lunes, 15 de enero de 2018

“VINO NUEVO EN ODRES NUEVOS”


Radio Stella Maris / Lunes 15 de Enero / San Marcos II, 18-22.

“Al ver que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, algunos se acercaron a Jesús y le preguntaron: ¿Cómo es que los discípulos de Juan y de los fariseos ayunan, pero los tuyos no? Jesús les contestó: ¿Acaso pueden ayunar los invitados del novio mientras él está con ellos? No pueden hacerlo mientras lo tienen con ellos. Pero llegará el día en que se les quitará el novio, y ese día sí ayunarán. Nadie remienda un vestido viejo con un retazo de tela nueva. De hacerlo así, el remiendo fruncirá el vestido y la rotura se hará peor. Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino hará reventar los odres y se arruinarán tanto el vino como los odres. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos”.

Con dos preguntas se inicia el relato de este día. Una profunda inquietud subyace en el corazón del hombre. Podemos definir la humana naturaleza como un buscador de Dios, pero también como quien es buscado por Dios. Pues si algunos se acercaron a Jesús y le preguntaron, lo hicieron porque sabían que en El encontrarían una respuesta, que no sería una más entre muchas sino la respuesta definitiva.
En medio de un ambiente marcadamente relativizado, donde para muchos todo da lo mismo, el hecho de ir hacia Jesucristo, el acto de buscarle y esperar de Él una respuesta de suyo es una gracia que Dios concede como primer peldaño en el camino hacia Él…Ya lo describía un sabio pensador católico francés: “Consuélate, si le buscas es porque le has encontrado”.
Para nuestra Patria la visita del actual Romano Pontífice constituye una preciada oportunidad para escuchar en primera persona las enseñanzas que el Sucesor de Pedro entregue, en especial en lo relativo a una vida católica más convencida y convincente, la cual pasa por la vivencia de la fe en toda su grandeza y en cada una de sus exigencias.
La expresión dada por Jesús en el último versículo de hoy sin duda ha de ser una verdadera consigna para nosotros: “Vino nuevo, en odres nuevos”….Lo cual implica una conversión profunda, permanente y que involucre todos los aspectos de nuestra vida, donde no queden “espacios”,  “lugares”,  “tiempos” en los cuales la palabra y persona de Jesucristo no imperen.
Es sabido que una de las mayores debilidades de nuestra vida como católicos en la Iglesia es la tentación de licuar la fe y los mandamientos practicando  una religiosidad a la medida de nuestros gustos, de nuestros proyectos y de  tantos deseos personales, olvidando  que, nuestra vocación es imitar a Cristo, según lo cual: “nuestra voluntad ha de ser cumplir la voluntad de Dios”.

Si en el pasado existió el galicanismo y el americanismo, nosotros tenemos el “chilenismo”, que tantas veces recurre al argumento de “soy católico a mi manera”La doctrina “del más o menos” llevado al ámbito  de  la fe ocasiona su trivialización que –finalmente- no es capaz de convencer a nadie. Hay que ser creyente a la medida de Dios y no a la medida del orgullo personal, lo cual necesariamente conlleva un nuevo modo de vivir porque se tiene una vida nueva que es Jesucristo en nuestro corazón. Por esto. “Vino nuevo en odre nuevo”.
La conversión para un creyente constituye un itinerario, que puede estar jalonado por múltiples momentos importantes a lo largo de nuestra vida espiritual, como son la recepción de un sacramento, las opciones de vida asumidas en un retiro espiritual, mas hay una realidad que subyace en todas ellas y es la de dar a Cristo el primer lugar en cada una de nuestras palabras, pensamientos  y acciones.
Y, lo que es bueno y necesario para nosotros, lo ha de ser –también- para los que están a nuestro alrededor, por esto,  una persona que vive su conversión siempre está abierto al mundo del apostolado y de la misión porque asume como un imperativo dar a conocer la grandeza, gratuidad, y solidez que implica procurar llevar una vida nueva en Jesucristo. 
En este día donde los pasos del Santo Padre comenzarán a recorrer nuestras ciudades, ofrezcamos a Dios una semana completa de conversión verdadera, procurando que en nuestra alma reine la paz que eficazmente deviene de una buena confesión sacramental, que los buenos propósitos envuelvan las acciones de misericordia nacidas de la bondad experimentada del amor de Dios, bajo la inspiración de nuestra Madre Santísima, la Virgen María que a lo largo de su vida “todo lo guardaba en su corazón” tal como “el vino nuevo se guarda en un odre nuevo”. ¡Que Viva Cristo Rey!



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