HOMILÍA MATRIMONIO CAMPANY
SCOLARI & ALVARADO ESCOBAR
Dios
concede su gracia como el Buen Sembrador.
Realmente los
antepasados de esta localidad acertaron al momento de designar a este lugar
como “cielo azul”. Pues, este permite
dar un marco notable a la agricultura, toda vez que se juntan una serie de
factores que así lo posibilitan: el sol generoso, la cercanía a los afluentes
de agua de la cercana cordillera, y una tierra generosa. Casi imposible resulta
no recordar la parábola del sembrador que nos enseñó Jesús, en la cual nos
cuenta que un hombre colocó semilla entre
espinos, a nivel superficial,
entre piedras. Todo ello resultó
infructuoso, no porque la semilla fuese deficiente sino porque la tierra que la
recibía no estaba bien dispuesta. Tradicionalmente la exégesis de este conocido
relato del Evangelio, nos refiere a la
Palabra de Dios como la semilla, al corazón converso como la tierra buena, y las
tentaciones del poder, del placer y del tener como los espinos, piedras, y
tierra superficial.
Como esposos, a partir
de este día, tienen la oportunidad de recibir la gracia de Dios, que el Buen
Sembrador quiere conceder. A fin de cuentas, de esto se trata esencialmente lo
que estamos celebrando, para esto se han dedicado con los mayores afanes en
estos últimos días. ¡Para recibir la gracia de Dios! Toda vez que para un
creyente lo que Dios nos concede no es una ayuda o complemento a los afanes,
esfuerzos y capacidades nuestras, sino implica el ejercicio de su santa voluntad
-a través- de lo que cada uno puede, por lo que reconocemos que la bendición de
Dios es necesaria para que crezcamos en virtud, perfección y santidad. ¿Para qué
se casan? ¡Para ser santos!
En este proyecto de
vida Dios no es una simple visita. Las visitas están un instante pero luego se
van. ¡El Señor Jesús con su gracia viene para quedarse! Por esto, lo que el
Señor en este día les concede es una puerta abierta, un puente de acceso, un
camino por recorrer, todo ello muy diferente a lo que muchos piensan del
matrimonio como una pérdida de la libertad. ¡El hombre que ama es libre!
Por esto, sabiamente escribía
el recordado Papa Benedicto XVI: “Dios no
es rival de nuestra existencia sino su verdadero garante” (28
de Noviembre 2012). El matrimonio fue hecho por Dios para el
adecuado ejercicio de la libertad del hombre y la mujer. Recuerdo como hace
unas semanas atrás, en una fiesta de matrimonio en la localidad de Guanajuato
un soltero arengaba a las huestes cantando: “soy
soltero y hago lo que quiero”, mientras repartía brebajes en abundancia a
los eufóricos que estaban a su alrededor. Esto me hizo recordar la respuesta
capciosa de un anciano esposo que ante la pregunta ¿Qué habría sido de Adán si
no fuera por Eva? No dudó en responder: ¡Estaría en el Paraíso! ...
Complementarios
en el proyecto de Dios.
Más allá de lo
anecdótico de lo anterior, el hombre y la mujer son seres naturalmente
complementarios, hasta el extremo que de su mutuo amor y entrega puede surgir
un ser totalmente nuevo, con un alma inmortal, única e irrepetible. Nunca ahondaremos en este mundo la maravilla
que implica el don de Dios dado a los padres en la persona de sus hijos. El
poder de Dios creador, que hizo de la nada todo, es homologado en vuestra alma
y vuestro cuerpo, para hacer que aquel ser que captó la mirada creadora de Dios
cautive el corazón de Dios que se hizo semejante a nosotros para que nosotros
lo fuésemos de Él.
Adán, hablando con Dios
le dijo: “Estoy muy solo en este lugar, quiero una compañera, la quiero
inteligente, de buenos modales, con medidas convenientes, muda, y bonita”. Dios
le respondió: “Eso te va a costar dos brazos y dos piernas”. Algo inquieto Adán
dijo: “Mmm…no sé, y si acaso no es tan guapa, que hable un poco y no sea tan
lista”. Con rapidez Dios le contestó: “Eso te va a costar dos brazos”. Adán se
puso pensativo: ¿Cómo me voy a peinar? ¿Cómo voy a subir a un árbol? ¿Cómo voy
a tirar una lanza para cazar un mamut? Y, en silencio se dijo: “Sí que sale
cara esa compañía, porque no quiero perder mis piernas ni mis brazos. Fue
nuevamente donde Dios, que andaba creando cosas por aquí y por allá y le
preguntó: “Señor, ¿y por una costilla que me darías? Lo que sigue lo conocemos…
Más allá de esta anécdota,
asumimos que lo que hoy acontece no es sólo producto de la unilateral decisión, ni tampoco
–exclusivamente- de un mutuo acuerdo, sino que vuestra unión tiene un tercer
protagonista. ¡Y ese el Dios! En efecto, de la nada nos creó y como señala la
Sagrada Escritura “los pensamientos de
Dios son eternos”, al momento de pensar en vuestra alma dibujó el rostro, esbozó la voz y delineó el
cuerpo de quien hoy asumirá el compromiso irrevocable de vivir “el resto de vuestros días” siendo uno
solo.
En consecuencia, si
desde el origen de vuestra existencia el Señor los hizo el uno para el otro, a
partir de este día, sólo existe un camino para alcanzar la perfección, sólo se
puede avanzar por una senda para ser santos cual es ser uno para el otro siendo
uno con el otro.
Tan sublime como
insondable es este misterio, que dos elementos de la Santa Biblia nos lo
anuncia: primero, el mandato de Dios de “crecer
y multiplicarse” dado en el Paraíso a nuestros primeros padres, y segundo, que cuando el Apóstol San Pablo se
refiere al matrimonio señala que “gran
sacramento es este que yo lo refiero al amor de Cristo por su Iglesia”.
Sin duda, el novio dirá
a su prometida hoy lo que Adán dijo a Eva en el Paraíso: ¡Tú eres la única
mujer de mi vida! Claro, algunos pueden sonreír con esto, toda vez que –in
illo tempore- no revestía mayor gracia porque realmente no había otra mujer
en toda la tierra…, pero, ahora sí hay más mujeres…y hombres también, por lo
que para ser fieles en nuestros días se necesita la gracia de Dios reservada a
este sacramento. Sin la presencia de Dios
el hombre no se entiende, por lo que no duden como esposos incluir en cada
jornada el recuerdo permanente del Señor Jesús, puesto que –también- la familia sólo se puede sostener
inquebrantable si acaso está apoyada por la gracia que Dios no deja de conceder
a quienes la imploran con fe y perseverancia.
Los
hijos como una bendición de Dios.
No hay edad ni
circunstancia, por temprana o tardía que sea, que la llegada de un hijo no sea
parte del querer de Dios. Si para el creyente no existe la casualidad menos aún
si se refiere a la llegada de un hijo o de una hija: Nadie viene al mundo
porque sí. En vuestro caso, como esposos que se aman para toda la vida, tendrán
un destello de vuestra entrega, Dios mediante con la llegada de aquellos que
Dios les conceda para ser integrantes del banquete de la vida.
No nos cansaremos de
reiterar que los hijos son una bendición de Dios. Por esto, Es importante tener
presente que vuestra relación de esposos ha de estar siempre abierta al don de
la vida.
Es cierto que los
padres pueden variar sus sentimientos hacia sus hijos a medida que la edad
progresa: cuando los hijos nacen y tienen pocos años de edad suelen exclamar: “es tan tierno, me lo comería”. Cuando
pasa el tiempo, y aparece la conocida edad del pavo, que para algunos
constituye la edad del buitre, los padres nostálgicamente dicen: “Por qué no me lo comí antes”…
A este respecto, tal
como dice un spot publicitario de
estos días: “cada hijo trae una
marraqueta bajo el brazo”. Espiritualmente hablando, el hijo es en sí una
bendición permanente, incomparable a cualquier bien con fecha de vencimiento.
El hijo es una imagen de Dios entregado a vuestro cuidado para ser educado en
la virtud y la fe.
El hijo no es un
extraño que de sorpresa llega a un hogar, sino que es alguien a quien siempre
se le ha esperado y que viene a dar sentido a la vida esponsal, de la cual es
signo visible de amor, vínculo de mayor unidad de la familia, y futuro del
mundo. Así, aconteció hace dos mil años, donde no fue el signo de lo ostentoso
y extraordinario con lo cual Dios vino se presentó en el mundo, sino que se mostró
bajo la indefensa y pura figura de un
recién nacido, cobijado bajo el cuidado de sus padre y su madre.
Crecer
en las virtudes: Gratitud, humildad y disponibilidad.
Desde ahora, preparen
la llegada de sus hijos: ¿Cómo? Orando a Dios por ellos, y procurando como
esposos tener una vida matrimonial según el querer de Dios, tal como enseñaba a
los novios el actual Romano Pontífice: “sepan
decir gracias, perdón y puedo”.
Saber
perdonar: ¡Gran tarea que requiere una verdadera disciplina
interior! Porque todos debemos saber pedir perdón, porque hay muchas cosas de
las que hacemos y decimos ¡sin querer
queriendo! Que ofenden a los demás. ¡Qué decir al interior de la vida
familiar! Donde se vive junto, y donde hay mayor ocasión de ofender con
olvidos, menosprecios, flojera y descuidos, a quienes están a nuestro
alrededor. Esta fecha debe gravarse en vuestro disco duro, con el fin de recordar el día del matrimonio, del cumpleaños, y del onomástico.
Ser
agradecidos: La Santa Misa tiene un sinónimo que se
usa con frecuencia: Eucaristía, la cual es una palabra de origen griego que
significa “Dar gracias”. Dios quiere
que dominicalmente participen de la Santa Misa para manifestar la gratitud a
Dios por todas las bendiciones recibidas. Que nada anteceda vuestro compromiso
familiar de acompañar al Señor cada semana. Nadie nace sabiendo…y si acaso, en
los primeros meses de casados, la esposa con cariño le prepara al marido un
almuerzo de dudosa apariencia, ¡diga gracias!, si el esposo atento el fin de
semana le lleva a su esposa al dormitorio el desayuno continental ¡diga
gracias! No dar por supuesto que el cónyuge sabe de vuestra gratitud ¡no sea
mezquino en ser agradecido y decirlo!
Pedir
por favor: ¿puedo?
¡Palabra mágica! que tiene la capacidad de transformar para bien lo que parece
imposible, pero que su eventual ausencia puede mutar la vida familiar en un
infierno. Quien pide permiso en el matrimonio no rebaja su dignidad ni
menoscaba su integridad por el contrario, se enaltece al reconocer y respetar a
su cónyuge manifestando que su querer pasa por el deseo y voluntad del ser
amado. Al preguntar ¿puedo? se
fortalece la relación matrimonial, que de suyo tiene cambios con el correr de
los años. El primer tiempo: él tiene el control remoto, ella escucha al
marido…el segundo tiempo: ella tiene el control remoto, el marido escucha a su señora…el tercer tiempo:
el control remoto vuela por el aire, los vecinos escuchan.
¡Para que ello no
pase!: Sepan perdonar a tiempo, sean en todo momento agradecidos, y no olviden
pedir por favor.
Finalmente, los invito
a que consagren vuestro hogar al cuidado del Sagrado Corazón de Jesús y a la
protección de la Virgen Santísima. Antes que contratar seguros, empresas de
seguridad para la casa, cobíjense ante Quien está atento a sus necesidades las
veinticuatro horas del día. ¡El amigo que nunca falla! Que es Jesús.
Amén.
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