TEMA : “PORFIADOS QUIZÁS, PÉRFIDOS JAMÁS”.
FECHA
: HOMILÍA SANTA MISA FIN AÑO 2018 /
PUERTO CLARO.
Al
caer el día, nos reunimos para celebrar nuestra Santa Misa, tal como lo hemos
venido haciendo los últimos veintitrés años unas nueve mil veces, lo que
implica una gracia inmensa al saber que Nuestro señor cumple su promesa hecha
en lka Ultima Cena de estar junto a nosotros en su cuerpo y sangre “hasta el fin de los tiempos”.
Sin
duda apoyamos nuestras esperanzas, nuestras certezas, nuestras acciones e
intenciones en su gracia que no defrauda
porque siempre es más generosa que nuestros anhelos y necesidades…Dios siempre
puede más…Siempre nos ama más…porque es Dios.
Hemos
iniciado nuestra santa Misa como habitualmente lo hacemos implorando el perdón
del Señor por nuestras pecados de “pensamiento,
palabra, obra y omisión”, toda vez que leemos en el libro del Apocalipsis
que “nada impuro entrará en el Reino de
los Cielos” (Apocalipsis XXI, 27) del cual es un
anticipo la celebración de la Santa Misa, por ello nada la puede anteceder en
importancia para la vida de la Iglesia toda vez que “la Iglesia hace Eucaristía
y la Eucaristía hace Iglesia”. En la vereda de la fidelidad la devoción
eucarística no es un adorno para lucir ni un accesorio requerido, sino que
forma parte de su esencia cual es Cristo, “el
mismo ayer, hoy y siempre”.
Sería
una ilusión pretender desconocer que el año civil que hoy culmina no haya
estado mercado por la dificultad y dramatismo como ningún otro en el paso de la
Iglesia en Chile, teniendo presente que hemos celebrado un Año Eucarístico
Nacional y que tuvimos la visita del actual Romano Pontífice.
27 AÑOS CAPELLÁN SAINT PETER’S
La
prensa y las redes sociales destacaron la visita como la más compleja de todo
el corto pontificado del Papa Francisco, la cual finalizó con la renuncia de la
mayoría de los obispos en ejercicio, excepto de dos, que se negaron a hacerlo,
uno de los cuales fue requerido por los tribunales de justicia. Han sido días
donde, desde el Norte al Sur, la fe la verdadero nuevo Pueblo de Dios ha sido
probada de múltiples maneras, la cual ha estado indemne tal como lo constamos
el día de la Inmaculada Concepción con las Primeras Comuniones en nuestra
parroquia y la masiva asistencia a la tradicional Misa de nochebuena. Dios no
deja de sorprendernos por la grandeza de su bondad, por lo que “sabemos en quien hemos puesta nuestra
confianza”..Scio cui credidi et certus suum. (2
Timoteo I, 12). M h
En
1951 se celebró un Congreso Eucarístico en Valparaíso, la escuadra nacional y
los pescadores realizaron una procesión naval, la misa central estuvo en la Avenida Pedro Montt, erigiendo un altar monumental en
la Plaza Italia, una cuadrilla de aviones que sobrevolaban en forma de cruz
pasó sobre el lugar, miles de niños de Primera Comunión vestidos los niños de riguroso
negro y las niñas de blanco dieron un marco de piedad y pureza ejemplar en el
Estadio Municipal de Playa Ancha,
colmado de fieles. De ello han pasado 67 años. Por cierto, en aquel tiempo una
mayoría de los chilenos reconocía su pertenencia a la Iglesia Católica, y aceptaba
la mayoría de las enseñanzas de la Iglesia, aunque el germen del liberalismo
masificado dos siglos antes ya erosionaba la fidelidad y pureza en vida y doctrina
al interior de la familia católica.
En
efecto, el naturalismo, que es como un “holding” de errores referidos a las verdades
de la fe, llevan, entre otras cosas, a justificar los vicios y virtudes como
algo propio de la naturaleza en la cual Dios nada tiene que ver porque, de
acuerdo a la esencia del liberalismo donde
el hombre es autónomo de Dios, por lo que la vida y la fe caminan por veredas
distintas, según lo cual sostienen equívocamente que el hombre como parte de la
sociedad puede “tener recreo” en su vida católica, que queda encerrada en los
templos y la conciencia. El acto de arrinconar a Dios conlleva algunas consecuencias
muy precisas:
Según
la teología liberal se puede actuar como
católico al interior de la familia, del templo y de la conciencia, sin molestar
al entorno con nuestra creencia, la cual, termina como el denario enterrado de la
parábola de los talentos (San Mateo XXV, 14-30) por cobardía y falsos respetos
humanos.
Por
otra parte, como miembro de la sociedad se termina aceptando todo tipo de
aberraciones que van desde el aborto, el
divorcio, la eutanasia, pasando por la ideología del género, y el gaycismo.
Seamos claros: El católico debe serlo estando sólo o acompañado, como individuo
y como parte de la sociedad…
No
se puede ser católico hasta la tarde y demonio por la noche; no se puede ser
creyente católico de domingo a jueves, y vivir como paganos los viernes y
sábados. O procuramos, apoyados en la gracia ser fieles en todo y siempre; o
cederemos a serlo a veces y en nada, según lo cual se vive como se cree o se
termina –tristemente- viviendo aquello que se vive.
PUERTO CLARO CHILE DICIEMBRE 2018
Al
ser presentado Jesús al octavo día de nacido en el templo, el anciano Simeón
señaló que “Este Niño será signo de
contradicción” (San Lucas II, 33-34)
por lo cual, constituye una quimera
pretender implementar una vida espiritual con rebajas, y una pastoral
inocua que no termina convenciendo a nadie: sin vocaciones, sin creatividad, y sin
santidad, en una palabra el abajismo teológico, moral, y social
lleva a ceder antes que luchar, a
dialogar antes que profesar, lo cual es la base del creyente acomplejado que no
hace apostolado, que no promueve vocaciones…que no mira hacia el Cielo, que
pretende avanzar sin saber hacia dónde y
con quién lo hace.
Cristo,
el mismo ayer, hoy y siempre, no es una moda pasajera que puede arbitrariamente
aceptarse o desecharse por el simple acto de un gusto. Nuestras certezas nacen
de la revelación que Dios ha hecho de si y de su obra en la Sagrada Escritura;
nuestra fe se ve fortalecida por virtud de la participación de la Sagrada Eucaristía
donde Jesús se entrega como “alimento” que nutre y une, sin el cual no es
posible una verdadera vida cristiana. Ante el planteamiento de una “comunidad unionista” que haga del santo
sacrificio eucarístico un acto simbólico sólo cabe una respuesta, que es
repetir lo que indicaron los primeros creyentes en plena era apostólica: “non posumus”…! No se puede vivir sin la
Misa! ¡No hay verdadera Iglesia sin la Misa! Y ello ha sido refrendado por la
sangre de Cristo y de los mártires en el pasado, presente y no dejará de serlo
en el futuro.
Precisamente
en los tiempos de mayor dificultad los primeros cristianos obtuvieron su fuerza
interior en torno a la participación en la Santa Misa, en la cual escuchaban la palabra
de Dios y recordaban todo lo enseñado por Cristo y sus discípulos. La fuerza de
su vida “pastoral” no se sustentaba en diálogos, acuerdos y programas sino en
convicciones y fidelidades mutuas: “Yo
seré para ti tu único Dios, y tú serás para Mí, mi único pueblo” (Jeremías
XXXII, 38).
¿Se
imagina alguien a San Pablo llegando a acuerdos con los no creyentes? ¿A los
discípulos transando verdades con la implementación de falsos respetos humanos?
¿A San Juan Bautista diciendo al rey inicuo que conviviera con la mujer de su
hermano no más porque ello no molestaba a Dios? (San
Mateo XVI, 4)
Nada de eso ocurrió porque prefirieron morir antes que mentir y procurar
“porfiadamente” “obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos
V, 29).
MARIACHIS EN PUERTO CLARO CHILE
Sin
duda, los apóstoles fueron porfiados
ante quienes cuestionaban su estilo de vida, los primeros cristianos como a lo
largo de la historia de la Santa Iglesia han sido porfiados ante la cerrazón de
quienes por “un simple plato de lentejas”
o “unas pocas cebollas de esclavitud”
han mirado el pasado petrificado por la sal de las modas y las conveniencias,
las cuales – inequívocamente- claudican ante el mundo traicionando a nuestro Dios
y su única Iglesia, fuera de la cual no hay salvación. Por esto, es mejor ser
porfiado que terminar perdiendo el frescor de una fe de la cual somos custodios
y herederos. Todo santo tuvo a lo largo de toda su vida algo de porfiado pero nada de pérfido…
En
el umbral del inicio de un Año Nuevo civil, renovamos nuestra fe con el corazón
palpitando en nuestro altar, dando gracias por todos los bienes recibidos a lo
largo de este año que acaba, e implorando por medio de la Santísima Virgen
María, que el tiempo que viene sea propicio a la fe, particularmente al
interior de la familia, donde se fragua el futuro del mundo.
Que
nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro, Patrona de Valparaíso, y de
nuestra Sede Parroquial, nos conceda el regalo de ser fieles a las enseñanzas
bimilenarias de Dios y de su Iglesia, para así poder dar el mejor servicio que el mundo de hoy
tanto necesita: buscar, encontrar, y vivir en Dios. ¡Que Viva Cristo Rey! Amén.
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