domingo, 17 de noviembre de 2013

¿QUE SE NECESITA PARA SER DISPONIBLES PARA DIOS?



Un gran amor a Dios: Porque un gran amor acarrea a todos los demás amores. El amor a Dios tiene la fuerza extraordinaria para cambiar todo. Si acaso no empezamos a amar as Dios en esta vida no hay modo de unirnos a El en la eternidad. Si nuestro corazón llega a la eternidad sin amor de Dios, la dicha simplemente, no existirá. Del mismo modo como un hombre sin ojos no puede ver la belleza del firmamento estrellado, un hombre sin amor de Dios no puede ver a Dios: se presentaría ante Dios ciego. Para ello, se requiere tener claro dos puntos principales: 

a). Conocer todo lo que podamos sobre Dios: Ello, para poder amarlo, para mantener vivo nuestro amor y para hacerlo crecer. 

b). Hacer lo que Dios nos manda: No basta con sólo conocer a Dios. Existe un termómetro  infalible para medir nuestro amor por una persona, y esto es procurar hacer lo que le agrada. Hay una sola forma de mostrar nuestro amor a Dios, y consiste en hacer lo que el quiere que hagamos, siendo la clase de persona que El dispuso que fuéramos. El amor de Dios no esta solo en los sentimientos. Amar a Dios no esta solo en los sentimientos…El amor de Dios reside en la voluntad. No es lo que sentimos sobre Dios, sino lo que estamos dispuestos a hacer por El, como probamos nuestro amor a Dios.
 
Esto es lo que el Catecismo nos enseña al decir: ¿Para qué te ha creado Dios? A lo que se responde: ¡Para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida! Por ello, el amor a Dios no se da sin previo conocimiento, y no es amor verdadero el que no se traduce en obras: haciendo lo que Dios quiere. 

Humildad: Sujeción a la voluntad divina.  

Mortificación: coloca un dique de contención a todas las tentaciones. Hay que dominar las fuerzas incitas que existen en nosotros desde el pecado original. La mortificación es una palabra que viene del latín (morten facere) y quiere decir: hacer morir. Entre los cristianos la empleamos para designar los esfuerzos con los que procuramos hacer morir en nosotros el pecado y las malas inclinaciones que nos llevan a El.
 
Con frecuencia, es una palabra que a algunos asusta porque se piensa en lo que va a costar. Mas, a nadie le parece excesivo someterse a un régimen alimenticio con el que se pretende conservar la línea que la moda y los estereotipos de la belleza exigen hoy. Casi siempre el hombre contemporáneo se sacrifica para parecer bien. ¡Que decir del sacrificio al que se someten los deportistas con tal de alcanzar la victoria y ser reconocidos.

En este sentido todo lo que mira al bien presente, en lo que se refiere al cuerpo y a la vanidad, todo nos parece poco, mas cuando se trata del bien del alma o del amor a Dios, cualquier cosa que se nos pida, por pequeña que sea, nos parece demasiado. 

¿Quién podría negar la existencia de una mortificación secularizada? Pues bien, el sacrificio es parte de la vida de cualquier persona. Cambian las motivaciones y las practicas concretas. De hecho, la cultura neopagana que tenemos tiene su propia mortificación.

Piercing: agujerearse el cuerpo y llevar colgado todo tipo de metales en las partes mas variadas del cuerpo: lengua, cejas, cintura, orejas. 

Tatuajes: Son marcas del cuerpo como antiguamente se hacían a los esclavos con inscripciones que duran para toda la vida. 

Cinturones gástricos: que impiden artificialmente comer mas de la cuenta.

Cirugías estéticas: Por medio de valores exorbitantes se modifica  parte del cuerpo. 

Alto rendimiento: Es el termino usado para los deportistas que se preparan a llegar a ser los mas destacados. En ellos se invierte por lo que deben asumir el sacrificio o rendir. También, se incluye las horas agotadoras de gimnasio para conseguir una musculatura escultural o dibujada. 

Dietas extenuantes: Que se hacer para lucir el cuerpo exageradamente delgados, lo cual provoca muchas veces, algunas enfermedades psiquiatritas como son la anorexia y la bulimia. 

Solarium: Exposición solar-natural o artificial- por largas horas sufriendo a veces un calor insoportable para lucir un bronceado que teóricamente mejore la propia imagen (esto solo lo sen los blancos, paradójicamente  las personas de color intentan blanquear el color de su piel). 

Fiestas y juntas: El encierro por horas en locales sin luz, sin aire, llenos de humo, con música ensordecedora en horarios que exigen horas de paciente espera.

Oración: Mediante la cual vamos a lograr la gracia de Dios. 

Se requiere una perfecta disponibilidad.

Disponibilidad “profesional”: El que ejerce una profesión puede muchas veces pecar a causa del reloj, porque se pretende ser tan eficiente y eficaz que “sin querer queriendo” es en algunas ocasiones, es el reloj el que marca los tiempos de atención y disponibilidad hacia los otros. En ocasiones no tenemos ni siquiera un minuto para atender, escuchar y acompañar a algunas personas, porque estamos tan ocupados que no podemos perder mucho tiempo. Ninguno de nosotros imagina a Jesús diciendo no es hora de sanar enfermos, o solo esta hora es para realizar exorcismos, o este es el momento para hablar con los Apóstoles. Jesús estaba siempre disponible. 

Es cierto que los horarios nos ayudan a estar mejor organizados y a aprovechar al máximo nuestro tiempo disponible. Nuestra naturaleza humana nos suele enseñar que no somos superhombres ni dioses, por lo se requiere un descanso para luego ser mas eficientes a la hora de actuar. Eso es parte –también- de la disponibilidad. 

Disponibilidad “condicionada”: Se da cuando no se ama lo suficiente, por lo que cualquier dificultad u obstáculo parece insalvable. Al no tener asumido el principio de totalidad entonces se colocan diversas condiciones para poder estar disponibles, haciendo de esta actitud virtuosa una suerte de intercambio: porque tú haces esto yo entonces estoy disponible. No es la manera como Dios ha actuado con nosotros para darnos su gracia.

Disponibilidad “a regañadientes”: Es aquella que se tiene a causa de la tibieza y mediocridad. En una oportunidad el Señor llamó a uno para seguirle, y este respondió: tengo que hacer algo primero. Mas allá de ahondar en que tenia urgentemente que hacer era constatar que había algo mas importante que seguir a Jesús, que responder a la llamada  gratuita del Señor.  Todo el merito que eventualmente podríamos obtener lo terminamos perdiendo por rezongar, postergar, o hacer de mala gana algo.

¿Cuáles son los frutos de la disponibilidad? 

a). Crecimiento del amor: Existe una ecuación entre disponibilidad y amor a Dios. Mientras más disponibles mas crece el amor, y mientras más aumenta el amor más disponible somos. Quien ama y se sabe amado siempre está disponible para servir. Quien de verdad ama no duda en entregar todo su tiempo a la persona amada. No hay obstáculos ni excusas para no estar con quien se quiere de verdad. ¿Cuál es la medida del amor, sino amar sin medida? Igualmente, acontece con la virtud de la disponibilidad, o se es disponible en todo momento o no se es en nada. La disponibilidad es fruto del amor. 

b). Estabilidad anímica: El hecho de estar siendo disponibles con termómetro, con regla, con cuentagotas, puede producir intranquilidad interior la cual  nace de no estar cumpliendo lo que Dios realmente nos está pidiendo. Al igual que la avaricia en el plano material, la falta del verdadero espíritu de disponibilidad ocasiona tristeza, nostalgia y vacío en el alma. ¿Qué más claro ejemplo de esto tenemos en el evangelio que aquel joven que se alejo triste ante la invitación de Jesús de darlo todo para seguirle?

c). Paz interior: Frecuentemente, al mirar las noticias internacionales, constatamos la ausencia de paz en muchas partes. No se trata de grandes conflictos sino más bien de infinitud de desencuentros y animosidades entre naciones. Y, lo que acontece entre naciones subyace –también- en la relación entre personas. 

La crispación de ánimos es evidente y casi no resiste mayor análisis constatarlo. Entonces nos preguntamos: ¿Por qué no tenemos paz? Responderemos por dos razones: En primer lugar, muchos no entienden qué es la verdadera paz; pues su concepto de paz se reduce a una situación de simple ausencia de conflictos. En segundo lugar, la mayoría no entiende que la única paz verdadera, aquella que satisface plenamente y es duradera, es la paz que viene de Cristo.

San Pablo dice que la paz del Señor “sobrepasa todo entendimiento”: Es una paz que solo Dios puede dar porque El se ha rebelado como un Dios de Paz. La expresión “sobrepasa todo entendimiento” es traducción de la frase griega huperechousa (tener sobre) y panta (todo) noun (pensamiento). La mente nuestra es incapaz de producir la paz que sólo Dios puede dar, por lo que la paz de Dios es tan sublime, tan asombrosa, que no hay manera que pueda comprenderla plenamente, porque la mente es finita y el Dios de Paz es infinito.

d). Alegría: Como negar que quien tiene una actitud disponible en su vida suela ser feliz. ¡Si hay felicidad en la tierra es la que han alcanzado los que son disponibles! Aquí nos detenemos en el testimonio de nuestra Madre Santísima. Hemos de reconocer su disponibilidad confiada en Dios que fue el origen de tantas bendiciones recibidas y que por el cielo fue llamada “Tú eres la llena de gracias”. En su visita a su prima Isabel exclamo: “Me llamaran bienaventurada (feliz) todas las generaciones”. La Virgen María es por excelencia modelo de disponibilidad, pues su vida fue ofrecimiento libre al plan de Dios. 

La única certeza de su actitud fue que iniciaba un camino con unas exigencias que Ella no iba a controlar.  Su realización personal y el ejercicio de su libertad, pasaban por la depuración de un permanente acto de disponibilidad, que finalmente llenaba de gozo, de alegría, de felicidad de estar haciendo lo que debía, es decir, de estar cumpliendo la voluntad de Dios.

e). Orden: Todo suele funcionar mejor cuando impera el orden en nuestra vida. Sea nuestro escritorio, nuestra oficina, nuestro closet, todo lo que está en orden nos facilita la vida. En cambio, donde ésta falta surge el caos. La disponibilidad ocasiona un orden en el sentido que es como tener una puerta siempre abierta, que a la primera necesidad ésta se abre y todo se hace mas expedito. Si el orden exterior es importante el interior es necesario. Decía un santo: “Virtud sin orden, rara virtud” (San Josémaria Escrivá de Balaguer, Camino, 79). Orden sin disponibilidad, ¡raro orden!, añadiremos. 

Para lograr esta ecuación perfecta se requiere una exhaustiva disponibilidad

Nunca somos disponibles enteramente, por lo cual  siempre se puede ser más disponible. El que cree tener total disponibilidad no crece en santidad, porque queda como agua estacada en un tranque, se pudre. El verdadero espíritu de disponibilidad nos hace ser como un estanque que tiene un afluente permanente, que es la gracia que viene de lo alto, y un efluente que evacua lo cual seria una voluntad de responder como el profeta: ¡Heme aquí que estoy para hacer tu voluntad!
 
Presbítero Jaime Herrera, sacerdote diócesis de Valparaíso 





 

 

 

 

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