jueves, 15 de febrero de 2018

EL RUIDO Y ACTIVISMO MATAN LA VIDA ESPIRITUAL


HOMILÍA MISA MIÉRCOLES DE CENIZAS AÑO 2018 / CICLO B

Un nuevo tiempo en nuestra liturgia.
Padre Jaime Herrera González

Al ingresar hoy a nuestro templo parroquial -de inmediato-  hemos percibido algunos cambios: El color morado es visible en los ornamentos del sacerdote, del ambón donde se proclama la palabra, del cubre-cáliz sobre la credencia, y en los altares laterales. Además, no se colocarán flores sobre el altar durante casi seis semanas, y  el canto del Gloria y del Aleluya se suprimen hasta la vigilia pascual.

Todo esto surge porque como miembros de la Iglesia iniciamos un tiempo litúrgico muy especial, que nos preparará durante cuarenta días  a la celebración del misterio central de nuestra fe: por medio de la Pasión vamos a la resurrección.

Nuestro Señor Jesús inició su ministerio público entrando al desierto. Aquel era un lugar evocador  para el pueblo israelita de la peregrinación que tuvieron que recorrer en medio de: fidelidades, incertidumbres, certezas, pecados y abandonos. Por la mañana confiados en el poder providente del Señor que hacia llover el ansiado “pan del cielo” (maná) se llenaban de esperanzas y gratitudes; mas,  por la tarde, al caer el día, surgían reclamaciones, murmuraciones, “copuchas” y “pelambres”…eran como bipolares espirituales…

Precisamente, allí donde el pueblo de Dios fue tentado durante cuarenta años,  allí está ahora  el Señor, para indicarnos el camino y los medios necesarios para vencer toda tentación, tal como lo hizo él ante la triple incursión del Maligno venciéndolo por la fuerza del Dios de la Palabra. Tres veces fue tentado, tres veces Jesús citó la Sagrada Escritura;  tres veces padeció, tres veces recurrió al nombre de su Padre; tres veces fue golpeado por la debilidad, tres veces acudió a la fuerza de la plegaria para salir victorioso. Pero la audacia del hombre orgulloso no parece tener límites, y renegando de lo que Cristo hizo y de lo que Cristo nos enseñó.

Ese es el camino que el Señor nos invita a recorrer y que necesitamos para purificarnos en nuestra subida a Jerusalén. ¡Vamos para allá! Pero el camino pasa por la huella de la penitencia, de la reparación y de  la oración incesante.

Necesidad de ser perdonados.

Aquí tomamos conciencia del valor del perdón de Dios que sobrepasa nuestro pecado. No nos engañemos: No fue (sólo)  Pilato, ni Caifás, ni los gritos del pueblo judío  los que provocaron el misterio del Calvario… Nuestros pecados son los que hicieron subir a Cristo a la Cruz, si bien se entrega por todos, es necesario que todos asumamos esta realidad en primera persona, tal como enseña el Apóstol San Pablo: “Jesús murió y se entregó por mi…a causa de mis pecados”.

Cuando en nuestra mano con el dedo acusador recriminamos a otro su pecado, olvidamos que hay tres dedos que se vuelven a nosotros: Por eso tres veces la liturgia repite en el acto penitencial: “Señor ten piedad” y “Cristo ten piedad”; luego,  tres veces invocamos “Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo”, y tres veces antes de comulgar recordamos las palabras del oficial creyente: “Señor no soy digno”…

Esta Cuaresma nos invita a asumir nuestra culpa: ¡Nosotros crucificamos a Jesús con nuestros pecados e infidelidades!. Esa es la gravedad que para Dios Padre tiene nuestro pecado. Si Él lo tomó muy en serio ¿Por qué seremos tan superficiales  nosotros en esta materia?

Una y otra vez, cuantas veces sea necesario diremos: “valemos el precio de la sangre derramada por Jesús” (Hebreos IX, 11-15).

En la actualidad, al interior del mundo católico, hay ciertas corrientes teológicas y movimientos de Iglesia que tienden a licuar indebidamente las consecuencias del pecado humano pensando que el hombre no tiene capacidad de ofender a Dios. Se preguntan cómo una mísera creatura, la nada misma en relación al universo entero, podrá llegar a “ofender” a su Creador? Subyace de modo implícita la tentación de negar hasta la existencia misma del pecado original.

Con ello se anestesia la conciencia y  se encallece el alma, quedando como impermeabilizado al perdón del Cielo por la falseada humildad de desconocer lo que Dios no se privó en crear. No nos cansemos en desconocer cuál es la vocación que tenemos en este mundo. El hombre es un ser con capacidad de Dios…Dei capax”poco inferior a los ángeles”…”casi como dioses fuisteis creados”.

En efecto, constituidos como templos de Dios al ceder a la tentación nos transformamos, por el pecado en aquellos “sepulcros blanqueados” que nos habla la Santa Escritura. El pecado hiere a Dios y lo ofende, prueba de ello es que permitió misteriosamente que su Hijo unigénito subiera  al madero de la ignominia para transformarlo en árbol de vida verdadera.

Una liturgia para estar con Dios.

La Sagrada Liturgia como celebración de nuestra fe es basilar en la vida del creyente. El acto de ir a la Santa Misa, de comulgar, de confesarse, de confirmarse no tiene un carácter de adorno, puesto que son el encuentro con Jesucristo, cosa que en la Santa Misa se verifica de manera real y sustancial. En la liturgia se juega nuestra amistad y cercanía con Dios por eso tiene una importancia esencial, y la coloca como cima y fuente de la viuda del cristiano y de cada comunidad en cuya participación se realiza. Se es comunidad en virtud de la celebración de la liturgia, por lo que por medio de ella, los vínculos de cercanía se ven posibilitados y acrecentados.

En efecto, “la Iglesia hace Eucaristía, y la Eucaristía hace Iglesia”.

Más, la ausencia permanente, aunque no sea culposa ni consiente, termina  destruyendo  la vida comunitaria de la misma manera como la nula participación en la vida familiar termina difuminando la vida al interior  del hogar.


Por esto diremos que la liturgia del hogar tiene sus ritos propios. La familia conversa: El living o sala de estar, debe ser lugar para compartir, y de ser posible estar alejados de aquellos medios que no apunten a solidificar dicho encuentro. En tanto que aquellos medios de comunicación que sí permitan interactuar son no sólo legítimos sino hasta necesarios,  pero los que apunten a un diálogo  personal (y encriptado) cerrado como celulares y juegos individuales han de ser pospuestos para otras instancias.

El lugar y el tiempo dado para Dios son de Dios, por lo que no puede rivalizar con otros intereses y urgencias en nuestra vida. De manera semejante, El tiempo que damos a la familia es para la familia, y debe ser tenido como algo sagrado,  que requiere del esfuerzo de todos, porque todos tienen mucho que hacer, todos tienen amigos que atender, todos tienen deseos de diversión y afectos que atender, pero el tiempo de la familia es único, y debe ser custodiado como un bien precioso, como parte de una bendición recibida del mismo Dios.

Si orgullosamente decimos que hoy no necesitamos de nadie no podremos quejarnos mañana de no ser considerados por los demás. Quien descarta ahora será descartado después, y esto puede ocurrir al interior de la vida familiar, donde el desinterés manifiesto de la vida actual, en la cual cada uno vive su metro cuadrado, es una verdadera bomba de tiempo puesta en el centro de la sociedad, como es la familia.

La actitud discriminadora se muestra con toda su crudeza especialmente en razón de las edades que no se han  cumplido o sí se han cumplido…por años menos y años más se habla de mocoso o de viejo, revistiéndolo de un carácter de “inservible”. Así, se termina desechando fácilmente a los niños y jóvenes por la falta de experiencia o a los ancianos por su eventual exceso.

Desde una ideología utilitarista, en ocasiones las personas en la familia se evalúan por lo que sirven, en tanto que,  desde un arraigado materialismo,   sólo se les considera por lo que poseen. Hay afectos interesados que tienden a: usar al prójimo, a abusar de ellos y luego a dejarlos abandonados.

Donde hay poder, autonomía y  dinero rara vez no se dan actitudes abusivas. Muchas personas creen tener el mundo en sus manos por la sola conexión a internet en un celular o a un computador. Es importante tener presente que el  uso indiscriminado del celular en la vida familiar puede ocasionar un daño irreparable en el hogar a causa de un espíritu de disipación.

¿Se imaginan una persona que interrumpa a cada rato la conversación que tenemos con los padres, hijos y abuelos al interior del hogar? Sin duda lo tendríamos como entrometido, inoportuno, y desubicado.   Eso es lo que pasa al permitir el uso de celulares en la mesa familiar o en general, durante las conversaciones…o en una sala de clases…o un templo.  La hiperconectividad merma la interioridad. No se puede tener una vida espiritual…seria, creyente y creíble,  sin que existan momentos de intimidad con Dios y  de “confianza cómplice” con quienes son parte de nuestra vida familiar.

Debemos hacer una verdadera ascesis de purificación interior en esta materia, porque el ruido y el activismo están matando la vida espiritual y familiar, por lo tanto esta Cuaresma, procuraremos vivir nuestro desierto personal junto a Jesús, creciendo en oración, en espíritu de sacrificio y en la vivencia de la caridad fraterna. Que la Virgen Refugio del pecador y Compañía del Penitente  nos acompañe a lo largo de  este caminar cuaresmal. ¡Que Viva Cristo Rey!


   

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