FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
/ FEBRERO 2015.
Papa Benedicto XVI peregrina a Lourdes |
Hoy celebramos la
memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes. A lo largo de la historia de nuestra
Iglesia, la presencia de la Santísima Virgen se ha manifestado con creciente
claridad, y desde la primera aparición que la Iglesia reconoce bajo el título
patronal de Nuestra Pilar en la Madre Patria. En efecto, donde se presentó para
alentar al Apóstol Santiago –el primero que derramaría la sangre por Cristo y
su Iglesia- hasta la última mariofanía que
ha recibido la visita frecuente de los Sumos Pontífices, tal como es la Virgen de Fátima, que cada mes de
Mayo congrega millones de devotos a sus pies, encontramos que Ella se ha
presentado –siempre- en las circunstancias históricas de mayor dificultad para
los fieles cristianos. Donde hay persecución, error, discordia y debilidad allí
está presente la figura de nuestra Madre del Cielo.
Culturalmente reconocida
bajo el signo de la debilidad, en el
camino para la vuelta a casa que el
Señor ha trazado, ocupa el rol protagónico de la Mujer Fuerte, no porque se
imponga sobre otros, sino porque su corazón fue hecho naturalmente por Dios para ser custodia de la fe de los suyos.
Entonces, si muchas veces constatamos que la madre es el alma del hogar ¿no
diremos de la Virgen María que es la que vitaliza el alma de nuestra Iglesia?
¡Y no podría ser de otra
manera! Si acaso consideramos cuál es la
conducta que la mujer y madre tienen al momento
de recibir y custodiar la vida de cada uno de sus hijos. Si, hermanos: aquello
que nos parece imposible se hace realidad por medio de la Virgen Madre, de tal
manera que, sumadas las virtudes y dones
de todas las madres aquí en la tierra, de las generaciones pasadas, presente y
futuras, no equipararán la virtud y grandeza que cobija el corazón de Aquella
que fue elegida para ser la Madre de Dios y nuestra Madre.
Padre Jaime Herrera Misa DUOC UC |
No existe -por lo tanto-
similitud con el amor que tiene una
madre, con el que tiene la Virgen María hacia
cada uno de nosotros, pues en cada uno contempla la causa por la cual su Hijo y
Dios vino al mundo, para morir y resucitar por cada uno de nosotros. La mirada
de la Virgen es una mirada que sana, que invita permanentemente a la
conversión, además, es una mirada que ve
en lo profundo, es decir, ya que fue constituida
como “Llena
de gracia” fue alzada para ser admirada como “bienaventurada de generación en generación”, por lo que, como
recuerda el Evangelista San Lucas, “guardando todo en su corazón”, todo
lo mira desde la perspectiva favorable de la salvación de cada bautizado.
Por esto, hace ciento
cincuenta y siete años, durante cinco meses se presentó en aquella Gruta de Masabielle,
e hizo brotar agua desde la tierra reseca y una inerme roca, tal como el Señor
nuestro Dios, en medio del desierto,
luego de que el pueblo elegido hiciera fuertes reclamaciones en Masa y Meribá, les
dio de beber agua abundante, la cual, sanó los corazones y dio frescor al peregrinar
hacia la tierra prometida.
Más que el agradecer el
agua misma, que –ciertamente- posee un valor en sí, aquellos peregrinos del
desierto valoraban desde la fe, que Dios se preocupara y ocupara de ellos. ¿No
nos pasa a veces que resulta más gratificante la compañía de los comensales que
la cena misma? Así, desde la luz de la fe agradecemos la delicadeza del auxilio
de Dios que nos concede este medio para acercarnos a Él y no alejarnos a causa
de una tentación consentida y sin sentido.
Si no hay mayor
desgracia y pobreza para el hombre que el estar sumergido en el pecado, podemos,
añadir, que no hay mayor regalo del cielo que poseer “un corazón quebrantado y humillado” vuelto hacia Dios (Salmo
LI, 17)
. Si lo dijo Jesús: “Hay más alegría en
el cielo por un pecador arrepentido, que noventa y nueve justos” (San
Lucas XV, 7).
Un día 25 de Febrero de
1858, la Virgen María dijo a Santa Bernardita: “Vete a beber y a lavarte en la fuente”. Al no ver nada de agua
alrededor, la joven de Lourdes pensó en ir al Rio Gave que estaba cercano, más,
continua el relato: “Ella me señaló con el dedo que fuera a la roca. Fui y encontré un
poco de agua cenagosa tan escasa que apenas pude recoger en el cuenco de la
mano. Yo la soplé por tres veces por lo sucia que estaba. A la cuarta vez ya
pude beber”.
Sacerdote DUOC UC Sede Valparaíso |
Ahora nuestra mirada se
dirige hacia el Evangelio. Allí encontramos que Jesús cansado de tanto caminar,
se sentó junto al pozo de Jacob. De pronto, una mujer viene a sacar agua, la
cual era de la región de Samaría. Jesús, ante la sorpresa de quienes le acompañaban, dice a la mujer: “El que tome del agua que Yo le daré, nunca más tendrá sed, el agua que
Yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la
Vida Eterna” (San Juan IV,14).
Entonces, esa
vertiente que brotó generosamente aquel día de Febrero en Lourdes, y que
perdura hasta nuestros días, es un signo
del “agua viva” que nos ofrece Jesús
con su gracia, de manera particular en la Santa Comunión, donde no solo somos
objeto de una bendición sino sujetos que participamos de la vida de Cristo,
el autor de toda gracia presente real y substancialmente en la Hostia
consagrada.
Hoy haremos entrega de agua
bendita para que la lleven a vuestros hogares. Es un sacramental que nos predispone
a recibir más eficazmente los sacramentos que nos previenen de las acechanzas del
demonio, quien como sabemos no
descansa ni declina en su intención por alejarnos de la amistad con nuestro Dios.
¿Pueden unas gotas de
agua traernos bendición? La repuesta nos la da la extensa plegaria que
establece el ritual de bautismo para bendecir el agua. Allí nos recuerda desde
la creación hasta el calvario cómo Dios usó del agua para limpiar,
fortalecer, animar y refrescar la fe a lo largo de toda la historia del hombre,
que desde el advenimiento de Jesús, se
hizo historia de salvación.
Entonces, valoremos
aquellos sacramentales que la Iglesia nos ofrece a lo largo del Año Litúrgico.
Día atrás recibimos en la festividad de Nuestra Señora de la Purificación un
cirio que representaba a Jesús “Luz del
Mundo” (San Juan VIII, 12), ahora,
en nuestras manos tendremos el agua bendita que nos hará recordar aquella
utilizada el día de nuestro bautismo según dicta la fórmula establecida en el
ritual romano. “Que esta agua recuerde
nuestro bautismo en Cristo que por nosotros murió y resucito”.
Misa Capilla DIOC Valparaíso. |
El episodio que nuestra
Iglesia celebra hoy, aconteció al interior de una pequeña gruta de piedra. Tampoco
es casual el hecho que la Virgen apareciera allí, pudiendo haberlo hecho en
cualquier otro lugar. Y esto sucedió para evocar a Dios como en quien nos
podemos confiar siempre, a todo evento. Dieciocho veces se presentó la
Virgen a Santa Bernardita Soubirous en la Gruta rocosa de Massabielle.
Recordemos que la Santa Biblia nos dice que “Dios
es nuestra roca”. ¡En quien con seguridad nos podemos afirmar cuando estamos debilitados” Así leemos en el
Salmo XVII: “Dios mío, refugio mío. ¿Qué
roca hay fuera de nuestro Dios? …! Alabad al señor, bendita sea mi roca!
Nunca deja de
sorprendernos como un niño, cómo un hijo recobra la seguridad y aleja toda tristeza con
la sola cercanía de su madre. De hecho la única pena que estrictamente se
pasa solo es aquella que se experimenta ante la partida de quien como señalo un
santo obispo: “ Es mujer que tiene algo de Dios por
la inmensidad de su amor, y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus
cuidados; una mujer que, siendo joven tiene la reflexión de una anciana, y en
la vejez, trabaja con el vigor de la juventud; la mujer que si es ignorante
descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio, y si es
instruida se acomoda a la simplicidad de los niños; una mujer que siendo rica,
daría con gusto su tesoro para no sufrir en su corazón la herida de la
ingratitud; una mujer que siendo débil se reviste a veces con la bravura del
león; una mujer que mientras vive no la sabemos estimar porque a su lado todos
los dolores se olvidan, pero que después de muerta, daríamos todo lo que somos
y todo lo que tenemos por mirarla de nuevo un instante, por recibir de ella un
solo abrazo, por escuchar un solo acento de sus latidos”.
Coincidente con esta
fiesta mariana de Lourdes, hoy rezamos nuestra Santa Misa a la hora de Vísperas
por el eterno descaso del alma de doña Rosa Pacheco Gil de Riffo, con el fin de
aplicar todos los méritos obtenidos por Cristo en la Cruz en beneficio de su
Vida Eterna. Para el creyente nada es casual, todo tiene a Dios como origen,
sustento y destino, por lo que, si en un día como hoy, hace cuatro años, Dios quiso llamarla, recurrimos a la Madre de Dios, para que con su manto protector
sea abogada nuestra y refugio seguro de los pecadores e interceda en su condición
de medianera universal de toda gracia, apoyada por la oración nuestra, cuya eficacia fue garantizada por el mismo Cristo
cuando proclamó: “Todo lo que pidan en mi
nombre os será concedido”. Amén.
Padre
Jaime Herrera González, Sacerdote Diócesis de Valparaíso, Chile.
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