone. Y ahí
está el domicilio de nuestra realización.
c). Ofrenda a Dios:
Hacer lo que Dios quiere es la mejor ofrenda hecha a Dios, lo cual, durante la Santa Misa recordamos que
ofrecemos a Dios junto a las especies eucarísticas del pan y vino, los trabajos
y sufrimientos padecidos, y el anhelo de hacer todo grato a los ojos de Dios.
En otros ámbitos ofrecemos “cosas”
aquí, es algo “personal” lo que se ofrece, no damos algo sino que nos ofrecemos
a Dios al cumplir lo que Él quiere, esa es nuestra mayor victoria, nuestra
primera necesidad, y la causa de toda alegría. En este sentido diremos que todo
es poco cuando se trata de ofrecerlo a nuestro Señor en orden a los sacrificios.
...”Mi yugo es suave y mi carga liviana”,
dijo Jesús.
d). Crecer en el amor a Dios:
El amor no termina en palabras sino en obras. La experiencia nos enseña que
aquello que más cuesta más se termina valorando, a mayor entrega mayor
perfección, por lo que, buscar hacer lo
que Dios quiere es prueba veraz de amar a Dios, y además, implica crecer en
perfección (/santidad). Recordemos el Mandato de la Caridad que leemos en San
Pablo a los Corintos: La falta de amor diluye lo que a los ojos del mundo se
presenta como bueno…si no hay amor nada somos ni tenemos.
Prueba
del amor de Cristo es haber ido a la Cruz a pesar de la renuencia de su humana naturaleza: “si es posible pase de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad
sino la Vuestra”.
Hace
un instante señalamos que lo que cuesta poco se valora poco, lo que mucho
cuesta, mucho se valora. Quien asume que todo lo que le pasa, todo lo que vive
día a día, sea conocido o desconocido por los demás, implique lágrimas de dolor
o de felicidad, se extienda por mucho o poco tiempo, si acaso descubre que todo
viene de la mano de Dios, reconocerá que ahí está su felicidad y, es capaz de ser el mejor constructor de una
sociedad que incluye como prioridad a Dios en cada uno de sus proyectos.
Nuevamente
recurrimos a la escuela segura de la vida de los Santos, por medio de los
cuales, el Espíritu Santo susurra originalidad y perseverancia, especialmente en
las horas de mayor prueba como son las que vivimos como Iglesia de un tiempo a
esta parte. San Francisco de Borja llevó a la ciudad de Granada (España) el
cuerpo inerte de la emperatriz, que era trasladado en ataúd de plomo. Al
abrirlo develó el rostro más lúgubre e irreconocible de quien hasta hace unos
días llevaba una hermosa corona. Ante ello, el Santo escribió: “Desde ahora propongo no servir a ningún otro
señor mas que se me pueda morir más que
a Dios y su voluntad”.
El
servicio como el activismo no garantiza estar obrando de manera virtuosa, como
sí lo constituye el hacerlo por amor a Dios, el seguimiento de su voluntad, de tal manera
que, la pregunta fundamental surge no
por lo que hago sino por quién lo hago. Y aquí, si tenemos un ejemplo notable
en nuestra Madre del Cielo que fue reconocida por su hijo y Dios como la que cumple
en todo la voluntad del Padre que está en los cielos. Amén.
¡Que
Viva Cristo Rey!
SU VIDA, SU PALABRA:
¡SEÑOR JESUCRISTO! |
CATÓLICOS MÁRTIRES EN LIBIA |
SAN FRANCISCO DE BORJA (ESPAÑA) |
¡HÁGASE EN MI SEGÚN TU VOLUNTAD! |
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