viernes, 30 de diciembre de 2016

¡TRATADLE BIEN…TRATADLE DE VERDAD!

 HOMILÍA MISA DE NOCHEBUENA 2016  /  PARROQUIA PUERTO CLARO  /  CHILE.

1.      “El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brillo sobre ellos” (Isaías IX, 1).


La luz y el sonido;  la piedad  y la alabanza son los elementos humanos y espirituales que nos ayudan a vislumbrar la trascendencia en la inmanencia, lo sublime inserto en lo cotidiano, que en esta Noche Santa celebramos: Dios viene a nosotros para que nosotros vayamos hacia Él.

Se trata de una noche donde se marcará un antes y después ante la presencia de un recién nacido. Sin el estruendo de sonidos que gritan agresión y venganza, sin los puños cerrados del egoísmo voluntarioso, sin las puertas selladas ni los muros cerrados de los corazones que no perciben más allá del metro cuadrado de sus existencias, hoy, la simple figura silente de un niño envuelto en pañales será capaz de cautivar un mundo que indudablemente camina en tinieblas.

El sonido de las campanas silencia el ruido de las armas del pasado y del presente;  las nuevas tecnologías que pueden servir eficazmente al desarrollo humano, en ocasiones,  son usadas para su menosprecio y aniquilamiento moral,  por medio del incentivo y mantención de pretéritas odiosidades que –a esta altura- ya resultan extemporáneas.

El fomento de una prensa llamada a formar informando e informar formando se ha transformado en un cuarto poder en manos de quienes no suelen ser reconocidos más que en virtud de sus abultados ingresos, promocionando verdaderas batallas ideológicas que, más temprano que tarde, despiertan el sonido de las armas a lo largo del mundo entero, constatando que el negocio de las armas camina de la mano con el de los medios de comunicación formales e informales.

Insertos en una cultura, mas no esclavos de ella, como miembros de la Iglesia constatamos el individualismo exacerbado que se vive en la actualidad: el puño apretado denota la cobardía de quien no asume el compartir como camino, prefiriendo el dejar de lado al prójimo como inexistente. Puesto que nadie ama lo que desconoce, entonces, es mejor dejar fuera de nuestras fronteras a quienes no deseamos ni conocer ni querer. El prójimo se invisibiliza y se pierde en la nebulosa que es la sociedad hoy.

Jesús que nace en Belén diluye las tinieblas que el secularismo –persistentemente- instala,  para que nos perdamos del camino que lleva hacia Él, colocándonos atajos que terminan siendo sucedáneos fantasiosos de una paz inestable,  de una amistad que no perdura,  de una alegría nutrida a fuerzas de los incentivos falaces de la droga, la sensualidad, y del desenfreno moral, todo lo cual,  inevitablemente conduce al obnubilamiento de la sociedad que Dios quiere para cada una de nuestras familias y para cada uno de nosotros.

  NAVIDAD CENTRO DENTAL ARMADA  

      
                                                                NAVIDAD EN CENTRO SALUD PLAYA ANCHA

“Los que vivían en tierra de sombras, una luz brillo sobre ellos”: Con esto el profeta anuncia una realidad que no sólo tuvo cumplimiento en los tiempos que él vivió, sino que se aplica –también- para nuestros días, en los cuales ¡que duda cabe! se ciernen las sobras de una noche oscura, en la cual,  se constata la insatisfacción de los satisfechos, el vació existencial de los siervos de un relativismo cuya única certeza navega en la incerteza. ¡Es un mundo que camina en tinieblas y por ello,  permanece ensombrecido: el amor a la verdad, y el servicio fiel a ella, la vivencia de la caridad fraterna, y la santidad como proyecto realizable. Todo parece quedar al margen de una sociedad que busca su desarrollo al margen de Dios y de su Iglesia, olvidando que “no se nos ha sido dado otro salvador que Jesucristo”, quien actúa y habla en su Iglesia.

Navidad en centro de salud Playa Ancha

El camino de la Iglesia es Jesucristo, quien dijo de sí mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Según esto, los esfuerzos que tiendan a marginar a Cristo de su Iglesia única, terminan resultando  siempre estériles no obstante, es necesario tener presente que,  producen frecuentes sufrimientos en Dios, que como buen Padre, sabe de qué estamos hechos, y conoce perfectamente nuestra alma mejor de lo que nosotros creemos saberlo. ¡Nadie es más íntimo a nosotros que Dios mismo!, en tanto que,  el oleaje  impetuoso de un mundo culturalmente construido contra Dios,  no deja de “zarandear” la barca de Pedro y el corazón de cada bautizado,  que experimenta lo que rezamos en la Salve: estar en medio de en un “valle de lágrimas”. El desierto por el que pasó el pueblo de Israel camino a la tierra prometida, se revive ahora en la sequedad de una civilización abúlica frente a Dios.

2.      “Cantad al Señor un canto nuevo, cantad a Dios, toda la tierra; cantad a Dios y su nombre bendecid” (Salmo VIC, 1-2).
El sombrío panorama que describimos, lejos de aminorar nuestra esperanza, viene a fortalecerla en esta Noche donde la luz de una estrella anuncia la venida del Divino Redentor.
  
El Salmo que hemos escuchado fue entonado cuando el Rey David ingresó el arca de la alianza en la ciudad de Jerusalén, sobrecogido por la obra de Dios. Al igual que lo experimentó el santo monarca del Antiguo Testamento, el hecho de conocer la grandeza del poder y la misericordia de Dios conlleva la misión de darlo a conocer a los demás, como una imperiosa necesidad para unos y un deber para quien ha visto al Señor: Es la actitud que tuvieron cuantos llegaron a la llamada de la luz radiante de Belén: pastores presurosos llegaron al lugar, desde oriente sobrepasaron desiertos e incertidumbres, sus padres debieron superar la desconfianza, el desprecio, y el rechazo de quienes hacían de la desconfianza su única seguridad.

Hermanos: No se puede dejar de comunicar la bondad de Dios. La gratitud se hace apostolado y es parte de un compromiso: audaz, valiente y permanente, el cual es sostenido por la fe. Esta noche se ilumina al corazón para servir a Dios con el apostolado del servicio a la verdad ¡Lo recibido ha de ser compartido! Por esto,  el Salmo que hemos escuchado es el salmo misionero  para todo tiempo, por lo que ¿no es acaso maravilloso saberse participe de algo que será para siempre y cuya validez no dependerá de las circunstancias?

Quien se sabe amado por Dios no dejara de amar al prójimo según el modelo de Cristo. Esto implica asumir que la fe recibida se fortalece compartiéndola no como un tesoro a resguardar sino como un bien necesario del que Dios quiere que todos lleguen a participar. Sin duda, la fe vivida al interior de la familia y de la sociedad requiere que todos nos dejemos iluminar por ella: con los desafíos que implica, con las grandezas que conlleva, con la bondad que sobrecoge, y el gozo que contagia. El hecho de vivir como creyentes no es andar a tientas por la vida o esperando que las cosas mejorasen por si acaso…Quien vive de la fe vive con la seguridad de estar con Dios, y por ello,  es capaz de ir a los que están junto a él,  con la alegre esperanza de que todos sean partícipes del don maravilloso de creer.

Dicha fe se celebra en la Sagrada Liturgia, en la cual,  el acto de cantar ha ocupado,  en toda época y lugar,  un lugar preponderante. No da lo mismo cantar que abstenerse de hacerlo: el canto es consecuencia de una disposición del alma, y tiene la fuerza de hacer que al unísono se participe de un espíritu común. La armonía es producto del deseo de juntar voces e instrumentos que denoten orden, servicialidad, y paz. Por esto, la Navidad tiene como elemento característico la entonación de los villancicos, que en este tiempo suenan tan distinto al resto del año. Para cantar se requiere que todos lo hagan al unísono, de manera gradual: si cada uno canta al ritmo que le gusta, y con la letra que le place nunca habrá armonía, sino más bien,  dará paso a la desarmonía, que: suena mal, desconcierta, y hace enmudecer y no llena de gozo al que canta ni a los que lo escuchan…


              
Navidad Siervas de Jesús 2016

El canto nuevo implica que se haga desde un alma renovada, lo cual acontece tan maravillosamente en esta Nochebuena, llena de luz, y de los himnos tradicionales que son capaces de unir y alegrar a los que se sienten alejados, postergados y menospreciados por los suyos.
A partir de este día los dioses falsos, los ídolos y las múltiples vanidades, desaparecen ante la manifestación y presencia de Dios en medio nuestro. El rostro del único Dios verdadero, el que se ha revelado en la Santa Biblia, nace en Belén y es anunciado de modo preciso, tal como dicen los Evangelios:  “En esto reconocerán, un niño envuelto en pañales” (San Lucas II, 12)..
La alegría verdadera es la que trae Jesús en Belén, implica renunciar “a la impiedad y a las pasiones mundanas (desordenadas), viviendo con sensatez, justicia y piedad en el siglo presente” (Tito II, 12). Podemos caer en la tentación de encandilarnos ante el misterio presente y quedar como paralogizados. Tal como aconteció en el momento de la transfiguración a “quedarse en la cumbre” (San Marcos IX, 1-13) o en el día de la ascensión cuando los ángeles le preguntan a los apóstoles: “¿Qué hacen aquí detenidos mirando al cielo?” (Hechos de los Apóstoles I, 10-11).  Aceptar a Cristo y dar posada en nuestra alma implica una conversión de vida, un rechazo al pecado y la tentación, en vistas a tener un estilo de vida a la altura de lo que Cristo por su bondad quiere para nosotros y por su misericordia espera de nosotros, toda vez que “quien te creo sin ti no te salvara sin ti” (San Agustín, Sermón 169).

Liturgia de Navidad Capredena, Valparaíso

En efecto, los ángeles cantan en este día; “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace” (San Lucas II, 13-14). La paz verdadera es un don de Dios que se debe implorar, cultivar  y cuidar a la vez. De manera especial, recordamos que Jesucristo viene al mundo para redimirlo, por lo que,  el ser partícipes de su gracia, nos hace implorar y conceder el perdón a las faltas hechas de manera oportuna, completa y definitiva.

           
Sólo se engrandece quien es capaz de perdonar y olvidar. ¿Qué pasaría si Cristo llevase cuenta exacta de nuestras ofensas? ¿Cuántas páginas ocuparían nuestros pecados socialmente desconocidos? Esta Noche resuena el llamado que hiciera hace años atrás el recordado Papa Juan Pablo II: “Abrid las puertas del corazón a Cristo”, que nada escape al poder de su mirada que invita a tener presente que la paz del corazón es la paz del corazón. Se equivocan quienes confiando en  las marchas, en las pancartas, en los acuerdos pretender instaurar una paz al margen  de los dictámenes del Señor…La paz se construye desde la verdad, la paz se alza sobre el deber cumplido, en tanto que, la paz se solidifica desde una fe común. Según esto, el procurar ser fieles a Dios y sus mandamientos implican el mejor engaste para vivir en paz, a la vez que constituye la mejor garantía para recobrarla cuando se ha visto quebrantada o debilitada.

Sin duda, el ser rigurosos con las cosas de Dios y su Iglesia no implica ser rigorista, lo cual es la tentación de quienes hacen del relativismo circunstancial el mayor de los rigorismos. Cerrados ante la evidencia de la verdad,  sólo queda el servilismo a la dictadura del relativismo. El Santo Cura de Ars clamaba a los nuevos sacerdotes: “¡Tratadle bien!”, refiriéndose a la celebración de la liturgia. Hoy podemos repetir  igual expresión señalando: ¡Tratadle de verdad! ¡Tratadle con amor! ¡Tened caridad con el Dios que es caridad! ¡Que viva Cristo rey! Amén.

PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ / CURA PÁRROCO DE PUERTO CLARO / VALPARAÍSO


        

              

   

                       

                                      


         

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