sábado, 17 de diciembre de 2016

QUE EL SEÑOR VENGA A NUESTRA CASA Y A NUESTRO CORAZÓN

 HOMILÍA SANTA MISA /  PRIMERA COMUNIÓN / PUERTO CLARO  /  2016.



Con inmensa alegría nuestros pasos se han encaminado hoy a este templo. A medida que avanzábamos, la altura de sus muros y la grandeza de atrio, parecían disminuir ante el ingreso de quienes recibirán a Jesucristo en sus corazones por primera vez.  Es que lo que confiere nobleza a una casa no es su antigüedad, ni su volumen,  sino la familia que se reúne en ella. La Iglesia resplandece de manera especial en esta mañana fundamentalmente no porque se encuentre más ornamentada de lo habitual sino porque el alma de los que vienen se ha preparado con la doctrina verdadera y el bálsamo del perdón que es el sacramento de la confesión.

Niños: Hoy, como el resto de la vida que Dios les conceda, han de esmerarse en cultivar las virtudes y en recibir las gracias necesarias para tener una vida santa, la cual de por sí, resplandezca para atraer a los demás al bien definitivo que han descubierto y reciben en este día.

Jesús es la causa que nos convoca en este lugar sagrado. Nunca acabaremos de tomar debida conciencia de la grandeza del amor de Dios, el cual,  que les ha elegido y hoy –además- les permite recibirle sacramentalmente. El misterio insondable de un Dios que se queda en medio nuestro, en su Cuerpo y Sangre, del que serán participes fue capaz de impulsar con decisión a los primeros creyentes a recorrer un mundo entero y dar a conocer un mensaje nuevo, que muchas veces iba en contraposición abierta a los criterios que tenía la mayoría de las personas.

Recordemos que, por aquellos años,  imperaba la “ley del talión” que establecía la legitimidad de responder a las ofensas recibidas…ojo por ojo, diente por diente, viva por vida, lo cual, si bien regulaba los actos de venganza y parecía restringir la violencia hacia terceros, dejaba incoado el rencor en el corazón, lo que ocasionaba múltiples desavenencias. Los actos de la humana justicia resultan estériles cuando no participan del esplendor de la caridad.

En efecto, las obras y trabajos que emprendemos son ineficaces si el Señor Jesús no está en medio de ellos, aún más, la vida  no tiene sentido si acaso no le damos a Cristo la centralidad de nuestras acciones y el principio de cada una de nuestras intenciones. Ya lo dice el Evangelio: “En vano se cansan los albañiles si el Señor no construye la casa”.

Durante este año han participado del curso de preparación de la Primera Comunión junto a los padres y madres. Ha sido un tiempo de bendiciones donde de manera progresiva, ordenada y con seriedad doctrinal, fueron conociendo la vida de Jesús que nos  enseña el evangelio de la Iglesia.

Sin duda, ha sido una etapa necesaria y querida por Jesús para ustedes a esta edad donde están creciendo en lo divino y en lo humano. A las nuevas amistades anteponen la que es urgente y que nunca falla, como es la cercanía con Jesucristo que no nos llama siervos si no “sus amigos”: “! Vosotros sois mis amigos!”

¡Qué hermosa etapa es la  viven hoy! Pueden vislumbrar un mundo entero por llegar a conocer, que se presenta  lleno de nuevas amistades para compartir, por lo cual,  se hace necesario cultivar aquellas –amistades- que nos acerquen a Dios, que nos fortalezcan en la búsqueda de una vida virtuosa y no tengan una actitud contraria a la de quien anhela una vida santa, como tampoco,  se avergüencen en la estéril apatía de arrinconar la fe en el ámbito privado.

Sólo con Jesús se puede ser verdadero amigo de los amigos, y de todos los demás, por lo que el criterio de selección de una amistad no puede ser como una tómbola que elige al azar, tampoco puede ser por los bienes materiales o capacidades que eventualmente se puedan poseer. Es muy importante que valoremos y seamos valorados por la capacidad de acercar a Dios a los demás, pues uno puede un día dejar de saber, puede un día verse impedido de poder jugar, puede verse limitado de carretear, puede perder todos los bienes, pero lo que nunca perderá es la amistad de Dios y de quienes le son cercanos.

Ahora bien, la amistad se cultiva. Ustedes han visto cuánta delicadeza requiere el cuidado de una planta para que de ella salga una simple flor: hay que preparar la tierra, abonarla, sembrar y regar con precaución, puesto que, el agua no ha de ser ni demasiada para que inunde ni escasa para que se seque. De modo semejante, las amistades hay que cuidarlas…como se cultiva una flor, por lo que todos los cuidados estarían anulados si no le llega sol a nuestra planta, lo cual,  es comprable con la gracia que es Cristo Luz del mundo. Ninguna verdadera amistad nos aleja de Dios, por el contrario nos impulsará a buscarle con perseverancia, tal como una planta busca la luz del sol con insistencia.

Con el paso de los años la Iglesia fue creciendo. De los doce primeros discípulos que Jesús envió, en tres siglos se transformaron en una fuerza de apostolado que logró llevar el nombre de Jesucristo a todos los rincones  -hasta entonces- conocidos.

Debieron sufrir persecución, vacíos, más  el hecho de poseer la convicción de tener a Jesús vivo en medio de ellos, les permitió enfrentar la misión de dar a conocer a Jesús, su Evangelio y la Iglesia. Es que la  fe que se vive al interior del alma, en nuestros corazones,  es capaz de contagiar a los que está a nuestro alrededor.

Hemos de asumir la primacía del apostolado con quienes están junto a nosotros, pues no hay mejor apóstol de los niños que un niño que procura ser fiel a Dios. El testimonio es muy importante en nuestros días: las palabras conmueven y emocionan, los testigos convencen y arrastran.

Niños: Recuerden en todo momento que el alma del apostolado es el apostolado del alma, es decir: El cultivo de una vida santa, el crecimiento en las virtudes, el lugar de primacía que ocupe del Señor en nuestras palabras y acciones, siempre resultan determinantes para que los demás se conviertan. Quien vive su fe es una… –la mejor- homilía,  viva y clara sobre el amor de Dios, que resulta más gravitante en la medida que hay tantos medios de información en la actualidad. Tanto de lo que vemos puede ser importante, pero, sólo hay una cosa que es la principal: amar a Dios, ser amados por El, y hacer que se ame más a Dios.

Lo anterior (ser testigos de Jesús)  será más arduo de lo que lo es actualmente, y muchísimo más difícil que lo que  fue en el pasado. Los creyentes católicos del futuro –los hijos de sus hijos- se enfrentarán a una sociedad que quiere alzarse como si Dios no existiera. Ya no enfrentaran una persecución como la que se dio de opomerse a Dios y a sus seguidores como en el pasado, donde por el solo hecho de portar un crucifijo, o una medalla de Virgen, donde por usar un hábito religioso, o asistir a la Santa Misa y enseñar catecismo,  se condenaba a muerte como es el testimonio de tantos mártires católicos: Maximiliano María Kolbe, Edith Stein, José Sánchez; Miguel Agustín Pro y tantos otros.

Ellos optaron por ser fieles a Aquel que un día recibieron por primera vez en la Hostia Santa. Su martirio ofrecido por amor a Dios se nutrió  previamente de  Jesús el Pan de Vida a lo largo de su vida, lo cual, les permitió ser fuertes al momento de la prueba y fieles ante la persecución, por lo que finalmente, “Nadie les quitó la vida,  sino que ellos la ofrecieron por amor a Dios”.

Las persecuciones futuras serán “con guante blanco”, es decir: no se notarán porque no irán directamente contra Dios, sino que lo marginarán de la vida  social, donde no habrá referencia cristiana en todo el ámbito público, obligando a los creyentes a doblegar su libertad religiosa ante la dictadura del “olvido de Dios”. ¡No se perseguirá a los cristianos porque se les tendrá como inexistentes! ¡Debemos prepararnos desde el menosprecio al desprecio total!

El acto de recibir a Cristo en la Primera Comunión, les dará la fuerza necesaria para servir mejor a vuestros hermanos y amigos: Es un distintivo característico de los primeros creyentes la vivencia pública de la caridad, la cual,  en todo momento ha de ser: ordenada, abierta a la trascendencia y no tiene mayor limite que dar a Cristo a quienes le acojan.

a). La caridad ordenada: Es decir, primero se encamina a los que están junto a nosotros: Sin lugar a dudas que “la caridad empieza por casa pero no termina allí”, es un imperativo impostergable llevar a Cristo a la vida de nuestro hogar, lo cual tiene el gran desafío que allí nos conocen perfectamente a la vez que encierra la grandeza de hacer que quienes en este mundo están a nuestro lado no dejen de acompañarnos cuando partamos de él y nos reencontremos con ellos en la Vida Eterna, no ya por un tiempo sino para siempre.

Se tiene que notar que somos parte del “equipo de Jesús” y que seguimos las enseñanzas de su Iglesia verdadera, toda vez que no se puede separar a Cristo de su Iglesia ni a su Iglesia de Jesús. Como creyentes (bautizados)  somos parte de Jesús en su Iglesia: El la fundo, Él la guía, Él la santifica. Entonces, recibir a Jesús en la Eucaristía implica participar “vitalmente” en su Iglesia, asistiendo a sus celebraciones, apoyándola en sus necesidades, instruyéndonos cada vez más seriamente en su doctrina, defendiéndola de las calumnias y propagando la caridad  por medio de nuestro apostolado. Lo bueno que es para nosotros ha de serlo para todos, por esto: no dar a conocer a otros a Jesús y no invitar a otros a la Iglesia es traicionarlo.

Ciertamente, lo anterior no es lo que caracteriza a los niños quienes –generalmente- procurar ser  fieles a Jesús, tal como lo fueron los niños de Jerusalén quienes,  ante la llegada de Cristo a la ciudad,  fueron los primeros en saludarle y reconcomerle, con su espontaneidad y pureza característica: “Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en el nombre del Señor”. ¡Unos cuantos niños –como vosotros hoy- contagiaron una ciudad entera! ¿Serán capaces de hacerlo ahora ustedes?

b). Abierta a la trascendencia: Sin duda, no cualquier testimonio es el que el Señor desea de nosotros. No cualquier acto hecho por nosotros es bueno, se requiere llenar de Dios nuestro apostolado, por lo que la validez de él será la exacta medida que sea fiel a su voluntad, a sus caminos, a sus mandamientos. En la Iglesia que ustedes fueron bautizados ¡nuestra Iglesia Católica! Se enseña con certeza lo que Dios le pide, pues Cristo prometió que el poder del mal “nunca prevalecerá”, por lo no es mendiga de novedades, ni esclava de componendas, es columna segura de verdad para todos. Como obedecemos a nuestra madre que nos enseña y cuida ¡infinitamente más! hemos de hacerlo con la voz de Jesucristo, que habla por medio del actual Sumo Pontífice en consonancia con cada uno de quienes le han precedido, como la de quienes en el futuro –Dios mediante- le seguirán.  

c). Grande es el amor de Dios: El hecho de comulgar hoy por primera vez, de estar con Jesús,  que murió en la Cruz por cada uno de nosotros, y nos invita –ahora- a vivir de su presencia eucarística, implica tener un corazón que no posea límites para amar al prójimo, pues, ¿Cuál es la medida del amor? ¡La medida del amor de Dios es amar sin medida! A partir de hoy, procuraremos: vivir las obras de misericordia con intensidad, daremos importancia a la oración como verdadera “respiración del alma”, concederemos el perdón a quienes nos ofendan con diligencia, buscaremos conocer mejor nuestra religión católica, y sobre todo, estaremos cercanos al Corazón de Nuestra Madre del Cielo, quien hoy, bajo el título de la Inmaculada Concepción, está llena de gozo al ver un número de niños  que reciben a Jesús en su Primera Comunión, diciendo en sus vidas: ¡Si Cristo, y Si a la Iglesia!. ¡Que Viva Cristo Rey!



SACERDOTE JAIME HERRERA / PARROQUIA PUERTO CLARO / DIÓCESIS DE VALPARAÍSO / CHILE

No hay comentarios:

Publicar un comentario