lunes, 26 de enero de 2015

La Virgen en Caná: Fuerte, Clara, Maternal y Convencida

HOMILÍA MATRIMONIO NANJARÍ CHAMY & ROSENKRANZ FERNÁNDEZ
Esposos Nanjarí & Rosenkranz en Viña 

“Aquí estamos para hacer tu voluntad”. Fue la antífona del Salmo XL que todos repetimos. De alguna manera encierra el sentido más hondo que nos ha convocado hoy a esta Santa Misa. Muchos de quienes están presentes acuden semana a semana a la Eucaristía, y comulgan con frecuencia, otros lo hacen quizás de manera más eventual, y no faltara quien rara vez acude a un templo. Ya el carácter ojival de este templo, como representando dos manos que lanzan unidas una plegaria al cielo, nos habla elocuentemente de una realidad, que se ubica más allá de cualquier ficción y aleja de  una mera fantasía. Es que sabemos que estamos en un lugar sagrado no sólo porque así lo digamos y los creyentes lo reconozcamos, sino porque Deus ibi est: Está presente, real y substancialmente, Aquel que un día asumió nuestra humana naturaleza, y por medio de una cruz de madera  y un sudario de tela, evidenció que la medida del amor de nuestro Dios –aquí presente- es que nos ama sin medida.
Creemos en un Dios que “no se chanta”, que “no arruga”, que “no se desdice”, que “no experimenta”, sino que,  por ser tal,  solamente  puede ordenar todo lo que de la nada ha hecho hacia un fin que es: bueno, noble, justo y hermoso, independiente que el hombre acabe de reconocerlo oportuna y plenamente.
Contra la corriente imperante en la actualidad diremos que el amor es más que un sentimiento pasajero, es más que las ganas, porque no anida en la volubilidad de un deseo, sino en la certeza de aquello que se presenta y descubre como un bien amable, lo cual hace que la razón y el corazón caminen por una vereda donde la opción asumida adquiere el carácter único e irrevocable de lo que en unos instantes mutuamente se dirán con los labios y vuestra mirada: “Te recibo a ti y me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”.

        Padre Jaime Herrera González en Misa

Como muchos saben conozco al novio desde él que tenía diez años de edad, y había recibido recientemente la Primera Comunión, en tanto que, a la novia –prácticamente- desde el instante mismo que se conocieron. La razón es muy simple: pues, lo único que falta a los padrinos del novio es pasar por la libreta al sacerdote que habla, ya que –¡era que no!- me considero parte de vuestra familia. Por esto hemos compartido muchas jornadas, marcadas por la alegría del advenimiento de un nuevo año, por el bautizo de un miembro de la familia, por el cumpleaños de algún integrante, como por la partida de algún ser querido, o alguna prueba el Señor no deja de permitir para la mutua fortaleza, crecimiento y vivencia de la caridad fraterna. Alguno más suspicaz dirá: “Padre ha compartido los asados preparados por el novio”, Si es verdad y muchas veces, aunque reconozco nunca he sido invitado al “Bar del Lalo” porque “la religión me lo prohíbe”.
Más allá de las múltiples anécdotas que podría citar en este momento, estimo que es un deber exigible por dos razones, detenerme en algunos aspectos que inciden de manera poderosa en la nueva vida que, ambos novios llevarán a partir de esta celebración.
La primera es por razón de los lazos de amistad: En efecto, la escritura recuerda que Jesús dijo a sus discípulos “no os llamo siervos, sino amigos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor”. Creo que la amistad de un sacerdote hacia cualquier persona es sana, eficaz y necesaria, en la medida que ésta tienda a fortalecer el espíritu familiar, de modo que así como antaño hubo médicos de familia que hacían mucho bien, buenamente podemos preguntarnos hoy, ¿por qué no ha de darse que los médicos del alma cuiden espiritualmente el alma de la familia?
Por esto, los primeros en llamarme “cura” fueron los pequeños primos que hace cerca de un cuarto de siglo acolitaban en este mismo altar en el cual Jesucristo viene en su Cuerpo, Sangre y Alma para reiterar la verdad que cambió el mundo: “Dios nos amó hasta el extremo”, cumpliendo en cada Santa Misa su palabra empeñada: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo”. ¡Quien cura, sana; quien sana, reintegra; quien reintegra, dignifica!
Lo que digo como amigo lo digo entonces como sacerdote, pues,  un buen amigo no es aquel que simplemente está en la bonanza, el éxito y los amaneceres de la vida, sino que permanece fiel en medio de la adversidad, inserto en los fracasos y en vigilante en el atardecer de nuestra jornada en este mundo. Si hermanos: “Quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro”, dice la Santa Biblia.
Per hay una segunda razón,  la cual me exige dirigirme  en mi condición de amigo y sacerdote: Y, tiene que ver con la segunda parte de las palabras dichas por Nuestro Señor sobre la amistad: “Vosotros sois mis amigos, si cumplen mis mandamientos”. Por cierto, el amigo habla a tiempo y destiempo, no teme importunar cuando se trata de rescatar a quien eventualmente parece naufragar, ni vacila al momento de procurar hacer el bien a quien lo necesita.
¿No recordamos acaso las palabras de la Virgen María en Caná de Galilea dichas a unos atribulados novios? ¡No tienen más vino! ¡La fiesta se termina! ¡Calabaza, calabaza cada uno para su casa! Y de pronto, cuando todo parecía irreversible, cuando unos se aprestaban para despedir abruptamente a los invitados, y estos se alistaban para escabullirse raudamente ante el impase, surgió la voz de una mujer: fuerte, clara, maternal, convencida…era la Madre del Señor, que había sido invitada a las Bodas, quien exclama: ¡Hagan todo lo que Jesús les diga! (San Juan).



La cercanía espiritual hacia los novios me hace ser doblemente exigente al momento de dar a conocer las implicancias que tiene para su condición de bautizados el hecho recibir el sacramento del matrimonio, por el cual mutuamente se donan.
Dijo la segunda lectura: “Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto a Dios en vuestro cuerpo” (1 Corintios VI, 20). La voz fuerte de la Virgen en Cana de Galilea invita a implorar el don de fortaleza en la vida matrimonial, -tan necesario ayer como doblemente resulta en la vida presente-, por medio del cual tengan la certeza que son uno solo por lo que toda prueba resulta llevadera, habida consideración que toda carga pesa la mitad si es llevada entre dos. El hogar y la familia se edifica a partir de hoy por ambos, lo que hará necesario aprender a dialogar, a conversar, a tener los momentos de intimidad para exponer claramente los deseos, los sueños, las dificultades y las eventuales desventuras.
La voz de Virgen Madre  es clara a lo largo de todo el Evangelio: No duda en decir al Arcángel ¿Cómo es esto posible? No vacila en llamar la atención a Jesús cuando éste se pierde en el templo: “Tu padre y yo estábamos muy preocupados buscándote”; Irrumpe ante su Hijo y Dios para decirle “No tienen vino”. Queridos novios: Las palabras deben expresar certezas, deben estar revestidas de cercanía, y permanecer alejadas de todo carácter impulsivo y de cualquier espíritu que evidencie desdén. Hoy hay en la sociedad un trato que exuda crispación, y se corre la tentación de que este se haga presente, también, al interior de la familia. Para ello, ser cuidadoso en lo que se dice,  en cómo se dice y en cuándo se dice, en todo lo cual tiene importancia: la oportunidad, la paciencia, la caridad y el amor entrañable por la verdad.
Hace unas semanas atrás, nuestra mirada se detenía en el umbral del portal de Belén, en el cual contemplamos cómo nuestro Dios viene al mundo para que el mundo vaya hacia Dios. La imagen de un dios distante, belicoso, etéreo,  produce entre sus seguidores  gran temor y olvido, como –también- conlleva entre los adversarios a la burla e ironía cuyas consecuencias siempre terminan causando desazón. Es notable cómo el mundo entero se doblega en Nochebuena por la presencia de “un recién nacido envuelto en pañales”, y de una Madre virginal atenta, cariñosa, afectuosa y protectora de su Hijo y Dios.
El don de la maternidad es un bien preciado y necesario para el mundo, que no puede darse sin la cercanía de aquel que acoja el llamado hecho por Dios al momento de crear al hombre: “Creced multiplicaos, poblad la tierra y dominadla”. Los hijos son una bendición de Dios nunca un problema, por esto, la Iglesia invita a los esposos a ser padres preocupados, responsables y generosos al momento de tener los hijos. ¡Vuestros padres serán los abuelos más felices, y también,  yo estaré feliz de tener  más pega al bautizarlos…


Finalmente, la voz de la Virgen en Cana es de unas mujer convencida, con lo cual los novios se tuvieron como seguros de lo que debían hacer, porque no les habla con una voz dubitativa. La Iglesia como Madre, enseña la verdad plena, porque sólo en Ella reside la plenitud de la revelación, de tal manera que es depositaria de la verdad que es Cristo, quien sobre si señaló: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Aprendan a confiar en la Iglesia Santa,  que es madre,  como los novios confiaron en la Virgen aquel día. ¡Como cambió la vida de ellos ha de transformarse la vuestra a partir de esta Eucaristía!
Vuestra juventud de hoy se revestirá de verdadera sabidurías si dan a Dios el lugar principal de todas vuestras determinaciones. No es una senda expedita la que comienzan a recorrer, es un mundo nuevo que está plagado de recovecos que serán necesarios superar. Para ello tienen el testimonio de vuestros mayores, el consejo de vuestros amigos, la oración de toda una Iglesia que no es mera espectadora en esta celebración, sino que como madre y Maestra está llamada en todo momento a señalar el camino que les permita hacer vida lo que hoy prometen, a practicar fielmente la fidelidad conyugal en un mundo renuente a la virtud de la castidad, la cual también ha de vivirse en la vida matrimonial.
A los pies de la imagen de la Patrona de nuestra Patria hoy sellarán sus vidas ante Dios, y Él con su gracia, la cual  siempre puede más que nuestras intenciones, les concederá el don de formar una nueva familia donde la fe enriquezca cada una de vuestras iniciativas, de tal manera que haciendo lo que Jesús les diga puedan vivir el gozo inmenso de saber que están cumpliendo la voluntad de Dios.
Con ello, experimentarán que realmente Dios no quita nada al hombre, sino que lo entrega todo en la persona de su Hijo Unigénito, por lo que en modo alguno la gracia del cielo es rival de nuestra libertad sino más bien su primer y necesario garante. Dios no es un invitado más a vuestro matrimonio, sino que es El quien hace posible que ustedes  un día se conociesen, se comprometiesen y recibiesen hoy  el sacramento del matrimonio, de una vez para siempre.
Virgen del Carmen, nuestra Madre y Reina: En tu nombre hoy estos novios unen sus vidas. Queremos que presidas su amor, que defiendas, conserves y aumentes su ilusión. Quita de su caminar cualquier obstáculo que haga nacer la sombra o las dudas entre ambos. Apártalos del egoísmo que paraliza el verdadero amor. Libéralos de la ligereza que coloca en peligro la gracia en sus almas. Haz que abriendo sus almas, merezcan la maravilla de encontrar a Dios el uno en el otro.  Conserva la salud de sus cuerpos y resuelve cada una de sus necesidades. Y haz que el sueño de un hogar y de unos hijos nacidos de su amor, sean realidad y camino que los conduzca buenamente a tu Sagrado Corazón, en quien confían y a quien consagran su vida de esposos católicos. Amén.

        

                                                                                    Matrimonio de ex acólito carmelitano
SACERDOTE JAIME HERRERA GONZÁLEZ, DIÓCESIS DE VALPARAÍSO.
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