“A
TIEMPOS MALOS, ALMAS SANTAS”.
FECHA:
HOMILIA PRIMERA COMUNIÓN 2018 / PUERTO CLARO
La
vida de todo católico se ve exigida por dos realidades, cuya rivalidad resulta
evidente y no admite tregua alguna: Dios y la gracia frente al pecado y el
demonio. Muchas veces hemos visto en las caricaturas y dibujos animados como “Los Picapiedra” que sobre el personaje
animado –en ocasiones- se representan dos imágenes que uno suele ser un “ángel
bueno “y otro un “ángel malo”, según lo cual emergen las buenas o las malas
intenciones. Lo que aparece en la ficción de una serie de dibujos animados adquiere
un realismo dramático en la vida de cada persona al constatar que los buenos propósitos
e intenciones con frecuencia se ven mutilados ante la irrupción del mal. El mismo
Apóstol San Pablo escribió: “Lo bueno que quiero hacer no hago, y el mal que quiero
evitar sui hago…¿Qué es esto?” Luego será el mismo que dará la respuesta: “Es
la concupiscencia”, aquella tendencia al mal que es consecuencia del pecado
original, cuya culpa fue borrada en el bautismo más cuyas consecuencias
perduran a lo largo de toda nuestra vida terrena.
El
mal se vence con el bien. Durante este año, que se inició con la esperanza
depositada en la visita a Chile del actual Romano Pontífice a nuestra Patria, a
poco andar del comienzo del Año Eucarístico, las nubes del pecado de algunos
consagrados pareció eclipsar el gozo, la esperanza y la vitalidad, de un número
significativo de feligreses, cuyas certezas y quereres se vieron profundamente
afectados…!Tanto tiempo apoyados en organigramas, pastorales, y metodologías,
que como castillo de naipes se derrumbaron estrepitosamente! 1La vía a la chilena de la Babel eclesiástica del siglo XX cayó
ante los ojos del mundo entero!
En
medio de todo ello, vuestros padres optaron por participar junto a ustedes
niños en la preparación de la Primera Comunión, en instancias donde la
suspicacia, la desconfianza y las miradas reduccionistas a la fe imperaban, no
vacilaron un momento en decir a Cristo y a su Iglesia: “Aquí estamos, Señor para hacer tu voluntad”, revirtiendo las
huellas de la miseria humana con el bálsamo poderoso de la gracia venida
de lo alto. En estos meses comprendieron
que el amor siempre puede más, que el amor es más fuerte, porque Dios es fiel a
sus promesas y permanece a nuestro lado para siempre.
Por
esto, la Biblia nos dice que “evitemos el
mal y hagamos el bien”, lo que implica vivir hoy al “modo católico”. Así lo
dijo San Alberto Hurtado: “Esta muy bien
no hacer el mal, pero está muy mal no hacer el bien”, lo que en el caso de
ustedes niños exige, a partir de este día, un cambio de vida que han de
procurar mantenerlo con el mismo fervor, el mismo ímpetu, la misma pureza, que
lo hacen hoy.
El fervor es expresión de la fe profesada:
En este tiempo han asistido todos los domingos a la Santa Misa, y a lo largo de
la semana se han esforzado por dedicar un tiempo a rezar por ustedes y por el
mundo entero. En la catequesis recibida han conocido la vida de los patriarcas,
profetas del Antiguo Testamento que anunciaron la venida del Señor…”que nacería de una Virgen Madre”…”que provendría de la estirpe del Rey David”…”que
nacería en Belén”…”que su llegada estaría anunciada por una estrella”…todo
lo cual se cumplió con el nacimiento de Jesucristo.
Por
otra parte, por medio de la virtud de la piedad han experimentado que el
corazón se dilata de amor y confianza en Dios, lo cual invita, y aún más nos
exige, darlo a conocer a todos los que están a nuestro alrededor, habida
consideración que es bueno que lo bueno se comunique, y no hay mayor bien que
amar y ser amado por Dios.
La
primacía del amor de Dios implica que el esforzarse por cumplir su voluntad
abarque todo lo que somos y tenemos, de tal manera que su presencia en nuestra
vida no sea un simple adorno, una valiosa antigüedad, o un accesorio utilizable
según las particulares conveniencias. ¡Para tantas personas hoy Jesús no es más
que un adorno social en decadencia o una ayuda pasajera prescindible!
No
es así para ustedes y sus familias, quienes gradualmente han ido descubriendo
la riqueza que implica conocer a Cristo y su Iglesia, teniendo presente que es
el Señor quien nos ha buscado, es el Señor que ha dado el primer paso, es el
Señor el que nos ha elegido. Por medio del fervor y la virtud de la piedad
respondemos a este amor de Dios…toda vez que “amor con amor se paga”.
Conocer
a Cristo: Nada resulta más atrayente para un
creyente que esforzarse por imitar el estilo de vida de Jesús: sus criterios,
pensamientos, deseos y querer, a la vez que el acto de compartir los indecibles
dolores, incomprensiones y sufrimientos que padeció. Sólo quien conoce a Cristo
podrá vivir como Cristo.
Amar
a Cristo:
Sabemos que sólo sea ama lo que se conoce. Por tanto, el saber más sobre Cristo
nos conduce a tratarle con amor, que como todo amor verdadero tiene
implicancias precisas: La exclusividad, da dar privilegio a estar con él,
asumiendo que el día domingo y fiestas de guardar lo primero que haremos es ver
el horario de ir a Misa completa, sólo después de ello vendrán otros
compromisos. Ningún estudio, ninguna tarea, ningún partido de futbol, ningún
cumpleaños, ningún paseo, ninguna visita
puede ser justificativo valido para quebrantar nuestra asistencia a cada Santa Misa
en domingo y fiesta de guardar tal como son: el quince de agosto, primero de
noviembre, ocho de diciembre y veinticinco de diciembre.
El
amor a Cristo va de nuestro encuentro en cada misa para ir a los lugares donde
el Señor quiera llegar por medio nuestro, Ustedes niños recuerden hoy aquella antigua
oración que apunta a asumir nuestro apostolado en toda época: “Cristo no tiene manos, sólo tiene nuestras
manos para realizar hoy su trabajo, Cristo no tiene pies, sólo tiene nuestros
pies para guiar a los hombres en sus caminos; Cristo no tiene labios, sólo
tiene nuestros labios para hablar de Él
a los hombres de hoy…Somos la única biblia que los hombres leen hoy…somos el
mensaje de Dios escrito en obras y palabras”.
Vivir
con Cristo: Lo que importa para dar a conocer a
Cristo a los demás es amar a Cristo más que los demás, sólo así con la
confianza puesta totalmente en Dios no como posibilidad, sino en cuanto certeza, podrán contagiar
virtuosamente a sus amigos recordado que el mejor apóstol de un niño es un
niño, el mejor apóstol de un joven es otro joven. Por tanto, no crean en
aquellos que afirman que hoy son muy pequeños para hablar de la fe a los demás,
no se dejen cautivar en el futuro como jóvenes con la fantasía que invita a vivir
un recreo en la vida de creyentes.
En
las cosas del amor a Dios y de la verdad, mientras antes mejor, por esto, desde el año 1910 la Iglesia, bajo la invitación
del recordado Papa San Pío X (Quam Singulari),
invita a los niños desde la más tierna edad a recibir a Jesús Sacramentado, que
es el tesoro más preciado de nuestra Iglesia, hacia la cual se ha de encaminar
y desde la cual de nacer toda virtualidad, todo apostolado, y toda vida
espiritual. Entendamos con claridad: ¡Sin Eucaristía, no hay presencia real de
Cristo en el mundo! Ya se puede hablar
de Jesús, ya se puede actuar como
Jesús, pero recibirlo hoy en la Hostia santa es algo que ni los ángeles del Cielo
pueden hacerlo, y….. toda una gracia que conlleva una responsabilidad.
Ustedes
llevan una sencilla cruz de madera puesta a la altura de vuestro corazón. Les
confieso que aun guardo aquella cruz que recibí un día 23 de octubre hace
cuarenta y cinco años atrás…Ese día como cada uno de ustedes “me acerqué al altar de Dios, el Dios de mi
alegría”, prometiendo que allí donde nadie lo quisiera, allí estaría; que allí
donde estuviera postergado, yo lo ensalzaría, que allí donde fuese abandonado
yo lo acompañaría.
En
aquel hermoso día de Cristo Rey en que hice la Primera Comunión tuve la convicción
que el haber conocido a Cristo, el haber amado a Cristo, me llevaría a procurar
vivir como Cristo, de manera especial en la consagración perpetua como su
sacerdote. Les confieso, como muchos lo pueden intuir, que para estar con
Cristo en la Santa Misa, que para darlo a conocer como catequista desde los
trece años en las poblaciones altas de la Ciudad Jardín nunca me interesó un ápice
lo que otros pensaban, decían, o hacían,
sino que para mí lo fundamental era hacer lo que Dios quería.
Queridos
hermanos: El año de preparación de mí Primera comunión en el mundo se decía
entonces “Dios ha muerto”, “la libertad
es libre”, en tanto que al interior
de nuestra Patria se venían viviendo
años de honda división y cruda violencia. Ustedes, en este día reciben
la Primera Comunión, se han preparado en el año más difícil de toda la historia
de la Iglesia y en medio de una sociedad cada vez más paganizada, en donde ya
se habla de estar insertos en el germen de la apostasía general anunciada en el libro del Apocalipsis.
No
duden un segundo en prometer ser fieles a Cristo, implorando que les conceda la
gracia de la perseverancia final, cobijados junto a Jesús Sacramentado. Estoy
seguro, que entre ustedes no faltarán almas generosas que aun en medio de
múltiples vaivenes en la vida social y eclesial, opten por una consagración
perpetua como sacerdotes y religiosas, y puedan decir que una vida entregada
totalmente a Cristo es la que más y mejor vale la pena vivirla.
El
Santo Rosario que está en vuestras manos implica mirar la vida de Cristo desde
los ojos de la Virgen María. A Ella hoy la honramos como la Inmaculada, que fue
concebida sin el pecado original y constituida como la llena de gracia, que
nada niega al que con fe le implora.
¡Que
Viva Cristo Rey!
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