domingo, 10 de noviembre de 2013

HOMILIA INICIO DEL MES DE MARIA 2013.


¡TODA LA TIERRA GRITE DE GOZO!

 1. “Aclamad a Dios toda la tierra, estallad, gritad de gozo y salmodiad” (Salmo 98,4).

Hermoso marco, el que masivamente, nuestras familias han querido dar inicio al Mes de María. No pareciera ser posible de otra manera, si consideramos la noble tradición religiosa de la Iglesia diseminada a lo largo de nuestra Patria. Mas allá, de ser este hecho consecuencia de un muy buen elaborado proyecto pastoral hecho a fines del Siglo XIX  o responder a una antigua tradición arraigada desde la declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción, es necesario ver el hecho de este Mes como parte de un proyecto de santidad que Dios ha dispuesto para que nuestras almas sean sanadas a lo largo de estos días santos de conversión por medio del Rosario, la Santa Eucaristía, y la Palabra de Dios, que no deja de invitarnos –permanentemente- a una nueva vida. 
 
Cuando las fuerzas parecen declinar con el paso del Año: el estudiante debe cumplir con sus exámenes finales y eventuales pruebas de Simce y Pre-selección Universitaria, los trabajadores y empleados se ven envueltos a evaluaciones laborales para mantener sus puestos, y eventualmente buscar vacantes cercanas de asenso, cuando se produce el mirar hacia atrás respecto si hemos sido fieles a los dones entregados, cuando mas el cuerpo y la mente quisieran encontrar mayor alivio, el peso del tiempo y los afanes de cada día parecen multiplicarse hasta exponencialmente.  

¡Son tiempos difíciles ¡Surgen de la nada inconvenientes, molestias y desencuentros, los cuales no se explican únicamente de manera natural sino principalmente porque las fuerzas del Mal no dudan en actuar ante el hombre y la sociedad debilitada.

Los tiempos de gracia son a la vez tiempos de prueba: Lo vemos cuando Dios entrega al hombre el poder de administrar la creación, otorgándole el poder sacar de todos los frutos puestos en el paraíso, menos de uno…era la prueba que no fue superada por Adán y Eva; lo vemos cuando Dios pide al patriarca Abrahán que sacrifique a su primogénito; lo vemos cuando los israelitas fueron sacados de la esclavitud en Egipto y debieron recorrer durante cuarenta años por el desierto. Un trayecto que normalmente tardaríamos solo  unos días a pie exigió cuatro décadas: muchos que briosos partieron, cayeron con el paso de los años y no superaron la prueba. ¿Es que acaso Dios no da la gracia suficiente? ¿Es culpable Dios de la inconstancia del hombre? 

Dios hizo al hombre “a su imagen y semejanza” por cierto, pero donde El no se deja vencer es en la generosidad: su misericordia es infinita, su bondad ilimitada, su amor es eterno, por ello, como en resumen de su ser, como un icono de si, quiso dejarnos a Aquella que serviría de Medianera Universal de toda gracia, como es María Santísima. Si ella hermosamente señaló su melifluo predicador: “Nunca se ha oído decir que quien recurriese a Ella su plegaria haya sido desatendida” (San Bernardo de Claraval). 

Sin lugar a dudas, al mirar nuestros monasterios, templos, capillas y catedrales exclamaría el Salmo 98: “Dios se ha acordado de su amor y su lealtad para con la casa de Israel. Todos los confines de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios”. Lejos esto de dejarnos en la inercia de una tranquilidad ha de movernos, por el camino de la conversión, a un mayor apostolado, de tal manera que el solo hecho de celebrar el Mes de María es un acto misionero de la mayor relevancia, pues: hace remover los afectos de la primera infancia cuando nos acercábamos con plena pureza y confianza a recibir por Primera vez a Jesús Sacramentado; nos hace cuestionar seriamente de nuestra vida presente llena de superficialidades, maquinaciones “pseudo celestiales” y “terrenales”, como si el fin pudiese justificar en ocasiones aquellos medios que conllevan indebidas acomodaciones y entreguismo a los criterios y pareceres mundanos. La realidad de hoy es muy simple: ¡O somos de Cristo o somos del mundo! 

Cuando una persona ha contraído el sagrado vínculo del matrimonio suele utilizar una argolla que lleva inscrito interior el nombre de su esposa. También, quien ejerce la plenitud del sacerdocio, lleva un anillo que representa la Iglesia local a la que sirve y que se llama “esposa”, la cual reverentemente se saluda de rodillas. ¿Qué pensaríamos de un hombre casado que usa la argolla de acuerdo a las personas que le rodean? ¿Por qué ante determinadas personas ocultar su condición de casado? ¿Qué puede justificar una vaguedad en este aspecto? ¡Nada! ¡Nada justifica ocultar voluntariamente lo que uno es?  

De la misma manera, ¿Qué pensaríamos de un sacerdote que oculta su identidad de consagrado para pasar desapercibido en algunos ambientes? La cosa es muy simple: donde no te puedes presentar como sacerdote fácilmente identificable con tu hábito, no deber estar. ¡No podemos renegar de lo que vitalmente somos! Se es sacerdote, como enseña un refrán local: “aquí y en la Quebrada del ají”. 

En ambos ejemplos que hemos citado se da una opción, que emerge de una vocación a la que se ha sido llamado, habida consideración que convocados universalmente a la santidad, debemos procurar transmitir a los demás lo mas nítidamente nuestra identidad, cual es la pertenencia imborrable como hijos de Dios e hijos de la Iglesia desde el bautismo sacramentalmente recibido. 

El don de la fe recibido aquel día, que ojala lo celebrásemos aun con mayor entusiasmo que el propio natalicio, hace que tengamos una manera de vivir que no puede confundirse con los criterios del mundo. Así lo procuró hacer cada uno de los Santos que la Iglesia ha elevado a los altares, llegando al martirio asumido en casos que van mas haya de la excepción. Precisamente, durante este Mes Bendito procuraremos diariamente recordar a los mejores hijos de la Iglesia, porque en ellos, tenemos la más próvida enseñanza, que es dictada por los mejores maestros. De la escuela de los Santos para ser santos: sin rebajas, sin mediocridades, sin travesuras, sin pausas, sin garabatos…! Santos con mayúscula y punto! 

2. “Reavivar nuestros recuerdos en virtud de la gracia otorgada” (Romanos XV, 15). 

¡Se debe notar a quien pertenecemos! Quienes están llamados a ser creyentes deber leer en cada una de nuestras acciones y en cada una de nuestras palabras de que parte estamos: Si de los que clamaban sarcásticamente “baja de la Cruz”, o de los que no dejaban de implorar: “acuérdate de mi cuando estés en tu Reino”.

Iniciamos un tiempo de conversión: Hay un canto que resulta impostergable entonar cada día de este mes: “Hoy he vuelto Madre”, porque encarna el alma de estas celebraciones, cuyo lema central ha sido, es y será que:  ¡Vamos a Jesús por medio de María!. En este sentido, descubriendo la Vida de la Virgen, en cada uno de sus misterios, sean de dolor, de gozo, y de gloria, tal como los meditamos en el rezo diario del Santísimo Rosario, resulta imposible no encontrarse con Jesús, quien quiso hacerse presente en el mundo por medio de María y ser llamado por la Escritura como el Hijo de María. Ningún camino es mas seguro para llegar al corazón de un hijo que el de una madre, y en el Corazón de Jesús y en el Corazón de María ello se da perfectamente. 

Se equivocan gravemente quienes ven un óbice en la devoción de la Santísima Virgen en vistas a una mejor cercanía entre todos los cristianos, toda vez, que tal como nos enseña la experiencia cotidiana es la madre la que mejor sirve para mantener unida la familia y a sus hijos entre si. ¡Quien mas que una madre clama por la armonía fraterna de quienes son carne de su carne! A tiempo y destiempo procura alcanzar dicho cometido: con María Virgen acontece de manera semejante, Ella más que nadie y antes que todos, anhela que todo bautizado reconozca a su Hijo y Dios como Divino Redentor. Por tanto, la búsqueda de una cercanía entre los hijos de Dios no se hace relegando a la Virgen a un plano secundario sino precisamente destacando su rol fundamental en el anuncio de la Buena Nueva de la cual fue materna portadora y testigo fidelísima. ¡Los cristianos no somos huérfanos: tenemos una Madre que es la Virgen María!

San Pablo, en la Carta a los Romanos dice: “En algunos pasajes os he escrito con cierto atrevimiento, como para reavivar vuestros recuerdos, en virtud de la gracia que me ha sido otorgada por Dios” (XV, 15). Tres veces hace hincapié en llamarnos a la conversión: Lo hace con atrevimiento, lo hace para reavivar, y lo hace apoyado en la gracia. Solamente atendiendo al uso de los verbos entendemos que se trata de una viva exhortación, una “interpelación” en terminología actual, la cual se explica por la necesidad para alcanzar la santidad por una parte y, por las múltiples dificultades que presenta para el creyente el mundo actual, por otra. ¡No son tiempos fáciles! ¡Son tiempos desafiantes! ¡Son tiempos cuesta arriba!

Por ello, en el Evangelio el mismo Señor nos dice que “los hijos de este mundo son mas astutos con los de su generación que los hijos de la luz”. En jerga de los sectores alternativos se suele decir: que este es el mundo de “los vivos”, no de “los pollos”. En círculos mas noveles subsistía la clara diferencia entre los “bacanes” y los “Nerds”, lo que a su vez actualmente se suele un poco simplificar hablando de una generación: “On” y una “Off”. 

Mas, la pillería y viveza tienen “pies cortos”: es entusiasta, briosa en los comienzos, pero suele quedar a mitad de camino, lo cual en la vida espiritual acontece como en un campo deportivo o en medio del fragor de una batalla, porque aquel que no avanza, retrocede. Nuestra búsqueda debe tener largo alcance. El encuentro con Jesús es determinante no admitiendo tardanzas, dilaciones ni claudicaciones. Una vez de Cristo: ¡Siempre de Cristo, todo de Cristo! 
 
 El Apóstol Pablo una vez que ve a Cristo señala: “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mi” (Gálatas II, 20). Fue tal la certeza de estar con el Señor, que a partir de ese instante no hubo otra posibilidad de poder subsistir más que caminando junto a Jesús. Y, bien sabemos como fue ese peregrinar, que el mismo describe con meridiana  claridad en su segunda carta a los bautizados de Corinto: “¿Son ministros de Cristo? Como si estuviera loco hablo, yo más; en trabajos más abundantes; en azotes sin número; en cárceles mas; en peligro de muerte muchas veces; de los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes, menos uno; tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; un día y una coche he estado como naufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos; peligros de ladrones; peligros de los de mi nación; peligros de los gentiles; peligros en la ciudad; peligros en el desierto; peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga; en muchos desvelos; en hambre y sed; en muchos ayunos; en frío y en desnudez; y además, de otras cosas, lo que sobre mi se agolpa cada día, la preocupación por todas las comunidades” (XI,23-33).
 
Los múltiples desafíos que implica la vivencia de nuestra fe hoy, solo se puede asumir a la luz de una fe que implique la certeza de estar apoyados en la sólida roca que es la verdad bimilenariamente transmitida por el magisterio perenne, que ha sido la garantía sobre la cual se ha desarrollado y expandido nuestra religión a lo largo del mundo, a lo largo del tiempo y en lo mas hondo de nuestro ser, llegando a ser el mejor abono para el desarrollo de los pueblos. Por ello, al acercarnos a Dios, al procurar vivir nuestra fe nos hacemos mejores ciudadanos, a la vez que nos comprometemos a respetar todos los aspectos de la vida del hombre, tanto en su dimensión espiritual como corporal. Nada de lo que humanamente ha sido asumido por Jesús en la Encarnación puede estar ajeno al mensaje de Salvación, de tal manera que al consagrar este Mes a la Virgen María redoblamos nuestro esfuerzo por hacer que no sólo al interior de nuestras almas reine Cristo, sino –también- lo haga en lo mas hondo en la célula de la sociedad que es la familia, “por la cual pasa el futuro del mundo” (Rodelillo, 1987 San Juan Pablo II). 
Amen.
Pbro. Jaime Herrera González.
Cura Párroco de Puerto Claro.

 

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