Un gran amor a Dios: Porque un gran amor acarrea a todos los
demás amores. El amor a Dios tiene la fuerza extraordinaria para cambiar todo.
Si acaso no empezamos a amar as Dios en esta vida no hay modo de unirnos a El
en la eternidad. Si nuestro corazón llega a la eternidad sin amor de Dios, la
dicha simplemente, no existirá. Del mismo modo como un hombre sin ojos no puede
ver la belleza del firmamento estrellado, un hombre sin amor de Dios no puede
ver a Dios: se presentaría ante Dios ciego. Para ello, se requiere tener claro
dos puntos principales:
a). Conocer todo lo que podamos
sobre Dios: Ello, para poder amarlo, para mantener vivo nuestro amor y para
hacerlo crecer.
b). Hacer lo que Dios nos manda:
No basta con sólo conocer a Dios. Existe un termómetro infalible para medir nuestro amor por una
persona, y esto es procurar hacer lo que le agrada. Hay una sola forma de
mostrar nuestro amor a Dios, y consiste en hacer lo que el quiere que hagamos,
siendo la clase de persona que El dispuso que fuéramos. El amor de Dios no esta
solo en los sentimientos. Amar a Dios no esta solo en los sentimientos…El amor
de Dios reside en la voluntad. No es lo que sentimos sobre Dios, sino lo que
estamos dispuestos a hacer por El, como probamos nuestro amor a Dios.
Esto es lo que el Catecismo nos enseña al decir: ¿Para qué te ha creado
Dios? A lo que se responde: ¡Para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida!
Por ello, el amor a Dios no se da sin previo conocimiento, y no es amor
verdadero el que no se traduce en obras: haciendo lo que Dios quiere.
Humildad: Sujeción a la
voluntad divina.
Mortificación: coloca un dique de contención a todas las tentaciones.
Hay que dominar las fuerzas incitas que existen en nosotros desde el pecado
original. La mortificación es
una palabra que viene del latín (morten
facere) y quiere decir: hacer morir. Entre los cristianos la empleamos para
designar los esfuerzos con los que procuramos hacer morir en nosotros el pecado
y las malas inclinaciones que nos llevan a El.
Con frecuencia, es una palabra que a algunos asusta porque se piensa en lo
que va a costar. Mas, a nadie le parece excesivo someterse a un régimen alimenticio
con el que se pretende conservar la línea que la moda y los estereotipos de la
belleza exigen hoy. Casi siempre el hombre contemporáneo se sacrifica para
parecer bien. ¡Que decir del sacrificio al que se someten los deportistas con
tal de alcanzar la victoria y ser reconocidos.
En este sentido todo lo que mira al bien presente, en lo que se refiere al
cuerpo y a la vanidad, todo nos parece poco, mas cuando se trata del bien del
alma o del amor a Dios, cualquier cosa que se nos pida, por pequeña que sea,
nos parece demasiado.
¿Quién podría negar la existencia de una mortificación secularizada? Pues
bien, el sacrificio es parte de la vida de cualquier persona. Cambian las
motivaciones y las practicas concretas. De hecho, la cultura neopagana que tenemos
tiene su propia mortificación.
Piercing: agujerearse el cuerpo y llevar colgado
todo tipo de metales en las partes mas variadas del cuerpo: lengua, cejas,
cintura, orejas.
Tatuajes: Son marcas del cuerpo como antiguamente
se hacían a los esclavos con inscripciones que duran para toda la vida.
Cinturones gástricos: que impiden artificialmente comer mas de
la cuenta.
Cirugías estéticas: Por medio de valores exorbitantes se
modifica parte del cuerpo.
Alto rendimiento: Es el termino usado para los deportistas
que se preparan a llegar a ser los mas destacados. En ellos se invierte por lo
que deben asumir el sacrificio o rendir. También, se incluye las horas
agotadoras de gimnasio para conseguir una musculatura escultural o dibujada.
Dietas extenuantes: Que se hacer para lucir el cuerpo
exageradamente delgados, lo cual provoca muchas veces, algunas enfermedades
psiquiatritas como son la anorexia y la bulimia.
Solarium: Exposición solar-natural o artificial- por largas horas sufriendo
a veces un calor insoportable para lucir un bronceado que teóricamente mejore
la propia imagen (esto solo lo sen los blancos, paradójicamente las personas de color intentan blanquear el
color de su piel).
Fiestas y juntas: El encierro por horas en locales sin luz,
sin aire, llenos de humo, con música ensordecedora en horarios que exigen horas
de paciente espera.
Oración: Mediante la cual vamos a lograr la gracia de Dios.
Se requiere una
perfecta disponibilidad.
Disponibilidad “profesional”: El que ejerce una profesión puede muchas veces
pecar a causa del reloj, porque se pretende ser tan eficiente y eficaz que “sin
querer queriendo” es en algunas ocasiones, es el reloj el que marca los tiempos
de atención y disponibilidad hacia los otros. En ocasiones no tenemos ni siquiera
un minuto para atender, escuchar y acompañar a algunas personas, porque estamos
tan ocupados que no podemos perder mucho tiempo. Ninguno de nosotros imagina a
Jesús diciendo no es hora de sanar enfermos, o solo esta hora es para realizar
exorcismos, o este es el momento para hablar con los Apóstoles. Jesús estaba
siempre disponible.
Es cierto que los horarios nos ayudan a estar mejor organizados y a
aprovechar al máximo nuestro tiempo disponible. Nuestra naturaleza humana nos
suele enseñar que no somos superhombres ni dioses, por lo se requiere un
descanso para luego ser mas eficientes a la hora de actuar. Eso es parte
–también- de la disponibilidad.
Disponibilidad “condicionada”: Se da cuando no se ama lo suficiente, por lo que
cualquier dificultad u obstáculo parece insalvable. Al no tener asumido el
principio de totalidad entonces se colocan diversas condiciones para poder
estar disponibles, haciendo de esta actitud virtuosa una suerte de intercambio:
porque tú haces esto yo entonces estoy disponible. No es la manera como Dios ha
actuado con nosotros para darnos su gracia.
Disponibilidad “a regañadientes”: Es aquella que se tiene a causa de la
tibieza y mediocridad. En una oportunidad el Señor llamó a uno para seguirle, y
este respondió: tengo que hacer algo primero. Mas allá de ahondar en que tenia
urgentemente que hacer era constatar que había algo mas importante que seguir a
Jesús, que responder a la llamada
gratuita del Señor. Todo el
merito que eventualmente podríamos obtener lo terminamos perdiendo por
rezongar, postergar, o hacer de mala gana algo.
¿Cuáles son los frutos de la disponibilidad?
a). Crecimiento
del amor: Existe una ecuación entre disponibilidad y amor a Dios. Mientras
más disponibles mas crece el amor, y mientras más aumenta el amor más
disponible somos. Quien ama y se sabe amado siempre está disponible para
servir. Quien de verdad ama no duda en entregar todo su tiempo a la persona
amada. No hay obstáculos ni excusas para no estar con quien se quiere de
verdad. ¿Cuál es la medida del amor, sino amar sin medida? Igualmente, acontece
con la virtud de la disponibilidad, o se es disponible en todo momento o no se
es en nada. La disponibilidad es fruto del amor.
b). Estabilidad anímica: El hecho de estar siendo disponibles con
termómetro, con regla, con cuentagotas, puede producir intranquilidad interior
la cual nace de no estar cumpliendo lo
que Dios realmente nos está pidiendo. Al igual que la avaricia en el plano
material, la falta del verdadero espíritu de disponibilidad ocasiona tristeza,
nostalgia y vacío en el alma. ¿Qué más claro ejemplo de esto tenemos en el
evangelio que aquel joven que se alejo triste ante la invitación de Jesús de
darlo todo para seguirle?
c). Paz interior: Frecuentemente, al mirar las noticias
internacionales, constatamos la ausencia de paz en muchas partes. No se trata
de grandes conflictos sino más bien de infinitud de desencuentros y
animosidades entre naciones. Y, lo que acontece entre naciones subyace
–también- en la relación entre personas.
La crispación de ánimos es evidente y casi no resiste mayor análisis
constatarlo. Entonces nos preguntamos: ¿Por qué no tenemos paz? Responderemos
por dos razones: En primer lugar, muchos no entienden qué es la verdadera paz;
pues su concepto de paz se reduce a una situación de simple ausencia de
conflictos. En segundo lugar, la mayoría no entiende que la única paz
verdadera, aquella que satisface plenamente y es duradera, es la paz que viene
de Cristo.
San Pablo dice que la paz del Señor “sobrepasa
todo entendimiento”: Es una paz que solo Dios puede dar porque El se ha
rebelado como un Dios de Paz. La expresión “sobrepasa todo entendimiento” es
traducción de la frase griega huperechousa
(tener sobre) y panta (todo) noun (pensamiento). La mente nuestra es
incapaz de producir la paz que sólo Dios puede dar, por lo que la paz de Dios
es tan sublime, tan asombrosa, que no hay manera que pueda comprenderla
plenamente, porque la mente es finita y el Dios de Paz es infinito.
d). Alegría: Como negar que quien tiene una actitud
disponible en su vida suela ser feliz. ¡Si hay felicidad en la tierra es la que
han alcanzado los que son disponibles! Aquí nos detenemos en el testimonio de
nuestra Madre Santísima. Hemos de reconocer su disponibilidad confiada en Dios
que fue el origen de tantas bendiciones recibidas y que por el cielo fue
llamada “Tú eres la llena de gracias”. En su visita a su prima Isabel exclamo:
“Me llamaran bienaventurada (feliz) todas
las generaciones”. La Virgen María es por excelencia modelo de disponibilidad,
pues su vida fue ofrecimiento libre al plan de Dios.
La única certeza de su actitud fue que iniciaba un camino con unas
exigencias que Ella no iba a controlar.
Su realización personal y el ejercicio de su libertad, pasaban por la
depuración de un permanente acto de disponibilidad, que finalmente llenaba de
gozo, de alegría, de felicidad de estar haciendo lo que debía, es decir, de
estar cumpliendo la voluntad de Dios.
e). Orden: Todo suele funcionar mejor cuando impera
el orden en nuestra vida. Sea nuestro escritorio, nuestra oficina, nuestro
closet, todo lo que está en orden nos facilita la vida. En cambio, donde ésta
falta surge el caos. La disponibilidad ocasiona un orden en el sentido que es
como tener una puerta siempre abierta, que a la primera necesidad ésta se abre
y todo se hace mas expedito. Si el orden exterior es importante el interior es
necesario. Decía un santo: “Virtud sin
orden, rara virtud” (San Josémaria Escrivá de Balaguer, Camino, 79). Orden
sin disponibilidad, ¡raro orden!, añadiremos.
Para lograr esta ecuación perfecta se requiere una exhaustiva
disponibilidad
Nunca somos disponibles enteramente, por lo cual siempre se puede ser más disponible. El que
cree tener total disponibilidad no crece en santidad, porque queda como agua
estacada en un tranque, se pudre. El verdadero espíritu de disponibilidad nos
hace ser como un estanque que tiene un afluente permanente, que es la gracia
que viene de lo alto, y un efluente que evacua lo cual seria una voluntad de
responder como el profeta: ¡Heme aquí que estoy para hacer tu voluntad!
Presbítero Jaime Herrera, sacerdote diócesis de Valparaíso
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