sábado, 14 de febrero de 2015

En tus manos Señor pregonaré y divulgaré tu nombre


SEXTO DOMINGO   /   TIEMPO ORDINARIO    /   CICLO   “B”.

1.      “El afectado por la lepra llevará los vestido rasgados y desgreñada la cabeza, se cubrirá e irá gritando: ¡Impuro, impuro!” (Levítico XIII, 45).

La enfermedad de la lepra en nuestro tiempo está erradicada en gran parte de la tierra. Son pocos los lugares donde actualmente se padece. Era una enfermedad que separaba de la vida social, de la vida familiar y de la vida religiosa. El leproso era considerado un estigma de la comunidad por lo que era como un perro tiñoso, estimado como algo de lo cual nos alejamos para no tener que ultimarlo… ¿Quién se detiene a ayudar a un perro con tiña hoy? Reconozcamos que,  si vamos por la calle y encontramos un perro extraviado, sin poder encontrar a sus dueños, y fuese de una reza exclusiva, ¿haríamos lo mismo al ver un perro con tiña?
Eso mismo se hacía con los hombres enfermos en la época precristiana. Lejos de ver ese padecimiento como una oportunidad del Cielo para ser contados entre los bienaventurados tal como dice la oración colecta de la Misa por los Enfermos, o de considerarlos como la hace San Pablo entre quienes se actualiza y perfecciona la Pasión de Cristo, lo consideramos como un simple castigo, o como la consecuencia de una conducta reñida a las normas éticas y culturales, o como la sola consecuencia de los pecados ajenos.
“Bien merecido lo tiene”, decían unos,” si acaso sufre es porque sus padres pecaron” añadían otros. “Si tiene tanto poder que se baje de Cruz” le increpaban a Señor crucificado. La verdad es que lo que antes se decía contra la enfermedad,  porque había una visión peyorativa y lejana del sufrimiento,  en nuestros días,  no ha cambiado en demasía, por el contrario,  el proceso secularizador camparte en nuestros días, esa visión. De manera especial en nuestra Patria, a  lo que se desconoce y no se comprende, de inmediato,  se le teme y se le excluye. No se suele hablar de lo que no se sabe, y cuando alguien se ve obligado a hacerlo uno lo hace de manera escueta, con desgana y hasta con molestia. ¡Eso pasa con la enfermedad! ¡Eso pasa con el sufrimiento! ¡Eso pasa con la lepra actual!
El sufrimiento es mirado del cielo, pero su origen no surgió del cielo que todo lo hizo bien.
La raíz del mal no tiene que ver para nada con Dios, pero en la sanación de raíz del mal todo tiene que ver. Cuántas veces se nos pregunta: Si Dios existe ¿por qué hay tanto mal en el mundo? ¡Inimaginable seria la maldad humana sin el horizonte trascendente de una eternidad! Dejemos de cumplir todos los mandamientos y el mundo se hace inhabitable, insufrible e inhumano, porque la vida del hombre no se entiende sin su necesaria relación con quien le ha creado y aún más le ha redimido.
 
Padre Jaime Herrera y Alcalde de Valparaíso


Las guerras, las discordias, las muertes crueles que suceden  a lo largo del mundo no son a causa de una vida religiosa determinada sino que se deben a la ausencia de una vida moral y espiritual acorde a lo que Dios nos ha pedido insistentemente. ¿Por qué hay tanta maldad? Porque el hombre no ha seguido los caminos que Dios le ha trazado, y gran parte de la humanidad se ha empecinado en relegar a Dios en cajoneras opcionales, y encerrarlo en armarios donde se guarda lo prescindible, en diluir una vida de convicción y fe apoyada sobre la roca de Dios y su única Iglesia,  depositaria de la plenitud de la  revelación, arrinconando a nuestro Señor en ideas pasajeras acomodadas a los moldes que un gelatina cambiante,  como la veleta lo hace  al curso de los vientos,  el cristiano actual cambia según al curso de tiempos. Más allá y sobre los tiempos esta la verdad de Dios depositada en nuestra Iglesia.
El imperativo de toda pastoral, es dar gloria a Dios,  en la búsqueda de la salvación eterna de todos,  no el consuelo temporal de una nueva mayoría permanentemente mutable. ¡Qué triste es constatar cuando el cristiano quiere acomodarse a los signos de los tiempos, transformando el señorío del siervo en servicio  de los  falsos señores del mundo actual, bajo en nombre de progresismo, liberacionismo, modernismo, naturalismo, y democratismo. La comunidad que no sepa ver la maldad de los falsos dioses de la modernidad simplemente esta llamada a desaparecer. Algunos suelen decir: lo que importa es “llevarse bien” ¿para qué? ¿Para condenarse todos juntos renegando de la Buena Nueva?
Si lo dice claramente la Escritura: “Yo, que me esfuerzo por agradar a todos en todo, sin procurar mi propio interés, sino el de la mayoría, para que se salven. Sed mis imitadores, como lo soy de Cristo.” (1 Corintios X, 33).  La finalidad de todo acto de evangelización, de una entrega, de cualquier renuncia y de todo desvelo es “para que se salven”.
No hay –entonces- que temer en reconocer que tenemos como tarea prioritaria la de salvar al mundo en el nombre de Cristo y en la persona de Jesucristo, por medio de la fuerza de la verdad de la Santa Biblia,  cuanto,  de la eficacia de la vivencia sacramental, sin la cuales,  resulta imposible agradar a Dios y vivir en plenitud nuestra condición de bautizados. Los creyentes debemos asumir que la medida de Dios hacia cada uno es exigente por lo que  ¡sin Biblia y sin sacramentos no llegaremos al Cielo! Un camino que prescinda de lo anterior no es cristiano.
  
2.      “Dije: Me confesaré a Dios de mis rebeldías.  Y tú absolviste mi culpa, perdonaste mi pecado. ¡Alegraos en el Señor, oh justos, exultad, gritad de gozo, todos los de recto corazón!” (Salmo XXXII, 11).
Hoy, como aquel leproso sanado por Jesucristo damos gracias por tantos dones recibidos, sabiendo que  tales gracias ameritan  tales responsabilidades.  Cada uno ha experimentado el amor de Dios desde el instante que pensó en cada uno de nosotros. Las heridas del pecado han sido vencidas por la victoria del ungüento de la misericordia del Cielo, que ha vencido la tentación, el pecado y la muerte.
Durante un tiempo estaremos unidos por la fuerza de la oración, de la Sagrada Comunión, de la lectura atenta  de  la Palabra de Dios, de la vivencia activa de la Caridad Fraterna y del ofrecimiento cuaresmal de la penitencia personal y comunitaria. ¡Son los vínculos reales de los hermanos que caminan juntos a u7n mismo destino: el cielo que Dios nos ha preparado a cada uno!
Tal como lo suele hacer el actual Romano Pontífice, en este día me encomiendo a vuestra plegaria, a aquella oración que tan fuertemente he experimentado durante dos décadas, y que me han permitido ser el Cura Párroco de sotana que  en tiempos de bonanza y adversos he procurado responder al Dios que un día de la Epifanía del Señor,  colocó a su Hijo en mis manos, corazón y vida para hacerlo presente diariamente en medio de quienes no dudaron en llamarme padre y a quienes en momento alguno he dejado de reconocer como verdaderos hijos.
Es verdad: como sacerdote que ha celebrado un cuarto de siglo como consagrado aún tiemblo ante el poder que implica  traer a Cristo a nuestros altares, ante el poder de ser medio eficaz del perdón y de la justicia divina en la confesión, al haber constituido dos mil quinientos nuevos hijos de Dios en esta Parroquia, al contemplar el rostro de la Virgen de las Mercedes de Puerto Claro y escuchar el alma las palabras desde Jesús presente en la Hostia Santa: ¡He ahí a mi Madre! Y leer en los labios de nuestra Madre Santísima: ¡Tú eres mi hijo!
Por ello imploro y ofrezco esta santa Cuaresma, con todos los desafíos, soledades, incertidumbres y caminos que Dios me ofrezca, pues sè en quien he puesto toda mi confianza, desde aquellos seis años de edad y ante el altar del Niño Jesús de Praga de mi querida comunidad parroquial, cuando imploré recibir a Jesús en mi vida de una vez para siempre. Y, desde entonces he experimentado lo que significa recibir el ciento por uno del amor de Dios.

3.      “Se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia(San Marcos I, 45).
No quiero concluir estas palabras sin dejar de extender  una invitación durante esta Santa Cuaresma para rezar –insistentemente-  por las vocaciones sacerdotales, en cada uno de los nueve seminarios mayores diocesanos de nuestra Patria, de manera particular, por el Seminario Pontificio de Lo Vásquez, por el Seminario Pontificio de San Bernardo y por el Seminario Mayor de San Fidel de Villarrica.
¡Pedid y se os dará! Es la promesa hecha por el Señor.
La gracia de las  vocaciones sacerdotales está siempre disponible, pero,  debemos arrebatarlas por medio de una plegaria confiada, perseverante, y humilde, a la vez que no dejaremos de procurar un real acompañamiento, según las gracias que Dios concede particularmente, de apoyar su surgimiento de familias generosas con Dios y su Iglesia, lo que es un verdadero pre-seminario, sin olvidar, en virtud de la corresponsabilidad pastoral y eclesial, de colaborar vivamente,  por los caminos que Dios y la Iglesia nos pide,  con el fin de entregar una formación:   recta, humilde, profunda, acabada, y fiel a la sana tradición,  de los futuros sacerdotes diocesanos, los cuales,  no pueden sino estar imbuidos del Espíritu Santo que surte sacerdotes según el Corazón de Jesús.
Hermanos: la preocupación por las vocaciones sacerdotales es asunto de toda nuestra Iglesia, y la formación de nuestros futuros sacerdotes atañe a toda la Iglesia, por eso,  en la oración no estarán ausentes a quienes forman a los seminaristas. Que el manto de Nuestra Señora de Lo Vásquez cuide a las generaciones de quienes un día alzarán el Calíz de la Salvación para la redención de muchos. Amén.

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