SEXTO DOMINGO / TIEMPO ORDINARIO / CICLO “B”.
1.
“El
afectado por la lepra llevará los vestido rasgados y desgreñada la cabeza, se
cubrirá e irá gritando: ¡Impuro, impuro!”
(Levítico XIII, 45).
La enfermedad de la
lepra en nuestro tiempo está erradicada en gran parte de la tierra. Son pocos
los lugares donde actualmente se padece. Era una enfermedad que separaba de la
vida social, de la vida familiar y de la vida religiosa. El leproso era considerado
un estigma de la comunidad por lo que era como un perro tiñoso, estimado como
algo de lo cual nos alejamos para no tener que ultimarlo… ¿Quién se detiene a
ayudar a un perro con tiña hoy? Reconozcamos que, si vamos por la calle y encontramos un perro extraviado,
sin poder encontrar a sus dueños, y fuese de una reza exclusiva, ¿haríamos lo
mismo al ver un perro con tiña?
Eso mismo se hacía con
los hombres enfermos en la época precristiana. Lejos de ver ese padecimiento
como una oportunidad del Cielo para ser contados entre los bienaventurados tal como dice la oración colecta de la Misa por los
Enfermos, o de considerarlos como la hace San Pablo entre quienes se actualiza y perfecciona la Pasión de Cristo,
lo consideramos como un simple castigo, o como la consecuencia de una conducta reñida
a las normas éticas y culturales, o como la sola consecuencia de los pecados
ajenos.
“Bien merecido lo tiene”,
decían unos,” si acaso sufre es porque sus padres pecaron” añadían otros. “Si
tiene tanto poder que se baje de Cruz” le increpaban a Señor crucificado. La
verdad es que lo que antes se decía contra la enfermedad, porque había una visión peyorativa y lejana
del sufrimiento, en nuestros días, no ha cambiado en demasía, por el contrario, el proceso secularizador camparte en nuestros días,
esa visión. De manera especial en nuestra Patria, a lo que se desconoce y no se comprende, de
inmediato, se le teme y se le excluye.
No se suele hablar de lo que no se sabe, y cuando alguien se ve obligado a
hacerlo uno lo hace de manera escueta, con desgana y hasta con molestia. ¡Eso
pasa con la enfermedad! ¡Eso pasa con el sufrimiento! ¡Eso pasa con la lepra
actual!
El sufrimiento es
mirado del cielo, pero su origen no surgió del cielo que todo lo hizo bien.
La raíz del mal no
tiene que ver para nada con Dios, pero en la sanación de raíz del mal todo
tiene que ver. Cuántas veces se nos pregunta: Si Dios existe ¿por qué hay tanto
mal en el mundo? ¡Inimaginable seria la maldad humana sin el horizonte
trascendente de una eternidad! Dejemos de cumplir todos los mandamientos y el
mundo se hace inhabitable, insufrible e inhumano, porque la vida del hombre no
se entiende sin su necesaria relación con quien le ha creado y aún más le ha
redimido.
Las guerras, las
discordias, las muertes crueles que suceden
a lo largo del mundo no son a causa de una vida religiosa determinada
sino que se deben a la ausencia de una vida moral y espiritual acorde a lo que
Dios nos ha pedido insistentemente. ¿Por qué hay tanta maldad? Porque el hombre
no ha seguido los caminos que Dios le ha trazado, y gran parte de la humanidad se
ha empecinado en relegar a Dios en cajoneras
opcionales, y encerrarlo en armarios
donde se guarda lo prescindible, en diluir una vida de convicción y fe apoyada
sobre la roca de Dios y su única Iglesia, depositaria de la plenitud de la revelación, arrinconando a nuestro Señor en
ideas pasajeras acomodadas a los moldes que un gelatina cambiante, como la veleta lo hace al curso de los vientos, el cristiano actual cambia según al curso de
tiempos. Más allá y sobre los tiempos esta la verdad de Dios depositada en
nuestra Iglesia.
El imperativo de toda
pastoral, es dar gloria a Dios, en la
búsqueda de la salvación eterna de todos, no el consuelo temporal de una nueva mayoría
permanentemente mutable. ¡Qué triste es constatar cuando el cristiano quiere
acomodarse a los signos de los tiempos, transformando el señorío del siervo en
servicio de los falsos señores del mundo actual, bajo en
nombre de progresismo, liberacionismo, modernismo, naturalismo, y democratismo.
La comunidad que no sepa ver la maldad de los falsos dioses de la modernidad
simplemente esta llamada a desaparecer. Algunos suelen decir: lo que importa es
“llevarse bien” ¿para qué? ¿Para
condenarse todos juntos renegando de la Buena Nueva?
Si lo dice claramente
la Escritura: “Yo, que
me esfuerzo por agradar a todos en todo, sin procurar mi propio interés, sino
el de la mayoría, para que se salven. Sed mis imitadores, como lo
soy de Cristo.” (1
Corintios X, 33). La
finalidad de todo acto de evangelización, de una entrega, de cualquier renuncia
y de todo desvelo es “para que se
salven”.
No
hay –entonces- que temer en reconocer que tenemos como tarea prioritaria la de
salvar al mundo en el nombre de Cristo y en la persona de Jesucristo, por medio
de la fuerza de la verdad de la Santa Biblia,
cuanto, de la eficacia de la
vivencia sacramental, sin la cuales, resulta
imposible agradar a Dios y vivir en plenitud nuestra condición de bautizados. Los
creyentes debemos asumir que la medida de Dios hacia cada uno es exigente por
lo que ¡sin Biblia y sin sacramentos no
llegaremos al Cielo! Un camino que prescinda de lo anterior no es cristiano.
2.
“Dije:
Me confesaré a Dios de mis rebeldías. Y
tú absolviste mi culpa, perdonaste mi pecado. ¡Alegraos en el Señor, oh justos,
exultad, gritad de gozo, todos los de recto corazón!”
(Salmo XXXII, 11).
Hoy, como aquel leproso
sanado por Jesucristo damos gracias por tantos dones recibidos, sabiendo
que tales gracias ameritan tales responsabilidades. Cada uno ha experimentado el amor de Dios
desde el instante que pensó en cada uno de nosotros. Las heridas del pecado han
sido vencidas por la victoria del ungüento de la misericordia del Cielo, que ha
vencido la tentación, el pecado y la muerte.
Durante un tiempo estaremos unidos por la fuerza
de la oración, de la Sagrada Comunión, de la lectura atenta de la
Palabra de Dios, de la vivencia activa de la Caridad Fraterna y del ofrecimiento
cuaresmal de la penitencia personal y comunitaria. ¡Son los vínculos reales de
los hermanos que caminan juntos a u7n mismo destino: el cielo que Dios nos ha
preparado a cada uno!
Tal como lo suele hacer
el actual Romano Pontífice, en este día me encomiendo a vuestra plegaria, a
aquella oración que tan fuertemente he experimentado durante dos décadas, y que
me han permitido ser el Cura Párroco de sotana que en tiempos de bonanza y adversos he procurado
responder al Dios que un día de la Epifanía del Señor, colocó a su Hijo en mis manos, corazón y vida
para hacerlo presente diariamente en medio de quienes no dudaron en llamarme padre y a quienes en momento alguno he
dejado de reconocer como verdaderos hijos.
Es verdad: como
sacerdote que ha celebrado un cuarto de siglo como consagrado aún tiemblo ante
el poder que implica traer a Cristo a
nuestros altares, ante el poder de ser medio eficaz del perdón y de la justicia
divina en la confesión, al haber constituido dos mil quinientos nuevos hijos de
Dios en esta Parroquia, al contemplar el rostro de la Virgen de las Mercedes de
Puerto Claro y escuchar el alma las palabras desde Jesús presente en la Hostia
Santa: ¡He ahí a mi Madre! Y leer en los labios de nuestra Madre Santísima: ¡Tú
eres mi hijo!
Por ello imploro y
ofrezco esta santa Cuaresma, con todos los desafíos, soledades, incertidumbres
y caminos que Dios me ofrezca, pues sè en
quien he puesto toda mi confianza, desde aquellos seis años de edad y ante
el altar del Niño Jesús de Praga de mi querida comunidad parroquial, cuando imploré
recibir a Jesús en mi vida de una vez para siempre. Y, desde entonces he
experimentado lo que significa recibir el
ciento por uno del amor de Dios.
3.
“Se
fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia”
(San Marcos I, 45).
No
quiero concluir estas palabras sin dejar de extender una invitación durante esta Santa Cuaresma para
rezar –insistentemente- por las
vocaciones sacerdotales, en cada uno de los nueve seminarios mayores diocesanos
de nuestra Patria, de manera particular, por el Seminario Pontificio de Lo
Vásquez, por el Seminario Pontificio de San Bernardo y por el Seminario Mayor
de San Fidel de Villarrica.
¡Pedid
y se os dará! Es la promesa hecha por el Señor.
La
gracia de las vocaciones sacerdotales
está siempre disponible, pero, debemos arrebatarlas por medio de una plegaria
confiada, perseverante, y humilde, a la vez que no dejaremos de procurar un
real acompañamiento, según las gracias que Dios concede particularmente, de
apoyar su surgimiento de familias generosas con Dios y su Iglesia, lo que es un
verdadero pre-seminario, sin olvidar, en virtud de la corresponsabilidad
pastoral y eclesial, de colaborar vivamente,
por los caminos que Dios y la Iglesia nos pide, con el fin de entregar una formación: recta, humilde, profunda, acabada, y fiel a
la sana tradición, de los futuros
sacerdotes diocesanos, los cuales, no
pueden sino estar imbuidos del Espíritu Santo que surte sacerdotes según el
Corazón de Jesús.
Hermanos:
la preocupación por las vocaciones sacerdotales es asunto de toda nuestra
Iglesia, y la formación de nuestros futuros sacerdotes atañe a toda la Iglesia,
por eso, en la oración no estarán ausentes
a quienes forman a los seminaristas. Que el manto de Nuestra Señora de Lo
Vásquez cuide a las generaciones de quienes un día alzarán el Calíz de la
Salvación para la redención de muchos. Amén.
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