HOMILÍA MES DE MARÍA / COLEGIO MACKAY
/ 02 / 12 / 2016.
Continuando con nuestro
itinerario del Mes consagrado a honrar a la Virgen María, hoy nos detenemos en
el don de ciencia presente en el
corazón de nuestra Madre Santísima. Si pensamos en un hombre de ciencia lo situamos
de inmediato en nuestra imaginación en un laboratorio, lleno de números, y libros
en abundancia, por ello, solemos definir
la ciencia como el conjunto de conocimientos que emanan de un razonamiento. En cualquier
caso lo consideramos la ciencia como algo adquirido, más el don de ciencia no es producto de un acto de
razonamiento, ni emana de una comprobación empírica. Es un conocimiento exacto
infundido por el Espíritu Santo en nuestra alma relacionado a Dios: en sus
misterios y en su obra de la creación.
¿De qué manera vivía
nuestra Madre los dones del Espíritu Santo?
a).
Siendo fieles a la fe recibida: Por medio de este don del
Espíritu Santo la Virgen María veía con claridad y naturalidad lo que se refería
a Dios, los designios trazados por El no eran algo por descubrir luego de largas
disquisiciones, sino que su inteligencia
(razón) lo presentaba como algo evidente,
cierto, exacto, por lo tanto amable de ser aceptado. Con ello vivía virtuosamente optando por lo
mejor, lo más oportuno, lo más urgente, lo más necesario en todo momento, lo
que por una parte agradaba a Dios, y por otra, le permitía vivir en paz.
b).
Conociendo el estado del alma: Muchas personas
actualmente viven leyendo teorías del autoconocimiento… El que mejor nos conoce
es Dios, quien al infundir el don de ciencia
permite al alma del creyente saber en qué estado se encuentra en relación a la
amistad con Dios. La ciencia nos hace descubrir las diversas motivaciones,
intenciones más hondas en nuestra alma, por lo que se descubre lo que hay de
mérito y de malicia, de virtud y de pecado, de grandezas y miserias. El don de ciencia es como un espejo en el cual se refleja nuestra alma y que
nos hace conocer su actual estado. Cuando la Virgen dice: “Se alegra mi alma (espíritu)
porque el Señor miró la bajeza de su sierva”, está reconociendo el
conocimiento que viene de Dios respecto de su alma: porque, se sabe conocida, ella reconoce las grandezas
hechas por Dios por medio suyo.
c)-
Percibiendo la importancia de nuestro entorno:
En efecto, muchas cosas y situaciones conocemos y vivimos diariamente, las
cuales no nos permiten -en ocasiones- saber cuál es necesaria, cuál nos hace
bien, en relación a la bienaventuranza eterna. Así se lo dijo Nuestro Señor a
las hermanas Marta y María de Betania; “Una
cosa es necesaria y ella escogió la mejor parte”, es decir, la de escuchar a Jesucristo, de la estar con
Él. Que nos importe lo que importa. Nuestra Madre “guardaba todo en su corazón” (San Lucas II, 19) lo que le
permitió estar focalizada en aquello que era realmente importante y
trascendente.
d).
Fineza del trato con el prójimo: Una de las
características que entraña la vivencia del don de ciencia es que mejora la relación con el prójimo, permitiendo “limar” los eventuales desencuentros,
colocando un mayor grado de paciencia y generosidad, predisponiendo el alma
para buscar el bien mayor que es la santidad personal y el reinado de Cristo en
la sociedad. La Virgen en todo momento
hizo de su vida una búsqueda y vivencia del cumplimiento de la voluntad de
Dios, por esto lo comunico en cada palabra, en cada gesto, en cada actitud hacia
todos los que estuvieron ella: La entereza en la búsqueda de seguridad para los
suyos en tierra extranjera (San Mateo II, 12-15), el remedio oportuno para la necesidad de unos
jóvenes novios (San Juan II, 1-11); la compañía a su
hijo en medio de la predicación (San Mateo XII, 46-50), la
vivencia de la fe hecha apostolado de pie junto al Calvario (San
Juan XIX, 25); la recepción de cada creyente como hijo suyo
(San Juan XIX, 26); la
oración junto a los discípulos. En cada uno de estos episodios se manifestó la
finura de su alma en el trato con los demás quienes vieron en Ella, como lo ha
hecho la Iglesia durante dos milenios, el camino eficaz para ir hacia Jesús.
Don de Ciencia |
Mientras que los
conocimientos humanos suelen envanecer al creyente, solo el Espíritu Santo de
la ciencia es capaz de vivificarnos. Para descubrir la riqueza de este don
detengamos un momento en recordar las enseñanzas de Magisterio Pontifico cobre
el do de ciencia:
1. San Juan Pablo II: “El hombre, iluminado por el don de ciencia, descubre al mismo tiempo la infinita distancia que separa
a las cosas del Creador, su intrínseca limitación, la insidia que pueden
constituir, cuando, al pecar, hace de ellas mal uso. Es un descubrimiento que
le lleva a advertir con pena su miseria y le empuja a volverse con mayor ímpetu
y confianza a Aquel que es el único que puede apagar plenamente la necesidad de
infinito que le acosa” (Domingo 23 de
Abril de 1989).
2. “Cuando nuestros ojos son
iluminados por el Espíritu Santo, se abren a la contemplación de Dios, en la
belleza de la naturaleza y en la grandiosidad del cosmos, y nos llevan a
descubrir cómo cada cosa nos habla de Él, cada cosa nos habla de su amor. ¡Todo
esto suscita en nosotros gran estupor y un profundo sentido de gratitud! El don de la ciencia nos pone en profunda sintonía con la Creación y nos hace
partícipes de la limpieza de su mirada y de su juicio. Y es en esta perspectiva
que logramos captar en el hombre y en la mujeres culmen de la creación, como
cumplimiento de un designio de amor que está impreso en cada uno de nosotros y
que nos hace reconocernos como hermanos y hermanas”
((Miércoles
21 de Mayo del 2014)
PADRE
JAIME HERRERA GONZÁLEZ / CURA PÁRROCO DE PUERTO CLARO / VALPARAÍSO / CHILE.
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