HOMILÍA
CONMEMORACIÓN 21 DE MAYO / PARROQUIA DE OLMUÉ.
Matrimonio Prat-Carvajal |
Nuestra Patria tiene
una geografía que a cualquier turista le sorprende por la riqueza de su
diversidad: desierto, hielos eternos,
fosas marinas, cumbres milenarias, volcanes, campos, en fin de todo un poco que hacen de ella, lo que se la ha denominado
como “una
loca geografía” (Benjamín Subercaseaux, 1949).
No menor, es la cultura e historia que al interior de
ella se da. Esa era la que estaba presente aquella mañana sobre la embarcación
que marcaría un antes y después de un conflicto, y que sería recordado en el
tiempo. Desde la esmerada preparación
que tenían unos, a la tosca de otros, lograron
escribir las páginas más brillantes de una batalla que más que destacarse por
la calidad de los medios de combate fue hecha por la grandeza del alma de ambos
bandos.
Resulta curioso, en
nuestros días, destacar esto en un mundo
maniqueo, donde sólo se tiende a centrar
en todo en realidades de blanco y negro. Los matices quedan al margen. Las
consideraciones también. Más, cómo no destacar la finura del contrincante que destaca las virtudes del
adversario yacente en conceptuosas palabras escritas a la viuda. También, la guerra tiene sus leyes, que el fragor del
conflicto no puede olvidar, ni la victoria
servir para actitudes abusivas, como
–tampoco- la derrota para hurgar recovecos de venganza.
En la escuela que
fueron formados aquellos hombres de mar estaba arraigado el respeto y el honor. Pero, ¿fue eso un acto improvisado? ¿Podemos acaso pensar
que aquel día fue la conflagración de entusiasmos pasajeros con el estricto
anhelo de conquistar y defender? No. La
conducta de nuestros héroes, y de cuantos estuvieron esa mañana en la rada
nortina, respondió a una forma de vida asimilada desde la más temprana edad.
Arturo Prat cadete naval |
Los ideales asumidos no
se improvisan. Las virtudes decantan con el tiempo y el sacrificio. No surgen
espontáneamente. Por esto, lo que nos
legaron los héroes de la Patria y de la fe por quienes oramos, fue un ejemplo
de vida permanente a imitar no una estrella fugaz de la que –simplemente-
admiremos. Imitación no sólo admiración ha de ser la consigna de esta jornada.
Más, bien haremos en preguntarnos: ¿qué
implica en el alba siglo XXI seguir los pasos de aquellos héroes del atardecer
del siglo antepasado?
a).
Primacía de Dios en nuestras decisiones:
Prácticamente, desde el origen de la humanidad misma, descrita en el libro del
Génesis, el hombre ha querido doblar la mano a su Creador. Con un gesto
aparentemente pequeño pero que tendría insospechadas consecuencias, Adán y Eva
unieron con su decisión lo que previamente habían dicho los ángeles rebeldes:
¡No serviremos a Dios! Ninguna palabra, ningún mandato divino estaría sobre la
determinación del hombre de marginar a Dios.
Y, consabidas son las
consecuencias, que no sólo nos enseña la teología moral, que no solamente
leemos en las Escrituras Santas, sino que percibimos –cotidianamente- cuando el
hombre se empecina en sacar a Dios como su prioridad de vida. Entonces, un mundo que se alza sin Dios tempranamente
se vuelca contra el hombre mismo, una sociedad que margina a Dios –necesariamente-
dejará de lado a toda su obra creada, y perderá la capacidad propia de su
humanidad que anhela desde su interior la armonía: con Dios, consigo mismo, con
los demás y con la naturaleza.
La crispación en la
vida social, el mutismo en las relaciones familiares, la indiferencia por las
necesidades del prójimo, y la falta del cuidado del medio ambiente, no pueden ser simplemente analizados por
criterios sociológicos, tecnológicos y económicos pues, responden primero a una condición ética, que previamente tiene que
ver más con el estado del alma que del bolsillo.
En el caso de nuestro
héroe nacional, según leemos en sus escritos y en cada página de su vida, el
amor a Dios fue un imperativo que le llevó a tomar las decisiones que
finalmente nos resultan edificantes.
b).
Primacía de la vida familiar como escuela de virtudes:
Sin lugar a dudas, la vida familiar de aquellos años donde se forjó el alma de
cada uno de los hombres de mar que honramos
tenía grandes diferencias al estilo de vida con la cual se nutre hoy la
persona al interior del hogar. Es posible
que antaño hubiese temas que
oportunamente no se trataran, pero, a pesar de ello, la comunicación familiar en
nuestros días dista mucho de ser la que es necesaria y deseable. Muchas
imágenes no hacen un recuerdo, ni muchas palabras un dialogo nutrido. Facebook
y wasap son medios no fines para
comunicarse con los demás.
Escapulario Arturo Prat |
Se requiere la
conversión a Dios desde la familia, reconociendo su importancia insustituible
para la gestación, crecimiento,
fortalecimiento y envejecimiento de cada persona, en cada una de sus
etapas. Por ello, el nuevo Beato Pablo VI, al visitar la localidad de Nazaret
donde nuestro Señor vivió durante tres décadas la señaló como “la escuela del más rico humanismo”, “en la cual se comprende germinalmente el
Evangelio”, porque Cristo forjó su vida con el ejemplo de su padre y de su
madre, de quienes no sólo aprendió el idioma, el oficio y recibió la ciudadanía
de nazareno, sino humanamente las actitudes que como perfecto Dios y perfecto
hombre plasmaría en el trienio de milagros y enseñanzas que formaron su Buena
Nueva. Entonces cómo no decir junto el citado Pontífice: “¡Quien pudiera volver a ser niño, y vivir en la compañía de esta
familia para aprender allí el sentido del silencio, del deber, del trabajo, de
la familia!”.
En la vida familiar de
nuestro héroe naval Dios no quedaba cautivo en las paredes de su casa. Es bueno
que lo bueno se manifieste, vale decir, aquello que para el creyente es necesario para
vivir, lo ha de ser –también- para aquel que se encuentra a su lado. Sin
agua no podemos subsistir, sin oxígeno no podemos vivir, y como creyentes añadiremos, con la fuerza de lo que es verdad, que sin Dios no se puede tener una vida
verdadera. Ya lo dice la Santa Biblia: “En
vano se cansan los albañiles si el Señor no construye la casa” (Salmo
CXXVI, 1).
c).
Primacía de la devoción hacia la Virgen Santísima:
En medio de una cultura que procura dar a la mujer un reconocimiento especial,
encontramos en la vida de nuestro insigne marino es el respeto casi sagrado dispensado hacia la mujer como esposa y madre.
¡Cuánta delicadeza en el trato hacia su mujer! Ello no lo aprendió en la calle,
ni en las aulas, sino principalmente al interior de su familia. El amor a su madre de la tierra le llevó a
profesar una devoción consiente, madura, y varonil, que no sólo en nada le resultaba
incompatible con su vida militar sino que, por el contrario, le fue eficaz para el mejor
cumplimiento al juramento hecho de defender su bandera hasta dar la vida si
fuese necesario.
Como sabemos, en abril
de 1879, desde Valparaíso zarparon la goleta Covadonga y la corbeta Abtao. Al
momento de embarcarse, según cuenta un testigo presencial, el comandante llevaba
en sus manos una imagen de la Santísima Virgen
del Carmen…Bajo ese manto protector -desde ya- cobijaba lo que finalmente
culminaría en un día como hoy. De lo anterior se desprende que, como hombre de arraigadas convicciones y
acrisolada fe, no ocultó en ningún
momento en quién creía, pues estaba orgulloso de ser católico, lo
cual, más que ser algo por otros externamente
reconocible, implicaba un mayor
compromiso para hacer bien el bien.
Estando en la rada iquiqueña
nuestro Héroe el día que fue nombrado comandante de la Esmeralda escribió a un
familiar contándole que “antes de salir y
a pedido de algunos señores de Valparaíso, toda la tripulación y oficiales,
incluso yo recibimos el escapulario del Carmen, en cuya protección confiamos
para que nos saque con bien de esta guerra. También me acompañan a bordo la
Virgen de este nombre y San Francisco, Con tanto protector creo que se puede
tener confianza en el éxito”.
En la actualidad, el
entusiasmo y el estímulo nos hacer caer
en la tentación de una espiritualidad de fantasía. El sentimentalismo faranduliza la vida interior. Muchas iniciativas
y propósitos de vida parten diligentes como el brioso caballo inglés, galopan
luego como un caballo corralero, culminando al cansino paso de un asno de
trabajo. Así resulta nuestra piedad: siendo
meramente sentimental, es capaz de sacar muchas lágrimas pero de no remover un
ápice nuestra vida moral.
De lo anterior, se desprende que una madre más agradecerá un
alma obediente que muchos arrumacos, y se sabrá segura de ser protegida en su
debilidad por aquel que siempre ha estado a su lado, tanto “en las buenas” como “en las
malas” en “las duras y maduras”. La ternura de un hijo manifestada hacia su
madre resultará irremediablemente falsa
si acaso no se reviste de verdad y fidelidad. Por esto, el reconocimiento
que hizo nuestro Señor hacia su Madre es muy claro: “¿Quién es mi Madre? ¿Quiénes son mis parientes? Sino aquellos que
cumplen en todo la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. ¡Este es
el mejor presente que podemos prodigar a la Virgen Santísima! Es decir, acoger
de palabra y obra la invitación hecha un día en Caná de Galilea: “Hagan todo lo que Él les diga” (San Juan II,
1-11).
La preparación y el
espíritu de sacrificio que invirtió desde pequeño, en sus años de formación, fueron aquilatando su alma para realidades
trascendentes. Sabedor que la fidelidad
vivida en las cosas pequeñas no sólo permite sino que hace posible alcanzar
aquellas metas que en ocasiones parecen humanamente imposibles: ¡Todo es posible para Dios! Y
para quienes creen en Él.
El haber desde niño
aprendido a priorizar le hizo colocar el
amor a la Virgen María en los momentos cumbres de su vida. Nada era dejado a la
improvisación, incluso lo que podía ser un detalle secundario para algunos, como la
acción de colocar visiblemente una imagen de la Virgen María en su recámara, o
portar el escapulario carmelitano en aquel día decisivo. Por esto, el salto a la eternidad dado en una jornada
como hoy, fue consecuencia directa de un estilo de vida que buscó, que encontró
y que terminó viviendo, es decir, hizo realidad el programa de vida al que
San Juan Pablo II invitaba décadas atrás a la juventud de esta tierra bendita: “Jóvenes chilenos: buscad a Cristo, vivid en
Cristo, amad a Cristo” (2 de Abril de 1987).
Una y otra vez no nos
cansaremos de repetir que no basta mirar a Cristo, como no fue suficiente la
inicial admiración en Tabor que no avanzaba a la imitación. La vida como
creyentes se debe notar o simplemente terminará esfumándose como un mundo de fantasía,
de lo que aparenta pero realmente no es lo que representa, puesto que: “Una fe sin obras, es una fe muerta” (Santiago
II, 26), como es a la que la tentación de la superficialidad
sentimentalista nos irremediablemente
conduce.
Oremos al Señor en este
día por cuantos murieron defendiendo su emblema sagrado. Para que junto a la
Virgen del Carmen, Reina y Patrona de nuestra Patria, puedan haber escuchado la
invitación hecha por Jesús en el Santo Evangelio: ¡Venid benditos de mi Padre! (San Mateo XXV, 40).
Pila Bautismal donde fue bautizado Arturo Prat |
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