Sin Misa no podemos: El remedio que sana mejor |
Hay situaciones que
pensamos nunca van a ocurrir y finalmente asumimos que han pasado, Como creaturas
tenemos la tentación de manejar todo al alcance de la mano, incluso los
designios de Dios. Es verdad que la oración es poderosa. Si lo dijo el mismo
Jesús: “Todo lo que pidan en mi nombre
con fe os será concedido” (San Juan XIV, 13).
A pesar de lo cual, tendemos a creer lo mismo que nuestros primeros padres en el paraíso
terrenal., hasta lo que sostiene la cultura neopagana actual, ávida del fetiche
progresista: en orden a que podemos
manipular a nuestro Creador.
Mas, el seguir
fielmente sus caminos y cumplir su voluntad es nuestra realización, y de
hecho por ello pasa nuestra salvación
o condenación eterna, habida consideración que, tanto los méritos como los pecados de los
consagrados tienen un valor agregado
distinto que exige una mayor preparación ante el umbral de estar con el Buen
Dios un día en su presencia.
Y, no es ciego amor ni sobrada confianza humana
de pensar que todos están salvados o que es imposible hacerlo como lo dijeron
un día los Apóstoles: ¿Quién puede
salvarse, entonces? (San Mateo XIX, 25). Es
asumir la consecuencia de una vocación donde se nos exige ser buscadores “profesionales” de la
santidad, tratando lo santo diariamente: en la Santa Misa y la vida
sacramental, en la oración, en la vida casta y célibe, en la Caridad Fraterna,
en la cura de almas, en la paternidad espiritual afectiva y efectiva.
Grupo Encuentro Matrimonial Chile 2015 |
Si, el hecho de poder
tener a Jesús Sacramentado diariamente en nuestras manos, en virtud del
cumplimiento de la promesa hecha por el Señor en la Última Cena: “Yo estaré
siempre con vosotros hasta el fin del mundo”, esto, nos concede una fuerza especial
para enfrentar las vicisitudes cotidianas por arduas que se presenten y lo sean
efectivamente. Durante estos días de inicio cuaresmal he podido experimentar
desde la condición de paciente la vida de nuestra Iglesia, que está inserta en
el mundo sin ser vasalla de él.
A lo largo de tres décadas
pude contar en primera persona la grandeza del alma y la fuerza de voluntad de
una persona que, aquejada de una grave enfermedad que le dejó inicialmente
incapacitado, -sin poder hablar, sin poder caminar, sin poder levantarse- logró, luego de un tiempo, colocarse de pie,
hablar, y desarrollar una vida en la cual, la sonrisa y mirada brillosa nunca fue mermada, excepto cuando al equipo de sus amores -Colo-Colo-
no le iba bien. Esa fuerza interior
sin duda fue un regalo del Cielo, que nuestro Señor, por puro amor se dignó
concederle y constituye una lección de
vida. Esa persona era mi padre. Por
ello, al estar estos días recuperándome de una esperada intervención médica,
con todas las imposibilidades que entraña y privaciones –también culinarias por
cierto- he visto con mayor claridad el valor del sufrimiento ofrecido por amor
a Dios y nuestra única Iglesia verdadera.
Es que la dolencia hace
crecer en humildad y en certeza. No es una opción cuando dice la Biblia: “Scio cui credidi”. Sabemos quién guía nuestros pasos, y lo hace
con una delicadeza y perseverancia sin ocaso. No creo en los humildes que
tranzan gratuitamente las verdades de la fe, como tampoco en los orgullosos que
matan a inocentes para imponerlas como
en Oriente acontece dramáticamente en nuestros días.
Por esto, durante
los días en que he permanecido internado, he podido contar, junto con el arma poderosa
de la oración, con el don inestimable de celebrar la Santa Misa diaria estando
hospitalizado. ¡Tantas veces lo hice ante los enfermos, ahora, como enfermo me tocó hacerlo desde mi lecho y
pieza de convaleciente acompañado por los ángeles del cielo y “los de
la tierra”, que son nuestros parientes, amigos y fieles.
Esto lo recetó el doctor Jaime Herrera |
Una Santa Misa de Campaña
que realmente renueva el alma y el cuerpo, con
consecuencias insospechadas de bien para tantas almas y realidades que necesitan con urgencia una gracia del Cielo.
¡Gracias Señor porque
eres el Pan de Vida! ¡Gracias, porque el oficio divino de la Iglesia oxigena
nuestro caminar vacilante! ¡Gracias por el Santo Rosario hecho por tantas
familias, las cuales son el futuro del mundo y de nuestra Iglesia Santa!
Una y otra vez, no nos
dejas de invitar ¡Poneos en camino! (San
Lucas X, 3) Y
nosotros respondemos en tu gracia:
¡Exurge Domine!
Selfie con feligresas de Puerto Claro |
Muy estimado Padre, es un privilegio contar con sus palabras, que entregan un verdadero testimonio de fe desde su condición de ‘paciente’. Sin duda son momentos difíciles que hoy vive desde otra perspectiva, toda vez que Ud. tantas veces ha acudido a confortar a enfermos y a quienes se ocupan de ellos.
ResponderEliminarEnvío un gran abrazo y los mejores deseos de su pronta y total recuperación.
Alejandro Zamora y familia.