TEMA : “PROCLAMAR LA VERDAD DE JESUCRISTO SIEMPRE”.
FECHA: HOMILÍA DÉCIMO PRIMER DOMINGO /
AGOSTO 2020.
La
ciudad virtual como la ciudad real en que vivimos y nos relacionamos no difiere
mucho de lo que Jesús experimenta al llegar a Cesárea de Filipo que entonces tenía
una población mayoritariamente gentil no
judía. La preguntas hechas y las respuesta dadas son pronunciadas en tierras adversa a Jesús
lo que conlleva un mérito a la orden de reconocer el factor de riesgo que
implica proclamar nuestra fe en el mundo de hoy, no exento de temor a ser incomprendidos,
temor a tener sólo “me gusta”, temor
a los aplausos de la gente, porque el demonio en su afán por pasar desapercibido suele tomar
parte de la galería de las mayorías ávidas de secularización, sedientas de una
descristianización, que en nuestra sociedad en la hora actual es de suyo indiscutible.
Dos
preguntas hace Jesús que apuntan a conocer la percepción del momento sobre su
persona, lo que finalmente dice relación con la identidad –quién es- y qué
lugar ocupa en el corazón y vida de sus discípulos. Ya había pasado un tiempo
razonable para que respondieran, no eran
neófitos ni adolecentes en crecimiento en lo atingente a creer, y dar respuesta
implica un riesgo mayor del que experimentaron cuando estaban siendo batidos
por las olas en medio de la tormenta en la jornada anterior.
Cuando
nos preguntan respecto de lo que otros opinan es fácil responder porque como
acontece con el eco de un acantilado,
éste permanece inmutable a pesar del
ruido a su alrededor….ningún riesgo implica responder a otros de lo que dicen
otros, es fácil y bien visto hoy estar enterado sobre cuáles son los
principales training topic, lo que “la lleva”, “lo atómico”, los apóstoles vieron la ocasión de quedar bien con su
Señor al responder profusamente lo que habían escuchado a lo largo de su
caminar.
Todas
las respuestas refieren a Cristo respecto de otros, y a personas que hicieron bien
en el pasado, pero que nada nuevo ni propio parecían anunciar. Lejos estaban
aun de reconocer al Señor como la palabra definitiva de Dios al mundo…y la
Palabra era Dios...Y la Palabra vino al mundo…y no la quisieron recibieron. (San Juan I).
Sus
novedades estaban envueltas en las telarañas del pasado, la aventura de caminar
con Jesús estaba encerrado en el paso cansino de la monotonía y de proponer una
vida encerrada en las cuatro paredes de lo que ya no tenía respuesta, semejante
a como se pretende alzar hoy una sociedad organizándola al margen de lo que marca
su identidad, ello sólo conlleva a
profundizar los males que se pretende superar, toda vez que, un mundo sin Dios es un mundo contra el
hombre.
Por
tanto cualquier proyecto de sociedad que prescinda de reconocer el carácter
basilar de la Persona de Cristo hoy en medio nuestro sólo irá por el camino de
destruir al hombre, falseando la institución
sobre la que se funda la sociedad como es la familia fundada por un hombre y una mujer, propiciará
que la educación en la cual los padres de familia son primeros protagonistas parezca
quedar abducida por la acción de un estado que monopoliza la libertad de
enseñanza al modo como lo hacen hoy los sistemas totalitarios de Irán, Corea
del Norte, Venezuela, y Cuba.
Igualmente,
un proyecto de sociedad debe garantizar la libertad de emprendimiento sabiendo
que el Estado ha de ser apoyo de toda la iniciativa particular por medio del principio de subsidiariedad,
que como sabemos ha sido frecuentemente recomendado
por la Doctrina Social de la Iglesia. En este sentido diremos que, es el
Estado quien debe colocarse al servicio de la persona humana y no el
hombre quien ha de esclavizarse ante el Estado. Dicho proyecto debe favorecer que el hombre,
la familia, y la sociedad puedan, por el
camino de la libertad, crecer para
erradicar la pobreza por medio del trabajo, y generar riqueza para repartir
riqueza evitando el camino de un igualitarismo dilapidador de mayor pobreza. Es
necesario crear riqueza para no terminar ampliando la pobreza…! Igualar en
bienes no en pobreza como acontece hoy en Valparaíso!
En
este sentido, la propiedad privada es un bien que debe estar garantizado porque
ella es fruto del trabajo y sacrificio personal, que ha sido puesta en manos de
cada uno para su libre uso, como parte
del beneficio que Dios permite desde la creación del mundo de “dominad la tierra”. El trabajo y su debida retribución es
consecuencia de un acto de la voluntad de Dios y por tanto, forma parte del camino de perfección de cada
creyente.
Desde
la implementación del gobierno socialista mocho
que imperó en Chile desde 1970 a 1973, incluyendo la actual administración y la
anterior, verificamos que nunca hubo menos personas que estuvieron a favor de
su elección, con porcentajes reales que van desde de un 36% hasta un 25% del total del electorado, por lo que devinieron
en gobiernos esclavizados a las ratificaciones circunstanciales y, han permanecido sujetos a frecuentes
cuestionamientos que impidieron en ocasiones, felizmente, sus iniciativas y en otros favorecieron un
sano espíritu crítico. La mínima representatividad del ejecutivo al momento de
ejercer la primera magistratura ha ocasionado un vacío de poder donde al parecer todos mandan y ninguno obedece, lo
cual, puede llevar derecho a una
conflagración civil cuyas consecuencias son siempre dramáticas.
Como
suele suceder en episodios históricos semejantes, el “pato
de la boda” lo termina saldando la Iglesia que, herida en su corazón por
las negligencias y faltas de consagrados y purpurados “de todos los colores”, no ha manifestado de manera oportuna y suficientemente
clara el camino que nuestra sociedad debe procurar recorrer con el Evangelio en
la mano y Jesucristo en su corazón.
Hermanos:
Una sociedad “desanimada” (con el
alma herida) constituye el “pasto seco” facilitador para que ardan
las ideologías ateas, tal como ocurre en
todo proceso de descristianización en los cuales, la secularización termina siempre cediendo desde la dictadura del relativismo a la del
totalitarismo.
Y,
es lo que estamos viendo al interior de nuestra Patria (chilena) que parece
desintegrarse ante el sistemático acto corrosivo de sus bases fundacionales tal
como son: su identidad cristiana, la centralidad de la familia en todo ámbito de
la sociedad, el equilibrio de los poderes del Estado marcado por la incursión sistemática de unos sobre otros y, la
inmoralidad de ofrecer una vida llena de derechos y placeres obviando sus
necesarios deberes y sacrificios.
Urge
para nuestra Patria el retorno a lo esencial, donde Jesucristo sea verdaderamente
la base de nuestra estructura social, sabiendo que no nos ha sido dado otro
medio para alcanzar la bienaventuranza que el nombre de Jesucristo, el
verdadero salvador que si salva.
Como
Iglesia nuestro incienso debe ser quemado como signo de plegaria y ofrenda a
Dios y no ser consumido ante los determinados
sistemas de gobierno como lo es la misma democracia que, en ocasiones,
parece fluir en los labios de algunos pastores con mayor frecuencia y
entusiasmo que el de Cristo, lo que nos hace recordar lo que sentencia la
Sagrada Escritura: “El hombre habla de lo que hay al interior de su corazón”…callando
por lo que no hay…
Esa
búsqueda por lo esencial, que siempre será El que es, el que era y el que será,, necesariamente buscará llevar
al mundo a Cristo, a vivir su lógica, a repetir sus enseñanzas, a presentarlo
como mejor y primer modelo, a ser el ideal de vida de los consagrados, a ser el
camino actual de perfección y santidad para todos, a invitar a una conversión
de vida que implica abandonar lo pasado de pecado como un estorbo y a hacer
vida, la siempre novedosa grandeza del
amor de Dios. En una palabra es el mundo el que debe aceptar a Cristo, y no
falsear el mensaje católico pretendiendo reducir, esclavizar y amarrar la verdad
de Cristo a los criterios y discursos mundanos.
Este
punto es esencial, porque como lo experimentaron los Doce Apóstoles a las orillas
de Cafarnaúm, implica el desafío actual de decir una verdad que no será la más
atractiva para quienes propician el error y la mentira como forma de pensar,
exige proclamar una forma de vida que prontamente estará en contradicción con
las formas del mundo del libertinaje y desenfreno moral, evidenciando la
realidad de las profecías del anciano Simeón: “Será signo de contradicción”.
Hermanos:
Jesucristo para el mundo siempre será como una “piedra en el zapato”, es decir, le resultará molesto e impedirá su
normal avance, por lo que el secularismo
buscará desecharlo y dejarlo olvidado tal como lo hicieron en el Gólgota y en
el Calvario. Aquel día, los enemigos de Jesús ¡que los tuvo y muchos! regresaron
a sus hogares creyendo que todo había concluido, olvidando lo dicho por el
Señor quien, como entonces, hoy
–también- tiene la última palabra en nuestra vida y en nuestra sociedad.
Cristo
pareció vencido e impotente en lo alto de la cruz, en tanto que, la sociedad que lo puso allí, se mostraba vencedora y poderosa, con el paso
del tiempo –sólo tres días- el vencido fue vencedor y los poderosos del mundo
fueron definitivamente derrotados.
Los
creyentes somos hijos de una esperanza que tiene su nido en un sepulcro vacío,
que repite una y otra vez: “Animo, yo he
vencido al mundo”, lo que nos llena
de fuerza a la hora de anunciar al mundo liberacionista, que presenta paraísos
terrenales que conllevan muerte, soledad, pobreza, violencia, y enfrentamiento.
El
entusiasmo del secularismo puede correr bien los primeros metros de la carrera,
suele ser creativo, entretenido, organizado, pero…esta no es una “carrerita” no
es un “pique” sino que es una maratón para quienes corren la vida entera, y
para ello, sólo es posible lograr llegar a la meta por medio de la esperanza
que San Pedro, a nombre de los Apóstoles dice: “Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Recordemos que el Papa
Juan Pablo II dijo que: “el mundo puede
por un tiempo alzarse contra Dios, pero prontamente ese mundo se vuelca
contra el hombre”.
Sea
nuestra Madre del Cielo, la que como perfume
de Dios acoja toda nuestras plegarias, y las presente con su maternal aroma,
que nos conceda la gracia de proclamar en todo tiempo, en cualquier situación,
por favorable o adversa que parezcan aquella verdad que nunca perece como es la
anunciada por Jesucristo, el mismo ayer, hoy y siempre.
¡Que Viva Cristo Rey!
No hay comentarios:
Publicar un comentario