sábado, 14 de febrero de 2015

La Virgen medianera universal de toda gracia


 FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOURDES / FEBRERO 2015.

Papa Benedicto XVI  peregrina a  Lourdes

Hoy celebramos la memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes. A lo largo de la historia de nuestra Iglesia, la presencia de la Santísima Virgen se ha manifestado con creciente claridad, y desde la primera aparición que la Iglesia reconoce bajo el título patronal de Nuestra Pilar en la Madre Patria. En efecto, donde se presentó para alentar al Apóstol Santiago –el primero que derramaría la sangre por Cristo y su Iglesia- hasta la última mariofanía que ha recibido la visita frecuente de los Sumos Pontífices, tal  como es la Virgen de Fátima, que cada mes de Mayo congrega millones de devotos a sus pies, encontramos que Ella se ha presentado –siempre- en las circunstancias históricas de mayor dificultad para los fieles cristianos. Donde hay persecución, error, discordia y debilidad allí está presente la figura de nuestra Madre del Cielo.
Culturalmente reconocida bajo el signo de la debilidad, en el camino  para la vuelta a casa que el Señor ha trazado, ocupa el rol protagónico de la Mujer Fuerte, no porque se imponga sobre otros, sino porque su corazón fue hecho naturalmente por Dios para ser custodia de la fe de los suyos. Entonces, si muchas veces constatamos que la madre es el alma del hogar ¿no diremos de la Virgen María que es la que vitaliza el alma de nuestra Iglesia?
¡Y no podría ser de otra manera! Si acaso  consideramos cuál es la conducta que la mujer y madre tienen al momento  de recibir y custodiar la vida de cada uno de sus hijos. Si, hermanos: aquello que nos parece imposible se hace realidad por medio de la Virgen Madre, de tal manera que,  sumadas las virtudes y dones de todas las madres aquí en la tierra, de las generaciones pasadas, presente y futuras, no equipararán la virtud y grandeza que cobija el corazón de Aquella que fue elegida para ser la Madre de Dios y nuestra Madre.

Padre Jaime Herrera Misa DUOC UC
No existe -por lo tanto- similitud con el amor que tiene una madre,  con el que tiene la Virgen María hacia cada uno de nosotros, pues en cada uno contempla la causa por la cual su Hijo y Dios vino al mundo, para morir y resucitar por cada uno de nosotros. La mirada de la Virgen es una mirada que sana, que invita permanentemente a la conversión, además,  es una mirada que ve en lo profundo, es decir, ya que fue constituida como  “Llena de gracia” fue alzada para ser admirada como “bienaventurada de generación en generación”, por lo que, como recuerda el Evangelista San Lucas,  “guardando todo en su corazón”, todo lo mira desde la perspectiva favorable de la salvación de cada bautizado.
Por esto, hace ciento cincuenta y siete años, durante cinco meses se presentó en aquella Gruta de Masabielle, e hizo brotar agua desde la tierra reseca y una inerme roca, tal como el Señor nuestro Dios,  en medio del desierto, luego de que el pueblo elegido hiciera fuertes reclamaciones en Masa y Meribá, les dio de beber agua abundante, la cual, sanó los corazones y dio frescor al peregrinar hacia la tierra prometida.
Más que el agradecer el agua misma, que –ciertamente- posee un valor en sí, aquellos peregrinos del desierto valoraban desde la fe, que Dios se preocupara y ocupara de ellos. ¿No nos pasa a veces que resulta más gratificante la compañía de los comensales que la cena misma? Así, desde la luz de la fe agradecemos la delicadeza del auxilio de Dios que nos concede este medio para acercarnos a Él y no alejarnos a causa de una tentación consentida y sin sentido.
Si no hay mayor desgracia y pobreza para el hombre que el estar sumergido en el pecado, podemos, añadir, que no hay mayor regalo del cielo que poseer “un corazón quebrantado y humillado” vuelto hacia Dios (Salmo LI, 17) . Si lo dijo Jesús: “Hay más alegría en el cielo por un pecador arrepentido, que noventa y nueve justos” (San Lucas XV, 7).
Un día 25 de Febrero de 1858, la Virgen María dijo a Santa Bernardita: “Vete a beber y a lavarte en la fuente”. Al no ver nada de agua alrededor, la joven de Lourdes pensó en ir al Rio Gave que estaba cercano, más,  continua el relato: “Ella me señaló con el dedo que fuera a la roca. Fui y encontré un poco de agua cenagosa tan escasa que apenas pude recoger en el cuenco de la mano. Yo la soplé por tres veces por lo sucia que estaba. A la cuarta vez ya pude beber”.
Sacerdote DUOC UC  Sede Valparaíso 
Ahora nuestra mirada se dirige hacia el Evangelio. Allí encontramos que Jesús cansado de tanto caminar, se sentó junto al pozo de Jacob. De pronto, una mujer viene a sacar agua, la cual era de la región de Samaría. Jesús,  ante la sorpresa de quienes le acompañaban,  dice a la mujer: “El que tome del agua que Yo le daré, nunca más tendrá sed, el agua que Yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la Vida Eterna” (San Juan IV,14).
Entonces, esa vertiente que brotó generosamente aquel día de Febrero en Lourdes, y que perdura hasta nuestros días,  es un signo del “agua viva” que nos ofrece Jesús con su gracia, de manera particular en la Santa Comunión, donde no solo somos objeto de una bendición sino sujetos que participamos de la vida de Cristo, el autor de toda gracia presente real y substancialmente en la Hostia consagrada.
Hoy haremos entrega de agua bendita para que la lleven a vuestros hogares. Es un sacramental que nos predispone a recibir más eficazmente los sacramentos que nos previenen de las acechanzas del demonio, quien como sabemos  no descansa ni declina en su intención por alejarnos de la amistad con nuestro Dios.
¿Pueden unas gotas de agua traernos bendición? La repuesta nos la da la extensa plegaria que establece el ritual de bautismo para bendecir el agua. Allí nos recuerda desde la creación hasta el calvario cómo Dios usó del agua para limpiar, fortalecer, animar y refrescar la fe a lo largo de toda la historia del hombre, que desde el advenimiento de Jesús,  se hizo historia de salvación.
Entonces, valoremos aquellos sacramentales que la Iglesia nos ofrece a lo largo del Año Litúrgico. Día atrás recibimos en la festividad de Nuestra Señora de la Purificación un cirio que representaba a Jesús “Luz del Mundo” (San Juan VIII, 12), ahora, en nuestras manos tendremos el agua bendita que nos hará recordar aquella utilizada el día de nuestro bautismo según dicta la fórmula establecida en el ritual romano. “Que esta agua recuerde nuestro bautismo en Cristo que por nosotros murió y  resucito”.
Misa Capilla DIOC Valparaíso.      

El episodio que nuestra Iglesia celebra hoy, aconteció al interior de una pequeña gruta de piedra. Tampoco es casual el hecho que la Virgen apareciera allí, pudiendo haberlo hecho en cualquier otro lugar. Y esto sucedió para evocar a Dios como en quien nos podemos confiar siempre, a todo evento. Dieciocho veces se presentó la Virgen a Santa Bernardita Soubirous en la Gruta rocosa de Massabielle. Recordemos que la Santa Biblia nos dice que “Dios es nuestra roca”. ¡En quien con seguridad nos podemos afirmar  cuando estamos debilitados” Así leemos en el Salmo XVII: “Dios mío, refugio mío. ¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios? …! Alabad al señor, bendita sea mi roca!
Nunca deja de sorprendernos como un niño, cómo un hijo  recobra la seguridad y aleja toda tristeza con la sola cercanía de su madre. De hecho la única pena que estrictamente se pasa solo es aquella que se experimenta ante la partida de quien como señalo un santo obispo: “ Es mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor, y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados; una mujer que, siendo joven tiene la reflexión de una anciana, y en la vejez, trabaja con el vigor de la juventud; la mujer que si es ignorante descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio, y si es instruida se acomoda a la simplicidad de los niños; una mujer que siendo rica, daría con gusto su tesoro para no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud; una mujer que siendo débil se reviste a veces con la bravura del león; una mujer que mientras vive no la sabemos estimar porque a su lado todos los dolores se olvidan, pero que después de muerta, daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos por mirarla de nuevo un instante, por recibir de ella un solo abrazo, por escuchar un solo acento de sus latidos”.
Coincidente con esta fiesta mariana de Lourdes, hoy rezamos nuestra Santa Misa a la hora de Vísperas por el eterno descaso del alma de doña Rosa Pacheco Gil de Riffo, con el fin de aplicar todos los méritos obtenidos por Cristo en la Cruz en beneficio de su Vida Eterna. Para el creyente nada es casual, todo tiene a Dios como origen, sustento y destino, por lo que, si en un día como hoy, hace cuatro años,  Dios quiso llamarla, recurrimos a  la Madre de Dios, para que con su manto protector sea abogada nuestra y refugio seguro de los pecadores e interceda en su condición de medianera universal de toda gracia, apoyada por la oración nuestra,  cuya eficacia fue garantizada por el mismo Cristo cuando proclamó: “Todo lo que pidan en mi nombre os será concedido”. Amén.

Padre Jaime Herrera González, Sacerdote Diócesis de Valparaíso, Chile.

                




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